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Poesias en castellano
poemas
Marqués de Santillana
Serranilla
Íñigo López de Mendoza,
            Marqués de Santillana
            (1398–1458)
      Moça tan fermosa 
          Non vi en la frontera,
          Com’ una vaquera
          De la Finojosa.
Faciendo la vía
            Del Calatraveño 
            A Sancta María, 
            Vençido del sueño
            Por tierra fragosa
            Perdí la carrera,
            Do vi la vaquera
            De la Finojosa.
En un verde prado
            De rosas e flores,
            Guardando ganado
            Con otros pastores,
            La vi tan graciosa
            Que apenas creyera
            Que fuese vaquera
            De la Finojosa.
Non creo las rosas
          De la primavera
          Sean tan fermosas
          Nin de tal manera,
          Fablando sin glosa,
          Si antes sopiera
          D’aquella vaquera
          De la Finojosa.
Non tanto mirara
            Su mucha beldat,
            Porque me dexara
            En mi libertat.
            Mas dixe: «Donosa 
            (Por saber quién era)
            ¿Dónde es la vaquera 
            De la Finojosa?...»
Bien como riendo,
            Dixo: «Bien vengades;
            Que ya bien entiendo
            Lo que demandades:
            Non es desseosa
            De amar, nin lo espera,
            Aquessa vaquera
            De la Finojosa».
A la Muerte del Maestre de Santiago
           | 
      ||
Recuerde el alma dormida, Y pues vemos lo presente Nuestras vidas son los ríos   Dexo las invocaciones Este mundo es el camino Este mundo bueno fue Ved de cuán poco valor Decidme: la hermosura, Pues la sangre de los godos, Los estados e riqueza Pero digo que acompañen Los placeres e dulçores Si fuese en nuestro poder Esos reyes poderosos Dexemos a los Troyanos, ¿Qué se hizo el Rey Don Joan? ¿Qué se hicieron las damas, Pues el otro su heredero, Las dádivas desmedidas, Pues su hermano el inocente, Pues aquel gran Condestable E los otros dos hermanos, Tantos Duques excellentes, Las huestes innumerables, Aquel de buenos abrigo, ¡Qué amigo de sus amigos! En ventura Octaviano; Antonio Pío en clemencia; Non dexó grandes tesoros, Pues por su honra y estado Estas sus viejas hestorias E sus villas e sus tierras Después de puesta la vida   Diciendo: «Buen caballero, »No se os haga tan amarga »El vivir qu’es perdurable »E pues vos, claro varón,   «Non gastemos tiempo ya   Tú que por nuestra maldad   Así con tal entender  | 
      ||
Romance de AbenámarAnónimo | 
      ||
—¡Abenámar, Abenámar, —El Alhambra era, señor,  | 
      ||
Romance del Rey Moro que Perdió AlhamaAnónimo | 
      ||
Paseábase el rey moro Cartas le fueron venidas Descabalga de una mula, Como en el Alhambra estuvo, Y que las cajas de guerra Los moros que el son oyeron  | 
       >||
Romance de Rosa Fresca
Anónimo
            (c. 1500)
—Rosa fresca, rosa fresca,
          tan garrida y con amor,
          cuando vos tuve en mis brazos,
          no vos supe servir, no;
          y agora que os serviría
          no vos puedo haber, no.
—Vuestra fue la culpa, amigo,
            vuestra fue, que mía no;
            enviátesme una carta
            con un vuestro servidor,
            y en lugar de recaudar
            él dijera otra razón:
            que érades casado, amigo,
            allá en tierras de León;
            que tenéis mujer hermosa
            y hijos como una flor.
—Quien os lo dijo, señora,
          no vos dijo verdad, no;
          que yo nunca entré en Castilla
          ni allá en tierras de León,
          sino cuando era pequeño,
          que no sabía de amor.
