SONETO A LUIS DE GÓNGORA 
      Yo te untaré mis obras con tocino 
        porque no me las muerdas, Gongorilla, 
        perro de los ingenios de Castilla, 
        docto en pullas, cual mozo de camino; 
      apenas hombre, sacerdote indino, 
        que aprendiste sin cristus la cartilla; 
        chocarrero de Córdoba y Sevilla, 
        y en la Corte bufón a lo divino. 
      ¿Por qué censuras tú la lengua griega 
        siendo sólo rabí de la judía, 
        cosa que tu nariz aun no lo niega? 
      No escribas versos más, por vida mía; 
        aunque aquesto de escribas se te pega, 
        por tener de sayón la rebeldía. 
        
      A UNA NARIZ 
      Érase un hombre a una nariz pegado, 
        érase una nariz superlativa, 
        érase una nariz sayón y escriba, 
        érase un pez espada muy barbado. 
      Érase un reloj de sol mal encarado, 
        érase un alquitara pensativa, 
        érase un elefante boca aariba, 
        era Ovidio Nasón mas narizado. 
      Érase un espolón de una galera, 
        érase una pirámide de Egipto, 
        las doce tribus de narices era. 
      Érase un naricísimo infinito, 
        muchísima nariz, nariz tan fiera, 
        que en la cara de Anás fuera delito. 
        
      UN VALENTÓN 
      Un valentón de espátula y gregüesco, 
        que a la muerte mil vidas sacrifica, 
        cansado del oficio de la pica, 
        mas no del ejercicio picaresco, 
      retorciendo el mostacho soldadesco, 
        por ver que ya su bolsa le repica, 
        a un corrillo llegó de gente rica, 
        y en el nombre de Dios pidió refresco. 
      "Den voacedes, por Dios, a mi pobreza 
        -les dice-; donde no; por ocho santos 
        que haré lo que hacer suelo sin tardanza!" 
      Mas uno, que a sacar la espada empieza, 
        "¿Con quién habla? -le dice al tiracantos-, 
        ¡cuerpo de Dios con él y su crianza! 
      Si limosna no alcanza, 
        ¿qué es lo que suele hacer en tal querella?" 
        Respondió el bravonel: "¡Irme sin ella! " 
        
      A LA EDAD DE LAS MUJERES 
      De quince a veinte es niña; buena moza 
        de veinte a veinticinco, y por la cuenta 
        gentil mujer de veinticinco a treinta. 
        ¡Dichoso aquel que en tal edad la goza! 
      De treinta a treinta y cinco no alboroza; 
        mas puédese comer con sal pimienta; 
        pero de treinta y cinco hasta cuarenta 
        anda en vísperas ya de una coroza. 
      A los cuarenta y cinco es bachillera, 
        ganguea, pide y juega del vocablo; 
        cumplidos los cincuenta, da en santera, 
      y a los cincuenta y cinco echa el retablo. 
        Niña, moza, mujer, vieja, hechicera, 
        bruja y santera, se la lleva el diablo. 
        
      DESENGAÑO DE LAS MUJERES 
      Puto es el hombre que de putas fía, 
        y puto el que sus gustos apetece; 
        puto es el estipendio que se ofrece 
        en pago de su puta compañía. 
      Puto es el gusto, y puta la alegría 
        que el rato putaril nos encarece; 
        y yo diré que es puto a quien parece 
        que no sois puta vos, señora mía. 
      Mas llámenme a mí puto enamorado, 
        si al cabo para puta no os dejare; 
        y como puto muera yo quemado 
      si de otras tales putas me pagare, 
        porque las putas graves son costosas, 
        y las putillas viles, afrentosas. 
       
