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Luis Aragón, poeta francés
Cántico a Elisa
(Obertura)
Te toco y veo tu cuerpo y tú respiras,
    ya no es el tiempo de vivir separados.
    Eres tú; vas y vienes y yo sigo tu imperio
    para lo mejor y para lo peor.
    Y jamás fuiste tan lejana a mi gusto.
Juntos encontramos en el país de las maravillas
    el serio placer color de absoluto.
    Pero cuando vuelvo a vosotros al despertarme
    si suspiro a tu oído
    como palabras de adiós tú no las oyes.
Ella duerme. Profundamente la escucho callar.
    Ésta es ella presente en mis brazos, y, sin embargo,
    más ausente de estar en ellos y más solitaria
    de estar cerca de su misterio,
    como un jugador que lee en los dados 
    el punto que le hace perder.
El día que parecerá arrancarla a la ausencia
    me la descubre más conmovedora y más bella que él.
    De la sombra guarda ella el perfume y la esencia.
    Es como un sueño de los sentidos.
    El día que la devuelve es todavía una noche.
Zarzales cotidianos en que nos desgarramos.
    La vida habrá pasado como un viento enfadoso.
    Jamás saciado de esos ojos que me dan hambre.
    Mi cielo, mi desesperación de mujer,
    trece años habré espiado tu silencio cantando.
Como las madréporas inscriben el mar,
    embriagando mi corazón trece años, trece inviernos,
    trece veranos;
    habré temblado trece años sobre un suelo de quimeras,
    trece años de un miedo dulce amargo,
    y conjurado peligros aumentados trece años.
¡Oh niña mía!, el tiempo no está a nuestra medida
    que mil y una noche son poco para los amantes.
    Trece años son como un día y es fuego de pajas.
    El que quema a nuestros pies malla por malla
    el mágico tapiz de nuestra soledad.
Versión de: María Dolores Sartorio
Carlitos místico
El ascensor descendía siempre hasta perder aliento
    y la escalera subía siempre
    Esta dama no entiende lo que se habla
    es postiza
    Yo que ya soñaba con hablarle de amor
    Oh el dependiente
    tan cómico con su bigote y sus cejas
    artificiales
    Dio un grito cuando yo tiré de ellos
    Qué raro
    Qué veo Esa noble extranjera
    Señor yo no soy una mujer liviana
    Uh la fea
    Por suerte nosotros
    tenemos valijas de piel de cerdo
    a toda prueba
  Ésta
    Veinte dólares
    Y contiene mil
    Siempre el mismo sistema
    Ni medida
    ni lógica
    mal tema
    Feu de joie
Versión de Aldo Pellgrini
  
Ce
Todo empezará en el CE,
    el puente que yo crucé. 
Habla un romance perdido
    del buen caballero herido;
    de una rosa en la calzada
    y una túnica soltada;
    de un castillo misterioso
    y albos cisnes en el foso,
    y una pradera en que danza 
    la novia sin esperanza.
Como una noche de hielo, 
    el lay de glorias en duelo. 
Se van con mis pensamientos
    por el Loire los armamentos;
    y los convoyes volcados
    y llantos mal enjugados.
¡Oh Francia, mi bien-amada!
    ¡Oh mi dulce abandonada!
    qué sola yo te dejé
    cruzando el puente de CE.
Versión de: Carlos López Narváez
Del poeta a su "Estrella"
Dirá alguien que un hombre 
    no debe exponer su amor
    en la plaza pública.
Yo responderé que un hombre
    no tiene nada mejor, 
    más puro y más digno 
    de ser perpetuado, que su amor...
Versión de: María Dolores Sartorio
La rosa y la reseda
El que en el Cielo creía,
    el que no creía en él,
    los dos con idolatría
    amaban a la rehén.
    Uno a mirarla subía,
    otro tendíase al pie:
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él.
Nada importa cuál sería
    la luz que alumbrando fue;
    uno del templo salía,
    otro esquivó su dintel:
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él.
Cuerpo y alma en alegría,
    cada cual amante fiel,
    que Ella vive se decía,
    y quien viva lo ha de ver:
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él.
Loco pedir cortesía
    viendo arrasada la mies,
    rumiando melancolía
    de la metralla al vaivén:
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él.
