Rafael de León, poemas y poesias


PARA MANDAR VUESTRAS POESIAS PINCHA AQUI

Blogs de moda



Poesias Angelita Sevilla Segovia

 

Poesias para las madres


Poesias para los padres


Poesias largas

Poesia curta en português

Caricaturas 

poesias de navidad

fanmania 

Manos Al Arte 

Frases cortas



Frases curtas en português


Buscador de vuelos y hoteles

 

Elsa Pataky

Poesias Miguel de Cervantes

Dibujos

Perder peso

DIBUJOS

Cuentos infantiles

Eurovisión 2013 El sueño de Morfeo

Cuentos populares, cuentos cortos

Los beneficios del té



Dia de San Valentin

Caricaturas profesionales comic
Restauración de antigüedades

Vuelos aeropuerto Murcia


Papel animado Mundo comic

Cuentos populares

Canciones en video para niños


Poesias desde Mexico



Historias cortisimas

Autores

 

Pablo Neruda

Amado Nervo

Gustavo Adolfo Becquer

Juana de Ibarbourou

Evaristo Ribera Chevremont

Cristobal Castillejo

Salomé Ureña de Henriquez

Lourdes Espínola

Ramón López Velarde

Federico Garcia Lorca

Gabriela Mistral

Salvador Díaz Mirón

Octavio Paz

Manuel Acuña

Nezahualcóyotl

Rosario Castellanos

Humberto Garza

Manuel Gutierrez Nájera

Alfonso Reyes

Juan de Dios Peza

Sor Juana Inés de la Cruz

Lina Zerón

Luis G. Urbina

Jorge Cuesta

Jaime Torres Bodet

Rubén C. Navarro

Carlos Pellicer

Manuel José Othon

Manuel Maria Flores

Antonio Plaza

Enrique Gonzalez Martinez

Jaime Sabines

Efrain Huerta

Francisco A. de Icaza

Jose Gorostiza

Rubén Bonifaz Nuño

Ignacio Manuel Altamirano

Xavier Villaurutia

Fernando Ruis Granados

Guillermo Prieto

Vicente Riva Palacio

Ignacio Rodriguez Galvan

Bernardo Rubén Ortiz de Montellano

Gustavo Adolfo Becquer

Federico Garcia Lorca






































0    1   2   3   4   5   6   7    8  9  10   11   12   13   14  15  16  20  21    24    Poesias cortas 2010    Poesias cortas 2010_2    Poesias cortas 2010_3
    Poesias cortas 2010_4    Poesias cortas 2010_5    Poesias cortas 2010_6   Poesias cortas_7    Poesias cortas_8    Poesias cortas_9    Poesias cortas_10    Poesias cortas_11    Poesias cortas_12    Poesias cortas_13    Poesias cortas_14   Poesias cortas_15   Poesias cortas_16   Poesias cortas_17   Poesias largas   Videos de poesias cortas   Poeias Angelita    Poesias largas   Videos de poesias cortas   Poesias Angelita    poesias cortas_18   poesias cortas_19   poesias cortas_20   poesias cortas_21    Adivinanzas    Poetas y poesias dominicanos    poesias cortas 22    poesias cortas 23    Poemas desde New York

Rafael de León


Profecía

«Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez séntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!»

¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Dió!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un mé
y me quedé tan tranquilo.
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, crusándome de brasos
dije que me daba iguá.
Y ná de pegarme un tiro
ni liarme a mardisiones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus barcones.
¿Que t'has casao? ¡Buena suerte!
Vive sien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los artares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo fui quien más t'ha querío,
con eso tengo bastante.

-¿Qué tiene er niño, Malena?
Anda como trastornao,
tié la carilla de pena
y el colorsillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destrosa la ropa
subiéndose a coger níos.
¿No te parese a ti extraño,
no ves una cosa rara
que un chaval de dose años
lleve tan triste la cara?
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila.
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigilia, mujé, ¡vigila!

Y fueron dos sentinela
los ojitos de mi mare.
-Cuando sale de la escuela
se va pa los olivare.
-Y ¿qué busca allí? -Una niña,
tendrá el mismo tiempo que él.
José Migué, no le riñas,
que está empesando a queré.
Mi pare ensendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
te regaló unos sarsillos
y a mí un pantalón de hombre.

Yo no te dije "te adoro"
pero amarré en tu barcón
mi laso de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofresiste en recompensa
dos sintas color de rosa
que engalanaban tus trensas.
-Voy a misa con mis primos.
-Bueno, te veré en la hermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
-Dise mi tita Rosario
que la sigüeña es sagrá,
y el colorín, y la fuente,
y las flores, y el rosío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río;
y el bronse de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquella línea lejana
que la llaman... ¡horisonte!
¡Todo es sagrao: tierra y sielo
porque así lo quiso Dió!
¿Qué te gusta más? -Tu pelo.
¡Qué bonito me salió!
-Pues, ¿y tu boca, y tus brasos,
y tus manos reonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas suritas?
Con la puresa de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabesa a los pié.
A la vuerta te hise un ramo
de pitiminí, presioso
y a luego nos retratamos
en las agüitas de un poso.
Y hablando de estas pamplinas
que inventan las criaturas,
llegamos hasta tu esquina
cogíos por la sintura.
Yo te pregunté: -¿En qué piensas?
Tú dijiste: -En darte un beso.
Y yo sentí una vergüensa
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
-¡Chssss! Mi hermaniyo está en la cuna,
le estoy cantando la nana.

¯«Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco».

Y mientras que tú cantabas
yo, inosente me pensé
que nos casaba la luna
como a marío y mujé.

¡Pamplinas! ¡Figurasiones
que se inventan los chavales!
Después la vida se impone:
tanto tienes, tanto vales;
por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba iguá.
Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profesía:
tú, por la noche, entre sueños
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde
que mi boca te besó
y te llamarás "¡cobarde!"
como te lo llamo yo.
Y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico
y se llevó la sigüeña
mi corasón en su pico.
Pensarás: "no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando";
pero allá en la madrugá
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío.
Con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te manda
un hijo como una estrella;
avísame de seguía,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:

¯«Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco».

Pensarás: "no es sierto ná,
yo sé que lo estoy soñando".
Pero allá en la madrugá
te despertarás llorando.

Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo soy... quien más t'ha querío...
¡Con eso tengo bastante!


Romance de los ojos verdes

-¿De dónde vienes tan tarde?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el trigo verde.
El sueño juega y se esconde
en la plaza de mi frente;
cabalgo por las ojeras
de unos ojos en relieve.
El cuarto se va llenando
de mar, de barcos y peces,
acuarium improvisado
sobre el barniz de los muebles,
mientras que la media luna
de junio roja y solemne
se suicida sobre el filo
de la mañana que viene.
-¿De dónde vienes cantando?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el limón verde.
Por el río de la siesta
pasa un pregón hecho nieve
persianas atravesando:
"¡Chumbos frescos, ¿quién los quiere?!"
La sábana de la cama
en silencio se defiende
amortajando suspiros
bajo la cal de sus pliegues
contra dos cuerpos desnudos
que su blancura oscurece;
muslos de trigo en mis muslos
brazos delgados y ardientes
que como ríos morenos
iluminados de fiebre
se precipitan sin pulso
por la llanura del vientre
en una lucha romana
de mirtos y de laureles.
-¿Dónde naciste? -En Tarifa,
¿Y tú? -En Sevilla. Mis sienes
están preñadas de olivos
como tus ojos de verdes.
El silencio apuñalado
vuelve a sembrar las paredes
y un sueño de torres altas
y de relojes ausentes
sobre la cama cansada
echa su capa de nieve.
-¿De dónde vienes borracho?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo... vengo de la viña
y el olivarito verde.
-¿Qué mala hierba pisaste,
quién te atravesó las sienes
con ese mal fario...? ¡Dime!
-Son las cosas de la suerte,
unos la encuentran de espaldas,
otros la encuentran de frente,
y yo me encontré a sus ojos
verdes como el trigo verde.
-¿Quieres que te haga una taza
de hierbabuena caliente?
-Quiero su voz, luna y plata
diciéndome que me quiere.
-¿Quieres que te ate un pañuelo
y te lo anude a la frente?
-Quiero sus brazos de trigo
y su cintura de aceite.
-¿Quieres que cante una nana
para ver si así te duermes?
-Quiero sentirme en el cuello
su aliento de flauta breve.
-Entonces... mi corazón,
dime, ¡por Dios! lo que quieres.
-Quiero sus ojos. Sus ojos
verdes como el trigo verde,
como el limón y la albahaca,
como el mar y los cipreses,
el romero y los laureles...
Si no me traes sus ojos,
¡dile que venga la muerte!

