Antonio Plaza, poemas y poesias


PARA MANDAR VUESTRAS POESIAS PINCHA AQUI

0    1   2   3   4   5   6   7    8  9  10   11   12   13   14  15  16  20  21    24    Poesias cortas 2010    Poesias cortas 2010_2    Poesias cortas 2010_3
    Poesias cortas 2010_4    Poesias cortas 2010_5    Poesias cortas 2010_6   Poesias cortas_7    Poesias cortas_8    Poesias cortas_9    Poesias cortas_10    Poesias cortas_11    Poesias cortas_12    Poesias cortas_13    Poesias cortas_14   Poesias cortas_15   Poesias cortas_16   Poesias cortas_17   Poesias largas   Videos de poesias cortas   Poeias Angelita    Poesias largas   Videos de poesias cortas   Poesias Angelita    poesias cortas_18   poesias cortas_19   poesias cortas_20   poesias cortas_21    Adivinanzas    Poetas y poesias dominicanos    poesias cortas 22    poesias cortas 23    Poemas desde New York

 

Antonio Plaza

Flor de un día

Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.

En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.

Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones,
y te entregué mi corazón de niño.

No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.

¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿me crees, por ventura, pebetero?

No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.

Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo, en cambio, mujer, te dejo el alma.

Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la vida el moribundo,
como piensa en la gloria el condenado.



A María del cielo

Y ya al pisar los últimos abrojos
De esta maldita senda peligrosa
Haz que ilumine espléndida mis ojos
De tu piedad la antorcha luminosa
                           García Gutiérrez.

Flor de Abraham que su corola ufana
abrió al lucir de redención la aurora:
tú del cielo y del mundo soberana,
tú de vírgenes y ángeles Señora;

Tú que fuiste del Verbo la elegida
para Madre del Verbo sin segundo,
y con tu sangre se nutrió la vida,
y con su sangre libertose el mundo:

tú que del Hombre-Dios el sufrimiento,
y el estertor convulso presenciaste,
y en la roca del Gólgota sangriento
una historia de lágrimas dejaste;

tú, que ciñes diadema resplandente,
y más allá de las bramantes nubes
habitas un palacio transparente
sostenido por grupo de querubes

y es de luceros tu brillante alfombra
donde resides no hay tiempo ni espacio,
y la luz de ese sol es negra sombra
de aquella luz de tu inmortal palacio.

Y llenos de ternura y de contento
en tus ojos los ángles se miran,
y mundos mil abajo de tu asiento
sobre sus ejes de brillantes giran;

tú que la gloria omnipotente huellas,
y vírgenes y troncos en su canto
te aclaman soberana, y las estrellas
trémulas brillan en tu regio manto.

Aquí me tienes a tus pies rendido
y mi rodilla nunca tocó el suelo;
porque nunca Señora, le he pedido
amor al mundo, ni piedad al cielo.

Que si bien dentro del alma he sollozado,
ningún gemido reveló mi pena;
porque siempre soberbio y desgraciado
pisé del mundo la maldita arena.

Y cero, nulo en la social partida
rodé al acaso en páramo infecundo,
fue mi tesoro una arpa enronquecida
y vagué sin objeto por el mundo.

Y solo por doquier, sin un amigo,
viajé, Señora, lleno de quebranto,
envuelto en mis harapos de mendigo,
sin paz el alma, ni en los ojos llanto.

Pero su orgullo el corazón arranca,
y hoy que el pasado con horror contemplo,
la cabeza que el crimen volvió blanca
inclino en las baldosas de tu templo.

Si eres ¡oh Virgen! embustero mito,
yo quiero hacer a mi razón violencia;
porque creer en algo necesito,
y no tengo, Señora una creencia.

¡Ay de mí! sin creencias en la vida,
veo en la tumba la puerta de la nada,
y no encuentro la dicha en la partida,
ni la espero después de la jornada.

Dale, Señora, por piedad ayuda
a mi alma que el infierno está quemando:
el peor de los infierno... es la duda,
y vivir no es vivir siempre dudando.

Si hay otra vida de ventura y calma,
si no es cuento promesa tan sublime,
entonces ¡por piedad! llévate el alma
que en mi momia de barro se comprime.

Tú que eres tan feliz, debes ser buena;
tú que te haces llamar Madre del hombre,
si tu pecho no pena por mi pena,
no mereces a fe tan dulce nombre.

El alma de una madre es generosa,
inmenso como Dios es su cariño:
recuerda que mi madre bondadosa
a amarte me enseñó cuando era niño.

Y de noche en mi lecho se sentaba
y ya desnudo arrodillar me hacía,
y una oración sencilla recitaba,
que durmiéndome yo la repetía.

Y sonriendo te miraba en sueños,
inmaculada Virgen de pureza,
y un grupo veía de arcángeles pequeños
en torno revolar de tu cabeza.

Mi juventud, Señora, vino luego,
y cesaron mis tiernas oraciones;
porque en mi alma candente como el fuego,
rugió la tempestad de las pasiones.

Es amarga y tristísima mi historia;
en mis floridos y mejores años,
ridículo encontró, buscando gloria,
y en lugar del amor los desengaños.

Y yo que tantas veces te bendije,
despechado después y sin consuelo,
sacrílego, Señora, te maldije
y maldije también al santo cielo.

Y con penas sin duda muy extrañas
airado el cielo castigarme quiso
porque puse el infierno en mis entrañas;
porque puso en mi frente el paraíso.

Quise encontrar a mi dolor remedio
y me lancé del vicio a la impureza,
y en el vicio encontré cansancio y tedio,
y me muero, Señora, de tristeza.

Y viejo ya, marchita la esperanza,
llego a tus pies arrepentido ahora,
Virgen que todo del Señor alcanza,
sé tú con el Señor mi intercesora.

Dile que horrible la expiación ha sido,
que horribles son las penas que me oprimen;
dile también, Señora, que he sufrido
mucho antes de saber lo que era crimen.

Si siempre he de vivir en la desgracia,
¿por qué entonces murió por mi existencia?
si no quiere o no puede hacerme gracia,
¿dónde está su bondad y omnipotencia?

Perdón al que blasfema en su agonía,
y haz que calme llorando sus enojos,
que es horrible sufrir de noche y día
sin que asome una lágrima a los ojos.

Quiero el llanto verter de que está henchido 
mi pobre corazón hipertrofiado,
que si no lloro hasta quedar rendido
¡por Dios! que moriré desesperado.

¡Si comprendieras lo que sufro ahora!...
¡Aire! ¡aire! ¡infeliz! ¡que me sofoco!...
Se me revienta el corazón ... ¡Señora!
¡Piedad!... ¡Piedad de un miserable loco!



No te olvido

¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.

¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay! del corazón la fe?
Para mi los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
reinas que esclavas de la moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,
néctar manan sus labios de carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede compararse a ti.

A pesar de su grande poderío,
carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, ángel mío,
valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,
y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tu pie.

Con razón me consume negro hastío
desde que te hallas tú lejos de aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,
y siempre miro tu divina faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño.
Y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,
y ávido de estudiar quiero leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi vida ser.

Late por ti mi corazón de fuego,

te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.


Horas negras

Huyó la dulce sonrisa
Nació el sarcasmo sangriento...
                                      J. E.

Coplero a quien inspira el desencanto,
trovador sin futuro y sin amores,
sobre la tumba de mis sueños canto
al colocar mi búcaro de flores.

