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poesia corta

A ti, allá en nuestro pueblo

Por el aire los pájaros tan sólo
van,
por el día las nubes siguen
remando cielo, lentas, como brazos abriéndose,
pero una carta vive en las cenizas
y en el escombro liso de los ojos.

Pienso en papeles blancos, dóciles,
busco claras palabras que decirte
en los oídos
ahora que un viento breve se enredará en tus manos,
manos que se reposan en las cosas
que tocas como el golpe de la nieve,
los manejables nombres:
carta de amor, manzana,
vaso de agua cerca de los labios, cosas
que amas y bendices
sus más felices formas allá lejos.

Llega un cometa tuyo y familiar
mientras escribo,
reluce rápido, toca mis rodillas
y tiemblo
como un parque al cumplir un nuevo otoño.
Mientras escribo ensancho la memoria,
me voy allá hasta el pueblo por el campo
con casas pequeñísimas y barbechos en fondo,
con arados allá a vista de pájaro,
-arados escribiendo a Dios derecho-
me entro por las viñas vareadas,
por patios blancos, limpios,
cubiertos con la parra y las bardillas,
entre mujeres, niños y gallinas,
carreteras que están quietas y llegan,
nubes que se despintan, sol que muere
igual que las bombillas de los pobres.

«Estoy aquí en Madrid con el otoño
y hasta que estén los ciervos de regreso
te espero;
no me atrevo a abrir puertas,
por si estás más hermosa temo verte.
¿Estás allí contándote milagros,
creyendo ver o viendo a Dios de súbito?
¿Sigues rezando
porque se estén las piedras quietas,
por la metralla nula y los cohetes
de las ferias pacíficas del pueblo,
pidiendo pan,
dando tu Padrenuestro a cada pobre
que aprendió a ser ateo y pasar hambre?
Tú estarás siempre por la luz del pueblo
mirando hacia el destino alto del humo,
al lento repetirse del aire en los tejados.
Yo estoy aquí sin ruido y sin quejarme,
sin este hermoso octubre en tus aceras
ni el horizonte aquel o de un analfabeto;
aquí estoy
viendo el viento que arrastra los papeles
humildes por las calles,
a punto de estar solo para siempre.»

Bendito sea el camino
por donde van los pájaros tan sólo,
alabada seas tú
porque sabes vivir a pecho abierto,
porque sabes estar con las espigas
con lo difícil que es mirar el trigo.
Alabada seas siempre,
lucientemente hermosa,
andando por tu casa de tareas
cantando con las manos ocupadas,
que bien estás soñándote
primera predilecta de la Virgen,
puesta en medio de muchos resplandores.

Qué hueco más profundo es la esperanza,
qué cubicado modo de quererte
estar aquí pensando:
«tengo que reunir unas palabras
para escribir lo poco que le escribo».
Termino ya, mi amiga, temo hablarte
de tantas cosas tuyas;
desde aquí
siento cómo el cartero del silencio
deja un ídolo humilde entre tus manos
hecho de la madera de algún chopo.

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Eladio Cabañero


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Alma solitaria

Mira los aires, alma solitaria,
alma triste que sola vas gimiendo.
Asciende, sube. Amor te espera.
La cima es alta. Escaso, el aparejo.

Aleteante, temblorosa y blanca,
te veo subir con retenido esfuerzo.
Hoy llega el sol donde hasta ayer la luna.
Llega la luna donde ayer el cierzo.

Al fin la vida con la luz se aclara.
Al fin la muerte con la luz ya se muerto.
¡Cantan las cumbres y los valles! ¡Cantan
los siempre vivos a los nunca muertos!

Cara con cara junto a Dios, escuchas
vibrar los aires y vivir los sueños.
Vida con vida, luz con luz amada,
y cielo, humano, en el amor, con Cielo.

Bajar la luz de amor, la luz de vida
lenta en los aires minuciosos siento.
Fundida luz de Dios con luz del alma.
Qué claridad de pronto. Qué silencio.

 


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Carlos Bousono



POEMAS DE KATZUE KITAZONO

(1902, Ise, Prefectura de Mie, Japón - 1978, Tokio, Japón)

AGUACERO


Amigos, Apolo vuelve corriendo del mar
Dejando que el arpa de lluvia reluzca
En la concha se estanca un arrebol

MALEZA


Más allá de la maleza, se desliza una nube como mandolina.
Los muchachos imitan sandías en el agua todo el día.

