Ignacio Rodriguez Galván
 
Ignacio Rodríguez Galván
poemas
 
A la muerte de un amigo
  Adios oh patria mía
  Profecía de Guatimoc
  La gota de hiel
  Un crímen y la inocencia
A LA MUERTE DE MI AMIGO
¿Por qué, el aire surcando,
  dilatándose del bronce los sonidos;
  y sin cesar vibrando
  llegan a mis oídos
  profundos y tristísimos gemidos?
¿Por qué de muerte el canto
  en torno de ese féretro resuena?
  ¿Por qué el fúnebre llanto?
  ¿Por qué la amarga pena,
  los cirios, y el clamor que el aire llena?
Te miro ante mis ojos
  postrado sin aliento, amigo mío;
  y sobre tus despojos
  su manto negro y frío
  tiende la muerte con placer impío.
Y en alas de querubes,
  envuelta tu alma en esplendente velo,
  y entre rosadas nubes
  deja el impuro suelo,
  y blandamente se remonta al cielo.
¡Oh, quién te acompañara!,
  y ese mundo feliz que habitas hora
  contigo disfrutara,
  y la paz seductora
  que, sin turbarse, en él eterno mora.
En mi patria no viera
  sangre correr por la ciudad y llanos,
  y que entre rabia fiera
  hermanos con hermanos
  hasta hundirse el puñal pugnan insanos.
Ni viera la perfidia
  de nación, que risueña nos abraza,
  y bramando de envidia
  luego nos amenaza
  y en su mente infernal nos despedaza.
Ni viera hombres malvados,
  que sin temer de Dios el alto juicio,
  de la ambición guiados
  y el deshonroso vicio,
  despeñan mi nación al precipicio.
Ni con feroz despecho
  la miseria, elevándose espantosa,
  cerrar contra su pecho
  la humanidad quejosa
  y devorar sus lágrimas ansiosa.
Y el luto y exterminio,
  en pos del hambre descarnada y yerta,
  extender su dominio
  sobre su tierra muerta,
  y a la peste letal abrir la puerta.
  Feliz mi caro amigo,
  feliz mil veces tú, que ya en el mundo
  el dolor enemigo
  con brazo furibundo
  no rompe tus entrañas iracundo.
Dichoso tú, que vives
  entre el gozo, la paz, la bienandanza
  y no, cual yo, recibes
  de amor sin esperanza
  zozobras y martirios sin mudanza.
Y no sientes el yugo
  de la suerte pesar sobre tu cuello,
  ni el hombre es tu verdugo,
  ni con ansia un destello
  buscas de la verdad, sin poder vello.
Cuando el mundo habitabas,
  con la voz de amistad consoladora
  las penas aliviabas
  de tu amigo, que ahora
  hundido en e1 pesar tu ausencia llora.
A1 escuchar tus cantos,
  do la razón brillaba y la poesía,
  celestiales encantos
  mi corazón sentía,
  y en su mismo dolor se adormecía.
Si a tu alma por ventura
  le es permitido descender al suelo,
  cuando la noche oscura
  me traiga el desconsuelo
  ven a elevar mi pensamiento al cielo.
De mi agitado sueño
  las escenas de horror benigno ahuyenta;
  la imagen de mi dueño
  en vez de ellas presenta,
  y haz que tu grata voz mi oído sienta.
 
ADIÓS, OH PATRIA MÍA
Alegre el marinero
  en voz pausada canta,
  y el ancla ya levanta
  con extraño rumor.
  De la cadena al ruido
  me agita pena impía
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
El barco suavemente
  se inclina y se remece,
  y luego se estremece
  a impulso del vapor.
  Las ruedas son cascadas
  de blanca argentería.
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
Sentado yo en la popa
  contemplo el mar inmenso,
  y en mi desdicha pienso
  y en mi tenaz dolor.
  A ti mi suerte entrego,
  a ti, Virgen María.
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
  De fuego ardiente globo
  en las aguas se oculta:
  una onda lo sepulta
  rodando con furor.
  Rugiendo el mar anuncia
  que muere el rey del día.
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
Las olas, que se mecen
  como el niño en su cuna,
  retratan de la luna
  el rostro seductor.
  Gime la brisa triste
  cual hombre en agonía.
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
Del astro de la noche
  un rayo blandamente
  resbala por mi frente
  rugada de dolor.
  Así como hoy la luna
  en México lucía.
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
¡En México! . . . ¡Oh memoria! . . .
  ¿Cuándo tu rico suelo
  y a tu azulado cielo
  veré, triste cantor?
  Sin ti, cólera y tedio
  me causa la alegría.
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
Pienso que en tu recinto
  hay quien por mí suspire,
  quien al oriente mire
  buscando a su amador.
  Mi pecho hondos gemidos
  a la brisa confía.
  Adiós, oh patria mía,
  adiós, tierra de amor.