Odia el mundo mi canto descreído,
el estigma social tiznó mi frente...
cárabo del dolor, cada gemido
me concita el sarcasmo de la gente.

Sin luz el alma la ilusión desdeña,
el pesar no la irrita ni la abate,
y ni la frente envejecida sueña,
y ni el leproso corazón me late.

Repugna a todos mi fatal delirio
repelen todos mi sufrir eterno,
que brilla en mi aureola de martirio
la fatídica flama del infierno.

Devorado por negra pesadumbre
lanzo en vez de sollozos carcajadas;
porque de infame crápula en la lumbre
arrojé mis creencias adoradas.

En aras de la fe vertí mi llanto;
perdida ya la fe, busqué la orgía;
pero el vicio acreció mi desencanto,
y el vicio, la virtud, todo me hastía.

A mi gastado corazón de lodo
nada, en fin, es capaz de conmoverlo,
y perezoso, indiferente a todo
no puedo ser feliz, ni quiero serlo.

Mi vida ha sido decepción horrible,
el mundo sin piedad ha envenenado
mi corazón que, un tiempo tan sensible,
no sufre al encontrar un desgraciado.

Y si me duelo del dolor ajeno
mi risa burla ese dolor profundo,
que si a mi corazón queda algo bueno
me da vergüenza que lo sepa el mundo.

Cuando la pena torturó mi vida,
la cruda pena la insulté yo mismo,
porque soberbio disfracé la herida
con el torpe descaro del cinismo.

En el albor de juventud sensible
amaba todo, porque fui creyente
yo deliré buscando lo imposible
y de mentiras se pobló mi frente.

Yo combatí con ánimo esforzado
contra la saña de mi suerte adversa;
pero en la lucha atleta fatigado,
sentí agotarse mi gigante fuerza.

Me presentó pensiles engañosos
en su espejo ese mundo fementido,
cual presenta cambiantes primorosos
débil burbuja en su cristal fingido.

yo también la ilusión vestí de gala
del placer en los cármenes risueños,
yo también de Jacob fijé la escala
para subir al mundo de los sueños.

Soñé con la virtud cándidos lirios
y quise, necio, de ilusión beodo,
subir a la región de los delirios;
pero al querer subir, caí en el lodo.

Yo rebusqué sediento de placeres,
de amistad y de amor las emociones,
y turbas mil de amigos y mujeres
vinieron a matar mis afecciones.

Al ver mis sentimientos chasqueados
burlé yo mismo mi amoroso empeño,
y ya no alcé castillos encantados
sobre la base efímera del sueño.

De mi pobre ilusión asesinada
los restos profanó mi ánima impía;
porque el cadáver de mi fe burlada
alumbré con las luces de la orgía.

Y di culto a ese mundo estrafalario,
y en mi gastada juventud inquieta,
vestido de arlequín subí al calvario
y empapé con mi llanto la careta.

En irritantes goces crapulosos
escarneciendo mi penar ingente,
hice cabriolas y tragué sollozos,
y lleno de ira divertí a la gente.

Mas penitente ya, sufro callando
y consumido de letal tristeza,
por la vía dolorosa voy cargando
la ridícula cruz de mi pobreza.

Histrión a quien el mundo no perdona,
héroe de carnaval, mártir maldito,
un birrete de loco es mi corona
y por túnica llevo un sambenito.

Y nutrido de negras decepciones,
avergonzado en mi vejez, reniego
del enjambre de locas ilusiones
que acarició mi juventud de fuego.

Ilusiones brillantes halagaban
a mi edad juvenil que yo maldigo,
y sediento de gloria me agitaban
sueños de rey en lecho de mendigo.

Soñé en la gloria con delirio tanto,
fue tal la audacia de la mente loca,
que la gloria de Dios, único y santo,
a mi osada ambición pareció poca.

Más Dios abate mi soberbia rara,
y encuentro justa la expiación severa;
que si la gloria que soñé alcanzara
Satanás vencedor acaso fuera.

Fue mi sueño una ráfaga ilusoria;
no existe ese laurel que busqué loco,
que para darme mi imposible gloria
el orbe es nada, lo infinito poco

Para pedir la gloria que yo anhelo
es débil, impotente la palabra;
que desván estorboso encuentro el cielo
do el pensamiento audaz se descalabra.

Ya no me importa mi dolor presente,
ya no me importa mi dolor pasado,
el porvenir lo espero indiferente...
lo mismo es ser feliz que desgraciado.

Sólo ambiciono de fastidio yerto,
cansado ya de perdurable guerra,
el acostarme en mi cajón de muerto
dormir en paz debajo de la tierra.



Cantares

Te adoré como a una virgen
cuando conocí tu cara;
pero dejé de adorarte
cuando conocí tu alma

Cuestión de vida o muerte
son las pasiones,
si alguien lo duda, deja
que se apasione.

Las heridas del alma
las cura el tiempo,
y por eso incurables
son en los viejos.

Los astros serán, mi vida,
más que tus ojos hermosos;
pero a mi más que los astros
me gustan, linda, tus ojos.



Amor

¿Por qué si tus ojos miro
me miras tú con enojos,
cuando por ellos deliro,
y a la luz del cielo admiro
en el éter de tus ojos?

Cansado de padecer
y cansado de cansarte,
y queriendo sin querer,
finjo amor a otra mujer
con la ilusión de olvidarte.

No es mi estrella tan odiosa:
que en fugaces amoríos,
como ave de rosa en rosa
yo voy de hermosa en hermosa
y no lamento desvíos;

Pero el favor de las bellas 
irrita mas la pasión
que ardiente busca tus huellas,
y al ir mis ojos tras ellas
vuela a ti mi corazón.

Asi un proscrito tenía
goces en extraño suelo
y volvió a su patria un día
por mirar en su agonía
la linda luz de su cielo.

De ti proscrito y dejando
las rosas por tus abrojos,
vuelvo a tus pies suspirando,
por mirar agonizando 
la linda luz de tus ojos.



Dios

Espíritu de fuego sagrado y rutilante,
tu voz la voz domina de ronca tempestad,
y soles mil coronan tu frente de gigante,
y brilla en tu mirada exscelsa majestad.

Señor, tú eras antes que todo lo creado,
antes que fuera el tiempo, Señor ya eras tú,
el ser de gloria lleno tú solo te lo has dado,
tú solo te formaste de tu espléndida luz.

Señor, eras más grande que todo lo que existe;
la cima de los astros es sima para ti;
Señor, tú de la nada al orbe suspendiste,
y pléyades brillantes colgaste en el zafir.

Es tu dosel de estrellas, de luz es tu palacio,
irradia luz de gloria tu espíritu inmortal;
eres quien desplegaste el viento en el espacio,
eres quien extendiste las aguas en el mar.

Tú eres, Dios divino, el Dios omnipotente;
los cielos y los mundos brotaron a tu voz;
un límite le puso tu voz al mar ingente,
y al hombre, dios pequeño, tu soplo le animó.

Retiemblan, si te irritas, los ejes de los cielos;
el rayo se estremece, el sol cubre tu faz;
humillan las montañas su frente hasta los suelos;
las fieras dan rugidos, solloza el huracán.

A tu voz imperiosa los astros se oscurecen,
se rasga de los cielos el diáfano zafir;
los mundos se desquician, los mares desaparecen,
el ser vuelve a la nada, si lo mandas asi.