 

Romance de "La Lirio"

Por la arena de la playa
va con un hombre "la Lirio".
La tarde pone en sus ojos
un barco de plata y vidrio,
mientras que Cádiz se enciende
a lo lejos como un cirio,
en un altar encalado
de torres en equilibrio.

-No sé qué sería de mí
si me dejaras, mocito-,
suspira dulce y lejana
y en un sollozo, "la Lirio".

El hombre moreno y alto
con voz de viento salino
le dice mientras su talle
aprieta como un jacinto:
-Llevo tu nombre en el brazo
tatuado desde niño
y en el corazón un ancla
de juramento perdido.

Por la arena de la playa
viene cantando un chiquillo:

¯La Lirio, la Lirio tiene,
tiene una pena la Liro
y se le han puesto las sienes
moraítas de martirio¯

Cádiz, de cal, a lo lejos,
huele a guitarra y a vino.
"La Bizcocha" es una vaca
con sortijas en los dedos,
voz de aguardiente de Rute
y cintura de brasero.
"La Bizcocha" lleva siempre
en su labio amarillento
una colilla colgada
y una blasfemia en acecho.

-¿No vino "la Lirio"?
-No-,
responde una voz en eco
-¡Mardita sea...!
La colilla
cae de los labios al suelo,
como un sucio equilibrista
que cayera de un trapecio.
Y por la taberna va
un taco de carretero
que se clava en la flamenca
de un cartel de toros viejo.

En una mesa, con sorna,
canta un viejo marinero:

¯Se dice si es por un hombre,
se dice que si es por do;
pero la verdá del cuento
¡Ay, Señó de los tormentos!
la saben la Lirio y Dió¯

Sobre el mostrador, borracha,
"La Bizcocha" está durmiendo
un sueño de peluconas
con "la Lirio" de por medio.

-¿Estará el barco en la playa?
-Estará al amanecer...
-Pos descanse usía tranquilo,
que allí se la llevaré.
-¿Y si ella no quiere, vieja?
-Poco sabe su mersé
de las razones que tiene
mi "menda" pa convensé...
¡Sincuenta moneas de oro!
¡Vaya rasones, y olé!

Y una voz entre la sombra
termina el romance aquel:

¯Qu fue con un bebediso
de menta y ajonjolí;
que fue una noche de luna,
que fue una tarde de abrí¯

-¿Dónde está mi blanca novia,
dónde está que no la veo?

(Un barco en la madrugada
se va perdiendo a lo lejos...)

-¿Dónde está "la Lirio", dónde,
que yo sin verla me muero?

(Mocito, busca otra novia
porque esa tiene ya dueño
y va en un trono de espuma
navegando mar adentro...)

-Mira su nombre en mi brazo,
sobre mis venas latiendo,
y en mi pulso y en mi lengua
y en la punta de mis dedos.

(Para tapar ese nombre
ponte un brazalete negro...)

-¡Mira que la llevo aquí
crucificada en mis centros!

(Arráncate las entrañas
y da tu dolor al viento...)

¡Mira que de no mirarla
me estoy muriendo y muriendo!

(Pues encomienda tu alma
porque ese amor está muerto...)

Amarga, de Puerta Tierra,
viene la voz de un flamenco:

¯A la mar maera,
y a la Virgen, cirio,
y pa duquitas, mare de mi arma,
pa duquitas negras,
las que tié la Lirio¯

Caminito de las Indias
un barco se va perdiendo.
"La Lirio" corta sus trenzas
con tijeritas de acero,
llenando el mar de suspiros
y el aire de juramentos,
mientras que, roto, en la playa
-veleta de amores muertos-,
clavando su desengaño
en la Rosa de los Vientos,
moreno de sal y luna,
llora y llora un marinero.

 

Romance de aquel hijo que no tuve contigo

Hubiera podido ser
hermoso como un jacinto
con tus ojos y tu boca
y tu piel color de trigo,
pero con un corazón
grande y loco como el mío.
Hubiera podido ir,
las tardes de los domingos,
de mi mano y de la tuya,
con su traje de marino,
luciendo un ancla en el brazo
y en la gorra un nombre antiguo.
Hubiera salido a ti
en lo dulce y en lo vivo,
en lo abierto de la risa
y en lo claro del instinto,
y a mí... tal vez que saliera
en lo triste y en lo lírico,
y en esta torpe manera
de verlo todo distinto.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!
Tres caballos, dos espadas,
un carro verde de pino,
un tren con cuatro estaciones,
un barco, un pájaro, un nido,
y cien soldados de plomo,
de plata y oro vestidos.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!
¿Te acuerdas de aquella tarde,
bajo el verde de los pinos,
que me dijiste: -- ¡Qué gloria
cuando tengamos un hijo! ?
Y temblaba tu cintura
como un palomo cautivo,
y nueve lunas de sombra
brillaban en tu delirio.
Yo te escuchaba, distante,
entre mis versos perdido,
pero sentí por la espalda
correr un escalofrío...
Y repetí como un eco:
"¡Cuando tengamos un hijo!..."
Tú, entre sueños, ya cantabas
nanas de sierra y tomillo,
e ibas lavando pañales
por las orillas de un río.
Yo, arquitecto de ilusiones
levantaba un equilibrio
una torre de esperanzas
con un balcón de suspiros.
¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria
cuando tengamos un hijo!
En tu cómoda de cedro
nuestro ajuar se quedó frío,
entre azucena y manzana,
entre romero y membrillo.
¡Qué pálidos los encajes,
qué sin gracia los vestidos,
qué sin olor los pañuelos
y qué sin sangre el cariño!
Tu velo blanco de novia,
por tu olvido y por mi olvido,
fue un camino de Santiago,
doloroso y amarillo.
Tú te has casado con otro,
yo con otra hice lo mismo;
juramentos y palabras
están secos y marchitos
en un antiguo almanaque
sin sábados ni domingos.
Ahora bajas al paseo,
rodeada de tus hijos,
dando el brazo a... la levita
que se pone tu marido.
Te llaman doña Manuela,
llevas guantes y abanico,
y tres papadas te cortan
en la garganta el suspiro.
Nos saludamos de lejos,
como dos desconocidos;
tu marido sube y baja
la chistera; yo me inclino,
y tú sonríes sin gana,
de un modo triste y ridículo.
Pero yo no me doy cuenta
de que hemos envejecido,
porque te sigo queriendo
igual o más que al principio.
Y te veo como entonces,
con tu cintura de lirio,
un jazmín entre los dientes,
de color como el del trigo
y aquella voz que decía:
"¡Cuando tengamos un hijo!..."
Y en esas tardes de lluvia,
cuando mueves los bolillos,
y yo paso por tu calle
con mi pena y con mi libro
dices, temblando, entre dientes,
arropada en los visillos:
"¡Ay, si yo con ese hombre
hubiera tenido un hijo!..."

 

Romance

Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado.
Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un süave
melocotón sonrosado.
Cuando dijistes: "Te quiero"
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano.
Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro bersos lentísimos
que me brindaron tus labios.
De la sien a la cintura,
de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado!
El pueblo, a las dos semanas
hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino
y en los surcos del arado:
"Un hombre que peina canas
y que le dobla los años".
Es cierto que peino canas
pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo,
igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras
que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
o una boca hecha de nardos,
para cortarle el suspiro
con el calor de mis labios.
Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sientes
en la palma de tu mano.
Centinela de tus sueños,
hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas
Y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte
en la noche de mis brazos.
¡¿Qué importa que haya cumplido
cincuenta y pico de años?¡
¿En qué código de amores,
en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen
la edad del enamorado?
En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: "¡Te quiero!"
Y colorín colorado.

 

Pena y Alegría del Amor

Mira cómo se me pone
la piel, cuando te recuerdo...

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco,
de la herida que atraviesa,
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos,
y cuchillos en los dedos,
y en mi sien, una corona
hecha de alfileres negros.

Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
¡y sin embargo, te quiero!

