poesia corta
A ti, allá en nuestro pueblo
Por el aire los pájaros tan sólo
 van,
                                                                        
 por el día las nubes siguen
 remando cielo, lentas, como brazos abriéndose,
 pero una carta vive en las cenizas
 y en el escombro liso de los ojos.
                                                                        
 Pienso en papeles blancos, dóciles,
 busco claras palabras que decirte
 en los oídos
 ahora que un viento breve se enredará en tus manos,
 manos que se reposan en las cosas
 que tocas como
                                                                        el golpe de la nieve,
 los manejables nombres:
 carta de amor, manzana,
 vaso de agua cerca de los labios, cosas
 que amas y bendices
 sus más felices formas allá lejos.
                                                                        
 Llega un cometa tuyo y familiar
 mientras escribo,
 reluce rápido, toca mis rodillas
 y tiemblo
 como un parque al cumplir un nuevo otoño.
 Mientras escribo ensancho la memoria,
 me voy
                                                                        allá hasta el pueblo por el campo
 con casas pequeñísimas y barbechos en fondo,
 con arados allá a vista de pájaro,
 -arados escribiendo a Dios derecho-
 me entro por las viñas vareadas,
 por
                                                                        patios blancos, limpios,
                                                                        
 cubiertos con la parra y las bardillas,
 entre mujeres, niños y gallinas,
 carreteras que están quietas y llegan,
 nubes que se despintan, sol que muere
 igual que las bombillas de los pobres.
                                                                        
 «Estoy aquí en Madrid con el otoño
 y hasta que estén los ciervos de regreso
 te espero;
 no me atrevo a abrir puertas,
 por si estás más hermosa temo verte.
 ¿Estás allí contándote milagros,
                                            creyendo ver o viendo a Dios de súbito?
 ¿Sigues rezando
 porque se estén las piedras quietas,
 por la metralla nula y los cohetes
 de las ferias pacíficas del pueblo,
 pidiendo pan,
 dando
                                                                        tu Padrenuestro a cada pobre
 que aprendió a ser ateo y pasar hambre?
 Tú estarás siempre por la luz del pueblo
 mirando hacia el destino alto del humo,
 al lento repetirse del aire en los tejados.
                                            Yo estoy aquí sin ruido y sin quejarme,
 sin este hermoso octubre en tus aceras
 ni el horizonte aquel o de un analfabeto;
 aquí estoy
 viendo el viento que arrastra los papeles
 humildes por
                                                                        las calles,
                                                                        
 a punto de estar solo para siempre.»
                                                                        
 Bendito sea el camino
 por donde van los pájaros tan sólo,
 alabada seas tú
 porque sabes vivir a pecho abierto,
 porque sabes estar con las espigas
 con lo difícil que es mirar el trigo.
                                            Alabada seas siempre,
 lucientemente hermosa,
                                                                        
 andando por tu casa de tareas
 cantando con las manos ocupadas,
 que bien estás soñándote
 primera predilecta de la Virgen,
 puesta en medio de muchos resplandores.
                                                                        
 Qué hueco más profundo es la esperanza,
 qué cubicado modo de quererte
 estar aquí pensando:
 «tengo que reunir unas palabras
 para escribir lo poco que le escribo».
 Termino ya, mi amiga,
                                                                        temo hablarte
                                                                        
 de tantas cosas tuyas;
                                                                        