Desde lo alto el vigía
    tiró una y otra vez;
    uno tras otro caía;
    ¿cuál de ellos muerto fue:
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él?
¿En la prisión cuál sería
    el de más duro yacer;
    cuál de los dos prefería
    de las ratas el tropel:
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él?
Sollozar de rebeldía,
    ¿a quién puede conmover?
    Dejan la terrena vía
    al rayar el alba cruel
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él.
Al caer, nombrar se oía
    a la que adorada fue;
    con brillo igual relucía
    la roja sangre al caer 
    del que en el Cielo creía,
    del que no creía en él. 
Cárdeno arroyo teñía 
    la tierra de su nacer 
    para que madure un día 
    vendimias de moscatel
    el que en el Cielo creía,
    el que no creía en él.
Corren, vuelan a porfía
    el bretón y el lorenés;
    vuelve el grillo a su tonía
    en el huerto y el vergel.
    Flauta o viola en melodía,
    en doble amor van a arder
    las aves entre la umbría,
    rosa y reseda también.
Versión de: Carlos López Narváez
 
    
  
Licantropía contemporánea
El grado más alto de la tristeza tanto puede ser
    un general ciego mendigando a través de las islas
    como hacia las 3 de la mañana la avenida de la Ã"pera
    No hay límites para la melancolía humana
    Se cuenta siempre con una piedra para colocar sobre la pirámide de las lágrimas
    Estáis seguros de padecer tanto como una mujer estrangulada
    en el momento en que ella sabe que todo ha terminado y desea acabar
    Estáis seguros de que no valdría más 
    ser estrangulado si uno piensa en los cuchillos de las horas que se acercan
    Desde hace tiempo vivo mi último minuto 
    La arena que mastico es la de una agonía invisible y perpetua
    Las llamas que hago recortar de tiempo en tiempo por el peluquero 
    son las únicas en delatar el negro infierno interior que me habita
    Como cuerpos privados de sepultura 
    los hombres se pasean por el jardín de mi mirada
    Soñadores inexplicables 
    o soy el único a quien golpea una mano desecada
    en este desierto poblado entre estas flores áridas
Amo y soy amado Nada nos separa
    Por qué entonces estar triste en el corazón espléndido del amor
    El mundo sacude su estúpida cabeza Sabelotodo
    Amo aunque la vida sea mortalmente intolerable
    Amo aunque luego me vea obligado a aullar
    Detrás de mí arrastro el manto fantasmal de las intenciones ocultas
    Una cadena de perfeccionamientos del dolor moral 
    suena a mis pies espantosamente desdichados
    Amo y nos amamos pero en medio de un naufragio
    pero en la punta de un puñal y no puedo 
    no puedo soportar el mal que esto ha de hacerte
    Tus ojos tus ojos amor mío desorbitados por todo lo que sea placer
    Que me arranquen el corazón con tenazas
    que terminen con mi cabeza que se despega
    Bebo una leche como tinta y la hora del mediodía
    se parece al carbón de los pantanos
    donde se marchita el Sphagnum al que tomo por mi imagen en los espejos
    Yo amo Yo te amo pero
    en la cala de un barco en el instante de dar el salto Impaciencia
    Innoble impaciencia de saber si eso podrá soportarse
Es probable que todos me juzguen un criminal
    guiándose sólo por las debilidades y el aspecto
    Ese hombre que según los diarios de la mañana decapitó a su amante
    mientras dormía a su lado sollozó en el juzgado
    La había asesinado en el cuarto después
    en el sótano primero con un cuchillo luego con una sierra
    separó la cabeza adorable para poner
    el cuerpo en una bolsa lamentablemente algo pequeña
    Sollozó en el juzgado
    No somos acaso parecidos a las palmas
    que crecen unidas florecen y fructifican
    para dar una imagen del amor perfecto
    El otoño llega con las manos llenas de ilusiones resplandecientes
    Qué crimen es ese que me hace sollozar
    Mirad mi amor está vivo Muéstrate querida mía
    Nada podréis probar La coartada verde como una floresta
    Se extiende por el horizonte donde graznan inútilmente los cuervos
    Sin embargo en cada árbol hay un ahorcado que se balancea
    en cada hoja una mancha de sangre