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio;
de ortigas y de chumberas,
de cal de arenas y de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo,
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
Y yo bien sé que me quieres,
y tú sabes que te quiero,
y lo sabemos los dos,
y nadie puede saberlo...

¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría
quererte como te quiero!

Cuando por la noche a solas,
me quedo con tu recuerdo,
derribaría la pared
que separa nuestro sueño.
Rompería con mis manos
de tu cancela los hierros
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego... ¡qué se me da
quedarme en tus brazos, muerto!...

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo, luego,
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.

Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
por acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo,
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo;
y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales,
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo...

Ayer, en la Plaza Nueva,
- vida, no vuelvas a hacerlo-
te vi besar a mi niño,
a mi niño, el más pequeño,
y cómo lo besarías,
¡ay, Virgen de los Remedios!
que fue la primera vez
que a mí distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa
alcé mi niño del suelo
y, sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso,

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Mira: pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra,
aun cuando lo sepa el pueblo
y pongan nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
¡sígueme queriendo así
tormento de mis tormentos!

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!


ASÍ TE QUIERO
A Conchita Piquer

El día trece de julio
yo me tropecé contigo.

Las campanas de mi frente,
amargas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio.
Mi corazón de madera
muerto de flor y de nidos,
floreció en un verde nuevo
de naranjos y de gritos,
y por mi sangre corrió
un toro de escalofrío,
que me dejó traspasado
en la plaza del suspiro.

¡Ay trece, trece de julio,
cuando me encontré contigo!

¡Ay, tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo
y las nueve, nueve letras
de tu nombre sobre el mío
que borraron diferencias
de linaje y apellido!

¡Bendita sea la madre,
la madre que te ha parido,
porque sólo te parió
para darme a mí un jacinto,
y se quedó sin jardines
porque yo tuviera el mío!

¿Quieres que me abra las venas
para ver si doy contigo?
¡Pídemelo y al momento
seré un clavel amarillo!
¿Quieres que vaya descalzo
llamando por los postigos?

¡Dímelo y no habrá aldabón
que no responda a mi brío!
¿Quieres que cuente la arena
de los arroyos más finos?
Haré lo que se te antoje,
lo que mande tu capricho,
que es mi corazón cometa
y está en tu mano el ovillo;
que es mi sinrazón campana
y tu voluntad sonido.

Nunca quise a nadie así;
voy borracho de cariño,
desnudo de conveniencias
y abroquelado de ritmos
como un Quijote de luna
con armadura de lirios.

Te quiero de madrugada,
cuando la noche y el trigo
hablan de amor a la sombra
morena de los olivos;
cuando se callan los niños
y las mocitas esperan
en los balcones dormidos;
te quiero siempre: mañana,
tarde, noche... ¡por los siglos,
de los siglos! ¡Amén! Te
querré constante y sumiso,
y cuando ya me haya muerto
antes que llegue tu olvido,
por la savia de un ciprés
subiré delgado y lírico,
hecho solamente voz
para decirte en un grito:
¡Te quiero! ¡Te quiero muerto
igual que te quise vivo!


ROMANCE DE LA VIUDA ENAMORADA

Siempre pegada a tu muro
y al filo de tus almenas;
siempre rondando el castillo
de tu amor; siempre sedienta
de una sed mala y amarga
de desengaño y arena.

¿Por qué te querré yo tanto?
¿Por qué viniste a mi senda?
¿Quién hizo brillar tus ojos
en la noche de mi pena?
¿Qué lluvia de mal cariño
quiso convertirme en yedra,
que va creciendo y creciendo
pegada a tu primavera?

¡Ay, qué montaña de amor
tengo sobre mi cabeza!
¡Ay, qué río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!

Yo estaba en mis campos hondos,
allí en Castilla la Vieja,
durmiéndome entre molinos
y coplas rubias de siega
y era mi vida una noria
monótona y polvorienta.

Mis hijos venían del campo
con sus camisas abiertas
y en el pulso de sus hombros
reclinaba mi cabeza.
Así, un día y otro día,
allí en Castilla la Vieja...

Una tarde (por los nardos
subía la primavera...)
una tarde vi tu sombra
que venía por la senda
dentro de un traje de pana,
tres vueltas de faja negra
y una voz dura y redonda
lo mismo que una pulsera.

-Buenas tardes, ¿Hay trabajo?
-Sí- te dije toda llena
de un escalofrío lento
que me sacudió las venas
y que me quitó de encima
diez años de vida muerta,
bordando en mi enagua oscura
una rosa dulce y tierna.

-Está bien- fueron tus gracias,
y, doblando la chaqueta,
te sentastes a mi lado
en el borde de la senda.

Vive este amor de silencio
y entre silencio se quema,
en una angustia de horas
y en un sigilo de puertas.
El pueblo ya lo murmura
en una copla que rueda
todo el día por el campo
y, de noche, en la taberna.

Dicen que si soy vïuda,
y sacan el muerto a cuestas;
dicen que si por mis hijos
me debía dar vergüenza...

Dicen, tantas cosas, tantas
que las paredes se llenan
de vidrios y maldiciones
y hasta a veces de blasfemias.

Mi hijo el mayor (veinte años,
dulce y moreno) con pena
me habló esta mañana: -Madre,
ese traje no te sienta,
ni esas flores, ni ese pelo,
ni ese pañuelo de hierbas...
Yo no me atreví a mirarlo
y me sentí muy pequeña,
como si fuese mi madre
la que hablándome estuviera.

-Por nosotros, tú no debes
vestirte de esa manera...

¡Ay, por vosotros! Os di
todo el trigo de mi era;
todavía de vosotros
mi cintura tiene huellas
¡Sangre mía que anda y vive
y a mí me va haciendo vieja!

¿Pero es que yo ya no tengo
derecho a querer? ¿Qué ciega
ley me prohíbe que al sol
deje mis rosas abiertas?
¿Y que me mire al espejo
y que me vista de fiesta
y que en mi jardín antiguo
florezca la primavera...?

¡Ay, qué montaña de amor
tengo sobre la cabeza!

¡Ay, qué río de suspiros
pasa y pasa por mi lengua!

¡Canten, hablen, cuenten, digan,
pueblo, niños, hombres, viejas,
que yo de tanto quererle
no sé si estoy viva o muerta!

¡Quiero y quiero y quiero y quiero!
Están en flor mis macetas;
cien ruiseñores heridos
cantan amor en mis venas
y me duele la garganta
y está mi voz hecha piedra
de tanto decir: "¡Te quiero
como a ninguno quisiera!"

 

ROMANCE DE LA VOZ EN LA SANGRE

Fue hacia la tercera luna
cuando lo sintió en los centros.
Estaba sobre la hierba,
tumbada de cara al cielo
—viendo la tarde morirse
sobre sus ojos abiertos—
cuando notó en la cintura
como un pájaro pequeño,
que aleteó por lo oscuro
de su vientre unos momentos,
y luego vino a pararse
sobre su talle, en silencio...
Fue hacia la tercera luna
cuando lo sintió en los centros...
Un ¡ay! de gozo y asombro
y otro de duda y recelo
salieron de su garganta.
Las palomas de su pecho
se erizaron de blancura,
y un temblor de alumbramiento
sacudió de sur a norte
todo el mapa de su cuerpo
e hizo crujir entre sombras
las ramas de su esqueleto...
En un brinco de gacela
se ha levantado del suelo
y ha echado a andar lentamente
por la vereda de cedros.
Parece tallada en tierra
la cara de Sacramento.
—Iré a ver a la Jacinta
lo mismo que otras lo hicieron...
Ella conoce las plantas
y sabrá darme el remedio...
—¿No te da pena matarme
antes de nacer...?
¡Qué miedo
le dio al escuchar la voz
que le salía al encuentro,
envuelta en hilos de sangre
cortando su propio aliento!
—¿Quién eres que así me hablas...?
—Ahora, nadie... casi un sueño;
mañana, si tú me dejas,
un hombre de cuerpo entero...
—¿Y qué voy a hacer, mi niño?
—Parirme como un almendro
en la mitad de la cama
con las entrañas ardiendo.
—¿Pero y mi honra?
—Tu honra
la limpiaré con mis besos:
las madres después del parto
quedan igual que un espejo...
—Pero me faltan seis meses,
seis plenilunios completos
frente a los ojos que miran
y las bocas de veneno.
—¿Y a ti qué te importa nadie?
Ponte delante del pueblo
y escúpele la belleza
de llevar un hijo dentro.
—¡Temo a las lenguas cobardes!
—Y en cambio no te da miedo
ir a buscar una planta
de sombra —flor de silencio—,
para derramar mi vida
por el primer sumidero
y que no quede del hijo
ni una fecha ni un recuerdo...
—¡Calla!
—No puedo callarme.
Una perra no haría eso:
me lamería los ojos
hasta que los fuera abriendo...
Pondría mi piel süave
lo mismo que el terciopelo
y luego ya, sin saliva,
con los dientes en acecho,
se tumbaría a mi lado
hecha un río dulce y tierno,
para que yo la dejara
hasta sin cal en los huesos.
—¡Por Dios!
—Por Él, yo te pido
que no me dejes sin cielo.
Corta sábanas de holanda;
borda pañales de céfiro;
aprende nanas azules
y planta naranjos nuevos...,
y cuando me hayas parido
como a un torito pequeño,
abre puertas y ventanas,
que me contemplen durmiendo
lo mismo que un patriarca
en el valle de tus pechos...
La voz se apagó en la sangre;
la cara de Sacramento
parece como de barro
de oscura que se le ha puesto,
y con sus manos sin pulso
se toca el vientre moreno...
¡Ay qué monte de alegría!
¡Qué rosal al descubierto!
¡Qué luna bajo la falda!
¡Qué lirio de tallo inquieto!
—¡Yo te juro, amor —mi niño—,
por mis vivos y mis muertos,
que te he de parir un día
sonámbula de contento,
aunque me escupan a una
todas las lenguas del pueblo!