 
PROFECÍA DE GUATIMOC
Tras negros nubarrones asomaba
  Pálido rayo de luciente luna
  Tenuemente blanqueando los peñascos
  Que de Chapultepec la falda visten.
  Cenicientos a trechos, amarillos,
  O cubiertos de musgo verdinegro
  A trechos se miraban, y la vista
  De los lugares de profundas sombras
  Con terror y respeto se apartaba.
  Los corpulentos árboles ancianos,
  En cuya fuente siglos mil reposan,
  Sus canas venerables conmovían
  De viento leve al delicado soplo
  O al aleteo de nocturno cuerco,
  Que tal vez descendiendo el vuelo rápido
  Rizaba con sus alas sacudidas
  Las cristalinas aguas de la alberca,
  En donde se mecía blandamente
  La imagen de las nubes retratadas
  En su luciente espejo. La llanuras
  Y las lejanas lomas repetían
  El aullido siniestro de los lobos
  O el balar lastimoso del cordero,
  O del todo el bramido prolongado.
  ¡Oh soledad, mi bien, yo te saludo!
¡Cómo se eleva el corazón del triste
  cuando en tu seno bienhechor su llanto
  consigue derramar! Huyendo al mundo
  me acojo a ti. Recíbeme y piadosa
  divierte mi dolor, templa mi pena.
  Alza mi corazón al infinito,
  El velo rasga de futuros tiempos,
  Templa mi lira, y de los sacros vates
  Dame la inspiración.
Nada en el mundo,
  Nada encontré que el tedio y el disgusto
  De vivir arrancara de mi pecho.
  MI pobre madre descendió a la tumba
  Y a mi padre infeliz dejé buscando
  Un lecho y pan en la piedad ajena.
  El sudor de mi faz y el llanto ardiente
  Mi sed templaron. Amistad sincera
  Busqué en los hombre, y no hallé... Mentira,
  Perfidia y falsedad hallé tan sólo.
  Busqué el amor, y una mujer, un ángel
  A mi turbada vista se presenta
  Con su rostro ofuscando a los malvados
  Que en torno la cercaban , y entre risas
  De estúpida malicia se gozaban,
  Que en sus manos sacrílegas pensando
  La flor de su quietud marchitarían
  Y de su faz las rosas... ¡Miserables!
  ¿cuando la nube tempestuosa y negra
  pudo apagar del sol la lumbre pura,
  aunque un instante la ofuscó? ¿ Ni cuándo
  su irresistible luz el pardo búho
  soportar pudo?...
Yo temblé de gozo, sonrió mi labio y se aclaró mi frente,
  Y brillaron mis ojos, y mis brazos
  Vacilantes buscaban el objeto
  Que tanto me asombró ... ¡Vana esperanza!
  En vez de un corazón a amar creado,
  Aridez y frialdad encontré sólo,
  Aridez y frialdad ¡indiferencia!. . .
  Y mis ensueños de placer volaron
  Y la fantasma de mi dicha huyóse,
  Y sin lumbre quedé perdido y ciego.
Sin amistad y sin amor... (La ingrata
  De mí aparta la vista desdeñosa,
  Y ni la luz de sus serenos ojos
  Concede a su amador . . . En otro tiempo,
  En otro tiempo sonrió conmigo.)
  Sin amistad y sin amor, y huérfano.
  Es ya polvo mi padre, y ni abrazarlo
  Pude al morir. Y abandonado y solo
  En la tierra quedé. Mi pecho entonces
  Se oprimió más y más, y la poesía
  Fue mi gozo y placer, mi único amigo.
  Y misteriosa soledad de entonces
  Mi amada fue.
¡Qué dulce, qué sublime
  es el silencio que me cerca en tono!
  ¡Oh cómo es grato a mi dolor el rayo
  de moribunda luna, que halagando
  está mi yerta faz! Quizá me escuchan
  las sombras venerandas de los reyes
  que dominaron el Anáhuac, presa
  hoy de las aves de rapiña y lobos
  que ya su seno y corazón desgarran.
  -"¡Oh varón inmortal!¡Oh rey potente!
  Guatimoc valeroso y desgraciado,
  Si quebrantar las puertas del sepulcro
  Te es dado acaso ¡ven! Oye mi acento:
  Contemplar quiero tu guerrera frente,
  Quiero escuchar tu voz..."
II
Soneto la tierra
  Girar bajo mis pies, nieblas extrañas
  Mi vista ofuscan y hasta el cielo suben.
  Silencio reina por doquier; los campos,
  Los árboles, las aves, la natura,
  La natura parece agonizante.
  Mis miembros tiemblan, la rodillas doblo
  Y no me atrevo a levantar la vista.
  ¡Oh mortal miserable! Tu ardimiento,
  tu exaltado valor es vano polvo.
  Caí por tierra sin aliento y mudo,
  Y profundo estertor del hondo pecho
  Oprimido salía.