Tú eres luz sublime del cielo y de la tierra,
eres principio eterno de sempiterna luz;
eres la vida sola de cuando el orbe encierra;
ante ti todo es nada, porque eres todo tú.

Los pueblos y los reyes desfilan presurosos,
y tiempos sobre tiempos se hacinan a tu pie;
y en nada convertidos se pierden, silenciosos,
en ese mar de sombra, calado del no ser.

Eres tú sólo eterno, omniscio; impenetrable,
son nube pasajera los siglos ante ti;
ninguno te conoce, que tú eres impalpable,
pero doquiera se oye tu nombre bendecir.

Señor, eres el Éter que Zenón adoraba,
el "TODO" que Pitágoras sumiso veneró,
el Ser indestructible que Platón deificaba,
la Universal justicia que soñó Cicerón.

Tú eres el Jehová del pueblo de Judea,
y del remoto chino tú eres de Xantí;
eres el sol brillante que a Cartago recrea,
eres del persa el fuego, en él adora a ti.

Eres el Dios que adoran los astros y las nubes,
un himno te levantan los vientos y la mar:
la flor te da su aroma, su canto los querubes,
las aves te consagran su trino matinal.

Tú diste a la oropéndola su traje de colores,
capullo a los gusanos, a las abejas miel,
a las arañas tela y púrpura a las flores,
cubil a los leones y las aguas al pez.

Del arca de Noé la brújula tú fuiste,
y tu brazo detuvo el brazo de Abraham;
libraste a Lot del fuego que en Sodoma encendiste,
de la ballena libre salió por ti Jonás.

A Moisés de las aguas del Nilo tú salvaste,
y le hiciste de un pueblo manumisor feliz;
tu Código en las tablas por dárselo grabaste:
tus rayos coronaron de luz el Sinaí.

Eres quien dio la ciencia infusa a los profetas
que el velo del futuro lograron levantar;
por ti ellos inspirados, sublimes y poetas,
al orbe predijeron grandiosa una verdad.

Hiciste al Nazareno el Sabio entre los sabios,
por ti brilló en su frente de redención la luz;
y aunque con vil brebaje humedeció sus labios
el héroe del martirio, el ángel de la Cruz,

oró por sus verdugos con santidad extrema,
y en hórrido tormento morir supo cual Dios;
por eso ante la Cruz, de oprobio un tiempo,
humilde y de rodillas la humanidad cayó

A ti Dios de los hombres; cuya eternal historia
escrita con tu sangre en el cadalso fue:
sublime ajusticiado. monarca de la gloria,
que fuiste de los hombres la víctima también;

a ti, raudal de soles que inmensos reverberan
doquier multiplicando sus rayos mil y mil;
a ti, la eterna dicha que los hombres esperan,
a ti del alma eterna, eterno porvenir;

a ti, Señor, te ruego con ánima gastada,
que de mi tumba oscura la puerta se abra ya;
arrastro una existencia, maldita, desgraciada,
mis horas son más negras que el alma de Satán

Pobre mártir, oscuro, coplero estrafalario,
un cáliz de amargura también apuro yo;
y, como Cristo el justo, también hallé un Calvario,
y sufro aquí tormentos que nunca El conoció.

Es un presente horrible la vida que me diste,
la vida tan amarga que yo no te pedí:
Señor, ya no soporto la vida mustia y triste;
devuélveme a la nada... o llévame hacia ti.



Sin fe y sin amor

I

Arrastro una vida
de luto y dolor;
a todos les choco,
me choco hasta yo;
y todos los hombres
me excluyen,
en medio de todos
maldita excepción.
Encina tronchada
del viento al furor,
mi copa gigante 
la tierra besó.
Murió la esperanza,
murió el corazón, 
que grande, hervoroso,
un tiempo asiló
excelsas virtudes
y vil corrupción.
virtudes y vicios 
luchando perdió,
y amorfo, sangriento,
cadáver es hoy
que duerme en la tumba,
sin fe, sin amor.

II

Mis horas cubiertas
de negro crespón
pesadas, iguales,
rodar miro yo.
Esferas de sombra
que bajan, y son
como almas que bajan
malditas de Dios,
el arco, de horrores
eterna mansión.
Si aúlla doliente
el alto reloj,
yo te oigo, lo mismo
que el grito de horror
que arroja quien sufre
tormento feroz:
como eco lejano
de agudo esquilón
que dobla, pidiendo
piedad al Señor,
para un bandolero
que en la horca expiró;
como ese gemido,
ese ¡ay! de dolor
que da al reventarse
del harpa el cordón.
¡Qué lentas transcurren
las horas ¡oh Dios!
del hombre que hollando 
punzante cambrón
camina en la tierra,
sin fe, sin amor!

III

Mi historia es historia
de mártir histrión;
sainetes y dramas
conozco, que yo 
he sido en el mundo
genérico actor.
Con frailes menores
tranquila pasó
mi edad inocente, 
y el padre rector
latín y consejos
conmigo perdió;
que frailes y claustro
dejé sin temor,
y en mil aventuras
perdí el corazón.
Soldado en las filas
de Marte feroz,
vestido de loco 
serví de sayón.
Chinaco más tarde,
sin ley y sin Dios,
escenas horribles
miré sin horror;
y pueblos he visto 
que el hacha incendió,
envueltos en llamas
de rojo color.
Crujir, como cruje
rugiente crisol,
y en negros escombros 
de altar, mi bridón
su huella sangrienta
soberbio dejó.
Por eso de todo 
cansado ya estoy;
conozco los goces,
conozco el dolor,
los salmos del coro,
la voz del cañón,
la faz de los campos,
del mar el furor,
la horrible mazmorra.
el rico salón;
conozco lo bueno,
lo malo y peor;
yo sé de banquetes,
y de hambre sé yo;
me son familiares
la Regla y Colón;
desprecios y aplausos
el alma probó,
el alma que vive 
sin fe, sin amor.

IV

Más triste que tumba,
más pobre que Job, 
yo sufro en la tierra
fatal expiación.
La edad inflexible
mi frente arrugó;
mi cuerpo inclinado
remeda una hoz,
mi barba y cabellos
de nieve ya son;
mi espíritu ardiente,
su fuego perdió;
mis piernas se doblan,
balbuce mi voz.
¡Adiós, ilusiones
divinas de amor,
adiós, esperanzas,
placeres, adiós!...
¡Oh, muerte! yo pido 
que des por favor
un lecho de polvo,
allá en un rincón,
al pobre viandante
que al fin se cansó,
y llama a tu puerta 
sin fe, sin amor.



Despecho

Arcanidad terrible de la vida,
destino lleno de rigor sin nombre,
infancia entre las sombras escondida,
aprieta sin piedad, que das en Hombre.

No esperes con tu golpe furibundo
avasallar mi soberano aliento:
es grande mi tormento como el mundo;
pero el alma es mayor que mi tormento.

Y siempre aquí, con arrogante calma
de tus rencores la sin par fiereza
afronto audaz, que la grandeza de alma,
aunque pequeño soy, es mi grandeza.

Nunca al poder ni al oro me arrodillo,
y aunque me agobie padecer tirano
me muero de hambre; pero no me humillo...
seré cadáver, pero no gusano.