 desde aquí
 siento cómo el cartero del silencio
 deja un ídolo humilde entre tus manos
 hecho de la madera de algún chopo.
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Eladio Cabañeropoesia corta
Alma solitaria
Mira los aires, alma solitaria, 
 alma triste que sola vas gimiendo. 
 Asciende, sube. Amor te espera. 
 La cima es alta. Escaso, el aparejo.
Aleteante, temblorosa y blanca, 
 te veo subir con retenido esfuerzo. 
 Hoy llega el sol donde hasta ayer la luna. 
 Llega la luna donde ayer el cierzo.
Al fin la vida con la luz se aclara. 
 Al fin la muerte con la luz ya se muerto. 
 ¡Cantan las cumbres y los valles! ¡Cantan 
 los siempre vivos a los nunca muertos!
Cara con cara junto a Dios, escuchas 
 vibrar los aires y vivir los sueños. 
 Vida con vida, luz con luz amada, 
 y cielo, humano, en el amor, con Cielo.
Bajar la luz de amor, la luz de vida 
 lenta en los aires minuciosos siento. 
 Fundida luz de Dios con luz del alma. 
 Qué claridad de pronto. Qué silencio.
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Carlos Bousono
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Balada de la nota borrosa
Si por causalidad
                              encuentras
                              esta nota borrosa,
                              que alguien
                              te lea lo que dice.
                              Hoy
                              sólo soy un hombre
                              vencido por la noche,
                              hoy
                              sólo soy un hombre
                              o algo así,
                              caminando borracho por la carretera.
                              Soy un extraño para cualquier extraño y eso es todo,
                              pero, si por casualidad encuentras
                              esta nota,
                              quiero que sepas
                              lo que dice:
                              no
                              he sabido
                              olvidarte.
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"Buena gente"...
                              Iglesia de puntiagudas torres, asiduos
                              concurrentes a catedrales,
                              adoradores en ambientes seguros,
                              arrodillados en las bancas,
                              en sus oraciones imbuidos.
                              Cabezas inclinadas,
                              mirando a sus empalmadas manos.
                              Cánticos de salmos, limosnas para salvar almas,
                              manos contritas.
"Buena gente..." que nada hace
                              por los moribundos que gritan
                              para detener a esos tanques.
                              La cosecha no quemada
                              se convierte en combustible para alimentar
                              la guerra que otro inicia.
                              Mas tierra muerta,
                              y tumbas por doquier...para
                              los hombres de las manos rogativas,
                              aferrados a la vida, agonizantes.
                              "Buenos vecinos..."
                              Miembros leales al sindicato,
                              prestos para el voluntariado.
                              Padres voluntarios de nuestra vecindad,
                              patrocinadores de los que limpian nuestros caminos
                              en los fines de semana.
                              Amigos de la tierra, hagan su tarea,
                              embolsen los desperdicios...empaquen la basura,
                              ataquen la mugre.
"Buenos vecinos..." que nada hacen
                              por las atormentadas,
                              lágrimas que vierten las viudas
                              my cerca de nuestras puertas.
                              Piedad por nuestras hijas vejadas,
                              yendo camino a la muerte,
                              y nuestros hijos en las drogas,
                              víctimas de rufianes,
                              dos cuadras más allá...
                              Y no hay viso de socorro que de esperanza
                              para los que luchan contra la mugre
                              y lanzan gritos de dolor.
                              "Gente buena"
                              No son bromas dirigidas a grupos étnicos,
                              de mente liberal,
                              tolerantes, bondadosos, de fácil sonrisa.
                              Las manos siempre extendidas para socorrer
                              a las madres de la asistencia social,
                              con sus migajas de ayuda.
                              Hermandad de la boca para afuera,
                              amasadores de fortunas,
                              hacedores de nobles acciones.
"Gente buena"...que nada hacen
                              por las víctimas de la "limpieza" étnica,
                              de los despellejados por no tener la piel
                              matizada a su antojo,
                              imbuidos en sus dioses,
                              riñendo con aquellos, los escogidos...
                              Cañones y bombas,
                              y páginas de escritos
                              en favor de los biehechores
                              de las limpiezas étnicas.
                              Buena gente, ve a vivir en una casa de espejos, allá,
                              por la carretera pavimentada de buenas intenciones.
                              Pretensiones de los bien habidos,
                              moviendo solo la espuma de la realidad
                              y que ellos mismos camuflan, con sus miserables
                              acciones de caridad.
                              Denegada claridad...puestos al descubierto
                              se expondría la falsedad...
                              Y la despiadada verdad anula nuestros sentidos,
                              nos hace entender que la "buena gente" nada hace...
                              mientras los buenos mueren.
poesia corta
Oración de un desocupadoPadre, 
 desde los cielos bájate, he olvidado 
 las oraciones que me enseñó la abuela, 
 pobrecita, ella reposa ahora, 
 no tiene que lavar, limpiar, no tiene 
 que preocuparse andando el día por
                                                                        la ropa,
 no tiene que velar la noche, pena y pena, 
 rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
 Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
 que me muero de hambre en esta esquina,
                                            que no sé de qué sirve haber nacido, 
 que me miro las manos rechazadas,
                                                                        
 que no hay trabajo, no hay,
 bájate un poco, contempla 
 esto que soy, este zapato roto,
 esta angustia, este estómago vacío,
 esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre 
 cavándome
                                                                        la carne,
                                                                        
 este dormir así, 
 bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido 
 te digo que no entiendo, Padre, bájate, 
 tócame el alma, mírame 
 el corazón, 
 yo no robé, no asesiné, fui niño
                                                                        
 y en cambio me golpean y golpean, 
 te digo que no entiendo, Padre, bájate, 
 si estás, que busco 
 resignación en mí y no tengo y voy 
 a agarrarme la rabia y a afilarla 
 para pegar y voy
                                                                        
 a gritar a sangre en cuello 
Juan Gelman
poesia corta
poesia corta
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Matilde Camus
poesia corta
Alicia desposada
                                                                        