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NOCHE DE VERANO


Cher ami
Comamos melones en el jardín de la villa donde florecen las
onagras.

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¡Oh, qué placentero momento de despedida nos espera!
En el instante en que salió la luna por el borde de la
montaña
el mar lució como un disco de música.

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FLORES

Acompañada por el ruido de la lluvia llegaba la fragancia de ciruelas amarillas
Ya el viento enloqueció
la noche avanza
a solas
abrí las páginas de un libro de poesía
Leí los poemas
de un amigo
Añoré campos de violetas, ríos
montañas lejanas
Cansado
agotados mis pensamientos
Fui a un cuarto oscuro
a dormir como el viento

Manu Cáncer

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Balada de la nota borrosa

Si por causalidad
encuentras
esta nota borrosa,
que alguien
te lea lo que dice.
Hoy
sólo soy un hombre
vencido por la noche,
hoy
sólo soy un hombre
o algo así,
caminando borracho por la carretera.
Soy un extraño para cualquier extraño y eso es todo,
pero, si por casualidad encuentras
esta nota,
quiero que sepas
lo que dice:
no he sabido olvidarte.

 


Maia

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"Buena gente"...
Iglesia de puntiagudas torres, asiduos
concurrentes a catedrales,
adoradores en ambientes seguros,
arrodillados en las bancas,
en sus oraciones imbuidos.
Cabezas inclinadas,
mirando a sus empalmadas manos.
Cánticos de salmos, limosnas para salvar almas,
manos contritas.

"Buena gente..." que nada hace
por los moribundos que gritan
para detener a esos tanques.
La cosecha no quemada
se convierte en combustible para alimentar
la guerra que otro inicia.
Mas tierra muerta,
y tumbas por doquier...para
los hombres de las manos rogativas,
aferrados a la vida, agonizantes.
"Buenos vecinos..."
Miembros leales al sindicato,
prestos para el voluntariado.
Padres voluntarios de nuestra vecindad,
patrocinadores de los que limpian nuestros caminos
en los fines de semana.
Amigos de la tierra, hagan su tarea,
embolsen los desperdicios...empaquen la basura,
ataquen la mugre.

"Buenos vecinos..." que nada hacen
por las atormentadas,
lágrimas que vierten las viudas
my cerca de nuestras puertas.
Piedad por nuestras hijas vejadas,
yendo camino a la muerte,
y nuestros hijos en las drogas,
víctimas de rufianes,
dos cuadras más allá...
Y no hay viso de socorro que de esperanza
para los que luchan contra la mugre
y lanzan gritos de dolor.
"Gente buena"
No son bromas dirigidas a grupos étnicos,
de mente liberal,
tolerantes, bondadosos, de fácil sonrisa.
Las manos siempre extendidas para socorrer
a las madres de la asistencia social,
con sus migajas de ayuda.
Hermandad de la boca para afuera,
amasadores de fortunas,
hacedores de nobles acciones.

"Gente buena"...que nada hacen
por las víctimas de la "limpieza" étnica,
de los despellejados por no tener la piel
matizada a su antojo,
imbuidos en sus dioses,
riñendo con aquellos, los escogidos...
Cañones y bombas,
y páginas de escritos
en favor de los biehechores
de las limpiezas étnicas.
Buena gente, ve a vivir en una casa de espejos, allá,
por la carretera pavimentada de buenas intenciones.
Pretensiones de los bien habidos,
moviendo solo la espuma de la realidad
y que ellos mismos camuflan, con sus miserables
acciones de caridad.
Denegada claridad...puestos al descubierto
se expondría la falsedad...
Y la despiadada verdad anula nuestros sentidos,
nos hace entender que la "buena gente" nada hace...
mientras los buenos mueren.

 

Maia


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Oración de un desocupado

Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello


Juan Gelman


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Matilde Camus

TIERRA Y MAR

He nacido al frescor de tierra verde.

He sentido en mi entraña el latigazo

del mar gris, de su vivo maretazo

que lame nuestras costas o las muerde.

.

Diseñaré el contorno que concuerde

en mimo de mis versos, de mi trazo.

Sobre la mar vecina seré abrazo,

seré amor inmortal, que las recuerde.

.

Tierra y mar, equilibrio de paisaje,

entre bruma y caricias de oleaje

me conceden su plástica fortuna.

poesia corta

.

Mi pasión tan redonda y desbordada,

se diluye en poemas de otoñada

derramándose en miel sobre mi cuna.