Bien, alma ¡bien! porque jamás te humillas...
eres inmensa en tu sufrir constante...
¡No mendigues la gloria de rodillas,
conquistala de pie, mártir gigante!

.................

Nací juguete de la vil fortuna
y me acompañan en fatal camino
la negra sombra que bañó mi cuna,
la negra mano que marcó mi sino.

A la luz de brillantes ilusiones
de la horrible verdad vi los arcanos,
y fue mi alma festín de las pasiones
como el cuerpo es festín de los gusanos;

lloré por la esperanza asesinada,
pero tanto creció mi desventura,
que traduje en sonora carcajada
la suprema expresión de la amargura.

Al fin, cansado de mortal quebranto
adopté el estoicismo por divisa:
tanto lloré, que se agotó mi llanto,
tanto reí que se acabó mi risa.

Sin fe, sin juventud, la despreciada
vida infeliz indiferente rueda...
con mi última ilusión evaporada
¿qué me queda en el mundo? ... ¿qué me queda?

Ya no tengo sonrisa ni gemido;
ni amo, ni aborrezco, ni ambiciono,
que en indolencia criminal sumido
hasta mi propio espíritu abandono.

Hora tras hora solitario pierdo
envuelto en bruma de oriental pereza;
es mi goce sufrir con el recuerdo,
entregado al placer de la tristeza.

Pláceme abrir heridas mal cerradas,
contemplando a la espalda de los años,
ilusiones de fuego, sepultadas
en la nieve de horribles desengaños.

II

También un tiempo ¡ay de mí!
tras de fantasmas risueños
desatinado corrí;
porque la razón perdí
entre marañas de sueños.

Lindo germen de ilusión,
de mi espíritu gastado 
engendró loca pasión...
soñó con la redención
mi frente de condenado.

En mi desencanto amé
creyendo que no creía,
y más desencanto hallé...
¡imbécil! ¿por qué soñé,
cuando soñar no debía?

Amé a una mujer, como ama
quien amar no cree... su llanto
alzó en mi ser una llama,
como alza fosfórea flama
la lluvia en el camposanto.

Pero ¡ay! de aquellas historias
sólo guarda el corazón
recuerdos de muertas glorias,
memorias, sólo memorias son.

Porque mis sueños huyeron,
y mis amores volaron,
mis esperanzas murieron,
y los placeres que fueron
luto en el alma dejaron.

Hoy en negra decepción
los desprecios y el cariño,
mis esperanzas murieron,
para mí los mismo son...
en lugar de corazón
llevo el cadáver de un niño.

III

De luz imposible mi cráneo era foco
de luz imposible mis sueños vestí;
pero ¡ay! que mis sueños febriles de loco
en mares de sombra perdiéronse al fin.

El alma, la vida apenas soporta,
la paz de las tumbas, del alma es la paz;
yo soy un pasado que a nadie le importa;
yo soy en la tierra cadáver social.

¡Guay del que vegeta con sueños despierto!
dormirse soñando es muerto vivir...
yo vivo y no sueño, cadáver despierto,
del ser y la nada parodia infeliz.

Al cielo pregunto con ansia indecible:
¿los mártires suben de Dios al dosel?
el cielo se calla, y un eco terrible
me dice: ¡No sueñes... Mentira es la fe!

Quien deja la vida de luto y hastío
se vuelve a la nada que de ella salió,
tras esas estrellas no hay más que vacío;
me dice: ¡No sueñes... Mentira es la fe!

El hombre, ese imbécil gusano pequeño,
de orgullo inflamado, se juzga inmortal;
pero es la existencia la sombra del sueño
del sueño que forja la nada quizá.

........................

Señor, de la duda me asfixia el abismo,
te ruego que mandes a mi alma infeliz
la fe sacrosanta o el negro ateísmo...
negar es creer... dudar es sufrir.



¡Siempre solo!

Si de la aurora diamantina
se dibujan los célicos albores
los pájaros del viento moradores
al éter mandan su canción divina.

Y si el sol orgulloso se reclina
sobre un lecho radiante de colores,
llenas de amor las carminadas flores
entreabren su corola purpurina.

Todos tienen un ser que los comprenda,
yo al vicio y la virtud indiferente
aislado cruzo la maldita senda,

cual se arrastra en las rocas la serpiente;
mas tengo un alma de vivir cansada
que ni al cielo ni al mundo pide nada.



Abrojos

Siempre desgraciado fui;
Desde mi pequeña cuna,
A la incansable fortuna
de juguete le serví;
La noche en que yo nací
Tronaba la tempestad,
Y alaridos de ansiedad
La gente aturdida alzaba;
Porque el cólera sembraba
El terror y la orfandad.

II

¡La niñez ¡ – edad que vela
el ángel de las sonrisas,
y entre flores, juego y brisas
sin sentir el tiempo vuela-
Esa edad amarga estela
Dejó sobre mar de llanto;
Porqué sufrí tanto, tanto,
En aquella edad de armiño,
Que en mis recuerdos de niño
Comienza mi desencanto.

III

Vino después otra edad,
Y pasiones irritantes
Se alzaron, como bramantes
Olas, en la tempestad.
Mas desbordé en la maldad,
Cual se desborda un torrente,
Y entre crápula indecente,
Y en indecentes amores,
Sequé del alma las flores,
Cubrí de sombra la frente.

IV

En mi tormento prolijo,
Al cielo a veces acudo;
Pero ¡ay! El cielo está mudo
Para el hombre a quien maldijo.
En vano, en vano me aflijo
Por la esperanza extinguida,
Y aunque mi ya envejecida
Frente, de pesar se abrasa,
No vuelve la edad que pasa,
Ni vuelve la fe perdida.

V

Tiene luto el corazón
Como de noche el desierto,
Y, como toque de muerto,
Tristes mis cantares son.
Es fúnebre panteón
La fatigada memoria,
Donde en ánfora mortuoria
Vino el tiempo a recoger
Las imágenes que ayer
Fueron el sol de mi gloria.

VI

Nutre incisivo sarcasmo
Mi sonrisa de amargura,
Y es el pecho sepultura
Donde yace el entusiasmo.
Presa de horrible marasmo
Desfallece el alma impía;
Y en fatal melancolía, 
Y en estúpido quietismo,
Parece que en mi ser mismo
Hay un germen de agonía.


VII

Inclino con desaliento,
Entre brumas de tristeza,
La encanecida cabeza
Que rasa el remordimiento.
Y hostigado hasta el tormento,
De la mundana balumba,
Grito, con voz que retumba
Cual rayo que lumbre vierte:
¡Ábreme tus brazos, muerte!
¡Trágate mi cuerpo, tumba!


A una ramera

Mujer preciosa para el bien nacida,
Mujer preciosa por mi mal hallada,
Perla del solio del Señor caída
Y en albañal inmundo sepultada;
Cándida rosa en el Edén crecida
Y por manos infames deshojada;
Cisne de cuello alabastrino y blando
En indecente bacanal cantando.

II

Objeto vil de mi pasión sublime,
Ramera infame a quien el alma adora.
¿Por qué el Dios ha colocado, dime,
el candor en tu faz engañadora?
¿Por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si hay en tu corazón lodo y veneno?

III

Copa de bendición de llanto llena, 
Do el crimen su ponzoña ha derramado;
Ángel que el cielo abandonó sin pena,
Y en brazos del demonio ha entregado;
Mujer más pura que la luz serena,
Más negra que la sombra del pecado,
Oye y perdona si al cantarte lloro;
Porque, ángel o demonio, yo te adoro.