De repente
  Parece que una mano de cadáver
  Me aferra el brazo y me levanta. . . ¡Cielos!
  ¿Qué estoy mirando? . . .
  -"Venerable sombra,
  huye de mí: la sepultura cóncava
  tu mansión es. ¡Aparta, aparta!
  En vano suplico y ruego; mas el alma mía
  Vuelve a su ser y el corazón ya late.
  De oro y telas cubierto y ricas piedras
  Un guerrero se ve. Cetro y penacho
  De ondeantes plumas se descubre;
  tiene potente maza a su siniestra, y arco
  Y rica aljaba de sus hombros penden . . .
  ¡Qué horror! Entre las nieblas se descubren
  llenas de sangre sus tostadas plantas
  en carbón convertidas; aun se mira
  bajo sus pies brillar la viva lumbre.
  Grillos, esposas y cadenas duras
  Visten su cuerpo, y acerado anillo
  Oprime su cintura; y para colmo
  De dolor, un dogal su cuello aprieta.
  "Reconozco, exclamé, sí, reconozco
  la mano de Cortés bárbaro y crudo.
  ¡Conquistador! ¡Aventurero impío!
  ¿Así trata un guerrero a otro guerrero?
  ¿Así un valiente a otro valiente? . . . " Dije
  y agarrar quise del monarca el manto;
  pero él se deslizaba y aire sólo
  con los dedos toqué.
-Rey del Anáhuac,
  noble varón, Guatimoctzín valiente,
  indigno soy de contemplar tu frente.
  Huye de mí. - "No tal," él me responde,
  Y su voz parecía
  Que del sepulcro lóbrego salía.
  -"Háblame, continuó, pero en la lengua
  del gran Netzahualcóyotl".
  Bajé la frente y respondí: "Lo ignoro."
  El rey gimió en su corazón. - "¡Oh mengua
  Del gran Netzahualcóyotl.
  Bajé la frente y respondí: "Lo ignoro."
  El rey gimió en su corazón. -¡Oh mengua,
  Oh vergüenza!" gritó. Rugó las cejas
  Y en sus ojos brilló súbito lloro.
  -"Pero siempre te amé, rey infelice.
  Maldigo a tu asesino y a la Europa,
  La injusta Europa que tu nombre olvida.
  Vuelve, vuelve a la vida,
  Empuña luego la robusta lanza,
  De polo a polo sonará tu nombre,
  Temblarán a tu voz caducos reyes,
  El cuello rendirán a tu pujanza,
  Serán para ellos tus mandatos, leyes;
  Y en México, en París, centro de orgullo,
  Resonará la trompa de venganza.
  ¿Qué e estos tiempos los guerreros veles
  cabe Cortés sañudo y Alvarado
  (varones invencibles si crueles)
  y los venciste tú, si, los venciste
  en nobleza y valor, rey desdichado!"
-¡Ya mi siglo pasó. Mi pueblo todo
  jamás elevará la oscura frente
  hundida ahora en asqueroso lodo.
  Ya mi siglo pasó. DEl mar de Oriente
  Nueva familia de distinto idioma
  De distintas costumbre y semblantes,
  En hora de dolor al puerto asoma;
  Y asolando mi reino, nuevo reino
  Sobre sus ruinas míseras levanta.
  Y cayó para siempre el mexicano,
  Y ahora imprime en mi ciudad la planta
  El hijo del soberbio castellano.
  Ya mi siglo pasó".
Su voz augusta
  Sofocada quedó con los sollozos,
  Hondos gemidos arrojó del seno,
  Retemblaron sus miembros vigorosos,
  El dolor ofuscó su faz adusta
  Y la inclinó de abatimiento lleno.
  -¿Pues las pasiones que al mortal oprimen
  acosan a los muertos en la tumba?
  ¿Hasta ella el grito del rencor retumba?
  ¿También las almas en el cielo gimen?"
  Así hablé y respondió - "Joven audace,
  El atrevido pensamiento enfrena.
  Piensa en ti, en tu nación; mas lo infinito
  No será manifiesto
  A los ojos del hombre: así está escrito.
  Si el destino funesto
  El denso velo destrozar pudiera
  Que la profunda eternidad te esconde,
  Más, joven infeliz, más te valiera
  Ver a tu amante en brazos de tu amigo
  Y ambos a dos el solapada acero
  Clavar en tus entrañas,
  Y reír a tu grito lastimero
  Y, sin poder, morir, sediento y flaco,
  Agonizar un siglo, ¡un siglo entero!
Sentí desvanecerse mi cabeza,
  Tembló mi corazón, y mis cabellos
  Erizados se alzaron en mi frente.
Miróme con terneza
  Del rey la sombra y desplegando el labio
  De esta manera prosiguió doliente:
"¡Oh joven infeliz! ¡cuál tu destino,
  cuál es tu estrella impía!. . .