.

A GERARDO DIEGO


poesia corta

Canta el mar con sus olas diagonales,

canta, canta sin tregua ni sosiego.

Canta porque eres tú, Gerardo Diego,

la voz nuestra de acentos fraternales.

.

Cantan Cabarga y Mouro, entre sus sales.

Ríe el valle y la vega del pasiego.

Bella es tu inspiración, su vivo fuego,

ha llegado a la Peña de Ramales.

.

Gira en tu honorla rueda de la vida.

Por tí asciende mi son, en su crecida,

devanada de versos mi garganta.

.

Rumor lleva la tarde con sus brisas,

oro el cielo y el mar, entre sonrisas,

y hasta el Ciprés de Silos feliz canta.



Matilde Camus



Juana Castro

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Alicia desposada

Era blanca la boda: un milagro
de espuma, de azahar y de nubes.
Cenicienta esperaba.
Las muchachas regaban cada día
los frágiles cristales de su himen.
Blancanieves dormía.
Al galope
un azul redentor doraba la espesura
y la Bella Durmiente erguía su mirada.
Las vestales danzaban. Y las viejas mujeres,
en las noches de invierno,
derramaban sus cuentos de guirnaldas,
de besos y de príncipes.
Era largo el cabello, eran frías las faldas
por las calles de hombres.
Las fotos de las bodas
irradiaban panales de violines
y era dulce ser cóncava
para el brazo tajante y musculoso.
La boda les cantaba por el cuerpo
como un mar de conjuros.
Y a la boda se fueron una tarde
con su mística plena. Y cambiaron
la hora de su brújula
por el final feliz de los cuentos de hadas.

De Cóncava mujer, Córdoba 1978




Gabriel Ferrater

poesia corta

A media mañana

El sol, el viejo sabio, va disipando
minúsculas dudas de oscuridad, dejadas
hasta ahora por resolver. Le tiemblan
un poco las manos, y temblamos
los árboles y nosotros cuando oímos
que todo minuto que pasa ha de arrancar,
brusco, una venda de sombra, y ahora el justo
caso de la luz será bien recto, y ahora
chillará la delgada desazón de la flauta
de Iblis, y lo veremos todo, y repleto
de espacios de claridad, impenetrables
como el cristal. Manifestado todo, diremos:
tú lo has querido, te lo has buscado tú, de noche,
cuando dormías sólo para despertarte
y no querías creer que la vida
se te volvería más ignorada que el sueño.

Gabriel Ferrater



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Anacreóntica

¿Quién es aquél que baja
por aquella colina,
la botella en la mano,
en el rostro la risa,
de pámpanos y hiedra
la cabeza ceñida,
cercado de zagales,
rodeado de ninfas,
que al son de los panderos
dan voces de alegría,
celebran sus hazañas,
aplauden su venida?
Sin duda será Baco,
el padre de las viñas.
Pues no, que es el poeta
autor de esta letrilla.


Jose Cadalso




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¡Ella es!

16 de enero

¡Detrás de un cristal hay tres!
¡Es la tercera!
¿Ella es?
¡Roja como un diccionario
y mucho más suave que el papel!
¡Ojos en cuclillas y grises!
¡Ella es!
¡Muchos días tiene el 16 de enero
en el sueño de Manuela!
Y el hielo...
ahora juegan al ajedrez
el hielo y su noche
¡Trabajadora su cuna,
perezosos los pasos de Manuela!
Dinos qué exclama tu silencio,
dinos cómo será tu voz.
El universo hambriento...
¿cuándo le darás una cucharada de tu risa?
¡Que espere el universo!
¡Paciencia, luna! jManuela duerme!

Pedro Casariego





poesia corta

El otro día, Cintia, me decías
que siempre me quedaba en la puerta, que no
daba el paso «decisivo» decías, del que ya no hay retorno,
y que era cobardía ante la vida,
que me estaba perdiendo no sé qué.

Seguramente es cierto que me pierdo
«eso», pero no tengo duda, te aseguro
que conozco territorios muy cercanos
y acaso alguno más allá, y que nunca
me produjeron algo que pudiera
considerar siquiera
como placer menor.

¿Sabes lo que me preocupa, lo que
a veces me inquieta?
Imaginar que no hay salida
en tu descenso a los Infiernos,
hilo que te asegure regresar.