IV

Por la senda del mundo yo vagaba
Indiferente en medio de los seres;
De la virtud y el vicio me burlaba;
Me reí del amor de las mujeres,
Que amar a una mujer nunca pensaba;
Y hastiado de pesares y placeres
Siempre vivió con el amor en guerra
Mi ya gastado corazón de tierra.

V

Pero te vi… te vi… ¡Maldita hora
En que te vi, mujer! Dejaste herida
A mi alma que te adora, como adora
El alma que de llanto está nutrida.
Horrible sufrimiento me devora,
Que hiciste la desgracia de mi vida.
Mas dolor tan inmenso, tan profundo,
No lo cambio, mujer, por todo el mundo.

VI

¿Eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una herida mal cerrada?
¿Eres un ángel que mandó el Eterno
a velar mi existencia infortunada?
¿Este amor tan ardiente, tan interno,
me enaltece, mujer, o me degrada?
No lo sé… no lo sé… yo pierdo el juicio.
¿Eres el vicio tú? … ¡Adoro el vicio!.

VII

¡Ámame tú también! Seré tu esclavo,
tu pobre perro que doquier te siga.
Seré feliz si con mi sangre lavo
Tu huella, aunque al seguirte me persiga
Ridículo y deshonra; al cabo, al cabo,
Nada me importa lo que el mundo diga.
Nada me importa tu manchada historia
Si a través de tus ojos veo la gloria.

VIII

Yo mendigo, mujer, y tú ramera,
Descalzos por el mundo marcharemos.
Que el mundo nos desprecie cuando quiera,
En nuestro amor un mundo encontraremos.
Y si horrible miseria nos espera,
Ni de un rey por el otro la daremos;
Que cubiertos de andrajos asquerosos,
Dos corazones latirán dichosos.

IX

Un calvario maldito hallé en la vida
En el que mis creencias expiraron,
Y al abrirme los hombres una herida,
De odio profundo el alma me llenaron.
Por eso el alma de rencor henchida
Odia lo que ellos aman, lo que amaron,
Y a ti sola, mujer, a ti yo entrego
Todo ese amor que a los mortales niego.

X

Porque nací, mujer, para adorarte
Y la vida sin ti me es fastidiosa,
Que mi único placer es contemplarte,
Aunque tú halles mi pasión odiosa,
Yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.
Ojalá que tuviera alguna cosa
Más que la vida y el honor más cara,
Y por ti sin violencia la inmolara.

XI

Sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto!
Sus pechos mi niñez alimentaron,
Y mi sed apagó su tierno llanto,
Y sus vigilias hombre me formaron.
A ese ángel para mí tan santo,
Última fe de creencias que pasaron,
A ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!,
Olvido por tu amor… ¡loca ramera!

XII

Sé que tu amor no me dará placer,
Se que burlas mis grandes sacrificios.
Eres tú la más vil de las mujeres;
Conozco tu maldad, tus artificios.
Pero te amo, mujer, te amo como eres;
Amo tu perversión, amo tus vicios.
Y aunque maldigo el fuego en que me inflamo,
Mientras más vil te encuentro, más te amo.


XIII

Quiero besar tu planta a cada instante,
Morir contigo de placer beodo;
Porque es tuya mi mente delirante,
Y tuyo es mi corazón de lodo.
Yo que soy en amores inconstante,
Hoy me siento por ti capaz de todo.
Por ti será mi corazón do imperas,
Virtuoso, criminal, lo que tú quieras.

XIV

Yo me siento con fuerza muy sobrada,
Y hasta un niño me vence sin empeño.
¿Soy águila que duerme encadenada, 
o vil gusano que titán me sueño?
Yo no sé si soy mucho, o si soy nada;
Si soy átomo grande o dios pequeño;
Pero gusano o dios, débil o fuerte,
Sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.

XV

No me importa lo que eres, lo que has sido,
Porque en vez de razón para juzgarte,
Yo sólo tengo de ternura henchido
Gigante corazón para adorarte.
Seré tu redención, seré tu olvido,
Y de ese fango vil vendré a sacarte.
Que si los vicios en tu ser se imprimen
Mi pasión es más grande que tu crimen.

XVI

Es tu amor nada más lo que ambiciono,
Con tu imagen soñando me desvelo;
De tu voz con el eco me emociono,
Y por darte la dicha que yo anhelo
Si fuera rey, te regalara un trono;
Si fuera Dios, te regalara un cielo.
Y si Dios de ese Dios tan grande fuera,
Me arrojara a tus plantas ¡vil ramera!



Nada

Nadaba entre la nada. Sin empeño
A la vida, que es nada, de improviso
Vine a soñar que soy; porque Dios quiso 
Entre la nada levantar un sueño.

Dios, que es el Todo y de la nada es dueño,
Me hace un mundo soñar, porque es preciso;
El siendo Dios, de nada un paraíso
Formó, nadando en eternal ensueño.

¿Qué importa que en la nada confundida
vuelva a nadar, al fin, esta soñada
vil existencia que la nada olvida,
nada fatal de la que fue sacada?…
¿Qué tiene esta ilusión que llaman vida?
-Nada en su origen. - ¿ Y en su extremo? - ¡Nada!


LA VOZ DEL INVÁLIDO

1

Bajo la sombra de sauz añoso
frente a un albergue rústico y apartado,
se hallan, un joven de naciente gozo,
y un viejo descreído, mutilado.
Los surcos de la frente marchitada
las escépticas frases qué congelan,
la irónica sonrisa y la mirada
del viejo su pasado nos revelan.
El apuesto garzón, el casi niño,
con marcada humildad escucha atento
al anciano, que lleno de cariño
le dice así con paternal acento:

II

Conque, Andrés, ¿vas a partir?
¿Se torna el rapaz en hombre?
¡Bien!... Escucha y no te asombre,
Andrés, lo que vas a oír.
En el revuelto océano
en que fui náufrago un día,
quiero que lleves por guía
la débil voz del anciano.
No cual clérigo profundo
evangelizarte anhelo:
la virtud es flor del cielo
que se marchita en el mundo.
No de ilusiones que halagan
te hablaré, ni de moral;
quiero; Andrés, que no hagas mal
ni dejes que te lo hagan.
Franklin dijo en parte alguna,
hablando del mundo, que:
"Lo que salva no es la fe
sino el no tener ninguna."
No creas consejos ni apólogos,
busca siempre la verdad:
la fe, chico, es necedad
que llaman virtud los teólogos.
Yo no te aconsejo el vicio,
el que mal hace, mal halla;
quiero que vistas con malla
tu corazón tan novicio.
Y ya que tus tiernos años
están flacos de experiencia,
escucha, Andrés, con paciencia
la voz de los desengaños.
También locas ilusiones
mi juventud conmovieron,
y las que ilusiones fueron
son ya negras decepciones.
Por eso en estulta calma
niego todo con cinismo,
porque el torpe escepticismo
viento es que congela el alma.