 Era blanca la boda: un milagro
 de espuma, de azahar y de nubes.
 Cenicienta esperaba.
 Las muchachas regaban cada día
 los frágiles cristales de su himen.
 Blancanieves dormía.
 Al galope
                                                                        
 un azul redentor doraba la espesura
 y la Bella Durmiente erguía su mirada.
 Las vestales danzaban. Y las viejas mujeres,
 en las noches de invierno,
 derramaban sus cuentos de guirnaldas,
                                            de besos y de príncipes.
 Era largo el cabello, eran frías las faldas
 por las calles de hombres.
 Las fotos de las bodas
 irradiaban panales de violines
 y era dulce ser cóncava
 para el brazo
                                                                        tajante y musculoso.
 La boda les cantaba por el cuerpo
 como un mar de conjuros.
 Y a la boda se fueron una tarde
 con su mística plena. Y cambiaron
 la hora de su brújula
 por el final feliz
                                                                        de los cuentos de hadas.
                                                                        
 De Cóncava mujer, Córdoba 1978
                                                                    
poesia corta
A media mañana
El sol, el viejo sabio, va disipando
minúsculas dudas de oscuridad, dejadas
hasta ahora por resolver. Le tiemblan
un poco las manos, y temblamos
los árboles y nosotros cuando oímos
que todo minuto que pasa ha de arrancar,
brusco, una venda de sombra, y ahora el justo
caso de la luz será bien recto, y ahora
chillará la delgada desazón de la flauta
de Iblis, y lo veremos todo, y repleto
de espacios de claridad, impenetrables
como el cristal. Manifestado todo, diremos:
tú lo has querido, te lo has buscado tú, de noche,
cuando dormías sólo para despertarte
y no querías creer que la vida
se te volvería más ignorada que el sueño.Gabriel Ferrater
poesia corta
Anacreóntica
¿Quién es aquél que baja
por aquella colina,
la botella en la mano,
en el rostro la risa,
de pámpanos y hiedra
la cabeza ceñida,
cercado de zagales,
rodeado de ninfas,
que al son de los panderos
dan voces de alegría,
celebran sus hazañas,
aplauden su venida?
Sin duda será Baco,
el padre de las viñas.
Pues no, que es el poeta
autor de esta letrilla.
Jose Cadalso
poesia corta
¡Ella es!
16 de enero
¡Detrás de un cristal hay tres!
¡Es la tercera!
¿Ella es?
¡Roja como un diccionario
y mucho más suave que el papel!
¡Ojos en cuclillas y grises!
¡Ella es!
¡Muchos días tiene el 16 de enero
en el sueño de Manuela!
Y el hielo...
ahora juegan al ajedrez
el hielo y su noche
¡Trabajadora su cuna,
perezosos los pasos de Manuela!
Dinos qué exclama tu silencio,
dinos cómo será tu voz.
El universo hambriento...
¿cuándo le darás una cucharada de tu risa?
¡Que espere el universo!
¡Paciencia, luna! jManuela duerme!
poesia corta
El otro día, Cintia, me decías
que siempre me quedaba en la puerta, que no
daba el paso «decisivo» decías, del que ya no hay retorno,
y que era cobardía ante la vida,
que me estaba perdiendo no sé qué.Seguramente es cierto que me pierdo
«eso», pero no tengo duda, te aseguro
que conozco territorios muy cercanos
y acaso alguno más allá, y que nunca
me produjeron algo que pudiera
considerar siquiera
como placer menor.¿Sabes lo que me preocupa, lo que
a veces me inquieta?
Imaginar que no hay salida
en tu descenso a los Infiernos,
hilo que te asegure regresar.Porque veo algo terrible
en tu forma
de lanzarte a la vida. No
se sostiene en nada, no
sirve
para
nada. No lo sabes, pero
repites lo que significan las palabras
del asesino en Macbeth
al aceptar matar a Banquo:
«Haría lo que fuese
por desquitarme
del mundo».Y yo no quiero desquitarme
de nada.Claro que es hermoso, de vez en cuando
adentrarse en esa plenitud
de la disipación, te lleve donde lleve,
y entregar cuerpo y alma a los abismos
de eso que hay en nosotros escondido,
darse la lengua con las simas de la vida,
tocar el esplendor de ese misterio
salvaje, que jamás descifraremos.Pero siempre, querida, que haya un faro
al fondo de la noche,
las columnas ardientes de la sabiduría,
el Arte, algunas
certidumbres morales,
el ejemplo indeleble de los grandes,
esos modelos que nos guían.
Antonio Colinas