Porque veo algo terrible
en tu forma
de lanzarte a la vida. No
se sostiene en nada, no
sirve
para
nada. No lo sabes, pero
repites lo que significan las palabras
del asesino en Macbeth
al aceptar matar a Banquo:
«Haría lo que fuese
por desquitarme
del mundo».

Y yo no quiero desquitarme
de nada.

Claro que es hermoso, de vez en cuando
adentrarse en esa plenitud
de la disipación, te lleve donde lleve,
y entregar cuerpo y alma a los abismos
de eso que hay en nosotros escondido,
darse la lengua con las simas de la vida,
tocar el esplendor de ese misterio
salvaje, que jamás descifraremos.

Pero siempre, querida, que haya un faro
al fondo de la noche,
las columnas ardientes de la sabiduría,
el Arte, algunas
certidumbres morales,
el ejemplo indeleble de los grandes,
esos modelos que nos guían.



Jose Maria Alvarez


Antonio Colinas

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Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz...

Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.
No pasará otra onda rumorosa del río,
no quedará este chopo envuelto en fuego verde,
no cantará otra vez el pájaro en su rama,
sin que deje en el aire todo el amor que siento.
Aquí, en estas riberas que llevan hasta el llano
la nieve de las cumbres, planto sueños hermosos.
Aquí también las piedras relucen: piedras mínimas,
miniadas piedras verdes que corroe el arroyo.
Hojas o llamas, fuegos diminutos, resol,
crisol del soto oscuro cuando amanece lento.
Qué fresca placidez, que lenta luz suave
pasa entonces al ojo, que dulzura decanta
el oro de la tarde en el cuerpo cansado.
Hojas o llamas verdes por donde va la brisa,
diminuto carmín, flor roja por el césped.
Y, entre tanta hermosura, rebosa el río, corre,
relumbra entre los troncos, abre su cuerpo al sol,
sus brazos cristalinos, sus gargantas sonoras.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, miro arder todas las tardes
las copas de los álamos, el perfil de los montes,
cada piedra minúscula, enjoyada del río,
del dios río que llena de frutos nuestros pechos.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.

Antonio Colinas



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Amante

Es igual que reír dentro de una campana:
sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.
Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo
y yo te transparento: soy tú para la vida.

No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.
No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya
esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,
cuando clama la voz en desiertos de llanto.

Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,
y el amor se consuela prodigando su alma.
Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,
y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.

Solamente tú y yo (una mujer al fondo
de ese cristal sin brillo que es campana caliente),
vamos considerando que la vida..., la vida
puede ser el amor, cuando el amor embriaga;
es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;
es, segura, la luz, porque tenemos ojos.

Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres
de desear y ser mucho más que la vida...?
No. Ya lo sé. Todo es algo que supe
y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.

Carmen Conde


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César Dávila Andrade

Canción a la bella distante

No era mi poesía. Mis poemas no eran.
Eras tú solamente, perfecta como un surco
abierto por palomas.

Eras tú solamente como un hoyo de lirios
o como una manzana que se abriera el corpiño.
Eras tú, oh distante presencia del olvido!

Clara como la boca del cristal en el agua,
tierna como las nubes que atraviesan el trigo
por los lados de mayo.

Dulce como los ojos dorados de la abeja;
nerviosa como el viaje primero de la alondra.

Eras tú y tenías delgadas de esperanza
las manos que me huyeron.
En tu sien, extraviadas, bullían las sortijas.
En tus perfectos ojos abril amanecía.
Estoy tan impregnado de tu voz siempreviva
que hasta esta inmensa noche parece que sonríe
y percibo el borde líquido de tu alma.

Andabas como andan en el árbol los astros.
Rezabas en silencio como una margarita.

Oh quién te viera abriendo esos libros que amabas
con el alma inclinada a la luz de las fábulas!
Qué viñeta de rosas tenían tus mejillas
cuando abrías los labios de amor de las palabras.
Y qué resplandeciente ciudad de serafines
descubrías, de pronto, en el cielo de estío.
Quiero besarte íntegra como luna en el agua.

Mañana en los delgados calendarios de ausencia
te encontraré buscando una pedrezuela tierna
para marcar una hora lejana que aún espero.

Recuerdo aquella tarde cuando quise besarte.
Tenían los cristales un fondo de mimosas
y la antigua ventana mecía los jardines.
Las llamas de los árboles se tornaban oscuras
y un ángel de eucalipto se apoyaba en el muro.

Escuchamos de pronto la carreta profunda
que atraviesa los prados con su carga de junio.
Pienso en aquella tarde y me encuentro más solo!

