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Renée Ferrer,

poesias cortas

 


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Renée Ferrer

 

Abandono

¿De qué remota lengua desasida 
proviene este resabio de abandono? 
En cavilosa soledad corono 
una imagen de niña estremecida. 

¿De qué lejano olvido, que se anida 
en las letales naves del encono, 
desembarca esta queja con su tono 
de brisa a la intemperie amanecida? 

¿De qué brazos amantes del despego 
zarpó el velamen de mi tierna mano,
la brújula extraviada en el abrazo 

confinado a la orilla? ¿Qué hay del riego 
de besos en que, cándida, me ufano, 
si hurté la dirección de su regazo.

Noviembre de 1993

 

 

 


Agua

Nubes, helechos rumorosos, piedras, 
mi cuerpo anticipándose a los goces 
en la colcha mullida de la hiedra; 
la siesta me sazona con sus roces 

y un tumulto de pájaros rehúye
el vasto territorio del desvelo; 
extrañamente de mis dedos fluye 
un manantial que sorbe el desconsuelo. 

Mis piernas, los anhelos, mis caderas 
en torrentes se fueron escurriendo;
era absurdo que tú los detuvieras 
apenas desatados y muriendo. 

Yo bien sé que me pierdo en lechos de agua 
sin vislumbrar la lumbre de tu fragua. 

1993

 

 



Ahora me olvidas

Y ahora me olvidas. 

Fui anónimo guijarro 
tramontando tu arena 
pétalo 
que se fue desprendiendo de tu cerco
un canto sin acordes resonando 
en sordas caracolas. 

Sí 
ahora me olvidas. 

Pero cuando entregue
esta envoltura descartable 

mi identidad se duerma 
desbrumaré mis ojos 
te miraré con olvido
ahogaré tus palabras 
en el silencio. 

1994

 

 

 


Andinismo

Los labios suben; 
laboriosos, escalan las uñas, 
las rodillas 
-andinistas de fuego-, 
ávidos, se demoran en los pozos de sombra
que conceden la luz. 
La exploración se adentra 
entre el follaje hirsuto y la fuente pequeña. 
Se someten al hueso de un codo guerrillero, 
a la remota axila,
a la nuca en declive; 
hacen alto en las manos, 
manantial de arcanas vibraciones. 
La lengua los retiene 
en el desfiladero que aísla los pezones,
morados promontorios que erguidamente gimen. 
Poderosos ascienden el risco del latido, 
la inminencia de amar. 
el tembloroso aliento de las cumbres sedientas. 
Lentos, suben los labios
hacia el santuario del deseo, 
hasta la sonrosada quemazón que los espera. 

Noviembre de 1993

 

 


Bajel del viento

La complicidad de mi cama 
se ha vuelto un campo ingrávido y lejano; 
ya no tiene largueros ni pies ni cabecera. 
Es una interminable llanura incandescente 
donde mi ser se calma.
Desprendida del mundo brujulo entre los astros; 
deshabito el incógnito territorio del cuerpo, 
destrabando mis jarcias, 
y parto 
desplegando los brazos,
desamarrada y leve: 
bajel de viento. 

Diciembre de 1993

 

 

 


Brindis

Toma la copa de mi corazón 
y bebe. 

De su cuenco de sombra 
paladea 
las centellas airosas que me cruzan,
desde el rojo voltaje de sus nervios, 
el sabor de mi centro. 

Toma mi corazón, 
y sorbe 
su resentimiento en las rocas,
la espumosa alegría de la mañana, 
el dulzor sentencioso de las despedidas, 
al atardecer. 

Entre tus labios 
toma el borde de mi corazón
y saborea 
el astringente bouquet de mi secreto. 

Si tan siquiera hubiese algo que beber 
yo te diría: 
toma la copa de mi corazón,
y bebe.

Diciembre de 1993

 

 

 


Cifra

Cómo el dolor me abre el deseo. 

Tenderme a la vera de tu cuerpo 
sospechando las ansias, 
los temblores, 
ornar con flores robadas
el puente de nuestro aliento 
intercambiando besos, 
trozos de tiempo. 

El sol se nos metió en los dedos 
haciendo borbotar 
el caldo del encuentro. 

Al instante le crece permanencia. 

Tu latido dialoga con mi pena
que sin nosotros notarlo 
se ha disuelto.

Todo sucumbe al punto, sin embargo, 
y vuelvo a ser 
una cifra cualquiera en un cuaderno. 

Febrero de 2004


 

 

 


Condena

Húmeda y germinada en el deseo, 
extraña ante un perfil que desconozco, 
cierro puertas, 
clausuro el país de la fiebre. 

Las personas que amo me ven partir;
se quedan con mi cáscara baldía. 

