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Gunnar Ekelöf,

poesias cortas

 


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Gunnar Ekelöf

 

Dïw?n del Príncipe de Emigion  1965  

                Este poema mío no tiene rima: se lo dedico
                       únicamente a Ella.
                La palabra «Ella» es mi meta, y por Ella
                       no quiero aceptar otro intercambio que
                       el de «Dar» y «Coger».
                                                   Tarjuman El- Ashwak XLII

 

2. Oí en sueños:   
-Habιb, ¿quieres esta cebolla
o solamente una rodaja?
De pronto me envolvió una gran incertidumbre
¡La cuestión que me planteaba este enigma
era la cuestión de mi vida!
¿Prefería yo la parte al todo
o el todo a la parte?
No, yo quería las dos cosas
tanto la parte del todo como el todo
y que esta elección no implicase contradicción alguna.

* * *

3. Te hablo a ti
Hablo de ti
desde el fondo de mí mismo
Sé que no contestas
¡Cómo ibas a poder hacerlo
siendo tantos los que te imploran!
Todo lo que pido
es poder quedarme aquí expectante
y que me ofrezcas una señal
desde dentro de mí,
una señal de ti!

* * *

7. Tú me consuelas
tú consoladora
¿Cómo lo haces? Porque yo amo
tu más íntimo ser. En mi alma
has dejado huellas
de unos piececillos, de unos deditos
como en la húmeda arena
de una playa-

Sin embargo tú no eres-
¡Qué plenitud del Ser!
Yo soy- Qué bajeza
de algo todavía no quemado
Oh déjame calentar estas manos
junto a ti, como junto a un brasero.

* * *

13. Oh tú
que estás invisiblemente presente
Siento tus brazos alrededor de mí
Me dejaste besar
uno de tus pechos
el que está sobre el corazón
Luego te fuiste
después de haberme besado los ojos.

Versiones de  Francisco J. Uriz

 

 

 

Leyendas de Miroloyis

11. Mi corazón está inquieto dentro de mí
Su desazón llega hasta mis manos
hasta mi miembro que se yergue
hasta mis sienes que baten violentamente
Oh Diosa mía
Madre mía
que también eres mi hija
Besa mis ojos ciegos
Bésalos con un sueño
como acostumbras
Pon tu mano sobre mi corazón
ingrávida como la caricia de un ala
para calmarlo
Que palpite únicamente
temblando ante tu grandeza
Que palpite el corazón
de pie, con las manos levantadas
por ti.

* * *

18. Guíame princesa, llévame de la mano
Anda, vámonos  ya
cruzando el Creciente Fértil
a nuestro país

Nadie nos puede hacer daño
y a nadie haremos daño

El haber sido cegado aguza la vista
hasta la luz.

* * *

23. Poder alegrarme aun estando ciego
con lo que otros me cuentan que han visto
Esto es lo que he ganado
Sentir esta mano en la mía
callosa de recoger hierbas comestibles
pero todavía muy joven
quizá demasiado
¡Qué tristeza! ,
A veces cuando ella se ausenta
-sé bien porqué- 
y yo me quedo aquí sentado en una piedra esperándola
toco con los dedos 
las hojas y hierbecillas de mi alrededor 
y siento sus diferentes aromas:
Me devuelven algo de lo que yo solía ver. Sí-
en una época montaba yo un semental
de raza Shammar
cuya genealogía se remontaba a tiempos del Profeta
y no me interesaban las chicas

Todavía puedo oír
el gran cencerro de bronce de la cabra guía
y los cencerros de los camellos
desde el grande del primero
hasta el pequeño del octavo que cierra la marcha-
Oigo los pasos de los hombres
que transitan por aquí
Recuerdo y sé
Por eso no soy ciego
Solamente he sido cegado
Yo he visto
y siento
la mano de la joven
al coger la mía,
unas veces firme, entonces sé que ella sabe,
otras menos firme,
entonces sé que está preocupada.

* * *

24. Esto lo sabéis, debéis saberlo:
Una hija puede ser padre de su marido
padre de su padre
Un hombre puede ser madre de su hija
aunque sea
adúltero o ciego

Pero si tienes una buena hija
Cuídala bien
Si la dejas marcharse
por muy alto que sea el precio
pronto envejecerás 
y allí te quedaras con tus miserables monedas
Solo

No la vendas
Entrégala
al hombre que tú amas
y al que ella no aborrece

* * *

28. Dame agua
aunque sea gota a gota
de tus dedos
Yo la mamaré de ellos uno tras otro
como el cabritillo mama de la esposa del pastor
¡Tú la de los múltiples pechos!
Oh dame agua
Iré besando las gotas
dedo tras dedo
sin olvidar ninguno
También besaré los dedos de tus pies
con los que vadeando has llegado hasta mí
cruzando el agua fría, los restos del barro
de las últimas lluvias
Ahora la ciudad está envuelta en polvo
nube tras nube de polvo y de polvillo de paja
se arremolinan con el viento Meltemi
y penetran hasta aquí dentro
Dame agua de tus dedos
Sí, también de los de los pies.