GLOSA A LA SOLEÁ

¯Menos faltarle a mi mare
to te lo consiento, serrana
menos faltarle a mi mare
que a una mare no se encuentra
y a ti te encontré en la calle.
¡Vete, vete! si no te tié cuenta.¯

¿Te acuerdas de aquella copla
que escuchamos aquel día
sin saber quién la cantaba
ni de qué rincón salía?
Pero qué estilo, qué duende,
qué sentimiento y qué voz,
creo que se nos saltaron
las lágrimas a los dos.
"Toíto te lo consiento
menos faltarle a mi mare
que a una mare no se encuentra
y a ti te encontré en la calle".
No vayas a figurarte
que esto va con intensión.
Tú sabes que por ti tengo
grabao en mi corasón
el queré más puro y firme
que ningún hombre sintiera
por la que Dios uno y trino
le entregó de compañera.
Pero es bonita la copla
y entra bien por soleares:
"Toíto te lo consiento
menos faltarle a mi madre".
Y me enterao casuarmente
de que le faltaste ayé
y mí nadie me lo ha dicho,
nadie, pero yo lo sé.
Yo tengo entre dos amores
mi corasón repartío
si me encuentro a uno llorando
es que el otro le ha ofendío;
y mira, yo no me quejo
de tus caprichos constantes.
¿Quieres un vestío? ¡catorse!
¿quieres un reló? ¡de brillantes!
Ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando
que si soy pa ti un juguete,
que si me has quitao er mando,
que en la diestra y la siniestra
tienes un par de agujeros
por donde se va a los baños
el río de mis dineros...
¡Y a mí qué... !
Con tal de que de mi vera
tú nunca te desepares
toíto te lo consiento
menos faltarle a mi madre.
Porque ese mimbre de luto
que no levanta su voz
que en seis años no ha tenío
contigo ni un sí ni un no;
que anda como una pavesa,
que no gime ni suspira,
que se le llenan los ojos
de gloria cuando nos mira,
que me crió con su sangre,
que me llevaba la mano
para que me santiguara
como todo fiel cristiano
y a las candelas del hijo
consumió su juventú
cuando era cuarenta veses
mucho más guapa que tú.
Tienes que haserte a la cuenta
que la has visto en los artare
y jincarte de rodillas
antes de hablarle a mi mare;
porque el amó que te tengo
se lo debes a su amó,
que yo me casé contigo
porque ella me lo mandó.
Conque a ver si tu consiensia
se aprende esta copla mía
mu semejante a aquer cante
que escuchamos aquer día
sin sabé quién lo cantaba
ni de qué rincón salía:

¯Desde la cuna...
a mi mare de mi alma
la quiero desde la cuna,
¡por Dios! no me la avasalles
que mare no hay más que una
y a ti te encontré en la calle.¯

 

PULSO DE AMOR

Iba convaleciente
de una herida de amor en el costado;
iba casi inconsciente
cuando te vi a mi lado
y hasta el pulso por ti se me ha parado...

Buscaba mi cintura
un brazo que de noche la ciñera,
ansiaba con locura,
un labio que se uniera
a mi boca cansada por la espera...

Buscaba un hombro amigo
en donde reposar la madrugada
y un tibio olor a trigo,
una mano apretada
y el divino calor de una mirada.

Estaba tan vacía,
tan harta de soñar y tan sin sueño,
tan lejana y tan fría,
tan libre y tan sin dueño,
que tan sólo morir era mi empeño...

Por lo cual, asombrada,
me quedé contemplando al mediodía
tu figura delgada,
tu süave armonía
y tu casi perfecta geometría.

Alegres nos miramos
en la tarde morada de violetas
y después caminamos
por plazas recoletas
salpicadas de rejas y macetas.

Y de noche temblando,
perdida entre la niebla de tu viento,
me bebí suspirando
la menta de tu aliento,
en un beso apretado, dulce y lento...

¡Qué espesa la saliva!...
¡Qué lejano el rüido de la calle!...
Y el labio como iba
-mariposa en el valle
de la espalda- ... buscando el fino talle...

Se desbocó en mi frente
el pulso como un perro malherido
y paralelamente,
te sentí, en un gemido,
doblarte en mi garganta sin rüido.

Y después... la almohada,
pesarosa del rizo y la postura
y la sábana helada,
-mortaja de blancura-
plisándose sin voz a mi cintura.

 

MAZAZO

Sonó la palabra "dinero"
y todo lo echaste a rodar
y en vez de decirte: "Te quiero",
te dije: -¿Qué quieres cobrar?-

Y me valoraste las rosas,
poniéndole precio al jardín
y fueron tomando las cosas
un tono metálico y ruin.

Y aunque esta verdad me traspasa,
prefiero saber la verdad:
que al mes, pago luz, pago casa
y pago la felicidad.

 

BALADILLA DE LOS TRES PUÑALES

He comprado tres puñales
para que me des la muerte...

El primero, indiferencia,
sonrisa que va y que viene
y que se adentra en la carne
como una rosa de nieve.

El segundo, de traición;
mi espalda ya lo presiente,
dejando sin primavera
un árbol de venas verdes.

Y el último acero frío,
por si valentía tienes
y me dejas, cara a cara,
amor, de cuerpo presente.

He comprado tres puñales
para que me des la muerte...

 

LLUVIA
(1930)
a Conchita Herrera

¡Te quiero!, me dijiste,
y la flor de tu mano
puso un arpegio triste
sobre el viejo piano.

(En la ventana oscura
la lluvia sonreía...
Tamboril de dulzura.
Gong de monotonía).

-¿Me querrás tú lo mismo?
Y en tu voz apagada
hubo un dulce lirismo
de magnolia tronchada.

(La lluvia proseguía
llorando en los cristales...
Cortina de agonía.
Guadaña de rosales).

-¡Para toda la vida!,
te dije sonriente.
Y una estrella encendida
te iluminó la frente.

(La lluvia proseguía
llamando en la ventana
con una melodía
antigua de pavana).

Después, casi llorando,
yo te dije: ¡Te quiero!
Y me quedé mirando
tus pupilas de acero.

-¡Para toda la vida!
dijiste sonriente,
y una duda escondida
me atravesó la frente.

(En la ventana oscura
la lluvia proseguía
rimando su amargura
con la amargura mía).

 

ENCUENTRO

Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera
y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera
y yo te di las sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente...

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.

 

CENTINELA DE AMOR

Te puse tras la tapia de mi frente
para tenerte así mejor guardado
y te velé, ¡ay, amor!, diariamente
con bayoneta y casco de soldado.

Te quise tanto, tanto, que la gente
me señalaba igual que a un apestado;
¡pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh, mi río desbordado!

Un día me dijiste: -No te quiero...
y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.