poesia corta
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz...
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.
No pasará otra onda rumorosa del río,
no quedará este chopo envuelto en fuego verde,
no cantará otra vez el pájaro en su rama,
sin que deje en el aire todo el amor que siento.
Aquí, en estas riberas que llevan hasta el llano
la nieve de las cumbres, planto sueños hermosos.
Aquí también las piedras relucen: piedras mínimas,
miniadas piedras verdes que corroe el arroyo.
Hojas o llamas, fuegos diminutos, resol,
crisol del soto oscuro cuando amanece lento.
Qué fresca placidez, que lenta luz suave
pasa entonces al ojo, que dulzura decanta
el oro de la tarde en el cuerpo cansado.
Hojas o llamas verdes por donde va la brisa,
diminuto carmín, flor roja por el césped.
Y, entre tanta hermosura, rebosa el río, corre,
relumbra entre los troncos, abre su cuerpo al sol,
sus brazos cristalinos, sus gargantas sonoras.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, miro arder todas las tardes
las copas de los álamos, el perfil de los montes,
cada piedra minúscula, enjoyada del río,
del dios río que llena de frutos nuestros pechos.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.
poesia corta
Amante
Es igual que reír dentro de una campana:
sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.
Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo
y yo te transparento: soy tú para la vida.No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.
No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya
esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,
cuando clama la voz en desiertos de llanto.Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,
y el amor se consuela prodigando su alma.
Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,
y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.Solamente tú y yo (una mujer al fondo
de ese cristal sin brillo que es campana caliente),
vamos considerando que la vida..., la vida
puede ser el amor, cuando el amor embriaga;
es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;
es, segura, la luz, porque tenemos ojos.Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres
de desear y ser mucho más que la vida...?
No. Ya lo sé. Todo es algo que supe
y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.poesia corta
César Dávila Andrade
Canción a la bella distante
No era mi poesía. Mis poemas no eran.
Eras tú solamente, perfecta como un surco
abierto por palomas.
Eras tú solamente como un hoyo de lirios
o como una manzana que se abriera el corpiño.
Eras tú, oh distante presencia del olvido!
Clara como la boca del cristal en el agua,
tierna como las nubes que atraviesan el trigo
por los lados de mayo.
Dulce como los ojos dorados de la abeja;
nerviosa como el viaje primero de la alondra.
Eras tú y tenías delgadas de esperanza
las manos que me huyeron.
En tu sien, extraviadas, bullían las sortijas.
En tus perfectos ojos abril amanecía.
Estoy tan impregnado de tu voz siempreviva
que hasta esta inmensa noche parece que sonríe
y percibo el borde líquido de tu alma.
Andabas como andan en el árbol los astros.
Rezabas en silencio como una margarita.
Oh quién te viera abriendo esos libros que amabas
con el alma inclinada a la luz de las fábulas!
Qué viñeta de rosas tenían tus mejillas
cuando abrías los labios de amor de las palabras.
Y qué resplandeciente ciudad de serafines
descubrías, de pronto, en el cielo de estío.
Quiero besarte íntegra como luna en el agua.
Mañana en los delgados calendarios de ausencia
te encontraré buscando una pedrezuela tierna
para marcar una hora lejana que aún espero.
Recuerdo aquella tarde cuando quise besarte.
Tenían los cristales un fondo de mimosas
y la antigua ventana mecía los jardines.
Las llamas de los árboles se tornaban oscuras
y un ángel de eucalipto se apoyaba en el muro.
Escuchamos de pronto la carreta profunda
que atraviesa los prados con su carga de junio.
Pienso en aquella tarde y me encuentro más solo!
Las casas recogían la luz del occidente,
los caminos bajaban como arroyos en llamas,
la brisa estaba fija en el borde del álamo.
Pienso en aquella tarde y no sé por qué lloro...
poesia corta
Cinerario
a Marta
I
Ahora me pregunto qué sería de aquel fuego