* * *

29. Brillaron tus ojos dorados, esposa mía,
cuando levantaron el velo de tu cabeza
Eran negros, los ojos más negros
pero cuando levantaron el velo de tu cabeza
en su negrura había oro
Jamás olvidaré
la chispa que lanzaron al reconocerme
aunque ahora no puedo ver nada
Tienes ojos negros, mi amor
los ojos mas negros, los más hermosos
con una chispa de fuego
que todavía puedo ver.

Versiones de  Francisco J. Uriz

 


 

 

La leyenda de Fatumech   1966

Collar de perlas   (Nazm)

2. Como si el mar
lanzase los brazos tras de mí
en torno a mí
en mi habitación, por la noche
-como si el mar se me enroscase
con sus brazos sonoros
El mar me acaricia
El mar me abraza

* * *

4. Me topé con un vendedor de cordones de zapatos 
en una callejuela del zoco 
Quería venderme unos cordones 
a mí que no tengo zapatos
cordones rojos, negros, de algodón, de seda
No veía que iba descalza 
Este hombre tenía que estar ciego o loco
o quizá fuese ese cuerdo
Nos saludamos
con el signo que significa «Ya sabes».
Y ambos nos echamos a reír

* * *

7. No, las almas no se hablan
unas a otras 
de manera diferente que los pájaros 
Y los pájaros no se hablan
de manera diferente que las almas 
Mientras nuestro oído necesita
una multitud de palabras
de sonidos laboriosamente ensamblados
para que lo dicho llegue a su destino
les bastan a ellos unos pocos
les basta con variar su intensidad
variar su acento

* * *

10. Tus ojos son brasas
de vino tinto
¿Cómo podré apagarlos?
Únicamente bebiéndolos como de una copa
con besos
uno tras otro-
Entonces tú los vuelves a llenar
del vino amarillo
que más me gusta.

* * *

27. Sufrir es difícil 
Sufrir sin amar es difícil
Amar sin sufrir no es posible 
Amar es difícil.

Versiones de  Francisco J. Uriz

 


 

 

Guía para el Averno  1967

Solo en la Noche silenciosa
¡la única a la que llamo mía!
Solo en las tinieblas fundido con el dolor
viendo como el Día distraía de la Verdad
la Verdad del Día: una lluvia de alfilerazos
contra la piel, el oído y los otros sentidos
Solo en la Noche luchando con la Verdad-
En las tinieblas se acercan sus agujas
sus aguzadas puntas de luz. ¡Y que esto sea
juego limpio! -Una lluvia de pinchazos
me dio el Día, ¿Se puede arrancar la vida
a alguien con el tormento? Preferible entonces es la Noche
cuya punzada es una sola, decisiva
en la luz de tu ojo, la niña de los ojos de tu alma
en el ser o no ser de tu corazón-
Tú vez cómo se acerca la punta y la esquivas
Se vuelve a acercar, tú la paras
Y las tinieblas acogen tus ataques
los ocultan en su oscuro pecho donde quizá otro corazón
palpita herido -tu imagen reflejada en un espejo
en un mundo reflejado en un espejo.

* * *

La novicia de Spalato

2. ¿Has visto florecer el desierto? 
Dime: ¿Has visto el desierto en flor?
Dime, para que yo sepa 
cómo luce un desierto en flor 
-Yo he visto florecer el desierto 
Era el rostro del ciego
cuando tocó con la mano algo
que su boca recordaba.

* * *

4. El dijo: 
-Una vez te vi
como si tú fueses 
una niña con sus ojos 
clavados en los míos-
Pero apartas la mirada 
Miras hacia el muro 
aunque tu mano
no suelta la mía

Pero si mi mano suelta
tu mano
Entonces tú me buscas

Tus profundos ojos castaños buscan
los míos que evitan los tuyos 

Ella dijo:
¡Qué tímido eres, amor mío, para contigo mismo!
Quizá sea porque te amo
más que tú a mí
Quizá sea porque tú puedes amarme
como yo a ti.


* * *
 

¡Buen viaje, suerte en la vida
y más allá de la vida, joven pura!
Te he liberado de mí
al no besar tu puro rostro
al no rozar tu boca con mis oscuros labios!
También existen apóstatas así
que no son apóstatas del amor
Yo no te he clavado mi puñal
ni te he hablado de las Tres Rosas
que el mundo todavía podía haberte dado
¡Algún día nos encontraremos lejos de aquí
y siempre te reconoceré
porque tú fuiste yo!
Y tú me preguntarás:
¿Desde qué lejana distancia me viste
cuando nos encontramos aquella vez en la vida?

Versiones de  Francisco J. Uriz