Soy un navío 
con el timón varado frente al risco 
desde donde despeño la palabra, 
prisionera de muros caducos
que asedia un vendaval estéril. 

Detrás del empellón del pensamiento 
se yerma mi surco de ternura. 
Soy un mármol que niega 
el beso elemental,
el dulce instante, 
prodigando alabanzas 
al verbo: 
mi verdugo. 

1992

 

 

 


Hacia el país de la alegría

Surca el itinerario de la espuma 
mi terco corazón desbrujulado; 
un esquivo temblor sus velas suma 

al luminoso aroma congregado. 
Mi acento entre que calla y que te nombra
va alertando al follaje sobre el vado. 

Timon el confidente de la sombra, 
la luna pensativa me acompaña: 
su rojiza preñez mi pulso asombra. 

Cambia una nube su perfil, empaña
la túnica radiante de la aurora 
y tu caricia con mi sed se ensaña. 

En el eco de la musitadora 
respiración del monte que nos mira 
celebro tu llamada portadora

de un cierto olor en celo que me inspira 
a descorrer mis velos, jubilosa. 
La garganta de un pájaro delira 

despertando el deseo que me acosa; 
un jaguar señorea en su guarida,
y late entre sus dientes una rosa. 

Cumple la selva el rito de la vida, 
acuchillan el agua los reflejos, 
y oriunda de la brasa, estremecida, 

comparece mi voz ante su espejo.
Recibe arrebatada mi panera 
la miga de tus besos. Hay un dejo 

de diosa primeriza, de altanera 
urgencia de morir en tu debajo, 
libertada y, al punto, prisionera.

Abdiqué del silencio y del atajo: 
una fosforescencia victoriosa 
empieza a germinarme desde abajo. 

Fallece en la ribera la gloriosa 
marejada fugaz entre burbujas:
yo te aguardo en su sábana arenosa. 

El rumor de la fronda desdibuja 
leves palabras de confesionario 
que el mástil de tu ardor vence y estruja. 

Hay un doble gemido solitario,
la llamarada que el temblor atiza, 
el empuje genésico, lunario, 
del instante que clama y se eterniza. 

Diciembre de 1994

 

 


Insomnio

Del vasto territorio del insomnio, 
de su ilímite páramo de sombra, 
traigo hilachas de ausencia entre los labios, 
una huella que me hurta y que te nombra. 
¿Qué distancias de fiebre y desvarío
por las estribaciones de la aurora 
recorro suplicante, pierdo, ansío 
destejiendo la trama de las horas? 
Cuando estoy por tocarte es ya un vacío 
la llama de tu voz. Como las hojas
de un vendaval atónito y tardío 
tu fantasma mi sueño desaloja. 
Me sorprende el lucero soberano 
creando tu caricia con mis manos. 

Mayo de 1994

 


Itinerario del deseo

Anoche tuve audiencia con mi cuerpo, 
tu fantasma, mis señas personales: 
indagué en el desánimo, en el cerco 
de mis fiebres. Obsesos arenales 

me circundan y crecen hacia adentro.
Me someten sus dunas, a las cuales 
rehúyo, añoro, niego, miento, encuentro, 
ofrendando el temblor de mis portales. 

Sin que medie la luna te poseo 
siguiendo de la sangre los puntales. 
Dichoso itinerario del deseo 
cuando abrevo mi sed en tus panales. 

Cuando el alba se apresta a desvestirse 
se despiden tus sombras, antes de irse. 

Noviembre de 1993

 

 

 

La silla

Cuando salí al jardín entré en un sueño; 
imán sin voz, vacío luminoso; 
desde tu cuerpo ausente y de mi gozo 
la silla me habla cuanto más me empeño 

en acallar tu imagen en mis ojos.
Me cercan sus espaldas rigurosas. 
ofrendándome el sitio donde posas 
tus manos, tus caricias en manojos. 

En las declinaciones del cordaje 
busqué ansiosa el perfil de tu figura
y trenzando mi sed a tu cintura 
soñé ser un navío en abordaje. 

Mi sonrisa detrás de un jazminero 
vio sollozando un ángel agorero. 

Diciembre de 1993

 

 

 

Marina

Caminar 
por las arenas de tu pensamiento, 
viajar de polizón en las bodegas de la espera, 
y ceder 
-a esa espera de ti,
de tu deseo sobreviviente de un cataclismo de espumas. 

El horizonte se aposenta en mí 
recostándose 
del otro lado de mi frente.
El mar se atiene a los ritos del tiempo 
reiterando un llamado secreto. 

No me digas que he soñado otra vez, 
que ya es de día. 

Diciembre de 1993


  

 

 


Naufragio

                                              «desprecio del naufragio de mis ojos» 
                                                                                                               F de Q. 