y de su noche, la ceniza.II
El fuego es dios de nada, dijo el poeta, es nada
aunque a veces sople por las chimeneas
un aire alemán.III
Ahora me pregunto qué fue de aquellos fuegos
y de su norte, la ceniza.IV
El fuego es dios de nada -dijo el poeta- es nada
y jamás se controla por educación
o cualquier otra
sino que obra
y porfía.V
Ahora me pregunto que será de aquel fuego
y su sepulcro, la ceniza."Capitán Elphistone" 1988
Blanca Andreupoesia corta
MI OLOR A TI
Toda mi ropa huele a cuando estabas.
Sería al abrazarte -no lo entiendo-
o que estuviste cerca y se quedó prendido.
Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga,
te respiro.
Al ponerme la chaqueta, en la solapa,
y en el cuello de un jersey que no abriga.
Aroma de placer, de feromonas,
de recostarme en ti mientras dormías.
Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva:
es un perfume dulce que me alivia
como vestir mi carne con tu piel.
Y está durando más que mi recuerdo.
Tu rostro en mi memoria se disipa,
casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo
y sigo respirándote en las prendas
que, al tiempo que me visten, te desnudan.
Pero la ropa es mía.
De tanto olerte en mí, tu olor es mío.
Tu olor era mi olor desde el principio,
fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo,
de un cuerpo que lo tengo a todas horas
para quererlo entero como jamás te quise
y olerlo de los pies a la cabeza.
Es el olor de todas mis edades,
del niño absorto y puro,
del claro adolescente eléctrico y espeso,
de un joven con insomnio que soñaba
fantasmas del amor, y es también el olor
que al transpirar mis sueños
dejaron en las sábanas.
Quién sabe tú a qué aspiras sin este efluvio mío,
sin mi esencial fragancia.
Estando en compañía, serás siempre la ausente
igual que si te fueras o no hubieras llegado.
Pues no olerás a nada, no dejarás recuerdo
ni podrás despertar auténtico deseo
ni embalsamar las yemas de los dedos
que un día te acaricien
con un perfume físico y concreto.
Serás para el olfato de los otros
como un espejo para los vampiros.
Y yo atesoraré con más fe que codicia
este perfume dulce de mi cuerpo
que descubrí contigo.
Si quieres existir, respíralo de nuevo.
LEOPOLDO ALAS "La posesión del miedo" (1.996)
poesia corta
CUANDO SEPAS HALLAR UNA SONRISA. . .
Cuando sepas hallar una sonrisa
 en la gota sutil que se rezuma
 de las porosas piedras, en la bruma,
 en el sol, en el ave y en la brisa;
cuando nada a tus ojos quede inerte,
 ni informe, ni incoloro, ni lejano,
 y penetres la vida y el arcano
 del silencio, las sombras y la muerte;
cuando tiendas la vista a los diversos
 rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
 sea como potente microscopio
 que va hallando invisibles universos,
entonces en las flamas de la hoguera
 de un amor infinito y sobrehumano,
 como el santo de Asís, dirás hermano
 al árbol, al celaje y a la fiera.
Sentirás en la inmensa muchedumbre
 de seres y de cosas tu ser mismo;
 serás todo pavor con el abismo
 y serás todo orgullo con la cumbre.
Sacudirá tu amor el polvo infecto
 que macula el blancor de la azucena,
 bendecirás las márgenes de arena
 y adorarás el vuelo del insecto;
y besarás el garfio del espino
 y el sedeño ropaje de las dalias. . . 
 y quitarás piadoso tus sandalias
 por no herir a las piedras del camino.
poesia corta
Detente. Los árboles frente a ti y los arbustos a tu lado
 no están perdidos. El lugar donde estás se llama Aquí.
 Y debes tratarlo como a un poderoso desconocido,
 debes pedir permiso para conocerlo y ser conocido.
 El
                                                    bosque respira. Escucha. Te responde,
 he creado este lugar a tu alrededor,
 si te vas, puedes regresar diciendo Aquí.
 No hay dos árboles iguales para el cuervo.
 No hay dos ramas iguales para el gorrión.
 Si el
                                                    valor de un árbol o un arbusto se pierde en ti,
 sin duda estás perdido. Detente. El bosque sabe
 dónde estás. Déjale que te encuentre.
David Russel Wagoner
poesia corta
Compañera de hoy
Compañera de hoy, no quiero
 otra verdad que la tuya, vivir
 donde crezcan tus ojos,
 dando tu luz, tu cauce
 a lo que veo y siento...
                                                    