*
Tú vas a la corte. Allí
activo en tu bien rebúllete.
Consérvate, aséate, instrúyete,
y vive, Andrés, para ti.
Obra mucho y cierra el labio,
que llega a su fin más pronto,
con su actividad el tonto
que con su pereza el sabio.
Es la corte cosa brava,
todos mal de todos piensan.
los enemigos comienzan
donde la nariz. acaba.
Tú allí con muy buenos modos
sé expansivo, sé jovial:
de todos piensa muy mal;
pero habla muy bien de todos.
Que mascarada es completa
la corte que veo con asco,
y sufre allí más de un chasco
quien no toma su careta.
Allí es el afeite aseo,
sinceridad el cinismo;
la locura excentricismo;
la adulación galanteo;
Se le llama bueno al bobo,
se llama al miedo prudencia,
porque es difícil papel
se llama la charla ciencia,
se llama fianza al robo.
Allí en duda has de poner
la castidad del beato,
la mansedumbre del gato,
la virtud de la mujer.
Allí todo es falsedad.
"Vanidad de vanidades."
allí abundan nulidades
rellenas de vanidad.
Todos quieren que su nombre
a los hombres envanezca,
y no hay hombre que merezca
llamarse siquiera hombre.
Que de aquella sociedad,
llena de lodo y materia,
es muy grande su miseria
y mayor su vanidad.
El hombre, tenlo presente,
en ese mundo hostigoso,
hace un viaje muy penoso
y no medra si no miente.
Ese tránsito empalaga:
que no molestan en el viaje,
los ricos con su carruaje,
los mendigos con su plaga.
Y magüer razón te sobre,
en la sociedad, buen chico,
evita el odio del rico
y la intimidad del pobre.
Mas si das a la indigencia,
nunca la humilles cruel;
no hagas de amarga hiel
el papel de Providencia.
Saber dar es gran virtud,
y dar sin tacto, locura:
lo que se da sin finura,
se acepta sin gratitud.
Hay favores tan sin gracia,
que dejan huella sensible
en el alma, y más horrible
hacen ellos la desgracia.
Muchos hay que dan lo suyo
por cálculo o vanidad,
pero, hijo, esa caridad,
es la virtud del orgullo.
Nunca des con mirada doble;
porque el hombre desgraciado
es un objeto sagrado
para quien tiene alma noble.
La desgracia lenifica
sin esperar gratitud;
porque, Andrés, la ingratitud
a la caridad deifica.

*

Tus apuros, si los tienes,
cuenta al que cuente reales;
es decir, cuenta tus males
sólo al que los torne en bienes.
Nunca vistas con descuido;
porque en la corte deshonra
más que una mancha en la honra
un mancha en el vestido.
Tu lujo siempre modera,
no al lujo te entregues, no,
mira que el lujo empezó
por unas hojas de higuera.
Cuida y no te faltará:
da poco y no se te olvide
que quien da a todo el que pide
pide al fin a quien no da.
Ten siempre el bolsillo a tasa,
para que siempre algo sobre;
porque, Andrés, el hombre pobre,
de pobre hombre nunca pasa.
Del placer haz poco uso,
si ilusión quieres tener,
que abusando del placer,
no hay placer en el abuso.

*
Por si acaso en sueño cálido
buscas de Marte la gloria,
voy e contarte la historia
a que debo estar inválido.
Allá en mis años mejores
se encendió lid fratricida,
porque a mi patria querida
plugo cambiar de opresores.
Del patriotismo la llama
ardió en mi pecho de tierra.
Marché, Andrés, en cruda guerra,
reñí, como perro en brama.
El éxito no fue malo:
vencimos a los traidores,
y volví pisando flores
con una pierna de palo.
Cubierto de gloria, chico,
dejome el gobierno cruel;
¿había de comer laurel
como si fuera borrico?
Otros con férvido arrojo
la victoria celebraron.
Oro y destino pescaron,
y Yo quedé pobre y cojo.
Así es la guerra maldita:
a muchos les da oropeles,
y carruajes y corceles,
y a otros las piernas les quita.
Vengué yo ajenos agravios
y al fin ¿qué saqué?... ¡Desprecios!
La guerra la hacen los necios
en provecho de los sabios.
No seas de los que combaten,
pero odia a los que se rindan;
pues sacan más los que brindan,
que los tontos que se baten.
A la guerra, Andrés, no vayas,
y sin luchar vencerás;
porque un brindis vale más
que el humo de cien batallas.
Está la patria hecha trizas
con tanta gente malévola,
y del brazo de Scévola
no quedan ya ni cenizas
Es un loco temerario
el que anda entre los cañones:
es mejor en los salones
esgrimir el incensario.
Si por figurar te apuras,
lisonjea a los beneméritos,
y fía más que de los méritos
de tus buenas coyunturas.
No te oirán si no te encorvas:
ya que ellos tienen, Andrés,
las orejas en los pies,
ten el talento en las corvas.
Para que a ciegas no andes,
te aconsejo, por mi nombre,
dejes tu grandeza de hombre,
con todos los hombres grandes.
La dignidad no conviene,
ni la honradez, hijo de Eva;
quien no adula no se eleva;
el que no es vivo no tiene.

*

Si no estás en gran bonanza,
no busques, hijo, mujer,
el pobre ha de mantener
solamente la esperanza.
El amor es gran locura,
y el bendito matrimonio,
lazo que tiende el demonio
y convierte en soga el cura.
El consorcio, en conclusión,
para un pobre es grave mal;
y su tálamo nupcial
túmulo es de su ilusión. 
Nunca el marido descansa
y sus sacrificios crecen:
pero ellos no se agradecen,.
porque con ellos no alcanza.
Tú pondrás del ara encima
tu independencia sin juicio,
y ese inmenso sacrificio
ninguna mujer lo estima.
Es feliz quien por fortuna
mujer buena tiene, Andrés:
pero más dichoso es
el que no tiene ninguna.
Amor es mentida flama,
la gratitud no parece:
sólo, Andrés, una madre ama
y sólo un perro agradece.
*

Mas si tú afectos deseas,
te lo digo con dolor,
cree hasta en el mismo amor,
pero en la amistad no creas.
Con experiencia lo digo,
Andrés, consérvalo impreso:
un libro, un perro y un peso
forman un completo amigo.
los que el mundo desconocen
dicen, sobrino, que es fama,
que en la cárcel y en la cama
los amigos se conocen.
En cualquier situación seria
tendrás número importuno
de amigos, mas no habrá uno
cuando estés en la miseria.
La amistad es falso cobre,
la amistad, óyelo, chico,
forma la ilusión del rico
y el desengaño del pobre.
La amistad, en conclusión,
la amistad, tenlo presente,
es, sobrino, un accidente
del oro o la posición.
Quien fuere en la vida cero
no tendrá un amigo, Andrés;
si el dinero amigo es,
sé amigo tú del dinero.
Mejor que un peso, ten dos,
no hagas mal por egoísmo,
y duda hasta de ti mismo
vete, y... ¡Bendígate Dios!

III

Un instante después, por el camino
triste a un jinete galopar se veía,
y un viejo de mostacho blanquecino
con la vista al jinete perseguía.
Cuando ni el polvo que el corcel alzara
pudo el viejo mirar, sintió que ardiente
gota de llanto resbaló en su cara,
y suspirando doblegó la frente.
"Y ¿qué será de ti? -exclamó el anciano
Tu incierto porvenir ¿porqué me altera?.
corre a luchar con ese mundo insano;
vete a sufrir la suerte que te espera.
La lucha con el mundo no te asombre,
hombre no es el que luchar no sabe;
porque nació para luchar el hombre
como nació para volar el ave.
Jamás el hombre del destino oscuro
el negro velo levantar espere;
envuelto entre la sombra está el futuro.
el hombre es lo que la suerte quiere."