  Buscará la verdad tu desatino
  Sin encontrar la vía.
Deseo ardiente de renombre y gloria
  Abrasará tu pecho,
  Y contigo tal vez la tu memoria
  Expirará en tu lecho.
Amigo buscarás y amante pura,
  Mas a la suerte plugo
  Que hallasen en ella bárbara tortura,
  En él feroz verdugo.
Y ansia devoradora
  De mecerte en las olas del océano
  Aumentará tu tedio, y será en vano,
  Aunque en dolor y rabia te despeña,
  Que el destino tirano
  Para siempre en tu suelo te asegura
  Cual fijo tronco o soterrada peña.
Y entre tanto a tus ojos
  ¡que terrífico lienzo se despliega!
  Llanos, montes de abrojos;
  El justo, que navega
  Y de descanso al punto nunca llega
Y en palacios fastuosos
  El infame traidor, el bandolero,
  Holgando poderosos,
  Vendiendo a un usurero
  Las lágrimas de un pueblo a vil dinero.
La virtud a sus puertas
  Gimiendo de fatiga y desaliento,
  Tiende las manos yertas
  Pidiendo el alimento,
  Y halla tan sólo duro tratamiento
El asesino insano
  Los derechos proclama,
  Debidos al honrado ciudadano.
Y más allá rastrero cortesano,
  Que ha vendido su honor, honor reclama.
  Hombre procaz, que la torpeza inflama,
  Castidad y virtud audaz predica,
  Y el hipócrita ateo
  A Dios ensalza y su poder publica.
Una no firme silla
  Mira sobre cadáveres alzada. . .
Ya diviso en el puerto
  Hinchadas lonas como niebla densa,
  Ya en le playa diviso
  En el aire vibrando aguda lanza,
  De gente extraña la legión inmensa.
Al son del grito del feroz venganza
  Las armas crujen y el bridón relincha;
  Oprimida rechina la cureña,
  Bombas ardientes zumban,
  Vaga el sordo rumor de peña en peña
  Y hasta los montes trémulos retumban.
¡Mirad! Mirad por los calientes aires
  mares de viva lumbre
  que se agitan y chocan rebramando;
  mirad de aquella torre el alta cumbre
  cómo tiembla y vacila y cuje y cae,
  los soberbios palacios derrumbando.
  ¡Escuchad, escuchad!. . . . Hondos gemidos
  arrojan los vencidos.
¡Mirad los infelices por el suelo,
  moribundos, sus cuerpos arrastrando,
  y su sed ardorosa
  en sus propias heridas apagando!
  ¡Oídlos en su duelo
  maldecir su nación, su vida, el cielo!. . .
  Sangrienta está la tierra,
  Sangrienta el alta sierra,
  Sangriento el ancho mar, el hondo espacio,
  Y del innoble rey del claro día
  La faz envuelve ensangrentado velo.
  Nada perdona el bárbaro europeo:
Todo lo rompe y tala y aniquila
  Con brazo furibundo.
  Ved la doncella en torpe desaliño
  Abrazar a su padre moribundo.
  Mirad sobre el cadáver asqueroso
  Del asesino aleve
  Caer sin vida el inocente niño.
¡Oh vano suplicar! Es dura roca
  el hijo del Oriente:
  brotan sangre sus ojos, y a su boca
  lleva sangre caliente.
Es su placer en fúnebres desiertos
  Las ciudades trocar. ¡Hazaña honrosa!
  Ve el sueño con desdén, si no reposa
  Sobre insepultos muertos.
¡Ay pueblos desdichado!
  Entre tantos caudillos que te cercan
  ¿quién a triunfar conducirá tu acero?
  Todos huyen cobardes, y al soldado
  En las garras del pérfido extranjero
  Dejan abandonado
  Clamando con acento lastimero:
  ¿dónde cortés está? ¿dónde Alvarado?
Ya eres esclavo de nación extraña,
  Tus hijos son esclavos
  A tu esposa arrebatan de tu seno. . .
  ¡Ay si provocas la extranjera señal!. . .
¿Lloras, pueblo infeliz y miserable?
  ¿A qué sirve tu llanto?
  ¿Qué vale tu lamento?
  Es tu agudo quebranto
  Para el hijo de Europa implacable
  Su más grato alimento.
Y ni enjugar las lágrimas de un padre
  Concederá a tu duelo,
  Que de la venerable cabellera
  Entre signos de gozo
  Le verás arrastrado
  Al negro calabozo,
  Do por piedad demanda muerte fiera.
  ¡Ay, pueblo desdichado!
  ¡Dónde Cortés está? ¡dónde Alvarado?
¿más qué faja de luz pura y brillante
  en el cielo se agita?
  ¿Qué flamígero carro de diamante
  por los aires veloz se precipita?
  ¿Cual extendido pabellón ondea?