       
      ROMANCES 
       
      HALLA EN LA CAUSA DE SU AMOR TODOS LOS BIENES 
      Después que te conocí, 
        todas las cosas me sobran: 
        el sol para tener día, 
        abril para tener rosas. 
        Por mi bien pueden tomar 
        otro oficio las auroras, 
        que yo conozco una luz 
        que sabe amanecer sombras. 
        Bien puede buscar la noche 
        quien sus estrellas conozca, 
        que para mi astrología 
        ya son oscuras y pocas. 
        Gaste el Oriente sus minas 
        con quien avaro las rompa, 
        que yo enriquezco la vista 
        con más oro a menos costa. 
        Bien puede la margarita 
        guardar sus perlas en conchas, 
        que buzano de una risa 
        las pesco yo en una boca. 
        Contra el tiempo y la fortuna 
        ya tengo una inhibitoria, 
        ni ella me puede hacer triste, 
        ni él puede mudarme un hora, 
        El oficio le ha vacado 
        a la muerte tu persona: 
        basquiñas y más basquiñas, 
        carne poca y muchas faldas. 
        Don Melón, que es el retrato 
        de todos los que se casan: 
        Dios te la depare buena, 
        que la vista al gusto engaña. 
        La Berenjena, mostrando 
        su calavera morada, 
        porque no llegó en el tiempo 
        del socorro de las calvas. 
        Don Cohombro desvaído, 
        largo de verde esperanza, 
        muy puesto en ser gentilhombre, 
        siendo cargado de espaldas. 
        Don Pepino, muy picado 
        de amor de doña Ensalada, 
        gran compadre de doctores, 
        pensando en unas tercianas. 
        Don Durazno, a lo envidioso, 
        mostrando agradable cara, 
        descubriendo con el trato 
        malas y duras entrañas. 
        Persona de muy buen gusto, 
        don Limón, de quien espanta 
        lo sazonado y panzudo, 
        que no hay discreto con panza. 
        De blanco, morado y verde, 
        corta crin y cola larga, 
        don Rábano, pareciendo 
        moro de juego de canas. 
        Todo fanfarrones bríos, 
        todo picantes bravatas, 
        llegó el señor don Pimiento, 
        vestidito de botarga. 
        Don Nabo, que viento en popa 
        navega con tal bonanza, 
        que viene a mandar el mundo 
        de gorrón de Salamanca. 
        Mas baste, por si el lector 
        objeciones desenvaina, 
        que no hay boda sin malicias, 
        ni desposados sin tachas. 
        
      BODA DE NEGROS 
      Vi, debe de haber tres días, 
        en las gradas de San Pedro, 
        una tenebrosa boda, 
        porque era toda de negros. 
        Parecía matrimonio 
        concertando en el infierno, 
        negro esposo y negra esposa, 
        y negro acompañamiento. 
        Sospecho yo que acostados 
        parecerán sus dos cuerpos, 
        junto el uno con el otro 
        algodones y tintero. 
        hundíase de estornudos 
        la calle por do volvieron, 
        que una boda semejante 
        hace dar más que un pimiento. 
        Iban los dos de las manos, 
        como pudieran dos cuervos; 
        otros dicen como grajos, 
        porque a grajos van oliendo. 
        Con humos van de vengarse, 
        que siempre van de humos llenos, 
        de los que por afrentarlos, 
        hacen los labios traseros. 
        Iba afeitada la novia 
        todo el tapetado gesto, 
        con hollín y con carbón, 
        y con tinta de sombreros. 
        Tan pobres son que una blanca 
        no se halla entre todos ellos, 
        y por tener un cornado 
        casaron a este moreno. 
        Él se llamaba Tomé, 
        y ella Francisca del Puerto, 
        ella esclava y él esclavo, 
        que quiere hincársele en medio. 
        Llegaron al negro patio, 
        donde está el negro aposento, 
        en donde la negra boda 
        ha de tener negro efecto. 
        Era una caballeriza, 
        y estaban todos inquietos, 
        que los abrasaban pulgas 
        por perrengues o por perros. 
        A la mesa se sentaron, 
        donde también les pusieron 
        negros manteles y platos, 
        negra sopa y manjar negro. 
        Echólos la bendición 
        un negro veintidoseno, 
        con un rostro de azabache 
        y manos de terciopelo. 
        Diéronles el vino tinto, 
        pan entre mulato y prieto, 
        carbonada hubo, por ser 
        tizones los que comieron. 
        Hubo jetas en la mesa, 
        y en la boca de los dueños, 
        y hongos, por ser la boda 
        de hongos, según sospecho. 
        Trujeron muchas morcillas, 
        y hubo algunos que, de miedo, 
        no las comieron pensando 
        se comían a si mesmos. 
        Cuál por morder el mondongo 
        se atarazaba algún dedo, 
        pues sólo diferenciaban 
        en la uña de lo negro. 
        Mas cuando llegó el tocino 
        hubo grandes sentimientos, 
        y pringados con pringadas 
        un rato se enternecieron. 
        Acabaron de comer, 
        y entró un ministro guineo, 
        para darles agua manos 
        con un coco y un caldero. 
        Por toalla trujo al hombro 
        las bayetas de un entierro. 
        Laváronse, y quedó el agua 
        para ensuciar todo un reino. 
        Negros dellos se sentaron 
        sobre unos negros asientos, 
        y negras voces cantaron 
        también denegridos versos. 
        Negra es la ventura 
        de aquel casado, 
        cuya novia es negra, 
        y el dote en blanco. 
        