 Deshacer ese ovillo
 oscuro del temor,
 encontrar lo perdido,
 quebrar la voz del sueño...
                                                    
 Y lenta, lentamente
 aprender a vivir,
 de nuevo, de nuevo,
 como en una mañana
 cargada de riqueza.
Alfonso Costafreda
LETRILLAS LÍRICAS de Francisco de Quevedo
poesia corta
Flor que cantas, flor que vuelas,
 y tienes por facistol
 el laurel, ¿para qué al sol
 con tan sonoras cautelas,
 le madrugas y desvelas?
 Dígame,
                                                    
 dulce jilguero, ¿por que?
Dime, cantor ramillete,
 lira de pluma volante,
 silbo alado y elegante,
 que en el rizado copete
 luces flor, suenas falsete,
 ¿por qué cantas con porfía
 envidia, que llora el día,
 con lágrimas de la aurora,
                        si en la risa de Lidora
 su amanecer desconsuelas?
Flor que cantas, flor que vuelas,
 etc… …
¿En un átomo de pluma,
 como tal concento cabe?
 ¿Cómo se esconde en una ave
 cuanto el contrapunto suma?
 ¿Qué dolor hay, que presuma
 tanto mal de su rigor,
 que no suspenda el dolor
 al Iris breve, que canta,
                        llena tan chica garganta
 de orfeos y de vigüelas?
Flor que cantas, flor que vuelas,
 etc… …
Voz pintada, canto alado,
 poco al ver, mucho al oído,
 ¿ dónde tienes escondido
 tanto instrumento templado?
 Recata de mi cuidado
 tus músicas y alegrías,
 que las malas compañías
 te volverán los cantares
                        en lágrimas y pesares,
 por más que a sirena anhelas.
Flor que cantas, flor que vuelas,
 etc… …
[ II ]
Rosal, menos presunción,
 donde están las clavellinas,
 pues serán mañana espinas
 las que ahora rosas son.
¿De qué sirve presumir,
 rosal, de buen parecer,
 si aún no acabas de nacer
 cuando empiezas a morir?
 Hace llorar y reír
 vivo y muerto tu arrebol,
 en un día o en un sol;
 desde el oriente al ocaso
 va tu
                                                    hermosura en un paso,
 y en menos tu perfección.
Rosal, menos presunción, etc… …
No es muy grande la ventaja
 que tu calidad mejora:
 si es tu mantilla la aurora,
 es la noche tu mortaja:
 no hay florecilla tan baja
 que no te alcance de días,
 y de tus caballerías,
 por descendiente del alba,
                                                    
 se está riendo la malva,
 caballera de un terrón.
poesia corta
Rosal, menos presunción
LA CANCION DEL CAMINO
Era un camino negro.
 La noche estaba loca de relámpagos. Yo iba
 en mi potro salvaje
 por la montañosa andina.
 Los chasquidos alegres de los cascos,
 como masticaciones de monstruosas mandíbulas
 destrozaban los
                                                    vidrios invisibles
                                                    
 de las charcas dormidas.
 Tres millones de insectos
 formaban una como rabiosa inarmonía.
Súbito, allá, a lo lejos,
 por entre aquella mole doliente y pensativa
 de la selva,
 vi un puñado de luces, como un tropel de avispas.
¡La posada! El nervioso
 látigo persignó la carne viva
 de mi caballo, que rasgó los aires
 con un largo relincho de alegría.
Y como si la selva
 comprendiese todo, se quedó muda y fría.
Y hasta mí llegó, entonces,
 una voz clara y fina
 de mujer que cantaba. Cantaba. Era su canto
 una lenta... muy lenta... melodía:
 algo como un suspiro que se alarga
 y se alarga y se alarga... y no termina.
Entre el hondo silencio de la noche,
 y a través del reposo de la montaña,
 oíanse los acordes
 de aquel canto sencillo de una música íntima,
 como si fuesen voces que llegaran
 desde la otra vida..
Sofrené ml caballo;
 y me puse a escuchar lo que decía:
- Todos llegan de noche,
 todos se van de día...
Y, formándole dúo,
 otra voz femenina
 completó así la endecha
 con ternura infinita:
- El amor es tan sólo una posada
 en mitad del camino de la vida.
Y las dos voces, luego,
 a la vez repitieron con amargura rítmica:
- Todos llegan de noche,
 y todos se van de día ...
 Entonces, yo bajé de mi caballo
 y me acosté en la orilla
 de una charca.
Y fijo en ese canto que venía
 a través del misterio de la selva,
 fui cerrando los ojos al sueño y la fatiga.
Y me dormí, arrullado; y, desde entonces,
 cuando cruzo las selvas por rutas no sabidas,
 jamás busco reposo en las posadas;
 y duermo al aire libre mi sueño y mi fatiga,
 porque recuerdo siempre
 aquel canto sencillo
                                                    de una música íntima:
- Todos llegan de noche,
 todos se van de día!
 El amor es tan sólo una posada
 en mitad del camino de la vida...
poesia corta
Carlos Brid 
 pais: Argentina
                                                    