  ¿cual sonante clarín a la pelea
  el generoso corazón excita?
¡Temblad, estremeceos,
  oh reyes europeos!
  Basta de tanto escandaloso crimen.
  Ya los cetros en ascuas se convierten,
  Los tronos en hogueras
  Y las coronas en serpientes fieras
  Que rencorosas vuestro cuello oprimen.
  ¿Qué es de París y Londres?
  ¿Qué es de tanta soberbia y poderío?
  ¿Qué es sus naves de riqueza llenas?
  ¿Qué de su rabia y su furor impío?
  Así preguntará triste viajero.
  Fúnebre voz responderá tan solo:
  ¿Qué es de Roma y Atenas?
¿Ves en desiertos de África espantosos,
  al soplar de los vientos abrasados
  qué multitud de arenas
  se elevan por los aires agitados,
  y ya truécanse en hórridos colosos,
  ya en bramadores mares procelosos?
  ¡Ay de vosotros, ay, guerreros viles,
  que de la inglesa América y de Europa,
  con el vapor, o con el viento en popa,
  a México llegáis miles a miles
  y convertís el amistoso techo
  en palacio de sangre y de furores,
  y el inocente hospitalario lecho
  en morada de escándalo y de horrores!
  ¡Ay de vosotros! Si pisáis altivos
  las humildes arenas de este suelo,
  no por siempre será, que la venganza
  su soplo asolador furiosa lanza
  y veloz las eleva por los aires,
  y ya las cambia en tétricos colosos
  que en sus fornidos brazos os oprimen,
  ya en abrasados mares
  que arrasan vuestros pueblos poderosos.
Que aun del caos la tierra no salía
  Cuando a los pies del hacedor radiante
  Escrita estaba en sólido diamante
  Esta ley, que borrar nadie podría:
  El que del infeliz el llanto vierte,
  Amargo llanto verterá angustiado;
  El que huella al endeble, será hollado;
  El que la muerte da, recibe muerte;
Y el que masa su espléndida fortuna
  Con sangre de la víctima llorosa,
  Su sangre beberá si sed lo seca,
  Sus miembros comerá si hambre lo acosa".
Brilló en el cielo matutino rayo,
  De súbito cruzó rápida llama,
  El aire convirtióse en humo denso
  Salpicado de brasas encendidas
  Cual rojos globos en oscuro cielo.
  La tierra retembló, giró tres veces
  En encontradas direcciones; hondo
  Cráter abrióse ante mi planta infirme
  Y despeñóse en él bramando un río
  De sangre espesa, que espumoso lago
  Formó en el fondo, y cuyas olas negras,
  Agitadas subiendo mis rodillas
  Bañaban sin cesar. Fantasma horrible
  De formas colosales y abultadas,
  Envolvió su cabeza en luego manto
  Y en el profundo lago sumergióse.
  Ya no ví más. . .
¿Dó estoy? ¡Qué lazo oprime
  mi garganta? ¡ Piedad! Solo me encuentro. . .
  Mi cuerpo tembloroso húmeda yerba
  Tiene por lecho; el corazón mis manos
  Con fuerza aprietan, y mi rostro y cuero
  Tibio sudor empapa. El sol brillante,
  Tras la sierra asomando la cabeza,
  Mira a Chapultepec cual padre tierno
  Contempla al despertar a su hijo amado.
  Los rayos de su luz las peñas doran,
  Los árboles sus frentes venerables
  Inclinan blandamente, saludando
  Al astro ardiente que les da la vida.
Azul está el espacio, y a los montes
  Baña color azul, claro y oscuro.
  Todo respira juventud risueña
  Y cantando los pájaros se mecen
  En las ligeras y volubles auras.
Todos a gozar convida; pero a mi alma
  Manto e muerte envuelve, y gota a gota
  Sangre destila el corazón herido.
  Mi mente es negra cavidad sin fondo
  Y vaga incierto el pensamiento en ella
  Cual perdida paloma en honda grúa.
¡Fue sueño o realidad? Pregunta vana. . .
  Sueño sería, que profundo sueño
  Es la voraz pasión que me consume;
  Sueño ha sido, y no más el leve gozo
  Que acarició mi faz; sueño el sonido
  De aquella sonrisa, aquel halago,
  Aquel blando mirar. . . Desperté súbito
  Y el bello Edén despareció a mis ojos
  Como oleada que la mar envía
  Y se lleva después. Sólo me resta
  Atroz recuerdo que me aprieta el alma
  Y sin cesar el corazón me roe.
  Así el fugaz placer sirve tan sólo
  Para abismar el corazón sensible,
  Así la juventud y la hermosura
  Sirven tan sólo de romper el seno
  A la cansada senectud. El hombre
  Tiene dos cosas solamente eternas:
  A Dios y la virtud, de El amada. . .