La saliva en mi boca se hizo nieve,
y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.

 

NECESITO DE TI

Necesito de ti, de tu presencia,
de tu alegre locura enamorada.
No soporto que agobie mi morada
la penumbra sin labios de tu ausencia.

Necesito de ti, de tu clemencia,
de la furia de luz de tu mirada;
esa roja y tremenda llamarada
que me impones, amor, de penitencia.

Necesito tus riendas de cordura
y aunque a veces tu orgullo me tortura
de mi puesto de amante no dimito.

Necesito la miel de tu ternura,
el metal de tu voz, tu calentura.
Necesito de ti, te necesito.

 

DUDA

¿Por qué tienes ojeras esta tarde?
¿Dónde estabas, amor, de madrugada,
cuando busqué tu palidez cobarde
en la nieve sin sol de la almohada?

Tienes la línea de los labios fría,
fría por algún beso mal pagado;
beso que yo no sé quién te daría,
pero que estoy seguro que te han dado.

¿Qué terciopelo negro te amorena
el perfil de tus ojos de buen trigo?
¿Qué azul de vena o mapa te condena

al látigo de miel de mi castigo?
¿Y por qué me causaste este pena
si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo?


MUERTO DE AMOR

No lo sabe mi brazo, ni mi pierna,
ni el hilo de mi voz, ni mi cintura,
ni lo sabe la luna que está interna
en mi jardín de amor y calentura.

Y yo estoy muerto, sí, como una tierna
rosa, o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna
o un perro de amarilla dentadura.

Y hoy que es Corpus, Señor, he paseado
mi cadáver de amor iluminado,
como un espantapájaros siniestro.

La gente, sin asombro, me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste Padrenuestro.


CUATRO SONETOS DE AMOR

I

Decir "te quiero" con la voz velada
y besar otros labios dulcemente,
no es tener ser, es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.

Un beso así no quiere decir nada,
es ceniza de amor, no lava hirviente,
que en amor hay que estar siempre presente,
mañana, tarde, noche y madrugada.

Que cariño es más potro que cordero,
más espina que flor, sol, no lucero,
perro en el corazón, candela viva...

Lo nuestro no es así, a qué engañarnos,
lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.

II

Me avisaron a tiempo: ten cuidado,
mira que miente más que parpadea,
que no le va a tu modo su ralea,
que es de lo peorcito del mercado.

Que son muchas las bocas que ha besado
y a lo mejor te arrastra en su marea
y después no te arriendo la tarea
de borrar el presente y el pasado.

Pero yo me perdí por tus jardines
dejando que ladraran los mastines,
y ya bajo la zarpa de tus besos

me colgué de tu boca con locura
sin miedo de morir en la aventura,
y me caló tu amor hasta los huesos.

III

Otro domingo más sintu mirada,
dejándome morir junto a la gente
que pasa y que traspasa indiferente
a mi canción de amor desesperada.

Una yegua de celos colorada
corre llena de furia por mi frente
y galopa de oriente hasta occidente
en busca de tu falsa coartada...

Porque yo sé de más que en esta hora
hay alguien que los labios te devora
y comparte la cepas de tu vino.

Mas, como de perderte tengo miedo,
no ahondo en la maraña de tu enredo
y comulgo con ruedas de molino.

IV

Peso poco en tu vida, casi nada,
como un leve rumor, como una brisa,
como un sorbo de fresca limonada
bebido sin calor y a toda prisa.

No adelanto el compás de tu pisada,
ni distraigo la salve de tu misa,
y en tu frente de nardo desvelado
no llego ni a recuerdo ni a sonrisa.

Y en cambio tú eres todo, mi locura,
mi monte, mi canción, mi mar templado,
el pulso de mi sangre, la llanura

donde duermo sin sueño ni pecado,
y el andamio en que apoyo con ternura
este amor que nació ya fracasado.


RÉQUIEM POR FEDERICO

I
Lo mataron en Granada,
una tarde de verano
y todo el cielo gitano
recibió la puñalada...

Sangre en verso derramada,
poesía dulce y roja
que toda la vega moja
en amargo desconsuelo
"sin paño de terciopelo
ni cáliz que la recoja".

¯
(Por cielos de ceniza
se va el poeta;
la frente se le riza
como veleta.
Toda Granada
es una plazoleta
deshabitada)
¯
II

"Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos".
En la palma de sus manos
como un niño lo traían...

Las mujeres se rompían
los volantes de la enagua,
y el Darro bailaba el agua
en un triste soniquete
que sonaba a martinete
y a cante grande de fragua...

¯
(¡Encended los faroles;
romped el velo;
cantad por "caracoles",
que viene el duelo!
¡Como una espada,
llevadlo, así, entre "oles"
por su Granada)
¯

III

No te vayas buen amigo
quédate aquí con nosotros;
están soltando los potros
junto a lo verde del trigo...

Están soñando contigo
temblando de calentura,
gitanas de piel oscura
y brillante cabellera
y hay una boca que espera
morderte labio y cintura...

¯
(Desnúdate deprisa,
que vengo herido;
quédate con la risa
como vestido...
Quiero beberte
y que luego dormido
venga la muerte...)
¯
IV

"Rosa de los Camborios
gime sentada a la puerta"
medio viva y medio muerta
entre paños mortuorios.

A la luz de los velorios,
con pena de jazmín chico,
cual dos palomas sin pico
muestra sus pechos helados,
heridos y acuchillados
lo mismo que Federico.

¯
(¡Que doble, bronce y plata,
la Vela, Vela,
que se ha muerto la nata
de la canela!
Mi bien amado
de limón y ciruela
va amortajado...)
¯
V

Ignacio Sánchez Mejías
"con toda su muerte al hombro"
sale pálido de asombro
a las barandas sombrías...

Todas las ganaderías
mugen a la misma hora
y en el filo de la aurora,
junto a los bravos erales,
sobre el mar de los trigales,
la brisa también lo llora...

¯
(¡Ignacio, dame el vaso
con el ungüento;
no puedo dar un paso,
ya no me siento!
Quiero abrazarte,
pero me ciega un viento
de parte a parte...)
¯
VI

Dentro de su traje oscuro
te nombra Bernarda Alba...
la tarde pinta de malva
la rosa blanca del muro.

En la calle pisa duro
un caballo sin jinete;
dan en la torre las siete
y Angustias, con voz sombría,
solloza un Ave María
derrumbada en el poyete.

¯
(Por la tapia del huerto
te llamé en vano...
-¡Dime que no está muerto
Pepe, el Romano!-
Ciego de zambra,
con un Ángel gitano
va por la Alhambra...)
¯
VII

-¿De quién es ese lamento
que sobre la noche rueda?...
-De Marianita Pineda,
que está bordando en el viento...

Con hilos de sentimiento,
a la vez que borda y canta
y con mano fina planta
entre sangrientos jardines
una rosa de carmines
que enjoyará su garganta...

¯
(¿Qué bordas, Marianita,
sobre esa tela?
La flor para una cita
que me desvela...
¡En seda cuaja
lo que Granada grita
que es su mortaja...)
¯
VIII

"¡Hijo con un cuchillito
que apenas cabe en la mano",
de tu romance gitano
cortaron la flor del grito!

¡Ay, qué dolor infinito
de pedernal y de rosa;
voy y vengo como loca
sin que consolarme pueda
porque ni un hijo me queda
para llevarme a la boca!

¯
(Aquel traje de pana
que se ponía...
Aquella faja grana
que se ceñía...
¡Tanto cuidarlo,
y una flor de canana
para matarlo!).
¯
IX

Desde su balcón volado,
pálida, triste y mocita,
te llama Doña Rosita,
con el aliento apagado...

Un heliotropo morado
le acuchilla las ojeras
y corta con sus tijeras
adormecidas de herrumbre
su corazón hecho lumbre
por cincuenta primaveras...

¯
(¿Quién cambió los papeles
en el piano?
¿Quién secó los claveles
de mi verano...?
¡Ay, qué tormento!
¿Dónde estás, primo hermano,
que no te siento?)
¯
X

Sobre el hoyo de la cama
donde su flor se le mustia
igual que un río de angustia
una mujer se derrama...

Llama en vano, llama y llama
al hijo que se le esconde...
-¿En qué jardines, en dónde,
hallar mi nardo de esperma...?

Grito preñado de Yerma
al que el hijo no responde...