Romance de Fontefrida
Anónimo
            (c. 1500)
Fonte-frida, Fonte-frida,
          Fonte-frida y con amor,
          do todas las avecicas
          van tomar consolación,
          sino es la tortolica
          que está viuda y con dolor.
          Por allí fuera a pasar
          el traidor de ruiseñor:
          las palabras que le dice
          llenas son de traición:
          —Si tú quisieses, señora,
          yo sería tu servidor.
—Vete de ahí, enemigo,
          malo, falso, engañador,
          que ni poso en ramo verde,
          ni en prado que tenga flor;
          que si el agua hallo clara,
          turbia la bebía yo;
          que no quiero haber marido,
          porque hijos no haya, no:
          no quiero placer con ellos,
          ni menos consolación.
          ¡Déjame, triste enemigo,
          malo, falso, mal traidor,
          que no quiero ser tu amiga,
          ni casar contigo, no.
Romance de Blanca-Niña
Anónimo
            (c. 1500)
Blanca sois, señora mía,
          más que no el rayo del sol:
          ¿si la dormiré esta noche
          desarmado y sin pavor?
          que siete años había, siete,
          que no me desarmo, no.
          Más negras tengo mis carnes
          que un tiznado carbón:
          —Dormilda, señor, dormilda,
          desarmado sin temor
          que el conde es ido a la caza
          a los montes de León.
          —Rabia le mate los perros,
          y águilas el su halcón,
          y del monte hasta su casa
          a él le arrastre el morón.
          —Ellos en aquesto estando
          su marido que llegó:
          —¿Qué hacéis, la Blanca-niña,
          hija de padre traidor?
—Señor, peino mis cabellos,
          péinolos con gran dolor,
          que me dejéis a mi sola
          y a los montes os vais vos.
          —Esa palabra, la niña,
          no era sino traición:
          ¿cúyo es aquel caballo
          que allá bajo relinchó?
          —Señor, era de mi padre,
          y envióslo para vos.
          —¿Cúyas son aquellas armas
          que están en el corredor?
          —Señor, eran de mi hermano,
          y hoy os las envió.
          —¿Cúya es aquella lanza,
          desde aquí la veo yo?
          —Tomalda, conde, tomalda,
          matadme con ella vos,
          que aquesta muerte, buen conde,
          bien os la merezco yo.
Romance del Conde Arnaldos
Anónimo
            (c. 1500)
¡Quién hubiese tal ventura
          sobre las aguas del mar,
          como hubo el conde Arnaldos
          la mañana de San Juan!
          Con un falcón en la mano
          la caza iba a cazar,
          vio venir una galera
          que a tierra quiere llegar.
          Las velas traía de seda,
          la ejercía de un cendal,
          marinero que la manda
          diciendo viene un cantar
          que la mar ponía en calma,
          los vientos hace amainar,
          los peces que andan nel hondo
          arriba los hace andar,
          las aves que andan volando
          nel mástil la faz posar.
—Galera, la mi galera,
          Dios te me guarde de mal,
          De los peligros del mundo
          sobre aguas de la mar,
          de las fustas de los moros,
          que andaban a saltear—.
          Allí habló el conde Arnaldos,
          bien oiréis lo que dirá:
          —Por Dios te ruego, marinero,
          dígasme ora ese cantar.—
          Respondióle el marinero,
          tal respuesta le fue a dar:
          —Yo no digo esta canción
          sino a quien conmigo va.
Romance de la Hija del Rey de FranciaAnónimo | 
      |||
De Francia partió la niña, Vio venir un caballero Apeóse del caballo  | 
        —Tate, tate, caballero, A la entrada de París Caballero con vergüenza  | 
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Romance de Doña AldaAnónimo | 
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En París está doña Alda  | 
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Amor OcultoManuel del Palacio | 
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Ya de mi amor la confesión sincera Tu nombre dice el ave placentera Sólo tú mi secreto no conoces, Y acaso has de ignorarlo eternamente,   | 
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