Yo me sentí mecido de mis padres
  En los amante cariñosos brazos,
  Y fue sueño también. . . Mujer que adoro,
  Ven otra vez a adormecer mi alma
  Y mátame después, mas no te alejes. . .
  La amistad y el amor son mi existencia,
  Y el amor y amistad vuelven el rostro
  Y huyen de mi cual de cadáver frío.
¡Venid, sueños, venid! Y ornad mi frente
  de beleño mortal: soñar deseo.
  Levantad a los muertos de sus tumbas:
  Quiero verlos sentir estremecerme. . .
  Las sensaciones mi alimento fueron,
  Sensaciones de horror y de tristeza.
  Sueño sea mi paso por el mundo,
  Hasta que nuevo sueño, dulce y grato,
  Me presente de Dios la faz sublime.
¡Bailad, bailad!
Bailad mientras que llora
  El pueblo dolorido,
  Bailad hasta la aurora
  Al compás del gemido
  Que a vuestra puerta el huérfano
  Hambriento lanzará.
  ¡Bailad, bailad!
Desnudez, ignorancia
  A nuestra prole afrenta,
  Orgullo y arrogancia
  Con altivez ostenta,
  Y embrutece su espíritu
  Torpe inmoralidad.
¡Bailad, bailad!
Las escuelas inunda
  Turba ignorante y fútil,
  Que su grandeza funda
  En vedarnos lo útil
  Y nos conduce hipócrita
  Por la senda del mal.
  ¡Bailad, bailad!
Soldados sin decoro
  Y sin saber nos celan,
  Adonde dan más oro
  Allá rápidos vuelan:
  En la batalla tórtolas,
  Buitres en la ciudad.
  ¡Bailad, bailad!
Y por Tejas se avanza
  El invasor astuto:
  Su grito de venganza
  Anuncia triste luto
  A la infeliz república
  Que al abismo arrastráis.
  ¡Bailad, bailad!
El bárbaro ya en masa
  Por nuestros campos entra,
  A fuego y sangre arrasa
  Cuando a su paso encuentra,
  Deshonra nuestras vírgenes,
  Nos asesina audaz.
  ¡Bailad, bailad!
Europa se aprovecha
  De nuestra inculta vida,
  Cual tigre nos acecha
  Con la garra tendida
  Y nuestra ruina próxima
  Ya celebrando está.
  ¡Bailad, bailad!
¿Bailad, oh campeones,
  hasta la luz vecina,
  al son de los cañones
  de Tolemaida y China,
  y de Argel a la pérdida
  veinte copas vaciad.
  ¡Bailad, bailad!
Vuestro cantor en tanto
  De miedo henchido, el pecho
  Se envuelve en negro manto
  En lágrimas deshecho,
  Y prepara de México
  El himno funeral.
  ¡Bailad, bailad!
Adiós, oh patria mía
  Alegre el marinero
  En voz pausada canta,
  Y el ancla y a levanta
  Con extraño rumor
De la cadena al ruido
  Me agita la pena impía.
  Adiós, oh patria mía,
  Adiós, tierra de amor.
El barco suavemente
  Se inclina y se remece,
  Y luego se estremece
  A impulso del vapor.
Las ruedas son cascadas
  De blanca argentería.
  Adiós, oh patria mía,
  Adiós, tierra de amor.
Sentado yo en la popa
  Contemplo el mar inmenso,
  Y en mi desdicha pienso
  Y en mi tenaz dolor.
A ti mi suerte entrego,
  A ti, Virgen María.
  Adiós , oh patria mía,
  Adiós, tierra de amor.
De fuego ardiente globo
  En las aguas se oculta:
  Una onda lo sepulta
  Rodando con furor.
Rugiendo el mar anuncia
  Que muere el rey del día.
  Adiós, oh patria mía,
  Adiós, tierra de amor.
Las olas, que se mecen
  como el niño en su cuna,
  Retratan de la luna
  El rostro seductor.
Gime la brisa triste
  Cual hombre en agonía.
  Adiós, oh patria mía,
  Adiós, tierra de amor.
Del astro de la noche
  Un rayo blandamente
  Resbala por mi frente
  Rugada de dolor.
Así como hoy la luna
  En México lucía.
  Adiós, oh patria mía,
  Adiós, tierra de amor.
¡En México!. . . ¡Oh memoria!. . .
  ¿Cuándo tu rico suelo
  y a tu azulado cielo
  veré, triste cantor?
Sin ti, cólera y tedio
  Me causa la alegría.
  Adiós, oh patria mía,
  Adiós, tierra de amor.
 
LA GOTA DE HIEL
¡Jehovah! Jehovah, tu cólera me agobia!
  ¿Por qué la copa del martirio llenas?
  Cansado está mi corazón de penas.
  Basta, basta, Señor.
  Hierve incendiada por el sol de Cuba
  Mi sangre toda y de cansancio expiro,
  Busco la noche, y en el lecho aspiro
  Fuego devorador.