¯
(¡A la nana, mi niño,
que es madrugada...!
¡A la nana, cariño,
flor de Granada!
¡Si yo pudiera
quedarme embarazada
yo te pariera!)
-

XI

"Antonio Torres Heredia
Camborio de dura crin",
llora al filo de la media
noche por el Albaicín...

Suena la voz de un muecín
como una fuente delgada,
y desde Sierra Nevada,
una paloma doliente,
baja a besarle la frente
al poeta de Granada...

(¿A dónde vas, amigo,
con tu secreto?
Te llevarás conmigo
voz y soneto...
¡Cómo gemía
dentro de tu esqueleto
la poesía!)

TÚ ERES MI MARÍO

I
¿Por qué inclinas la cabesa?
¿Por qué llegas a la mesa
sin mirarme cara a cara?
¿Qué cavilas? ¿Dónde estás?
Como si un remordimiento
te amargara el pensamiento
y un delito me ocurtaras
que no puedes confesá.
¿Qué te pasa a ti, arma mía,
que despresias la comía,
que te está asomando er llanto
sin motivo ni rasón
y te pones amarillo
cuando miras er cuchillo
como si te diera espanto
de una mala tentasión?

ESTRIBILLO

Toma tu copita,
tu sigarro puro,
y anda y que te miren las niñas bonitas.
¡Te tengo seguro!
Que si ayer viniste
casi amanesiendo
fue por los amigos... Que te entretuviste...
¡Yo to lo comprendo!
Yo soy mu dichosa,
yo no desconfío...
Por más que le gustes a las buenas mosas...
¡Tú eres mi marío!

II
¿Por qué duermes intranquilo?
¿Por qué vives siempre en vilo
si yo no te pido cuentas
de ande vienes y ande vas?
¡Si es por mí por quien suspiras!
Lo demás sé que es mentira...
Ni le pasas una renta,
ni es tu amó, ni lo será.
Ni mereses un castigo
porque hablando tú conmigo
te equivoques y me suertes
otro nombre de mujé...
Son cosillas pasajeras
que, si yo me las creyera,
meresiera hasta la muerte
por dudá de tu queré.

ESTRIBILLO

Ese oló que llevas
a mí no me asusta...
Tú te has perfumado por hasé la prueba...
Pa ve si me gusta.
Toma, este pañuelo...
¿Quién te lo ha prestao?
No me gastes bromas para darme selos...
¡Qué susto m'has dao!
Vete a da una güerta,
tráeme argún regalo,
que yo no m'acuesto... Yo estaré en la puerta
por si vienes malo.

ESTRIBILLO (repetición)

No vivas pendiente
del murmullo ajeno,
ni de que me venga contando la gente...
¡Yo sé que eres bueno!
¡Yo soy mu dichosa!
¡Yo no desconfío!...
Son criticasiones de cuatro envidiosas...
¡Yo sé que eres mío!


ALMUDENA

I

Yo iba vendiendo violetas
una tarde de mayo por la Plaza de Oriente,
y me encontré con sus ojos
que me dieron la vida y me dieron la muerte.
¿Me querrás un poquito?,
él me dijo bajito
con voz de primavera.
Te querré tanto, y tanto,
que puede que con llanto
no pague lo que te quiera.
Y aquella tarde clara
no vendí mis violetas en la Plaza de Oriente,
ni escuché aquel romance
que cantaban los niños enredor de la fuente.

ESTRIBILLO

Almudena, mi Almudena,
no te vayas tú de aquí,
que él es duque y tú una pobre
violetera de Madrid.
A ese hombre lo hemos visto
con el rey ir y venir,
con su sable y su plumero
y su capa carmesí.
Arroyo claro, fuente serena.
Si te vas con el duque,
¡pobre Almudena, pobre Almudena!

II

Ya no vendí más violetas
y viví entre damascos como reina y señora,
pero su amor fue cambiando
y ahora soy yo quien pide, quien suplica y quien llora.
Y papá ¿nunca viene?,
me pregunta quien tiene
derecho a preguntarme.
Y le digo: mañana.
Y miro a la ventana
para no delatarme.
Y ahora he vuelto de nuevo a pasar como entonces
por la Plaza de Oriente,
y he escuchado el romance que cantaban los niños
enredor de la fuente.

ESTRIBILLO

¿Dónde vas, pobre Almudena?
¿Dóde vas triste de ti?
Voy en busca de mi amante
que ayer tarde no lo vi.
Nosotros sí que lo vimos
con su capa carmesí.,
dando el brazo a una duquesa
más bonita que un jazmín.
Arroyo claro, fuente serena.
Olvídate del duque,
¡pobre Almudena, pobre Almudena!

(recitado)

Él me dijo que vendría
antes que llegase abril,
con un anillo de oro
para conmigo cumplir.

(cantado)

No lo esperes, Almudena,
porque nunca ha de venir,
que él es duque y tú una pobre
violetera de Madrid.
Arroyo claro, fuente serena.
Olvídate del duque,
¡pobre Almudena, pobre Almudena!

 

NO ME QUIERAS TANTO

I

Yo tenía veinte años
y él me doblaba la edá.
En mis sienes había noche
y en las suyas madrugá.
Antes que yo lo pensara mi gusto estaba cunplío;
na me faltaba con él.
Me quería con locura, con tos sus cinco sentíos,
yo me dejaba queré.
Amor me pedía
como un pordiosero,
y yo le clavaba, sin ver que sufría,
cuchillos de acero.

ESTRIBILLO

¡No me quieras tanto
ni llores por mí!
No vale la pena que por mi cariño
te pongas así.
Yo no sé quererte
lo mismo que tú,
ni pasar la vida pendiente y esclava
de esa esclavitú.
¡No te pongas triste, sécate ese llanto!
Hay que estar alegre, mírame y aprende:
¡No me quieras tanto...!

II

Con los años y la vía
ha cambiado mi queré
y ahora busco de su labios
lo que entonces desprecié.
Cegaíta de cariño yo le ruego que me ampare,
que me tenga cariá.
Se lo pido de rodillas por la gloria de su mare
y no me sirve de na.
Como una mendiga
estoy a su puerta
y con mis palabras mi pena castiga
dejándome muerta.

(AL ESTRIBILLO)

ESTRIBILLO (Repetición)

De to lo del mundo sería capaz,
con tal que el cariño que tú me tuviste
volviera a empezar.
Por lo que más quieras sécame este llanto
maldigo la hora en que yo te dije:
"¡No me quieras tanto!"

 

LA ZARZAMORA

I

En el café de Levante, entre palmas y alegría,
cantaba la Zarzamora.
Se lo pusieron de mote porque dicen que tenía
los ojos como la mora.
Le habló primero a un tratante, y olé,
y luego fue de un marqué
que la llenó de brillantes, y olé,
de la cabeza a los pié
Decía la gente que si era de hielo,
que si de los hombres se estaba burlando,
hasta que una noche, con rabia de celos,
a la Zarzamora pillaron llorando.

ESTRIBILLO

¿Qué tiene la Zarzamora
que a todas horas llora que llora
por los rincones?
Ella que siempre reía
y presumía de que partía
los corazones.
Del querer hizo la prueba
y un cariño conoció
que la trae y que la lleva
por la calle del doló.
Los flamencos del colmao
la vigilan a deshora,
porque están empesinaos
en saber del queré desgrasiao
que embrujó a la Zarzamora.

II

Cuando sonaban las doce, una copla de agonía
lloraba la Zarzamora,
mas nadie daba razones ni el intríngulis sabía
de aquella pena traidora.
Pero una noche al Levante, y olé,
fue a buscarla una mujé;
cuando la tuvo delante, y olé,
se dijeron no sé qué.
De aquello que hablaron ninguno ha sabío,
mas la Zarzamora lo dijo llorando
en una coplilla que pronto ha corrío
y que ya la gente la va publicando:

ESTRIBILLO

¿Qué tiene la Zarzamora
que a todas horas llora que llora
por los rincones?
Ella que siempre reía
y presumía de que partía
los corazones.
"Lleva anillo de casao",
me vinieron a desí,
pero ya lo había besao
y era tarde para mí.
Que publiquen mi pecao
y el pesar que me devora
y que tos me den de lao
al saber del querer desgrasiao
que embrujó a la Zarzamora.