Qué puede haber peor que el cielo al amanecer o el betún de la tarde
    Qué es eso que me impide morder a los paseantes en los bulevares
    La amargura que siento crecer en mí puede ser el primer  torrente de un diluvio
    a cuyo lado el otro parece un vulgar desborde de cloacas
    Recuerdo que en mil quinientos cuarenta y uno
    cerca de Pavía
    cuando me apresaron en la campiña por donde deambulaba
    víctima de los primeros efectos del mal
    los campesinos no quisieron creerme cuando les dije la verdad
    Rehusaron tomarme por lobo furioso
    a causa de mi piel humana y Santos Tomases
    eternos de la ciencia experimental
    cuando les confesé que mi piel lupina estaba oculta
    entre pellejo y carne
    con sus puñales me hicieron tajos en los miembros y el cuerpo
    para verificar mis melancólicas afirmaciones
    no me tocaron la cara
    espantados por la atroz poesía de mis rasgos
Qué es eso que me impulsa a aullar en las tumbas
    qué es eso que me obliga a escarbar irresistiblemente en el polvo
    donde duermen los enamorados en descomposición
    Qué vas tú a exhumar como si la luz viviente
    no tuviera bastante con las heridas de los vivos
    Dadme el lenguaje tenebroso de los ajusticiados en la silla eléctrica
    el vocabulario último de los guillotinados
    La existencia es un ojo reventado Que se me entienda
    bien un ojo que hacen reventar a cada instante
    el harakiri sin fin Me enfurezco
    al ver la calma idiota con que reciben mis gritos 
    Por eso quiero sacar de las fosas hipócritas
    a los fallecidos de muerte violenta con sus pupilas horrorizadas
    quiero desterrar a las víctimas de las catástrofes
    cuyos esqueletos conservan las posturas del terror
    que se adaptan maravillosamente a estos días que corren
Decía precisamente mi vecina que hay
    gentes que se tiran al agua
    Si soy una bestia babosa a quien el asco del mundo
    hace babear sería muy fácil acabar con todo
    amor mío amor mío oyes esta blasfemia
    No es la palidez del amor no es la palidez de la muerte
    sino la de los lobos ésta que hay en mi rostro
    No puedo morir a causa de esta flor inmensa
    cuyo cáliz no puedo soportar que se cierre
    Se ha logrado un notable progreso en materia de torturas
    sobre el cobayo que soy
    sobre el cobayo salvaje que soy las dos manos
    atrapadas en dos puertas
    el amor la muerte
    y unos hércules abstractos se apoyan sobre las dos puertas
    con la tranquila seguridad de un número de music-hall
    ejecutado sin ningún esfuerzo aparente
    Cómo nunca notaste que mis besos se parecían a las palabras sacrílegas
    que son todo lo que queda por decir a los esclavos descuartizados
    Cómo nunca notaste que te amo en el instante mismo en me matan
    que es siempre la última vez que gozo abominablemente en tus brazos
    Tus brazos tan bellos que ahí está justamente
    ahí está lo más terrible
Todo tendrá que acabar de modo salvaje
    Yo te perteneceré haré arrojar a tu amante a las fieras
    O lo haré examinar con engaños por un médico alienista
    o bien lo mataré fríamente
    amor mío
    durante su sueño mientras yace pálido y desnudo
    mientras los lobos surgen en torno de los cementerios donde duermen
    los bellos días que pasamos juntos amor mío.
De Persécuté Persécuteur
Versión de Aldo Pellegrini
  
 
  
Lo que dice Elsa
Me dices que estos versos son oscuros, y acaso
    lo son, sin embargo, menos de lo que he querido.
    Cerremos nuestra ventana sobre la felicidad robada,
    por miedo a que entre el día,
    y vele para siempre la foto que deseaste.
Me dices nuestro amor si es que inaugura un mundo,
    es un mundo en el que la gente gusta de hablar 
    sencillamente.
    Deja allá a Lancelot, deja la Tabla Redonda,
    Ireo Virnana Esclarnionda,
    que por espejo tenía una espada deformadora.
Lee el amor en mis ojos y no en las sombras.
    No trastornes tu corazón con sus antiguos filtros.
    Las ruinas a mediodía son solamente escombros.
  Ésa es la hora en que tenemos dos sombras
    para mejor estorbar el arte de los románticos.
Tendría acaso la noche más encanto que el día.