¡A, la fatiga me adormece en vano!
  Hondo sopor de mi alma se apodera
  ¡y siéntanse a mi pobre cabecera
  la miseria, el dolor!
  Roncos gemidos que mi pecho lanza
  Tristes heraldos son de mis pesares,
  Ay a mi mente descienden a millares
  Fantasmas de terror.
¡Es terrible tu cólera, terrible
  Jehovah, suspende tu venganza fiera
  O dame fuerzas, oh Señor, siquiera
  Para tanto sufrir.
  Incierta vaga mi extraviada mente,
  Busco y no encuentro la perdida ruta,
  Sólo descubro tenebrosa gruta
  Donde acaba el vivir.
Yo sé, Señor que existes, que eres justo,
  Que está a tu vista el libro del destino,
  Y que vigilas el triunfal camino
  Del hombre pecador.
  Era tu voz la que en el mar tronaba
  Al ocultarse el sol en occidente,
  Cuando una ola rodaba tristemente
  Con extraño fragor.
Era tu voz y la escuché temblando.
  Clavóse un tanto mi tenaz dolencia
  Yo adoré tu divina omnipotencia
  Como cristiano fiel.
  ¡Ay, tú me ves Señor! Mi triste pecho
  cual moribunda lámpara vacila,
  y en él la suerte sin cesar destila
  una gota de hiel.
 
UN CRIMEN
I.-
Hubo un tiempo en que atónito miraba
  a una joven, que ardiente idolatraba,
  modelo de beldad.
"Te adoro, te idolatro", me decía;
  y en su pálida frente relucía
  pudor, virginidad.
Y brillaban mis ojos de contento.-
  Era su hálito puro mi alimento,
  mi concierto su voz;
  ero su rostro, su mirar mi encanto;
  era su triste y doloroso llanto
  mi tormento feroz.
Como la flor en el pantano inmundo
  la arrojó el cielo despiadado al mundo
  entre angustia y dolor.
Y yo corrí, volé de gozo lleno,
  y delirante recogí en mi seno
  la ternísima flor.
"Huérfanos somos, sin ningún abrigo,
  y pobres, desgraciados, sin amigo;
  el cielo nos unió.
  Tu serás, dulce prenda, mi consuelo,
  y para mí será la tierra el cielo..."
  Así la dije yo.
Y ella llorando se arrojó en mis brazos,
  y en deliciosos, en estrechos lazos,
  anudado me vi.
  Y en su seno purísimo y constante,
  como en la madre el delicado infante,
  tranquilo me dormí.
II.-
Y desperté de súbito,
  y busqué enajenado
  el ángel adorado
  de mi ternura objeto y de mi amor.
  Pero en silencio lúgubre,
  y en soledad y calma
  estaba todo; y mi alma
  fue presa de inquietud y de dolor.
Me levanto frenético,
  a mi adorada llamo;
  el eco a mi reclamo
  retumbando tan solo respondió.
  Y triste, y melancólico,
  mi consuelo buscando,
  voy lento meditando
  las penas en que el cielo me arrojó.
III.-
¿Dó te escondes,
  mi querida?
  ¿Dó mi vida,
  te hallaré?
  Si no vienes
  al instante,
  dulce amante,
  moriré.
  "Eres bella como el cielo,
  eres mi ángel, mi consuelo,
  y sin ti
  no hay contento, ni ventura,
  ni hermosura
  para mi."
De la vida
  en el camino
  mi destino
  me arrojó;
  y de duelo,
  de quebranto,
  y de espanto
  me inundó.
"Eres bella como el cielo,
  eres mi ángel, mi consuelo,
  y sin ti
  no hay contento, ni ventura,
  ni hermosura
  para mi."
Pero dióme
  para guía,
  vida mía,
  tu virtud;
  Y trocóse mi tormento
  en contento
  y en salud.
"Eres bella como el cielo,
  eres mi ángel, mi consuelo,
  y sin ti
  no hay contento, ni ventura,
  ni hermosura
  para mi."
La joya eres
  más hermosa,
  más preciosa
  que se vio
  en el suelo
  mexicano,
  do mi mano
  te cogió.
"Eres bella como el cielo,
  eres mi ángel, mi consuelo,
  y sin ti
  no hay contento, ni ventura,
  ni hermosura
  para mi."
IV.-
Mi pecho agitado de rudo tormento,
  el canto elevaba mi lánguida voz;
  y solo en respuesta notaba que el viento
  espigas y ramas movía veloz.
La luna brillaba purísima y bella
  en medio al espacio de claro zafir,
  cual cándida, joven, modesta doncella
  que mira al amante gozoso venir.
Tan solo escuchaba los lúgubres gritos
  de pobre aldeano que alababa al Señor;
  y mi alma oprimían los seres malditos
  que asaz provocaron del cielo el furor.