 

CON DIVISA VERDE Y ORO

I
Vino en un rayo de luna,
de luna del mes de enero;
era un chiquillo de Osuna
que quería ser torero.
-Ganadera salmantina,
yo la nombro por madrina,
que, el dinero y el cartel,
si algún día los consigo,
pongo al cielo por testigo
que me caso con usted.
Un ¡ole! en la tienta
por su valentía
y un duende en mis venas
que así me decía:

ESTRIBILLO

Ganadera con divisa verde y oro,
ten cuidado,
que el amor no te sorprenda como el toro
desmandado.
Por tu hacienda y tu apellío
se te guarda devoción,
y un clavel en tu vestío
llamaría la atención.
En tus ojos se adivina
la locura de un "te adoro".
Has de ser como la encina,
ganadera salmantina
con divisa verde y oro.

II

Ya es un torero de fama,
dinero y categoría;
ya es su pasión una llama
que me ronda noche y día.
Por tres veces me ha pedido
que lo tome por marido,
por tres veces dije ¡no!,
y la causa está en Osuna,
morenita de aceituna
que por mí se le olvidó.
Y son, en mis noches
de penas mortales,
cuchillos las coplas
de mis mayorales:

ESTRIBILLO

Ganadera con divisa verde y oro,
dueña mía,
cuánto diera por salvarte de ese toro
de agonía.
Con tu hacienda y tu apellío
ya te sobra en qué pensar
y hasta el luto del vestido
te lo debes de quitar.
Porque así no se adivina
que enterrastes un "te adoro"
bajo el tronco de una encina,
ganadera salmantina
con divisa verde y oro.

 

¡MAÑANA SALE!

I

Tiene el color del semblante
de una virgen de marfil,
lleva en los labios un cante
y en la mano un QUINCE MIL.
De un coche de dos caballos
sale una voz con corona:
"Si quieres, rosa de mayo,
seré el vasallo de tu persona".
Palabras que lleva el viento
y luto en el corazón...
La calle del Sacramento
sintió el lamento
de su pregón.

ESTRIBILLO

¿A quién le vendo la suerte?
¡Mañana sale y está premiado!
(Mis ojos tienen que verte
por tres puñales atravesado).
¡La fortuna, pa mañana!
¿Quién me compra un QUINCE MIL?
(Te repiquen las campanas
a la hora de morir).
¡Cuatro series!, ¡qué bonitas!
¡Voy tirando los caudales!
¡Son de doña Manolita!
¿Quién me compra esta penita?
¡Mañana, mañana sale!

II

Yendo de juerga en su coche
con corona de marqués,

le dieron muerte una noche
en la calle Lavapiés.
Nadie el motivo sabía,
nadie conoce la clave.
La niña que le vendía
la lotería sí que lo sabe.
Quizás un mismo cuchillo
vengó una doble traición.
Envuelto en su mantoncillo
va el estribillo de esta canción:

ESTRIBILLO

¿A quién le vendo la suerte?
¡Mañana sale y está premiado!
(A mí me dieron la muerte
con los puñales que te han clavado).
¡La fortuna, pa mañana!
¿Quién me compra un QUINCE MIL?
(Que me doblen las campanas
y me entierren junto a ti).
¡Cuatro series!, ¡qué bonitas!
¡Voy tirando los caudales!
¡Son de doña Manolita!
¿Quién me compra esta penita?
¡Mañana, mañana sale!

ESTRIBILLO (final)

Y en el filo de la aurora,
desde Sol a Chamberí,
nadie sabe por qué llora
pregonando un QUINCE MIL.
¡Cuatro series!, ¡qué bonitas!
¡Voy tirando los caudales!
¡Son de doña Manolita!
¿Quién me compra esta penita?
¡Mañana, mañana sale!


CÁRCEL DE ORO

I

Cuando tú me diste amparo no era más que una gitana
con un traje de volantes y una enagua armidoná,
y me vi por tu cariño, de la noche a la mañana,
convertía en una reina de brillantes coroná.
Pero a mí desde el principio me cansaba tu ternura,
me agobiaba aquel encierro que me impuso tu pasión,
y una noche en que tus celos me colmaron de amargura
con la hiel de mis palabras yo maté tu corazón:

ESTRIBILLO

Tanto decirme "te quiero", -te quiero-,
yo no lo puedo aguantá,
como un pájaro me muero, -me muero-,
necesito libertá.
Abre puertas y cerrojos
que me dé la luz del sol,
que están ciegos ya mis ojos
de tinieblas y doló.
Por mi mare yo te imploro y te lloro
que no pienses más en mí;
no te quiero, no te adoro,
y no sirvo pa viví
en esa cárcel de oro.

II

Y con prisa por dejarte yo me fui por los caminos,
con mis coplas y mis sueños y mis ansias de viví
y ar momento mis volantes se enredaron entre espinos
y los nardos y las rosas fueron cardos para mí.
Del vinagre que ahora bebo la curpita es sólo mía
y mardigo hasta la hora que probé la libertá.
Pordiosera de cariño te suplico noche y día
que en la cárcel de tus brazos tú me vuelvas a encerrá.

ESTRIBILLO

Vuelve a decirme "te quiero", -te quiero-,
vuelve a decirlo, por Dio,
sin oirlo yo me muero, -me muero-,
como un nardo sin oló.
Pa borrarte los agravios
que te hice padecé,
si pudiera de mis labios
me arrancara hasta la piel.
Vale más que los tesoros del moro
tu cariño para mí.
Por tu madre yo te imploro
que me encierres pa viví
en esa cárcel de oro.

ESTRIBILLO (final)

A una fragua yo me echara
pa salí purificá,
si de nuevo tú en mi cara
te volvieras a mirá.
Vale más que los tesoros del moro
tu cariño para mí.
Por tu madre yo te imploro
que me encierres pa viví
en esa cárcel de oro.

 

ROMANCE DE VALENTÍA

I
Era muy poco en la vía,
tan poco, que nada era.
Por no tener no tenía
ni mare que lo quisiera.
Era un triste afisionao
que buscaba la ocasión
de dejar en un cercao
frente a un toro el corazón.
Romance de valentía,
escrito con luna blanca
y gracia de Andalucía
en campo de Salamanca.

ESTRIBILLO

Embiste, toro bonito,
embiste por cariá.
Morir se me importa un pito
pues nadie me iba a llorá.
Aquí no hay plaza ni nombre
ni traje tabaco y oro,
aquí hay un niño muy hombre
que está delante de un toro.
En matarme no repares,
te concedo hasta el perdón,
y como no tengo mare,
la Macarena me ampare
si me cuelgas de un pitón.

II

Todas las noches saltaba
sin miedo la talanquera
y a cara y cruz se jugaba
al toro la vía entera.
Quizá fuera colorao
el buré que lo embistió
y mordiendo su costao
malherido le dejó.
Romance de valentía
teñido con luna blanca
y sangre de Andalucía
en campo de Salamanca.

ESTRIBILLO

¡Adios, plaza de Sevilla,
ya nunca me habrás de ve
pisar tu arena amarilla
con tanto que lo soñé!
¡Adios, capote de sea,
que fuiste mi compañero,
morir en esta pelea
es cosa de buen torero!
Ya vestío de alamares
no ha de verme la afición,
y como no tengo mare,
la Macarena me ampare
y me dé su bendición.

(Recitado)

Allí quedó ante la fiera,
ninguno lo vio caé,
nadie rezó tan siquiera
un padrenuestro por é.

(Cantado)

Por él ninguna serrana
lloró de luto vestía.
Por él ninguna campana
dobló amaneciendo el día.
Pero, en cambio, entre asusenas
y entre velas enrisás,
en San Gil la Macarena
sí que lloraba de pena
por la muerte del chavá.

 

Y SIN EMBARGO TE QUIERO

I
Me lo dijeron mil veses,
mas yo nunca quise poner atención.
Cuando vinieron los llantos
ya estabas muy dentro de mi corazón.
Te esperaba hasta muy tarde,
ningún reproche te hasía;
lo más que te preguntaba
era que si me querías.
Y bajo tus besos en la madrugá,
sin que tú notaras la cruz de mi angustia
solía cantá:

ESTRIBILLO

Te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vía,
más que al aire que respiro
y más que a la mare mía.
Que se me paren los pulsos
si te dejo de queré,
que las campanas me doblen
si te farto arguna ve.
Eres mi vía y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte,
no debía de quererte
y sin embargo te quiero.

