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Yolanda Castaño,

poesias cortas

 


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Yolanda Castaño

Deja que se alargue esta inquietud del ahora...

Deja que se alargue esta inquietud del ahora.
Que tarde, que tarde tanto
                                                        la patria de este
movimiento de la servidumbre del pan.

Yo me acaramelaba encerrada en una urna
pero no enlazaba nunca la miseria de una carencia.

Deja que mane
                                  una prisa lentísima

y que el deseo sea
                                 inmovilización de la urgencia.

 

 

 

Desconcilio. Me desgarro la boca pero no hablo...

     Desconcilio. Me desgarro la boca pero no hablo. Cientos de corredores, miles de corredores, 
un corredor, otro corredor, los recorrí todos, todos los conozco. Mi cueva es de pizarra, 
yo ya nada digo, espectáculo del conocimiento, religión de pizarra. Soy la ventrílocua, la que corre cantando por los corredores de plomo, con voz de pizarra. Que sólo el fraude era verdad. Velar desquiciada para que esta máscara ventrílocua no se me incruste en la boca, tengo que correr por los corredores de pizarra, digo muchas cosas, nada puedo hacer para dejar de mentir.

 


 


Es una espiral que, en mí, produce vértigo...

     Es una espiral que, en mí, produce vértigo. Pero acabo por serenarme; 
gruta de la pureza.
     Mi entrega a esta ebriedad franca. Que extendí una sábana de orfandades 
sobre mi poema. Y no sirve comprender. Como en valses espectrales sobre piscinas
amnióticas.                        Teatro de delicias. Petirrojo de la felicidad.

     Que mi inteligencia no compre mi sentido. El tacto, el privilegio, las ganas de tirarse.
 

 


 

    
Esta consciencia de ausencia y no hay regreso...

     Esta consciencia de ausencia y no hay regreso. No hay regreso. Pero resisto 
al llamamiento de las tragedias. Desacredito de esa desfundación.

     Para cuando el pálido manto de mi memoria se va cubriendo de esta piel que yo seré.


 

 

    

Estoy resbalando por una flor caliente...

     Estoy resbalando por una flor caliente. He estado siempre cansada. Este egoísmo voraz 
que insiste en la miseria. Pulsa mi vigilia la única fortuna de los locos. La que no comprendió 
nada pero lo sintió todo.

     Y en las madrugadas hago panegíricos a esta yolanda mezquina, que sabe venderse 
y          conoce el final.

 

 

 

Hablarte de mí. Contarte mi historia...

                                                                                                   Domingo 14 de diciembre:
     «Hablarte de mí. Contarte mi historia. Desde el principio. Todos mis sueños. 
Y pensamientos. Cada proyecto. Cada sentido.»

     (Todo espejo es un abismo.
     Mira este lenguaje, esta materia activa que me construye, que me piensa y prolonga a tus pupilas. Mira lo que se entrega en esta aérea arquitectura que son mis escenarios
encontrados.  Abraza las teclas de un piano de aire.)

 

 

 

Para que venga una lluvia pura...

     Para que venga una lluvia pura sobre la miseria de no saberse nada, 
pulsaremos los silencios hasta arrancar una uva demasiado violenta.

 




Qué pensarán...

Qué pensarán.
Yo toda grácil entre las garras de una negra criatura.
Litros de barbaridades con purpurina,
y mi tiempo se acomoda a tu mandíbula cómplice.

Yo canto para ti todas las posturas escotofílicas
y las vamos reproduciendo con la feroz inocencia del debutante,
frecuentamos los vulcanos y yo te hago de todo;
yo vestal con uve y tú bestal con be.

La suma de las perturbaciones. Nos seducimos distinto.
Los tormentos que preceden a mi incontinencia.
Aprendernos de memoria
                                                        la biografía de nuestras piezas
y tus garras de tiniebla que sean horizonte.

Estaba en el enfrentamiento, en el malsano enfrentamiento
de mis años relativos
                                               contra tus uñas de cuatro centímetros y medio.

La noche, calentadora,
y te pronuncio así: mi bella bestia.

 

 

 

Sé perfectamente que todo está aquí...

     Sé perfectamente que todo está aquí. Como una suerte de pálpitos 
que se le entrega a mi mano antes de las horas. Una condena que mece mis insomnios. 
Nada ocurrió antes de las horas. Yo no llevaba barcos. Escribíamos hacia delante
cuando se nos cayeron las túnicas y permanecimos así, maquillados de rosa, 
con la boca mojada y los pies abiertos, con el magnífico libro de las venturas agazapado 
en la vulva.

     Mucho dejarse la piel pero yo no quise aprender a llegar. Jardín exiguo, viento cerrado 
de manos, infinita cuadrícula. Renuncio al lugar del aliento.          Quiero aprender a salir.

 

 

 

Si hablase de ti no pronunciaría...

Si hablase de ti no pronunciaría
                                                                  las sílabas supremas
pero besas bien y me gusta estar contigo.
Mi verde con tu azul.
Delirio de ramas.
Mi verde con tu azul.

Me abstengo de pronunciar esas sílabas sublimes
pero me gusta cómo abrazas y tu pelo hace juego con mi vestido.
Tus dedos patinan en mis medias.
Mi verde con tu azul.

 

 

 

Todas las salvaguardas que nos merecemos...

Todas las salvaguardas que nos merecemos.
Tu perfil confidente.
Como todo lo que te digo cuando no puedes oírme
y es tan dura la tarde, y tú tanto me faltas.

Nuestros dáctilos Par a par.
Sueños fértiles Par a par.
Parecía imposible que cupiese tanto aliento, tan madreperla 
                                                                             como ahora nos preña.
Venga, mi bella bestia, ven con tu yolandalatría.

La tarde nos frecuenta alguna vez abandonados,
y tú dices corazón, esa palabra que odio.
Fuiste tú, mi animal, fuiste tú quien esculpió
en mis nalgas un verso que decía para siempre.
 

 

 

 

Un día más este ardor reclama mi desmemoria...

     Un día más este ardor reclama mi desmemoria. Se crece con una raíz intacta.

Porque también mi cuerpo había renunciado a la certeza, abriré corredores fronterizos 
a media luz, con fuerza de desandar, ojos abiertos.            Entrégame
                                                                                                                                    no reconocer.