En locas ideas mi mente perdida,
  pregunto a mi mismo: - ¿Por qué huye de mi?
  ¡Maldita por siempre, maldita mi vida!.."
  Y un ronco gemido feroz despedí.
Temblaban mis miembros, sudaba mi frente,
  espesa tiniebla mis ojos cubrió;
  y luego del seno quejido doliente,
  cual de honda caverna, vibrando salió.
Mas, cielos ¡qué miro!.. ¿La vista me engaña?
  ¡Es ella!.. la veo.. ¡Qué dulce placer!..
  Mas alguien... un hombre... ¡Gran Dios! la acompaña!
  Infame, traidora, perversa mujer!
Le mira amorosa... le lleva a su seno..
  -¡No más! ya la daga feroz empuñé....
  y vuelo... de rabia frenética lleno
  en sangre mi diestra, mi brazo empapé!...
 
LA INOCENCIA
I.-
Al principiar la noche silenciosa
  es más grata la estrella misteriosa
  de risueño fulgor,
  que si riela en transparente río
  la taciturna reina del vacío
  en todo su esplendor.
Es más bella la fuente clara y pura
  que en delicioso prado con blandura
  deslizándose va,
  que el torrente veloz que se abalanza
  y en un abismo da.
Es para mi más dulce el sol fulgente
  cuando arroja del seno del oriente
  rayo consolador,
  que si mis venas ardoroso inflama
  cuando en la tierra espléndido derrama
  su fuego abrasador.
Así a mis ojos eres más hermosa,
  de mi feraz nación temprana rosa,
  niña pura y feliz,
  que la joven que erguida se levanta,
  y a cuya bella y delicada planta
  rendimos la cerviz.
II.-
Modelo de belleza,
  la pureza
  brilla en tu cándida faz;
  la inocencia es tu divisa,
  y tu risa
  es como un signo de paz.
Alguna vez la hermosura
  con ternura
  amante me sonrió;
  dichoso ya me creía,
  y ella impía
  con falacia me burló.
Mas tu sonrisa graciosa
  candorosa
  no es de amor, es de amistad;
  ¡tu corazón ardiente
  inocente
  no conoce la maldad.-
Oh cuán venturosa fueras,
  si vivieras
  de tu infancia sin salir:
  entonces feliz serías;
  no sabrías
  lo que es penar y sufrir.
Mas la ley de la natura
  siempre dura,
  no perdona a la virtud;
  de la humanidad es dueña,
  y le enseña
  la vejez o el ataúd.
Con los fatigosos años
  desengaños
  vienen del mortal en pos;
  y contra el mundo un abrigo
  y un amigo
  halla el infeliz en Dios.
El no mas nos da consuelo;-
  en el suelo
  solo existe una verdad,
  y es que la inocencia gime,
  y la oprime
  triunfadora la maldad.
-Tu vives, oh niña hermosa,
  cual la rosa
  en lo interior de un breñal;
  no de tu sueño despiertes,
  porque adviertes
  cuán horroroso es tu mal.
Al sueño tornar querrías,
  no podrías;
  el cielo así lo ordenó;
  y tan solamente el llanto
  y el quebranto
  por patrimonio nos dio.
La vida es estrecha vía,
  do nos guía
  solo el destino fatal:
  encantados proseguimos,
  mas sentimos
  de súbito frío puñal.
III.-
¿Ese celaje miras que se avanza
  meciéndose hechicero,
  o volando ligero
  como águila veloz?
  Aquella nube tétrica lo alcanza,
  y aquí y allá lo vuelve,
  y rugiendo lo envuelve
  con ímpetu feroz.
¿Ves aquella avecilla revolando,
  que rápida se eleva,
  y su arrojo la lleva
  hasta el cielo tocar?
  Huracán espantoso rebramando,
  desde el espacio inmenso
  en remolino denso
  la hace al suelo bajar.
¿Ves en las aguas de apacible río
  blandamente flotando
  y graciosa vagando
  la delicada flor?
  se acerca al fin a un vórtice bravío;
  sus olas bramadoras
  la sumergen traidoras
  en abismo de horror.
Imágenes son estas de la vida:-
  es dulce, placentera,
  juguetona, ligera
  del hombre la niñez.
  En su pecho después la pena anida:
  los placeres fenecen,
  y los martirios crecen
  con furia y rapidez.
IV.-
Goza, goza, niña pura,
  de tus días de ventura,
  de tu inocencia feliz;
  y de tu dicha presente
  jamás se borre en tu mente
  el delicado matiz.
El pesar que me fatiga
  se cambie en delicia amiga
  que me halague el corazón;
  y pueda lleno de gozo,
  de alegría, de alborozo,
  entonar grata canción.
Corona de frescas rosas,
  apacibles, olorosas,
  tejerte quería yo;
  y a tiempo que la formaba,
  espina que me punzaba