    Vergüenza para aquellos que ante el puro cielo no
    suspiran.
    Vergüenza para aquellos que, un niño de golpe no
    desarma.
    Vergüenza para aquellos que no tienen lágrimas
    para un canto callejero una flor en los prados.
Tú me dices si tú quieres que te ame y te ame.
    Es preciso que ese retrato que vas a pintarme
    tenga como un verde nido sobre fondo de crisantemo.
    Un tema escondido en su tema.
    Y une al amor el sol que ha de venir.
Versión de: María Dolores Sartorio
  
Los ojos de Elsa
Inclinando a tus ojos los míos sitibundos
    en su fondo vi todos los soles reflejados,
    y el salto hacia la muerte de los desesperados,
    como el de mis recuerdos a tus ojos profundos.
Es un mar en tinieblas bajo el palio de un vuelo;
    de pronto el día plácido de tus pupilas sube;
    en los linos del ángel recorta el sol la nube
    y sobre las espigas se azula más el cielo.
Vuelve al azul la bruma del viento perseguida;
    -más diáfanos tus ojos abiertos bajo el llanto;
    ni aún tras de la lluvia los cielos fulgen tanto;
    el vaso azul no es tan azul como en la herida.
Madona de Dolores, humedecida lumbre,
    siete espadas rompieron el prisma de colores;
    el día es más punzante nacido entre clamores,
    y el nocturno relente, más azul en quejumbre.
De las melancolías en la plácida fiebre
    reabres con tus ojos sendas de epifanía.
    Latiendo el corazón, el manto de María
    al tiempo los Tres Magos vieron en el pesebre.
Al Mayo de las voces basta con un salterio
    para todos los ayes y todas las canciones;
    guarda un trozo de cielo luceros por millones,
    donde faltan tus ojos con su doble misterio.
El infante absorbido por miríficos viajes
    desmesuradamente menos asombro espacia
    que si agrandas tus ojos -insoluble falacia-
    como racha que abriera dos capullos salvajes.
¿Escondes tus relámpagos en medio del espliego
    donde el insecto vive su voluptuoso instante?
    Preso estoy en el lazo de la estrella filante,
    como ahogado marino bajo estival sosiego.
Yo extraje ese metal sutil de su pechblenda;
    yo calciné mis dedos en su fuego prohibido;
    paraíso mil veces recobrado y perdido,
    tus ojos mi Golconda, mi dorada leyenda.
Y sucedió que el mundo bajo la tarde excelsa
    rompiose en arrecifes de pérfidos fanales,
    en tanto yo veía desde los litorales
    sobre lívidas ondas brillar los ojos de Elsa.
Versión de: Carlos López Narváez
Los viejos puentes
Yo pasé por los viejos puentes
    Todo allí comenzó después
Una canción del tiempo ido
    Habla de un herido doncel
De un traje que fué desceñido
    Y de un desangrado clavel
Del castillo de un duque loco
    De los negros cisnes de un rey
De la pradera donde canta
    La eterna novia del ayer
Yo bebí el canto de las glorias
    Falsas como una helada miel
El Loira arrastra mis recuerdos
    Con el ejército francés
Con las armas ya disparadas
    Y el llanto sin borrar también
Oh abandonada oh Francia mía!
    Yo los viejos puentes pasé
Versión de: Andrés Holguín
Más bella que las lágrimas
Mi respiro perturba la vida a cierta gente:
    como vago reproche los mantiene despiertos;
    tal vez porque mi canto cual un cobre estridente
    pudiera despertar con su clangor los muertos.
Ah! si os hiere mi verso con su tonada bélica
    -rugir que a vuestro oído no queréis que se acerque-
    es que en el arpa el treno mató la voz angélica
    y resurgen los ecos pávidos de Dunkerque.
Verdad: en recordarlo mi mal gusto compendio...
    Así somos algunos: en sus cuerpos quizás
    perduran los mordiscos del infernal incendio
    que los faros del Norte contemplaran jamás.
Si te nombro, Amor mío, burla y odio concitas;
    si alabo el sol, vosotros el invernal derroche;
    decís que en mi pradera sobran las margarita,
    azules en mi cielo y estrellas en mi noche.
Buscáis en mis palabras a ver qué se descubre,
    como fino escalpelo que escarba un corazón...