Las casas recogían la luz del occidente,
los caminos bajaban como arroyos en llamas,
la brisa estaba fija en el borde del álamo.
Pienso en aquella tarde y no sé por qué lloro...

Cesar Dávila Andrade



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Cinerario

a Marta

I
Ahora me pregunto qué sería de aquel fuego
y de su noche, la ceniza.

II
El fuego es dios de nada, dijo el poeta, es nada
aunque a veces sople por las chimeneas
un aire alemán.

III
Ahora me pregunto qué fue de aquellos fuegos
y de su norte, la ceniza.

IV
El fuego es dios de nada -dijo el poeta- es nada
y jamás se controla por educación
o cualquier otra
sino que obra
y porfía.

V
Ahora me pregunto que será de aquel fuego
y su sepulcro, la ceniza.

"Capitán Elphistone" 1988


Blanca Andreu

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MI OLOR A TI


Toda mi ropa huele a cuando estabas.
Sería al abrazarte -no lo entiendo-
o que estuviste cerca y se quedó prendido.
Si arrimo mi nariz al hombro o a la manga,
te respiro.
Al ponerme la chaqueta, en la solapa,
y en el cuello de un jersey que no abriga.
Aroma de placer, de feromonas,
de recostarme en ti mientras dormías.
Por mucho que la lave, mi ropa lo conserva:
es un perfume dulce que me alivia
como vestir mi carne con tu piel.
Y está durando más que mi recuerdo.
Tu rostro en mi memoria se disipa,
casi puedo decir que he olvidado tu cuerpo
y sigo respirándote en las prendas
que, al tiempo que me visten, te desnudan.
Pero la ropa es mía.
De tanto olerte en mí, tu olor es mío.

Tu olor era mi olor desde el principio,
fue siempre de mi cuerpo, no del tuyo,
de un cuerpo que lo tengo a todas horas
para quererlo entero como jamás te quise
y olerlo de los pies a la cabeza.
Es el olor de todas mis edades,
del niño absorto y puro,
del claro adolescente eléctrico y espeso,
de un joven con insomnio que soñaba
fantasmas del amor, y es también el olor
que al transpirar mis sueños
dejaron en las sábanas.

Quién sabe tú a qué aspiras sin este efluvio mío,
sin mi esencial fragancia.
Estando en compañía, serás siempre la ausente
igual que si te fueras o no hubieras llegado.
Pues no olerás a nada, no dejarás recuerdo
ni podrás despertar auténtico deseo
ni embalsamar las yemas de los dedos
que un día te acaricien
con un perfume físico y concreto.
Serás para el olfato de los otros
como un espejo para los vampiros.
Y yo atesoraré con más fe que codicia
este perfume dulce de mi cuerpo
que descubrí contigo.
Si quieres existir, respíralo de nuevo.

LEOPOLDO ALAS "La posesión del miedo" (1.996)





poesia corta



CUANDO SEPAS HALLAR UNA SONRISA. . .

Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida y el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos,

entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de Asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

Sentirás en la inmensa muchedumbre
de seres y de cosas tu ser mismo;
serás todo pavor con el abismo
y serás todo orgullo con la cumbre.

Sacudirá tu amor el polvo infecto
que macula el blancor de la azucena,
bendecirás las márgenes de arena
y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino
y el sedeño ropaje de las dalias. . .
y quitarás piadoso tus sandalias
por no herir a las piedras del camino.



Enrique Gonzalez Martínez

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Perdido

Detente. Los árboles frente a ti y los arbustos a tu lado
no están perdidos. El lugar donde estás se llama Aquí.
Y debes tratarlo como a un poderoso desconocido,
debes pedir permiso para conocerlo y ser conocido.
El bosque respira. Escucha. Te responde,
he creado este lugar a tu alrededor,
si te vas, puedes regresar diciendo Aquí.
No hay dos árboles iguales para el cuervo.
No hay dos ramas iguales para el gorrión.
Si el valor de un árbol o un arbusto se pierde en ti,
sin duda estás perdido. Detente. El bosque sabe
dónde estás. Déjale que te encuentre.

David Russel Wagoner




Alfonso Costafreda

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Compañera de hoy

Compañera de hoy, no quiero
otra verdad que la tuya, vivir
donde crezcan tus ojos,
dando tu luz, tu cauce
a lo que veo y siento...

Deshacer ese ovillo
oscuro del temor,
encontrar lo perdido,
quebrar la voz del sueño...