No sé si es pesadilla o desvarío: 
me naufraga tu imagen en los ojos. 
En el oleaje frío, 
mansamente, zozobran tus despojos, 
y tu pupila esquiva 
se pierde en mi pasión, a la deriva. 

Noviembre de 1993


 

 


 

Partida

Verte 
lejano
para siempre, 
para siempre en el suspiro de los pastos 
que la brisa arrodilla.

Verte partir 
por el zumbido del abejorro 
ante un sol dilapidado, 
tu sombra llena de luciérnagas 
flotando en la temblorosa incandescencia.

Mi cuerpo tendido sobre el aliento de la tierra, 
ensombrecido por esa luz que se distancia 
-mariposa de incontables lunas-, 
mirándote decrecer 
por el corredor de la ausencia.

Hay flores claudicantes en el aire, 
risa antigua esparcida: 
residuos de una cremación compasiva; 
hojas congregándose en un concilio de sombra, 
el polen instituyendo la germinación20 
de primaveras futuras: 
las primaveras que no te verán, 
porque 
oh para siempre 
te estás yendo. 

Junio de 1993

 

 


Qué te sucede

Qué te sucede corazón: 
no te oigo 
dar portazos contra sus mejillas; 
qué te acontece, 
en alcanfor parece
que conservas sanísimo el latido; 
qué aséptica desazón saquea 
tus cotos candadeados. 
Por qué finges que cantas cuando lloras 
y te empeñas
en maquillar las cicatrices. 
Qué te pasa, embustero: 
aún no despunta 
el buen llanto auroral que te acongoja. 

Diciembre de 1993

 

 

 


Requisitos

Morder 
la seda rosa de tu piel 
hasta el carozo del deseo 
y quedarme con el zumo 
entre los labios.

En las llamaradas del leño 
seguir 
la biografía de un poema 
la trémula complicidad 
de los acordes.

Y oír 
en la posada del encuentro 
las exigencias del alma 
como un sol descorazado 
y compañero.

Junio de 1994 


 




Resurrección

Dejarlo todo sí 
mientras bate el oleaje mi cintura. 

Deshecha espuma 
baba marrón 
semen de los días
arrumbados como trastos de olvido 
en un altillo viejo. 

Albergue de enmascaradas tentaciones. 

Dejarlo todo fuera 
del espacio que soy y me contiene:
las horas que atosigué de espera 
la vigilia alucinada en silogismos 
la obstinada ilusión 
el timón batallando contra un viento 
portador de estandartes mortuorios.

A mi alma le crecen cicatrices 
y un lento olor a tiempo desvivido. 

Dejarlo todo sí 
a orillas de este cuerpo 
de esta ínsula ardiente20 
arsenal de ternura. 

Ah las flores robadas para el duelo. 

Quemarme en soledad 
asolar el desván arrojando bien lejos 
los instantes que duran para siempre25 
retener en los labios los momentos 
como astillas de hielo 
sobre la lengua ávida. 

Abandonar mi cáscara 
de rostros funestos
sentarme a contemplar 
convaleciente 
la llama de una frágil bujía. 

Desabordar mi corazón 
y recobrarme
despojo y oración de algún ser sin memoria. 

Marzo de 1993

 

 

 


Sabor

Sobre la lengua 
la memoria salada de tus ojos 
y los zumos del beso. 

Sobre los pliegues de la lengua 
el desolado gusto de la ausencia,
la candente sazón de nuestro aliento. 

Sobre la penumbra de la lengua 
no tanto la dulzura entrelazada 
sino el ácido febril del mordisqueo. 

Sobre mi lengua alfarera
la posta de tus ojos insomnes, 
el largo itinerario de tu cuerpo. 

Sobre la lengua 
el metálico sabor de tu deseo. 

Mayo de 1994


 

 

Temblor

Temblando quedó el labio 
de roce imperceptible trastornado; 
un sabor de tomillo le ha quedado 
temblando en el aliento. 

Temblando quedó el fuego contenido 
por la intensa fragancia; 
nada más que de especias sobrevive 
este temblor incierto.

1982

 

 

 




Tú 
diminuto 
desde tu estatura solar 
peregrinas debajo de mi piel; 
subes, desciendes
navegas por mis venas; 
vas hundiendo tu huella 
en un itinerario sin fronteras. 

Te sientas en mis bosques pulmonares, 
intercambias silencios con mis nervios
aspirando mi sed a sorbos bien pequeños. 
Mi pasión oxigena el deletreo 
de la palabra incierta. 
Todo es luz allá adentro; 
mi corazón ardiendo.

El viento de tu espalda me golpea. 
Ya no estás frente a mí 
ya te estás yendo. 
Una lluvia se larga a murmurar 
por parajes desiertos20 
y en mi almohada se queda 
tiritando el deseo. 

Febrero de 1994