¡DÉJALA!

Toma niña, este búcaro de flores;
tiene azucenas de gentil blancura
lirios fragantes y claveles rojos,
tiene también camelias, amaranto
y rosas sin abrojos,
rosas de raso, cuyo seno ofrecen
urnas de almíbar con esencia pura,
que en sus broches de oro se estremecen.

Admítelas, amor de mis amores,
admítelas, mi encanto;
las cristalinas gotas de mi llanto, 
tibio llanto que brota 
del alma de una madre que en ti piensa,
y por eso hallarás en cada gota
emblema santo de ternura inmensa.

Una tarde de abril, así decía,
mi esposa sollozante, mi esposa infortunada,
a mi hija indiferente que dormía
en su lecho de tablas reclinada;
y como Herminia, ¡nada!;
nada en su egoísmo respondía
a esa voz que me estaba asesinando.
La madre entonces se alejó llorando,
y ella en la tumba continuó durmiendo.
"Déjala dije, -tu dolor comprendo. . ."



SOMBRA

I

¿Quién eres, di, sombra errante,
que me sigues pertinaz, 
y doquiera que la faz
vuelvo, te miro delante?
¿Eres la memoria estuante 
de lejano devaneo, 
o al engendrarte el deseo
con mi propio ser batallas?
¿Por qué sin saber do te hallas
en todas partes te veo?

II

¿Eres éter desprendido
de la región impalpable, 
por mandato inexplicable
en fantasma convertido?
¿O de mi llanto vertido
el vaporoso ardimiento 
finge una forma en el viento,
forma que amo y acobarda?
¿Eres el ángel de la guarda?,
¿eres mi remordimiento?

III
Cuando las noches sus mares
de sombra, en la tierra vierte
y en mi lecho caigo inerte,
nutrido de mil pesares;
dejando tal vez tus lares
fantásticos, apareces,
y si el afán toma creces,
me levanto como loco,
por ver si tu sombra toco
y al punto te desvaneces.

IV

Mi extraviada fantasía
con distintas formas pueblas
eres luz en las tinieblas,
y sombra en la luz del día.
Inspiras a mi ardentía 
amor que extraña el espanto;
¿Por qué desde el camposanto
me recuerdas, por mi mal,
una historia criminal
que santificó mi llanto?

V

Te adoro, sombra imposible,
como el arcángel enteo,
y aunque nada, nada creo,
hoy me asombra lo increíble
sombra del alma adorada.
¿Por qué no eres ¡ay! tangible,
sombra de la infortunada
que mi labio en sueños nombra?
¿por qué no me vuelvo sombra
para fundirme en tu nada?

VI

Sombra de la amada mía,
que brilla lánguidamente,
como brilla una palente
estrella, en la noche umbría.
¿Por qué en mi audaz fantasía
vives, memoria de ayer?
¡Oh!, ¡quién pudiera creer
que entre la bruma del sueño
amara con loco empeño
a un ser que no puede ser!

VII

Te veo unas veces estela;
otras, estatua marmórea;
otras, visión incorpórea;
otras cual luna a quien cela
denso vapor que la vela,
y otras como esos quemantes
rayos del sol, que anhelantes
al entrar por el balcón,
fingen faja de crespón
llena de átomos brillantes.

VIII

Te adora intuitivamente,
y vuela, si estoy dormido,
mi espíritu desprendido
tras tu forma transparente.
Ojalá nunca lamente
por tu presencia exaltada
llegue a verte evaporada;
porque quiero al fenecer
dar a tu nada mi ser,
o ser con tu nada, nada.



EL BORRACHO

Generoso en la copa, ruin en todo;
ronca la voz, inyecta la mirada,
párpados gruesos, faz abotagada
y siempre crudo cuando no beodo.
Perdida la razón, goza a su modo,
y nunca estar en su razón le agrada;
que el vino es todo, la razón es nada,
y sólo vive al empinar el codo.
Cuando al inflamarle empieza el aguardiente,
lenguaraz, atrevido y vivaracho,
es intrépido, franco y excelente
amigo; pero juzgo sin empacho
que no es franco, ni amigo, ni valiente;
porque el borracho, en fin, sólo es . . . borracho.



LÁGRIMAS Y FLORES

Soy el coplero cuyos cinismo
ha muchos años que celebró
en el estruendo de las orgías,
los funerales de corazón.

Mi cráneo, que antes se enardeciera
de los sueños con el calor,
de lindos sueños está despierto,
porque no es cierto lo que soñó.

Entre los sueños encantadores
estaba oculta la decepción,
y el desencanto con mueca horrible
vino a burlarse de mi candor.

Soberbio entonces bajé al infierno
de infame crápula que me abrasó
y con sonrisa mefistofélica 
a las virtudes les di mi adiós.

Al ver que huyeron mis esperanzas,
lleno de ira me dije: "¡oh!, 
las esperanzas son ilusiones,
las ilusiones mentiras son"

Y con mi tedio de condenado,
con la amargura que da el dolor,
en malos versos le doy al mundo
la horrible presa de que me harto.

Qué rencoroso pulso mi lira,
lira tan negra como el carbón,
y en cada nota que de ella salta,
se oye el ruido que da el rencór.

Cantor histérico del torpe vicio,
busco en el vicio la inspiración;
y a las virtudes y a las bellezas
jamás, Virginia, les canto yo.

Pero a ti, joven, que eres tan pura
como el aliento de linda flor,
te doy un canto, yo que en el dado
perdí las flores del corazón.

Eres tú, virgen, llena de gracia,
porque de gracia Dios te formó;
tienes tus ojos color de cielo,
tienes las trenzas color del sol.

Tienes un tipo muy elegante,
cuerpo de reina, dulce la voz,
y tu epidermis es fina y blanca
más que la nieve del Septentrión.

Cuando en tus labios, al conocerte,
vi una sonrisa, me pareció
tu dentadura nido de perlas
entre una rosa de Jericó.

Ángel sin alas, que descendiente
de la sagrada linda región,
por ti los cielos vistieron luto,
por ti la tierra se engalanó.

Eres más bella que la esperanza,
más vaporosa que la ilusión;
y donde pones tu pie pequeño,
pones sus labios el casto amor.

Eres la reina de las hermosas,
porque natura te concedió
tantos hechizos como cabellos
tienen tus trenzas color del sol.

Eres más noble que el sacrificio;
interesante más que el pudor;
envidia causas a las mujeres;
pero a los hombres admiración.

Por eso, niña, cuando te canto
mis ilusiones, llorando estoy. . .
perdona, virgen, si mis cantares
de tus cantos indignos son.

Para cantarte cual tú mereces,
preciosa rubia quisiera yo
subir al cielo, robar su lira
al increado poeta Dios.



UNA LÁGRIMA

Yo, mujer, te adoré con el delirio
con que adoran los ángeles a Dios;
eras, mujer, el pudoroso lirio
que en los jardines del Edén brotó.

Eras la estrella que radió en Oriente,
argentando mi cielo con su luz;
eras divina cual de Dios la frente;
eras la virgen de mis sueños, tú.

Eras la flor que en mi fatal camino 
escondida entre abrojos encontré,
y el néctar de su cáliz purpurino,
delirante de amor, loco apuré.