Y lenta, lentamente
aprender a vivir,
de nuevo, de nuevo,
como en una mañana
cargada de riqueza.

 

Alfonso Costafreda


LETRILLAS LÍRICAS de Francisco de Quevedo

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Flor que cantas, flor que vuelas,
y tienes por facistol
el laurel, ¿para qué al sol
con tan sonoras cautelas,
le madrugas y desvelas?
Dígame,
dulce jilguero, ¿por que?

Dime, cantor ramillete,
lira de pluma volante,
silbo alado y elegante,
que en el rizado copete
luces flor, suenas falsete,
¿por qué cantas con porfía
envidia, que llora el día,
con lágrimas de la aurora,
si en la risa de Lidora
su amanecer desconsuelas?

Flor que cantas, flor que vuelas,
etc… …

¿En un átomo de pluma,
como tal concento cabe?
¿Cómo se esconde en una ave
cuanto el contrapunto suma?
¿Qué dolor hay, que presuma
tanto mal de su rigor,
que no suspenda el dolor
al Iris breve, que canta,
llena tan chica garganta
de orfeos y de vigüelas?

Flor que cantas, flor que vuelas,
etc… …

Voz pintada, canto alado,
poco al ver, mucho al oído,
¿ dónde tienes escondido
tanto instrumento templado?
Recata de mi cuidado
tus músicas y alegrías,
que las malas compañías
te volverán los cantares
en lágrimas y pesares,
por más que a sirena anhelas.

Flor que cantas, flor que vuelas,
etc… …

[ II ]

Rosal, menos presunción,
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que ahora rosas son.

¿De qué sirve presumir,
rosal, de buen parecer,
si aún no acabas de nacer
cuando empiezas a morir?
Hace llorar y reír
vivo y muerto tu arrebol,
en un día o en un sol;
desde el oriente al ocaso
va tu hermosura en un paso,
y en menos tu perfección.

Rosal, menos presunción, etc… …

No es muy grande la ventaja
que tu calidad mejora:
si es tu mantilla la aurora,
es la noche tu mortaja:
no hay florecilla tan baja
que no te alcance de días,
y de tus caballerías,
por descendiente del alba,
se está riendo la malva,
caballera de un terrón.

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Rosal, menos presunción


Francisco de Quevedo


José Sanchez Chocano

LA CANCION DEL CAMINO

Era un camino negro.
La noche estaba loca de relámpagos. Yo iba
en mi potro salvaje
por la montañosa andina.
Los chasquidos alegres de los cascos,
como masticaciones de monstruosas mandíbulas
destrozaban los vidrios invisibles
de las charcas dormidas.
Tres millones de insectos
formaban una como rabiosa inarmonía.

Súbito, allá, a lo lejos,
por entre aquella mole doliente y pensativa
de la selva,
vi un puñado de luces, como un tropel de avispas.

¡La posada! El nervioso
látigo persignó la carne viva
de mi caballo, que rasgó los aires
con un largo relincho de alegría.

Y como si la selva
comprendiese todo, se quedó muda y fría.

Y hasta mí llegó, entonces,
una voz clara y fina
de mujer que cantaba. Cantaba. Era su canto
una lenta... muy lenta... melodía:
algo como un suspiro que se alarga
y se alarga y se alarga... y no termina.

Entre el hondo silencio de la noche,
y a través del reposo de la montaña,
oíanse los acordes
de aquel canto sencillo de una música íntima,
como si fuesen voces que llegaran
desde la otra vida..

Sofrené ml caballo;
y me puse a escuchar lo que decía:

- Todos llegan de noche,
todos se van de día...

Y, formándole dúo,
otra voz femenina
completó así la endecha
con ternura infinita:

- El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la vida.

Y las dos voces, luego,
a la vez repitieron con amargura rítmica:

- Todos llegan de noche,
y todos se van de día ...
Entonces, yo bajé de mi caballo
y me acosté en la orilla
de una charca.

Y fijo en ese canto que venía
a través del misterio de la selva,
fui cerrando los ojos al sueño y la fatiga.

Y me dormí, arrullado; y, desde entonces,
cuando cruzo las selvas por rutas no sabidas,
jamás busco reposo en las posadas;
y duermo al aire libre mi sueño y mi fatiga,
porque recuerdo siempre
aquel canto sencillo de una música íntima:

- Todos llegan de noche,
todos se van de día!
El amor es tan sólo una posada
en mitad del camino de la vida...