      BURLA DE LOS ERUDITOS DE EMBELECO,  
        QUE ENAMORAN A FEAS CULTAS 
      Muy discretas y muy feas, 
        mala cara y buen lenguaje, 
        pidan cátedra y no coche, 
        tengan oyente y no amante. 
        No las den sino atención, 
        por más que pidan y parlen, 
        y las joyas y el dinero, 
        para las tontas se guarde. 
        Al que sabia y fea busca, 
        el Señor se la depare: 
        a malos conceptos muera, 
        malos equívocos pase. 
        Aunque a su lado la tenga, 
        y aunque más favor alcance, 
        un catedrático goza, 
        y a Pitágoras en carnes. 
        Muy docta lujuria tiene, 
        muy sabios pecados hace, 
        gran cosa será de ver 
        cuando a Platón requebrare. 
        En vez de una cara hermosa, 
        una noche, y una tarde, 
        ¿qué gustos darán a un hombre 
        dos cláusulas elegantes? 
        ¿Qué gracia puede tener 
        mujer con fondos de fraile, 
        que de sermones y chismes, 
        sus razonamientos hace? 
        Quien deja lindas por necias, 
        y busca feas que hablen, 
        por sabias, como las zorras, 
        por simples deje las aves. 
        Filósofos amarillos 
        con barbas de colegiales, 
        o duende dama pretenda, 
        que se escuche, no ose halle. 
        Échese luego a dormir 
        entre bártulos y abades, 
        y amanecerá abrazado 
        de Zenón y de Cleantes. 
        Que yo para mi traer, 
        en tanto que argumentaren 
        los cultos con sus arpías, 
        algo buscaré que palpe. 
        
      REFIERE SU NACIMIENTO Y LAS PROPIEDADES QUE LE COMUNICÓ 
      Parióme adrede mi madre, 
        ¡ojalá no me pariera!, 
        aunque estaba cuando me hizo, 
        de gorja naturaleza. 
        Dos maravedís de luna 
        alumbraban a la tierra, 
        que por ser yo el que nacía, 
        no quiso que un cuarto fuera. 
        Nací tarde, porque el sol 
        tuvo de verme vergüenza, 
        en una noche templada 
        entre clara y entre yema. 
        Un miércoles con un martes 
        tuvieron grande revuelta, 
        sobre que ninguno quiso 
        que en sus términos naciera. 
        Nací debajo de Libra, 
        tan inclinado a las pesas, 
        que todo mi amor le fundo 
        en las madres vendederas. 
        Dióme el León su cuartana, 
        dióme el Escorpión su lengua, 
        Virgo, el deseo de hallarle, 
        y el Carnero su paciencia. 
        Murieron luego mis padres, 
        Dios en el cielo los tenga, 
        porque no vuelvan acá, 
        y a engendrar más hijos vuelvan. 
        Tal ventura desde entonces 
        me dejaron los planetas, 
        que puede servir de tinta, 
        según ha sido de negra. 
        Porque es tan feliz mi suerte, 
        que no hay cosa mala o buena, 
        que aunque la piense de tajo, 
        al revés no me suceda. 
        De estériles soy remedio, 
        pues con mandarme su hacienda, 
        les dará el cielo mil hijos, 
        por quitarme las herencias. 
        Y para que vean los ciegos 
        pónganme a mí a la vergüenza; 
        y para que cieguen todos, 
        llévenme en coche o litera. 
        Como a imagen de milagros 
        me sacan por las aldeas, 
        si quieren sol, abrigado, 
        y desnudo, porque llueva. 
        Cuando alguno me convida 
        no es a banquetes ni a fiestas, 
        sino a los misas cantanos 
        para que yo les ofrezca. 
        De noche soy parecido 
        a todos cuantos esperan, 
        para molerlos a palos, 
        y así inocente me pegan. 
        Aguarda hasta que yo pase 
        si ha de caerse una teja; 
        aciértanme las pedradas, 
        las curas sólo me yerran. 
        Si a alguno pido prestado, 
        me responde tan a secas, 
        que en vez de prestarme a mí, 
        me hace prestar la paciencia. 
        No hay necio que no me hable, 
        ni vieja que no me quiera, 
        ni pobre que no me pida, 
        ni rico que no me ofenda. 
        No hay camino que no yerre, 
        ni juego donde no pierda, 
        ni amigo que no me engañe, 
        ni enemigo que no tenga. 
        Agua me falta en el mar, 
        y la hallo en las tabernas, 
        que mis contentos y el vino 
        son aguados donde quiera. 
        Dejo de tomar oficio, 
        porque sé por cosa cierta, 
        que siendo yo el calcetero 
        andarán todos en piernas. 
        Si estudiara medicina, 
        aunque es socorrida ciencia, 
        porque no curara yo, 
        no hubiera persona enferma. 
        Quise casarme estotro año, 
        por sosegar mi conciencia, 
        y dábanme un dote al diablo, 
        con una mujer muy fea. 
        Si intentara ser cornudo, 
        por comer de mi cabeza, 
        según soy de desgraciado, 
        diera mi mujer en buena. 
        Siempre fue mi vecindad 
        mal casados que vocean, 
        herradores que madrugan, 
        herreros que me desvelan. 
        Si yo camino con fieltro 
        se abrasa en fuego la tierra, 
        y en llevando guardasol 
        está ya de Dios que llueva. 
        Si hablo a alguna mujer, 
        y le digo mil ternezas, 
        o me pide o me despide, 
        que en mí es una cosa mesma. 
        En mí lo picado es roto, 
        ahorro cualquier limpieza, 
        cualquier bostezo es hambre, 
        cualquiera color vergüenza. 
        Fuera un hábito en mi pecho 
        remiendo sin resistencia, 
        y peor que besamanos 
        en mí cualquier encomienda. 
        Para que no estén en casa 
        los que nunca salen della, 
        buscarlos yo sólo basta, 
        pues con eso estarán fuera. 
        Si alguno quiere morirse 
        sin ponzoña o pestilencia, 
        proponga hacerme algún bien, 
        y no vivirá hora y media. 
        Y a tanto vino a llegar 
        la adversidad de mi estrella, 
        que me inclinó que adorase 
        con mi humildad tu soberbia. 
        Y viendo que mi desgracia 
        no dio lugar a que fuera 
        como otros tu pretendiente, 
        vine a ser tu pretenmuela. 
        Bien sé que apenas soy algo, 
        mas tú de puro discreta, 
        viéndome con tantas faltas, 
        que estoy preñado sospechas. 
        Aquesto Fabio cantaba 
        a los balcones y rejas 
        de Aminta, que aun de olvidarle 
        le han dicho que no se acuerda. 
        