    Tal vez me fuera poco perder Pont-neuf y el Louvre,
    que aún vuestra venganza pide satisfacción.
De alados cancioneros podréis hacer galeotes;
    ahuyentar al poeta podrá vuestra elegancia;
    pero nunca podrán vuestros serviles brotes
    arrebatar el don de nuestro amor a Francia.
Oye tú, pasajera que vas de puerta en puerta:
    tal vez yo soy el hombre que vuelve de tu olvido;
    colma tu delantal la primavera muerta,
    y de un color de parvas tus ojos se han teñido.
¿Mintió nuestro embeleso? ¿Mintió nuestra ternura?
    Mirad aquesta frente nublada por el sol...
    Pero el ansia renace cual se ve en la llanura
    por entre las espigas surgir el ababol.
¿Y no son estos brazos los de las Afroditas
    que entre la mies dorada coronan el peñón?
    Plenitud encantada que eterna resucitas
    la sombra de Racine en la Ferté-Milón.
La sonrisa de Reims con sus labios perfectos
    es el sol que se apaga sobre una tarde eximia;
    y para perdición de profetas y electos
    sus trenzas de champaña trascienden a vendimia.
Ingres de Montalbán trazó la arquitectura
    y el cuenco de esos hombros donde para tranquilo
    el ansiado tesoro .de la linfa más pura
    filtrada en las raíces del álamo y el tilo.
Oh Laura! como a ti, Petrarca habría cantado
    a esta Francia que sangra por nuestro corazón;
    sangrante corza en fuga que lleva en el costado
    la jabalina de los monteros de Aviñón.
Invoca el espejismo de mil y una grandezas
    que sosieguen fantasmas, donde el gemir acalles:
    Brantome, San Juan de Acre -cavas y fortalezas,
    laderas y gargantas- Vercors y Roncesvalles.
Con el viento que llega de Arlés vuelven los sueños
    -el corazón apenas los nombra en un rumor-.
    En Aunis y en Saintonge los marjales trigueños
    muestran aún el surco brutal del invasor.
Alta ronda de urbes, de villas y comarcas,
    erguidas como flores de un esplendor rival,
    y en pos de la galante huella de los monarcas
    Razón y Sueño cifran en un solo ideal.
Oh cautiva Durance, oh cielo encadenado.
    Suelo pastor vestido de racimos maduros;
    país con cuyo nombre tan dulcemente amado
    marcaba el Rey de Francia los sarracenos muros.
Como tú misma es dulce la locura en desvelo
    porque te reconozcan de mi canto a la luz;
    y pues entre dos mares vacila nuestro duelo,
    detenga nuestros pasos el umbral de Naurouze. 
¡Mas, no! Tornas al vuelo, clamor insosegable... 
    ¿A dónde vas? asado Mont-Ventoux, allá el Sena 
    en lo hondo se fuga, y entre un deleitable
    manzanar, Lamartine sueña en la Magdalena.
Mujer, vinos fragantes, madrigales, montaña:
    ¿cuáles pintaré? ¿cuáles más vivamente adoro?
    ¿Son esos los pomares de tu seno, Bretaña,
    y esas gemas tus pinos en ponientes de oro?
Alba gorguera donde los labios abrasados
    mendigan cidra y leche. Plenitud que suspira,
    Normandía secreta, por ti los desterrados
    caballeros poblaron las ruinas de Palmira.
En verdad ya no sé dónde empieza el encanto...
    Hay nombres que son carne como los de Andelyz. 
    Oh rostro que te vuelves por no mostrar el llanto,
    pliega tus labios. ..Cálla, oh París, mi Parísl
París de las canciones, París de la Bastilla;
    hoy sólo tus albercas están embanderadas...
    Como estrella polar no ya tu frente brilla:
    París lo eres tan sólo formando barricadas.
París de nuestros bienes, París de nuestros males;
    París del Cours-la-Reine, Corte de Flor-de-lys;
    de suburbio en suburbio por todos los umbrales,
    tu nombre, más que un grito nos desgarra, PARIS.
Huyamos de este sitio donde la atroz germina;
    la vida aún aguarda su amanecer incierto;
    del Oise y el Marne falta la epopeya leonina;
    y Sylvia ya no cruza por el Valois desierto.