II

Vives con unas y otras
y na se te importa de mi soledá;
sabes que tienes un hijo
y ni el apellido le vienes a da.
Llorando junto a la cuna
me dan las claras del día;
¡mi niño no tiene pare...
qué pena de suerte mía!
Anda, rey de España, vamos a dormí...
Y, sin darme cuenta, en ve de la nana
yo le canto así:

(AL ESTRIBILLO) ...y Fin.


ROMANCE DE LA REINA MERCEDES

I
Una dalia cuidaba Sevilla
en el parque de los Mompansié,
ataviada de blanca mantilla
parecía una rosa de té.
De Madrid con chistera y patillas
vino un real mozo muy cortesano
y a Mercedes besó en las mejillas
pues son los niños primos hermanos.
Un idilio de amor empezó a sonreir...,
mientras cantan en tono menor
por la orillita del Guadalquivir:

ESTRIBILLO

María de las Mercedes,
no te vayas de Sevilla,
que en nardo trocarse puede
el clavel de tus mejillas.
Que quieras o que no quieras
y aunque tú no dices nada
se nota por tus ojeras
que estás muy enamorada.
Rosita de Andalucía,
Amor te prendió en sus redes
y puede ser que algún día
amor te cueste la vía,
María de las Mercedes.
II

Una tarde de la primavera
Merceditas cambió de color
y Alfonsito, que estaba a su vera,
fue y le dijo: "¿Qué tienes, mi amor?"
Y lo mismo que una lamparita
se fue apagando la soberana,
y las rosas que había en su carita
se le volvieron de porcelana.
Y Mercedes mirió empezando a vivir,
y a la plaza de Oriente, ¡ay dolor!,
para llorarla fue todo Madrid.

ESTRIBILLO

María de las Mercedes,
mi rosa más sevillana,
¿por qué te vas de mis redes
de la noche a la mañana?
De amores son mis heridas
y de amor mi desengaño
al verte dejar la vida
a los dieciocho años.
Adiós, princesita hermosa,
que ya besarme no puedes.
Adiós, carita de rosa,
adiós, mi querida esposa,
María de las Mercedes.

ESTRIBILLO (final)

En hombros por los Madriles,
cuatro duques la llevaron
y se contaron por miles
los claveles que la echaron.
Te vas camino del cielo
sin un hijo que te herde.
España viste de duelo
y el rey no tiene consuelo,
¡ay, María de las Mercedes!

 

TRINIÁ

I
Al Museo de Sevilla
iba a diario Juan Miguel
a copiar la maravillas
de Murillo y Rafael.
Y por las tardes, como una rosa
de los jardines que hay en la entrá,
pintaba a Trini, pura y hermosa,
como si fuera la Inmaculá.
Y decía el chavalillo:
"Pa que voy a entrar ahí,
si es la Virgen de Murillo
la que tengo frente a mí".

ESTRIBILLO

Triniá, mi Triniá,
la de la Puerta Real,
carita de nazarena,
con la Virgen Macarena
yo te tengo compará;
algo tu vida envenena,
qué tienes en la mirá
que no me pareces buena,
Triniá, mi Trini, ay... mi Triniá.

II

El Museo sevillano
un mal día visitó
un banquero americano
que de Trini se prendó.
Y con el brillo de los diamantes
la sevillana quedó cegá
y entre los brazos de aquel amante
huyó de España la Triniá.
Y ante el cuadro no acabao
así decía el pintor:
"Tú me has hecho desgraciao,
sin ti qué voy a hacer yo".

(AL ESTRIBILLO)

 

TATUAJE

I
Él vino en un barco de nombre extranjero,
lo encontré en el puerto un anochecer
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.
Era hermoso y rubio como la cerveza;
el pecho tatuado con un corazón.
En su voz amarga había la tristeza,
doliente y cansada, del acordeón.
Y entre dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor:

ESTRIBILLO

Mira mi brazo tatüado
con este nombre de mujer.
Es el recuerdo del pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso, y me ha olvidado,
en cambio, yo no la olvidé,
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.

II

Él se fue una tarde con rumbo ignorado
en el mismo barco que lo trajo a mí,
pero entre mis labios se dejó olvidado
un beso de amante que yo le pedí.
Errante lo busco por todos los puertos;
a los marineros pregunto por él,
y nadie me dice si está vivo o muerto
y sigo en mi duda, buscándolo fiel.
Y voy sangrando lentamente,
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor.

ESTRIBILLO

Mira tu nombre tatüado
en la caricia de mi piel,
a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él.
Quizá ya tú me has olvidado,
en cambio, yo no te olvidé,
y hasta que no te haya encontrado
sin descansar te buscaré.

(Recitado)

Escúchame, marinero,
y dime: ¿qué sabes de él?
Era gallardo y altanero,
y era más dulce que la miel.
Mira su nombre de extranjero
escrito aquí, sobre mi piel.

(Cantado)

Si te lo encuentras, marinero,
dile que yo muero por él.

 

OJOS VERDES

I

Apoyá en er quisio de la mansebía
miraba ensenderse la noche de mayo;
pasaban los hombres y yo sonreía
hasta que a mi puerta paraste el caballo.
"Serrana, ¿me das candela?"
Y yo te dije: "Gaché,
ven y tómala en mis labios
que yo fuego te daré".
Dejaste er caballo
y lumbre te di,
y fueron dos verdes luceros de mayo
tus ojos pa mí.

ESTRIBILLO

Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca,
que están clavaítos en mi corazón.
Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vía son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.

II

Vimos desde el cuarto despertar el día
y sonar el alba en la Torre la Vela.
Dejaste mis brazos cuando amanecía
y en mi boca un gusto de menta y canela.
"Serrana, para un vestío
yo te quiero regalá".
Yo te dije: "Estás cumplío,
no me tienes que dar na".
Subiste ar caballo,
te fuiste de mí
y nunca una noche
más bella de mayo
he vuelto a viví.

(AL ESTRIBILLO)

(... y Fin)

 

LA CHIQUITA PICONERA

I

El pintor la respetaba
lo mismo que algo sagrao
y su pasión le ocultaba
porque era un hombre casao.
Ella lo camelaba con alma y vía
hechisá por la magia de su paleta
y al igual que una llama se consumía
en aquella locura negra y secreta.

ESTRIBILLO

Y cuando de noche Córdoba dormía...
y era como un llanto la fuente del Potro,
una voz decía:
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Esta carita de cera
a mí el sentío me quita.
Te voy pintando, pintando
ar laíto der brasero
y a la vez me voy quemando
de lo mucho que te quiero.
¡Várgame San Rafael,
tener el agua tan cerca
y no poderla bebé!

II

Ella rompió aquel cariño
y le dio un cambio a su vía,
y el pintor iguá que un niño
lloró al mirarla perdía.
Y cambió hasta la línea de su pintura,
y por calles y plazas lo vió la gente
deshojando la rosa de su amargura
como si en este mundo fuera un ausente.

ESTRIBILLO

Y cuando de noche Córdoba dormía...
y era como un llanto la fuente del Potro,
el pintor gemía:
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Toa mi vía yo la diera
por contemplar tu carita.
Mira tú si yo te quiero
que sigo y sigo esperando
ar laíto der brasero
para seguirte pintando.
¡Várgame la Soleá,
haber querío orvidarte
y no poderte orviá!

 

 

 




Mas que moda

Novedades moda, blogs





DIBUJOS

Gustavo Adolfo Bécquer, poemas

Recordando a Rabindranath Tagore y otros



Manosalarte Poesiascortas



poesias de mexico

Manuel Acuña





Adivinanzas



A Margarita Debayle, Rubén Dario













Cuentos colombianos

Mandanos tus Poesías

Nombre :  

   eMail : 

Pais:   

Titulo (si quieres ponerlo):   

Quieres recibir aviso newsletter
cuando se publique tu poesia:
SI NO

Escribenos tu poesia o tus sugerencias:



Poesias cortas




Gustavo Adolfo Bécquer, poemas   fanmania.net

Poesias cortas de Mexico   



© 2011, manosalarte.com Poesias Cortas


Los derechos de estos escritos son de sus autores, aquí se publican en calidad de cita,pero si alguien siente vulnerado su derecho, con su petición a este email, eliminaremos las referencias que nos citen. calledos@gmail.com