      ADVIERTE AL TIEMPO DE MAYORES HAZAÑAS,  
        EN QUE PODRÁ EJERCITAR SUS FUERZAS 
      Tiempo, que todo lo mudas, 
        tú, que con las horas breves 
        lo que nos diste, nos quitas, 
        lo que llevaste, nos vuelves: 
        tú, que con los mismos pasos, 
        que cielos y estrellas mueves, 
        en la casa de la vida, 
        pisas umbral de la muerte. 
        Tú, que de vengar agravios 
        te precias como valiente, 
        pues castigas hermosuras, 
        por satisfacer desdenes: 
        tú, lastimoso alquimista, 
        pues del ébano que tuerces, 
        haciendo plata las hebras, 
        a sus dueños empobreces: 
        tú, que con pies desiguales, 
        pisas del mundo las leyes, 
        cuya sed bebe los ríos, 
        y su arena no los siente: 
        tú, que de monarcas grandes 
        llevas en los pies las frentes; 
        tú, que das muerte y das vida 
        a la vida y a la muerte. 
        Si quieres que yo idolatre 
        en tu guadaña insolente, 
        en tus dolorosas canas, 
        en tus alas y en tu sierpe: 
        si quieres que te conozca, 
        si gustas que te confiese 
        con devoción temerosa 
        por tirano omnipotente, 
        da fin a mis desventuras 
        pues a presumir se atreven 
        que a tus días y a tus años 
        pueden ser inobedientes. 
        Serán ceniza en tus manos 
        cuando en ellas las aprietes, 
        los montes y la soberbia, 
        que los corona las sienes: 
        ¿y será bien que un cuidado, 
        tan porfiado cuan fuerte, 
        se ría de tus hazañas, 
        y victorioso se quede? 
        ¿Por qué dos ojos avaros 
        de la riqueza que pierden 
        han de tener a los míos 
        sin que el sueño los encuentre? 
        ¿Y por qué mi libertad 
        aprisionada ha de verse, 
        donde el ladrón es la cárcel 
        y su juez el delincuente? 
        Enmendar la obstinación 
        de un espíritu inclemente, 
        entretener los incendios 
        de un corazón que arde siempre; 
        descansar unos deseos 
        que viven eternamente, 
        hechos martirio del alma, 
        donde están porque los tiene; 
        reprender a la memoria, 
        que con los pasados bienes, 
        como traidora a mi gusto 
        a espaldas vueltas me hiere; 
        castigar mi entendimiento, 
        que en discursos diferentes, 
        siendo su patria mi alma, 
        la quiere abrasar aleve; 
        éstas si que eran hazañas, 
        debidas a tus laureles, 
        y no estar pintando flores, 
        y madurando las mieses. 
        Poca herida es deshojar 
        los árboles por noviembre, 
        pues con desprecio los vientos 
        llevarse los troncos suelen. 
        Descuídate de las rosas, 
        que en su parto se envejecen; 
        y la fuerza de tus horas 
        en obra mayor se muestre. 
        Tiempo venerable y cano, 
        pues tu edad no lo consiente, 
        déjate de niñerías, 
        y a grandes hechos atiende. 
        