Almenar del recuerdo donde alzaran sus llamas
    los sueños de veinte años a un cielo que mintió;
    y en vez de amor, el negro Camino de las Damas,
    y el crepitar del rojo molino de Laffaux.
Atraviesa la ruta polvorienta y famosa
    de país en país persiguiendo incansada
    por la selva de Argonne y en los Altos del Mosa
    que renazca perenne tu gloria traicionada.
Como ciervo flechado que trémulo agoniza,
    bajo el bosque se azulan los ojos de la charca...
    Descanso de destierro que va camino a Suiza,
    la que amara Courbet, la plácida comarca.
Te he perdido, Alsacia, donde si el Rhin desborda,
    faisanes deslumbrados caen de los encinos;
    donde Werther su treno por un instante asorda,
    compasándolo al júbilo de coros campesinos.
De Port~Vendre a Dunkerque la tromba de tortura
    no podrá enmudecer la voz de nuestras venas;
    nadie podrá romper la mágica armadura
    que Aymon forjó en el rojo cubil de las Ardenas.
A los férvidos labios no habrá quien arrebate
    la flauta que a los siglos entrega su raudal;
    tras la siega de lauros, aún llama al combate,
    hermanos en la espiga, la hierba y el rosal.
Se oye entre las hojas un galopar que avanza...
    Hilandera, suspénde: mi pecho va a estallar.
    Hablan en voz de fuente la noche y la esperanza...
    Si fuera Duguesclin volviendo a batallar...
Qué importa que yo muera sin que la veneranda
    faz mire dibujarse bajo el solar fulgor.
    Dancemos, hijo mío, la loca zarabanda.
    Mi patria es la Miseria y el Hambre y el Amor.
Versión de: Carlos López Narváez
No hay ningún amor feliz
El hombre nada adquiere jamás  Ni su ternura
    Ni su amor ni su fuerza  Y cuando abre los brazos
    La sombra que proyecta es una cruz oscura
    Y si abraza su dicha la destroza en pedazos
    Su vida es una extraña y espantable locura
    No hay ningún amor feliz
Su vida se parece a un inerme soldado
    Que para otra estrategia ha sido preparado
    Que madruga y de noche sufre de hambre y de sed
    Y que en la tarde tiembla deshecho y desarmado
    Decid «mi pobre vida» y el llanto contened
    No hay ningún amor feliz
Mi bello amor mi dulce amor mi amor perdido
    Dentro de mí te llevo como un pájaro yerto
    Y aquellos que de lejos nos vieron no han sabido
    Que mis propios poemas tras de mí han repetido
    Y que ya por tus ojos varias veces han muerto
    No hay ningún amor feliz
El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado
    Que lloren en la noche nuestros dos corazones
    Por el dolor que esconde cada recuerdo amado
    Las tragedias que nutren el éxtasis soñado
    Los sollozos que impregnan las menores canciones
    No hay ningún amor feliz
No hay amor que no aflija al par que desespera
    No hay amor que no se halle mezclado a su dolor
    No hay amor que no espante No hay amor que no hiera
    No hay amor que no viva de lágrimas y espera
    Y el amor de la patria lo mismo que tu amor
    No hay ningún amor feliz
    Pero este es nuestro amor
Versión de: Andrés Holguín
  
 
  
Palabras de Henri Matisse
Mil manos entreabren todas las cabelleras,
    de mis manos recoge sus colores el día;
    un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
    del sueño que perdura parte mi lejanía.
Toda flor por desnuda parece una cautiva
    que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
    escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
    es para mi sencillo como quitada veste.
Explico mis palabras al paso de la ronda;
    aplico el pie desnudo por el viento borrado;
    desvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
    y el sol que se levanta del hombro deseado.
Explico la silueta que enmarca la ventana;
    doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
    la del sellado júbilo de la planta lozana,
    la del sigilo extraño que habita los rincones.
Explico en infinitos negrura y transparencia;
    descifro el destellante roce de las mujeres,
    y en la cósmica cifra la individual presencia,
    y la razón que aúna las cosas y los seres.
Me entregan su perfume las formas pasajeras,
    y la página en blanco su musical acento;
    y explico lo que hace las hojas más ligeras,
    y de la rama un brazo levemente más lento.