José Sanchez Chocano


poesia corta


Carlos Brid
pais: Argentina

EL MISTERIO DE LOS BROTES



Aquí, desde el recuento de mis días
tengo algunas deudas que escondo
en el rescoldo ceniciento de no ser,
de no haber sido lo que hoy es distinto.
¿ Sabes ?
Estaba herido, apabullado, y oscilaba
entre la angustia del silencio pavoroso
y el anonadado estadio del dolor.
Aquí, desde el hoy que ya nos es sueño,
,ni hondísimo milagro,
yo acepte
que en las razones de los hombres,
mi razón tambien se parece,
se guarece,
en el misterio de los brotes
que nunca ceden su espacio en esta vida.

Carlos Brid




Al mar, solo

Si tu amor busco a solas, entregado
a un éxtasis errante y sin conciencia,
no sé qué resplandor de adolescencia
unge mi piel, ya siempre a tu cuidado.

Mi boca acerco a tu rumor nevado,
purísimo sabor de tu presencia,
espuma dulce para mi dolencia
de soledad, al sol de tu costado.

No sé a qué paraíso de indolentes
me llevas o nos llevan así unidos,
tu desnudo y mi sombra a la deriva.

Sólo sé que tus labios transparentes
hoy se entreabren dulces y vencidos
al paso de mi sangre fugitiva.


Jose Luis Cano





AL PUBLICO

Lo que ha pasado en ¡a Otra Banda del
Yaque el día 7 del presente mes.

Ya que el público lo manda
Diremos por la presente,
Que el día siete del corriente
Por la noche, en Otra Banda
De pilluelos una tanda
Y de armamento provista,
Después de pasar revista
A siete chivos robados,
Dieron muerte los malvados
Al pedáneo Juan Batista.

Los pillos un burro prieto
Listo de un todo 'llevaron,
Y de carne lo cargaron
Sin desollar por completo.
Batista, bello sujeto,
Y Alcalde de la Sección,
Por cumplir su obligación
Y sus bienes defender,
Vino el pobre a perecer
A las manos de un ladrón.

Dicen que fué acompañado
De dos o tres compañeros,
Que se mandaron ligeros
Cuando Juanico ha goteado.
Y que un joven buen soldado
Lelo Marte, el muy valiente,
Quien venció a los bandidos,
Dejó allí a dos heridos
Y un prisionero igualmente.

Según cuentan los vecinos
De Otra Banda y más lugares,
Dizque pasan de millares
Los chivos y los cochinos,
Y ovejos, que esos dañinos
Por todas partes cogían,
Y los cueros no vendían
En bruto los malhechores,
Pues, como son curtidores,
Ellos mismos los curtían.

También suelen declarar
Vecinos de Rafael,
Que en todo el lugar aquel
No se oye un chivo berrear,
Ni un ovejito balar
Ni otras clases de animales,
Porque los pilluelos tales
Haciendo de carne líos,
Han dejado allí vacíos
Los chiqueros y corrales.

Hoy se encuentra en el Juzgado
De Instrucción el burro prieto,
El que vino bien repleto
De chivos muertos cargado,
Con el cuero aún pegado;
Pues dicen que los chiveros
Por querer andar ligeros
Nada más los degollaban,
Y el mondongo lo dejaban
En los mismos mataderos.

Del pueblo la mayoría
Deseaba que los malvados
Fueran todos fusilados,
Que de ejemplo serviría.
Y la Autoridad quería
Al público complacer,
Pero que por atender
A unos cuantos consejeros,
Hoy se encuentran los chiveros
De la Justicia en poder.

Esta corta relación
Con gusto he publicado,
Porque me lo ha suplicado
Entera esta población.
Para con más atención
Que obren los tribunales,
Y se empeñen los fiscales
En emplear más energía,
Para darle garantía
A la crianza de animales.


poesia corta

Juan Antonio Alix




Gacela de la muerte

La piedra intacta
se yergue en nudo negro de grasa y sangre.

Los ojos, roedores de tinieblas,
viven al fondo de un pozo iluminado.

Marionetas y naranjas
se deslizan por tumbas sin sonido.

No hay cielo que resista el rayo y el incendio,
y los muertos duermen ajenos a sí mismos.

(El amor de los ataúdes tiene márgenes sensibles
y flores violentas.)

En los arrecifes duermen los nenúfares, Señor,
y los muertos se creen culpables.