      HALLA EN LA CAUSA DE SU AMOR TODOS LOS BIENES 
      Después que te conocí, 
        todas las cosas me sobran: 
        el sol para tener día, 
        abril para tener rosas. 
        Por mi bien pueden tomar 
        otro oficio las auroras, 
        que yo conozco una luz 
        que sabe amanecer sombras. 
        Bien puede buscar la noche 
        quien sus estrellas conozca, 
        que para mi astrología 
        ya son oscuras y pocas. 
        Gaste el oriente sus minas 
        con quien avaro las rompa, 
        que yo enriquezco la vista 
        con más oro a menos costa. 
        Bien puede la margarita 
        guardar sus perlas en conchas, 
        que Búzano de una Risa 
        las pesco yo en una boca. 
        Contra el tiempo y la fortuna 
        ya tengo una inhibitoria: 
        ni ella me puede hacer triste, 
        ni él puede mudarme un hora. 
        El oficio le ha vacado 
        a la muerte tu persona: 
        a sí misma se padece, 
        sola en ti viven sus obras. 
        Ya no importunan mis ruegos 
        a los cielos por la gloria, 
        que mi bienaventuranza 
        tienes jornada más corta. 
        La sacrosanta mentira 
        que tantas almas adornan, 
        busque en Portugal vasallos, 
        en Chipre busque coronas. 
        Predicaré de manera 
        tu belleza por Europa, 
        que no haya herejes de gracias, 
        y que adoren en ti solas. 
        
      ROMANCE SATÍRICO 
      Pues me hacéis casamentero, 
        Ángela de Mondragón, 
        escuchad de vuestro esposo, 
        las grandezas y el valor. 
        Él es un médico honrado, 
        por la gracia del Señor, 
        que tiene muy buenas letras 
        en el cambio, y el bolsón. 
        Quien os lo pintó cobarde 
        no lo conoce, y mintió, 
        que ha muerto más hombres vivos 
        que mató el Cid Campeador. 
        En entrando en una casa 
        tiene tal reputación, 
        que luego dicen los niños: 
        Dios perdone al que murió. 
        Y con ser todos mortales 
        los médicos, pienso yo 
        que son todos venïales 
        comparados al doctor. 
        Al caminante en los pueblos 
        se le pide información, 
        temiéndole más que a peste, 
        de si le conoce, o no. 
        De médicos semejantes 
        hace el rey, nuestro señor, 
        bombardas a sus castillos, 
        mosquetes a su escuadrón. 
        Si a alguno cura y no muere, 
        piensa que resucitó, 
        y por milagro le ofrece 
        la mortaja y el cordón. 
        Si acaso estando en su casa 
        oye dar algún clamor, 
        tomando papel y tinta, 
        escribe: "ante mí pasó". 
        No se le ha muerto ninguno 
        de los que cura hasta hoy, 
        porque antes que se mueran 
        los mata sin confesión. 
        De envidia de los verdugos 
        maldice al corregidor, 
        que sobre los ahorcados 
        no le quiere dar pensión. 
        Piensan que es la muerte algunos; 
        otros, viendo su rigor, 
        le llaman el día del juicio, 
        pues es total perdición. 
        No come por engordar, 
        ni por el dulce sabor, 
        sino por matar la hambre, 
        que es matar su inclinación. 
        Por matar mata las luces, 
        y si no le alumbra el sol, 
        como murciélagos viven 
        a la sombra de un rincón. 
        Su mula, aunque no está muerta, 
        no penséis que se escapó, 
        que está matada de suerte, 
        que le viene a ser peor. 
        En que se ve tan famoso, 
        y en tan buena estimación, 
        atento a vuestra belleza, 
        se ha enamorado de vos. 
        No pide le deis más dote 
        de ver que matéis de amor, 
        que en matando de algún modo, 
        para en uno sois los dos. 
        Casaos con él, y jamás 
        de viuda tendréis pasión, 
        que nunca la misma muerte 
        se oyó decir que murió. 
        Si lo hacéis, a Dios le ruego 
        que gocéis con bendición; 
        pero si no, que nos libre 
        de conocer al doctor. 
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