Innoble en la tormenta de la época gris;
    avasalla mi norma la lumbre justiciera;
    yo pinto la esperanza... Yo soy Henri Matisse
    que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.
Versión de: Carlos López Narváez
  
 
  
Persona pálida
Más mísero que las piedras
    triste a más no poder
    el hombre escuálido
    el atril hubiera querido aniquilarse
    Qué frío el viento me penetra en el sitio
    de las hojas
    de las orejas muertas
    Solo cómo patalear para ahuyentar el frío
    con qué pie iniciar la semana
    Un silencio que nunca acaba
    Ni una palabra tierna para engañar al invierno
    La sombra del alma del amigo La escritura
    Tan sólo las señas
    Mi sangre daría una sola vuelta
    Los sonidos se pierden en el espacio,
    como dedos congelados.
    Nada más
    que un patín abandonado en el hielo
    El fulano
    A través de él se ve el día
De Feu de joie
Versión de Aldo Pellegrini
    
  
Poemas de capa y espada
Los caballeros del huracán se enganchan en los postigos de los comercios
    Vuelcan los jarros de leche como simples alfeñiques
    Giran alrededor de las cabezas
    Van a apoyarse con nostalgia en la bola pilosa de los peluqueros
 Caballeros del huracán
    qué habéis hecho de vuestros guantes
Al azar por los barrios que ellos perturban
    Suben entre las casas
Hacia arriba hacia abajo hacia arriba hacia arriba
    Suspiran en las buhardillas
    Suspiran en los respiraderos
    Caballeros del huracán
    Pero dónde pero dónde dejasteis vuestros guantes
Uno se aleja otro se aproxima 
    son dos bien lo veo
    El que se aleja es San Sebastián
    El que se aproxima es un pagano
 Caballeros del huracán
    Qué intrigantes que sois
San Sebastián se arranca algunas flechas
    El pagano las recoge y las lame
    San Sebastián lleva el reloj en la muñeca
    Las tres y diez
 Caballeros del huracán
    Dónde dónde dónde dejasteis vuestros guantes 
Uh Uh en las chimeneas
    Las tres y once actualmente 
    Hace rato que no hay trenes subterráneos 
    Qué vais a buscar en los sótanos 
 Caballeros del huracán 
    Quizás hayáis perdido vuestros guantes 
Aquí dejé mi corbata 
    Me responde San Sebastián
    El pagano nada dice
    Sin duda ha extraviado su corbata
 Caballeros del huracán 
    Los guantes han caído a la alcantarilla
Uno observa el momento actual
    El otro tiene recuerdos en los oídos
    Uno alza vuelo y el otro muere
    La noche se abre y muestra las piernas
 Caballeros del huracán
    Caballeros extravagantes 
De "Le mouvement perpétuel"
Versión de Aldo Pellegrini
Que no hay amor feliz
Nada tiene seguro
    El hombre ni flaqueza
    Ni fuerza ni corazón
    Si cree abrir los brazos
    Una cruz es su sombra
    Cuando quiere ceñir
    Su vida la destruye
    Es su vida un extraño
    Doloroso divorcio
    Que no hay amor feliz
Se parece su vida
    A soldados sin armas
    Que se hubiera vestido
    Para muy otro fin
    De qué puede servirles
    Alzarse de mañana
    Para hallarse a la tarde
    Desarmados sin fe
    Repetid «vida mía»
    Y contened el llanto
    Que no hay amor feliz
Amor mi bello amor
    Desgarradura mía
    Yo te llevo en mi ser
    Como pájaro herido
    y aquéllos sin saber
    Miran cómo pasamos
    Diciendo tras de mí
    Palabras que he trenzado
    y por tus grandes ojos
    Murieron sin vivir
    Que no hay amor feliz
De aprender a vivir
    No hay tiempo es tarde
    Lloremos en la noche
    Nuestro llanto al unísono
    Con cuántas pesadumbres
    Pagamos un temblor
    Y con cuántos dolores
    La mínima canción
    Por un son de guitarra
    Cuánto hay que gemir
    Que no hay amor feliz
Que no hay nunca amor
    Que no sea un dolor
    Que no hay nunca amor
    Que no nos llegue a herir
    Que no hay nunca amor
    Que no pueda humillar
    Ni el amor a la patria
    Más que el amor a ti
    Que no hay nunca amor
    Que no haga llorar
Que no hay amor feliz
    Nuestro amor es así
Versión de: José Ángel Valente
Qué sería sin ti que viniste a mi encuentro...