Eras de mi alma la sublime esencia;
me fascinaste como al Inca el sol;
eras tú de mi amor santa creencia;
eras, en fin, mujer, mi salvación.

Bajo prisma brillante de colores
me hiciste el universo contemplar,
y a tu lado soñé de luz y flores 
en Edén transparente de cristal.

En éxtasis de amor, loco de celos,
con tu imagen soñando me embriagué:
y linda cual reina de los cielos,
con los ojos del alma te miré.

II

¿No recuerdas, mujer, cuando de hinojos
yo juntaba mi frente con tu frente,
tomando un beso de tus labios rojos,
y la luna miré, como en la fuente,
reproducirse en tus divinos ojos?

¿No recuerdas, mujer, cuando extasiada
al penetrar de amor en el sagrario,
languideció tu angélica mirada? . . .
tú eras una flor, flor perfumada;
yo derramé la vida en tu nectario.

III

¡Mas todo es ilusión! ¡Todo se agota!
Nace la espina con flor; ¿qué quieres?
de ponzoña letal cayó una gota
y el cáliz amargo de los placeres.

Los gratos sueños que la amante embriagan
fantasmas son que al despertar se alejan;
y si un instante al corazón halagan,
eterna herida al corazón le dejan.

Tal es del hombre la terrible historia;
tal de mentira su fugaz ventura:
tras un instante de mundana gloria
amarga hiel el corazón apura.

Por eso al fin sin esperanza, triste,
murió mi corazón con su delirio;
y al expirar, mujer, tú le pusiste
la punzante corona del martirio.

Y seco yace en lecho funerario
el pobre corazón que hiciste trizas;
tu amor le puso el tétrico sudario,
y un altar te levantan sus cenizas.

Tras de la dicha que veló el misterio,
siguió cual sombra el torcedor maldito,
trocando el cielo en triste cementerio. . .
confórmate, mujer. . . ¡estaba escrito!



A UNA NIÑA

Niña gentil que a la vida
despertaste alegre ayer,
como en Oriente despierta
la luz al amanecer.

Niña, que del oro cielo
viniste al mundo a caer,
como aljofarada gota
del nítido rosicler.

Y en inmaculada cuna
te remeciste después,
como ilusión que se mece
del sueño al dulce vaivén.

Niña de cabellos de oro
y de labios de clavel
Son de rosa tus mejillas
es de raso tu alba tez.

Es tu sonrisa inconsciente,
de ángel tu mirada es,
y como brilla una estrella
brilla el candor en tu sien.

Dichosa tú que del mundo
pasando vas el dintel,
sin sospechar que las flores
espinas tienen también.

En mi canto, bella niña,
le ruego al Dios de Israel,
que la virtud de tus años 
tierno, en otros te dé.

Para que ese mundo, nunca,
con su lodo y fetidez,
ensucie de tu pureza
el blanquísimo glasé;

Qué siempre tú, mariposa
en primoroso vergel
hueles y en las flores halles
ánforas ricas de miel;

Que dé calor a tus alas
el santo sol de la fe,
y que jamás una espina
tus alas llegue a romper.



DESENCANTO

Nuestra senda regada está de llanto,
el placer del placer es el suicidio,
detrás de la ilusión está el fastidio
y detrás del fastidio el desencanto.

Lleno yo de fastidio y de quebranto,
sin fuerza ya contra la suerte lidio,
y muerto para el mundo, sólo envidio
a los muertos que guarda el camposanto.

El infierno sus furias desenfrena,
viento de maldición en torno zumba,
que a penar el destino me condena,

y he de pensar hasta que al fin sucumba;
con el peso brutal de la cadena,
que arrastra el hombre hasta la negra tumba..




Hojas Secas

Tú despertaste el alma descreída
Del pobre que tranquilo y sin ventura,
en el Gólgota horrible de la vida
agotaba su cáliz de amargura.

Indiferente a mi fatal castigo
me acercaba a la puerta de la parca
Más infeliz que el último mendigo,
más orgulloso que el primer monarca.

Pero te amé; que a tu capricho plugo
ennegrecer mi detestable historia...
quien nació con entrañas de verdugo
sólo dándo tormento encuentra gloria.

Antes que te amara con delirio
viví con mis pesares resignado;
hoy mi vida es de sombra y de martirio;
hoy sufro lo que sufre un condenado.

Perdió la fe mi vida pesarosa;
sólo hay abismos a mis pies abiertos...
quiero morir... ¡feliz el que reposa
en el húmedo lecho de los muertos!...

Nacer, crecer, morir. He aquí el destino
de cuanto el orbe desgraciado encierra;
¿qué importa si al fin de mi camino
voy a aumentar el polvo de la tierra?

¿Y qué la tempestad? ¿Qué la bonanza?
¿Ni qué importa mi futuro incierto,
si ha muerto el corazón, y la esperanza
dentro del corazón también ha muerto?...

¿Sabes por qué te amé?... Creí que el destino
te condenaba como a mí, al quebranto,
y ebrio de amor, inmaterial, divino.
quise mezclar mi llanto con tu llanto.

¡Ah!... ¡coqueta!... ¡coqueta!... yo veía
en ti de la virtud excelsa palma...
¿ignoras que la vil coquetería
es el infame lupanar del alma?

Di, ¡por piedad! ¿qué males te he causado?
¡Por qué me haces sufrir?... Alma de roble,
buscar el corazón de un desgraciado
para jugar con él, eso es... ¡innoble!

¿Me hiciste renacer al sentimiento
para burlarte de mi ardiente llama?...
Te amo hasta el odio, y, al odiarte siento
que más y más el corazón te ama.

Fuiste mi fe, mi redención, mi arcángel,
te idolatró mi corazon rendido.
con la natura mística del ángel,
con el vigor de Lucifer caído,

Que tengo un alma ardiente y desgraciada
alma que mucho por amar padece;
no sé si es miserable o elevada,
sólo sé que a ninguna se parece.

Alma infeliz, do siempre se encontraron
el bien y el mal en batallar eterno;
alma que Dios y Satanás forjaron
con luz de gloria y lumbre del infierno.

Esta alma es la mitad de un alma errante,
que en mis sueños febriles reproduzco,
y esa mitad que busco delirante,
nunca la encontraré: pero... ¡la busco!

Soy viejo ya, mi vida se derrumba
y sueño aún con plácidos amores,
que en vez del corazón llevo una tumba,
y los sepulcros necesitan flores.

Te creí la mitad de mi ser mismo;
pero eres la expiación, y me parece
ver en tu faz un atrayente abismo,
lleno de luz que ciega y desvanece.

No eres mujer, porque la mente loca
te ve como faceta de brillante
eres vapor que embriaga y que sofoca.
aérea visión, espíritu quemante.

Yo que lucho soberbio con la suerte;
y que luchar con el demonio puedo,
siento latir mi corazón al verte...
ya no quiero tu amor... me causas miedo.

Tú me dejas, mujer, eterno luto;
pero mi amor ardiente necesito
arrancar de raíz; porque su fruto
es furto de dolor, fruto maldito.

Quiero a los ojos arrancar la venda,
quiero volver a mi perdida calma,
quiero arrancar mi amor, aunque comprenda
que al arrancar mi amor, me arranque el alma.

 



 

 


Edgar Allan Poe Cuento Bon-Bon