 EL MISTERIO DE LOS BROTES
Aquí, desde el recuento de mis días
 tengo algunas deudas que escondo
 en el rescoldo ceniciento de no ser,
 de no haber sido lo que hoy es distinto.
 ¿ Sabes ?
 Estaba herido, apabullado, y oscilaba
 entre la angustia
                                                    del silencio pavoroso
 y el anonadado estadio del dolor.
 Aquí, desde el hoy que ya nos es sueño, 
 ,ni hondísimo milagro,
 yo acepte
 que en las razones de los hombres, 
 mi razón tambien se parece,
                        se guarece,
                                                    
 en el misterio de los brotes
 que nunca ceden su espacio en esta vida.
 Carlos Brid
Al mar, solo
Si tu amor busco a solas, entregado
 a un éxtasis errante y sin conciencia,
 no sé qué resplandor de adolescencia
 unge mi piel, ya siempre a tu cuidado.
Mi boca acerco a tu rumor nevado,
 purísimo sabor de tu presencia,
 espuma dulce para mi dolencia
 de soledad, al sol de tu costado.
No sé a qué paraíso de indolentes
 me llevas o nos llevan así unidos,
 tu desnudo y mi sombra a la deriva.
Sólo sé que tus labios transparentes
 hoy se entreabren dulces y vencidos
 al paso de mi sangre fugitiva.
AL PUBLICO
Lo que ha pasado en ¡a Otra Banda del 
 Yaque el día 7 del presente mes.
Ya que el público lo manda
 Diremos por la presente,
 Que el día siete del corriente
 Por la noche, en Otra Banda
 De pilluelos una tanda
 Y de armamento provista,
 Después de pasar revista
 A siete chivos robados,
                                                    
 Dieron muerte los malvados
 Al pedáneo Juan Batista.
Los pillos un burro prieto
 Listo de un todo 'llevaron,
 Y de carne lo cargaron
 Sin desollar por completo.
 Batista, bello sujeto,
 Y Alcalde de la Sección,
 Por cumplir su obligación
 Y sus bienes defender,
                        Vino el pobre a perecer
 A las manos de un ladrón.
Dicen que fué acompañado
 De dos o tres compañeros,
 Que se mandaron ligeros
 Cuando Juanico ha goteado.
 Y que un joven buen soldado
 Lelo Marte, el muy valiente,
 Quien venció a los bandidos,
 Dejó allí a dos
                                                    heridos
                                                    
 Y un prisionero igualmente.
Según cuentan los vecinos
 De Otra Banda y más lugares,
 Dizque pasan de millares
 Los chivos y los cochinos,
 Y ovejos, que esos dañinos
 Por todas partes cogían,
 Y los cueros no vendían
 En bruto los malhechores,
                        Pues, como son curtidores,
 Ellos mismos los curtían.
También suelen declarar
 Vecinos de Rafael,
 Que en todo el lugar aquel
 No se oye un chivo berrear,
 Ni un ovejito balar
 Ni otras clases de animales,
 Porque los pilluelos tales
 Haciendo de carne líos,
 Han
                                                    dejado allí vacíos
 Los chiqueros y corrales.
Hoy se encuentra en el Juzgado
 De Instrucción el burro prieto,
 El que vino bien repleto
 De chivos muertos cargado,
 Con el cuero aún pegado;
 Pues dicen que los chiveros
 Por querer andar ligeros
 Nada más los
                                                    degollaban,
                                                    
 Y el mondongo lo dejaban
 En los mismos mataderos.
Del pueblo la mayoría
 Deseaba que los malvados
 Fueran todos fusilados,
 Que de ejemplo serviría.
 Y la Autoridad quería
 Al público complacer,
 Pero que por atender
 A unos cuantos consejeros,
 Hoy se encuentran
                                                    los chiveros
 De la Justicia en poder.
Esta corta relación
 Con gusto he publicado,
 Porque me lo ha suplicado
 Entera esta población.
 Para con más atención
 Que obren los tribunales,
 Y se empeñen los fiscales
 En emplear más energía,
 Para darle
                                                    garantía
                                                    
 A la crianza de animales.
poesia corta
                                                    
                                                    
                                                    
                            
                                                
Gacela de la muerte
                                                    
 La piedra intacta 
 se yergue en nudo negro de grasa y sangre.
                                                    
 Los ojos, roedores de tinieblas,
 viven al fondo de un pozo iluminado.
                                                    
 Marionetas y naranjas
 se deslizan por tumbas sin sonido.
                                                    
 No hay cielo que resista el rayo y el incendio,
 y los muertos duermen ajenos a sí mismos.
                                                    
 (El amor de los ataúdes tiene márgenes sensibles
 y flores violentas.)
                                                    
 En los arrecifes duermen los nenúfares, Señor,
 y los muertos se creen culpables.
                                                    