Qué sería sin ti que viniste a mi encuentro.
    Qué sería sin ti sino un corazón durmiente.
    Sino esta hora parada en la esfera del reloj
    Qué sería sin ti sino ese balbuceo.
De ti aprendí todo sobre las cosas humanas.
    Y vi desde entonces el mundo a tu manera.
    De ti aprendí como se bebe de las fuentes
    Como del transeúnte que canta, se toma la canción.
    De ti aprendí hasta el sentido del estremecimiento.
En cuanto a lo que me concierne, lo aprendí todo de ti.
    Que es de día a mediodía, que un cielo puede ser azul
    Que la felicidad no es un quinqué de taberna.
    Me tomaste de la mano en este infierno moderno
    Donde el hombre ya no sabe lo que es ser dos.
    Me tomaste de la mano como un amante feliz.
El que habla de felicidad a menudo tiene los ojos tristes.
    El desengaño no es acaso un sollozo
    Una cuerda rota bajo los dedos del guitarrista
    Y sin embargo les digo que la felicidad existe
    En otra parte que en el sueño, en otra parte que en las nubes.
    Tierra, tierra, he aquí sus ensenadas desconocidas.
Versión de Claire Deloupy
Todas las habitaciones de mi vida...
Todas las habitaciones de mi vida
    Me habrán estrangulado con sus paredes
    Aquí los murmullos se ahogan
    Los gritos se rompen
Aquellas en las que viví solo
    Con grandes pasos vacíos
    Aquellas
    Que guardaban sus espectros antiguos
    Las habitaciones de indiferencia
Las habitaciones de la fiebre y aquella que
    Había yo instalado para ahí fríamente morir
    El placer alquilado Las noches extranjeras
Hay habitaciones más hermosas que las heridas
    Hay habitaciones que os parecerán banales
    Hay habitaciones de súplicas
    Habitaciones de luz baja
    Habitaciones dispuestas a todo excepto a la felicidad
    Hay habitaciones para mí de mi sangre para siempre
    salpicadas
En todas las habitaciones viene un día en que el hombre
    se despelleja vivo
    En que cae de rodillas que pide piedad
    Que balbucea y se vuelca como un vaso
    Y padece el suplicio espantoso del tiempo
    Derviche lento es redondo el tiempo que gira sobre sí mismo
    Que mira con ojo circular
    El descuartizamiento de su destino
    Y el pequeño ruido de angustia antes de las
    Horas antes de las medias
    No sé nunca si eso va a sonar por mi muerte
    Todas las habitaciones son habitaciones de justicia
    Aquí conozco mi medida y el espejo
    No me perdona
Todas las habitaciones cuando por fin me he dormido
    Han lanzado sobre mí el castigo de los sueños
Porque no sé de los dos lo peor soñar o vivir.
Versión de: Claire Deloupy
X... Francés
Un nombre como sangre de trivial cortadura
    sencillo por demás para ser retenido;
    se dice sin pensarlo cual se bebe agua pura;
    lo pudiera llevar cualquier desconocido.
Un nombre, corazón isócrono en que radie
    la quietud de las horas si de pronto se altera;
    un nombre que no haría volver el rostro a nadie:
    como el que los soldados llevan en la pulsera.
Un nombre como tantos que destiñen los vientos
    en las tablas, las tumbas y las actas civiles;
    un nombre y apellido -punzantes y sangrientos
    zuecos donde se estrujan unos pies infantiles.
Ayer como nosotros era un adolescente
    aquel cuyos verdugos llegaron con el día;
    decían las mujeres su nombre dulcemente
    sin saber que al nombrarlo la gloria sonreía.
Ese nombre trivial como tierra sin amos,
    con devoción ahora nuestra gente lo nombra:
    sobre el asfalto, al pie de su escritura hay ramos
    y damas de rodillas ataviadas de sombra.
Nombre bello, incoloro: como se dan en Francia
    para cruzar la turba y morir sin reproche;
    un nombre silencioso como la vigilancia;
    nombre como las luces de una aldea en la noche.
Versión de Carlos López Narváez