Se ofician funerales en la línea de los tejados,
y desde el cielo canta un tigre del color del olvido.



Carmen Diaz Margarit





Cántico a Elisa

 

Te toco y veo tu cuerpo y tú respiras,
ya no es el tiempo de vivir separados.
Eres tú; vas y vienes y yo sigo tu imperio
para lo mejor y para lo peor.
Y jamás fuiste tan lejana a mi gusto.

Juntos encontramos en el país de las maravillas
el serio placer color de absoluto.
Pero cuando vuelvo a vosotros al despertarme
si suspiro a tu oído
como palabras de adiós tú no las oyes.

Ella duerme. Profundamente la escucho callar.
Ésta es ella presente en mis brazos, y, sin embargo,
más ausente de estar en ellos y más solitaria
de estar cerca de su misterio,
como un jugador que lee en los dados
el punto que le hace perder.

El día que parecerá arrancarla a la ausencia
me la descubre más conmovedora y más bella que él.
De la sombra guarda ella el perfume y la esencia.
Es como un sueño de los sentidos.
El día que la devuelve es todavía una noche.

Zarzales cotidianos en que nos desgarramos.
La vida habrá pasado como un viento enfadoso.
Jamás saciado de esos ojos que me dan hambre.
Mi cielo, mi desesperación de mujer,
trece años habré espiado tu silencio cantando.

Como las madréporas inscriben el mar,
embriagando mi corazón trece años, trece inviernos,
trece veranos;
habré temblado trece años sobre un suelo de quimeras,
trece años de un miedo dulce amargo,
y conjurado peligros aumentados trece años.

¡Oh niña mía!, el tiempo no está a nuestra medida
que mil y una noche son poco para los amantes.
Trece años son como un día y es fuego de pajas.
El que quema a nuestros pies malla por malla
el mágico tapiz de nuestra soledad.

Louis Aragón



LA FLOR DEL SEÍBO

Tu "Flor de la caña",
¡Oh Plácido amigo!
No tuvo unos ojos
Más negros y lindos,

Que cierta morocha
Del suelo argentino
Llamada... Su nombre,
Jamás lo he sabido;

Mas tiene unos labios
De un rojo tan vivo,
Difúndese de ella
Tal fuego escondido,

Que aquí en la comarca,
La dan los vecinos
Por único nombre,
"La Flor de Seíbo."

Un día - una tarde
Serena de estío -
Pasó por la puerta
Del rancho que habito.

Vestía una falda
Ligera de lino;
Cubríala el seno,
Velando el corpiño,

Un chal tucumano
De mallas tejido;
Y el negro cabello,
Sin moños ni rizos,

Cayendo abundoso,
Brillaba ceñido
Con una guirnalda
De flor de seíbo.

Miréla, y sus ojos
Buscaron los míos...
Tal vez un secreto
Los dos nos dijimos.

Porque ella, turbada,
Quizá por descuido,
Su blanco pañuelo
Perdió en el camino.

Corrí a levantarlo,
Y al tiempo de asirlo,
El alma inundóme
Su olor a tomillo.

Al dárselo, "Gracias,
Mil gracias!" - me dijo,
Poniéndose roja
Cual flor de seíbo.

Ignoro si entonces
Pequé de atrevido,
Pero ello es lo cierto
Que juntos seguimos

La senda, cubierta
De sauces dormidos;
Y mientras sus ojos,
Modestos y esquivos,

Fijaba en sus breves
Zapatos pulidos,
Con moños de raso
Color de jacinto,

Mi amor de poeta
La dije al oído:
¡Mi amor, más hermoso
Que flor de seíbo!

La frente inclinada
Y el paso furtivo,
Guardó aquel silencio
Que vale un suspiro.

Mas, viendo en la arena
La sombra de un nido
Que al soplo temblaba
Del aire tranquilo,

- "Allí se columpian
Dos aves", me dijo:
"Dos aves que se aman
Y juntas he visto

Bebiendo las gotas
De fresco rocío
Que absorbe en la noche
La flor del seíbo".

Oyendo embriagado
Su acento divino,
También, como ella,
Quedé pensativo.

Mas, como en un claro
Del bosque sombrío
Se alzara, ya cerca,
Su hogar campesino,

Detuvo sus pasos,
Y llena de hechizos,
En pago y en prenda
De nuestro cariño,

Hurtando a las sienes
Su adorno sencillo,
Me dio, sonrojada,
La flor del seíbo.



poesia corta





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