 Se ofician funerales en la línea de los tejados,
 y desde el cielo canta un tigre del color del olvido.
Carmen Diaz Margarit
Cántico a Elisa
Te toco y veo tu cuerpo y tú respiras,
 ya no es el tiempo de vivir separados.
 Eres tú; vas y vienes y yo sigo tu imperio
 para lo mejor y para lo peor.
 Y jamás fuiste tan lejana a mi gusto.
Juntos encontramos en el país de las maravillas
 el serio placer color de absoluto.
 Pero cuando vuelvo a vosotros al despertarme
 si suspiro a tu oído
 como palabras de adiós tú no las oyes.
Ella duerme. Profundamente la escucho callar.
 Ésta es ella presente en mis brazos, y, sin embargo,
 más ausente de estar en ellos y más solitaria
 de estar cerca de su misterio,
 como un jugador que lee en los dados
                                                    
 el punto que le hace perder.
El día que parecerá arrancarla a la ausencia
 me la descubre más conmovedora y más bella que él.
 De la sombra guarda ella el perfume y la esencia.
 Es como un sueño de los sentidos.
 El día que la devuelve es todavía una
                                                    noche.
                                                
Zarzales cotidianos en que nos desgarramos.
 La vida habrá pasado como un viento enfadoso.
 Jamás saciado de esos ojos que me dan hambre.
 Mi cielo, mi desesperación de mujer,
 trece años habré espiado tu silencio cantando.
Como las madréporas inscriben el mar,
 embriagando mi corazón trece años, trece inviernos,
 trece veranos;
 habré temblado trece años sobre un suelo de quimeras,
 trece años de un miedo dulce amargo,
 y conjurado peligros
                                                    aumentados trece años.
¡Oh niña mía!, el tiempo no está a nuestra medida
 que mil y una noche son poco para los amantes.
 Trece años son como un día y es fuego de pajas.
 El que quema a nuestros pies malla por malla
 el mágico tapiz de nuestra
                                                    soledad.
                                                
Louis Aragón
LA FLOR DEL SEÍBO
Tu "Flor de la caña",
 ¡Oh Plácido amigo!
 No tuvo unos ojos
 Más negros y lindos,
Que cierta morocha
 Del suelo argentino
 Llamada... Su nombre,
 Jamás lo he sabido;
Mas tiene unos labios
 De un rojo tan vivo,
 Difúndese de ella
 Tal fuego escondido,
Que aquí en la comarca,
 La dan los vecinos
 Por único nombre,
 "La Flor de Seíbo."
Un día - una tarde
 Serena de estío -
 Pasó por la puerta
 Del rancho que habito.
Vestía una falda
 Ligera de lino;
 Cubríala el seno,
 Velando el corpiño,
Un chal tucumano
 De mallas tejido;
 Y el negro cabello,
 Sin moños ni rizos,
Cayendo abundoso,
 Brillaba ceñido
 Con una guirnalda
 De flor de seíbo.
Miréla, y sus ojos
 Buscaron los míos...
 Tal vez un secreto
 Los dos nos dijimos.
Porque ella, turbada,
 Quizá por descuido,
 Su blanco pañuelo
 Perdió en el camino.
Corrí a levantarlo,
 Y al tiempo de asirlo,
 El alma inundóme
 Su olor a tomillo.
Al dárselo, "Gracias,
 Mil gracias!" - me dijo,
 Poniéndose roja
 Cual flor de seíbo.
Ignoro si entonces
 Pequé de atrevido,
 Pero ello es lo cierto
 Que juntos seguimos
La senda, cubierta
 De sauces dormidos;
 Y mientras sus ojos,
 Modestos y esquivos,
Fijaba en sus breves
 Zapatos pulidos,
 Con moños de raso
 Color de jacinto,
Mi amor de poeta
 La dije al oído:
 ¡Mi amor, más hermoso
 Que flor de seíbo!
La frente inclinada
 Y el paso furtivo,
 Guardó aquel silencio
 Que vale un suspiro.
Mas, viendo en la arena
 La sombra de un nido
 Que al soplo temblaba
 Del aire tranquilo,
- "Allí se columpian
 Dos aves", me dijo:
 "Dos aves que se aman
 Y juntas he visto
Bebiendo las gotas
 De fresco rocío
 Que absorbe en la noche
 La flor del seíbo".
Oyendo embriagado
 Su acento divino,
 También, como ella,
 Quedé pensativo.
Mas, como en un claro
 Del bosque sombrío
 Se alzara, ya cerca,
 Su hogar campesino,
Detuvo sus pasos,
 Y llena de hechizos,
 En pago y en prenda
 De nuestro cariño,
Hurtando a las sienes
 Su adorno sencillo,
 Me dio, sonrojada,
 La flor del seíbo.
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