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Dolores Etchecopar,

poesias cortas

 


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Dolores Etchecopar

 

Carta a

y ahora que un gran fuego de palabras
mueve la campana del desierto
(mientras unos niños agitan banderitas
en los patios lanzados por la memoria hacia la noche)
ahora locamente
                         te esperamos
                                                yo y la cerda chillona
aquí donde sólo cantará aquel invierno
en mi boca desaparecida

De "Notas salvajes" pag. 61
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 

 

 


Destino

 la verdad ha sido sacudida una y otra vez
en las telas del universo
ahora mi vida custodiada
por el traslado de los cerdos y los cánticos
empuja la música del sol
ahora la muerte es el velo 
que esgarran las corpulentas aguas del amor

De "Notas salvajes" pag. 45
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989


 

 


 

El sacrificio

ella murió
pero pudieron salvar
al primer resplandor del océano
que se abría en el iris de sus ojos

De "Notas salvajes" pag. 27
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989


 

 

 

El resplandor

tú en la madera
quiero que vivas en la madera del violín del desierto
alguien da órdenes a la luna
pero nada resplandece
si me muevo es de noche
si no me muevo es de noche
en el silencio están cavando un túnel para matar
no me calma la sonrisa ni su fijeza
en los dientes cada vez más blancos
de las Azafatas y de los Ministros
ciudades amarillas negras me arrastran
de un cuerpo a otro de un tren a otro
de un hospital a otro
(las enfermeras traban mi corazón
y me recortan en forma de mano que grita)
no puedo reunir mi alma
carteles luminosos titilan crímenes
se está borrando del suelo
el leve tatuaje de la aurora
esta ciudad tiene muros
y hombres muertos en la niñez de los árboles
yo me hechizo con los agujeros del fin del mundo
pero tú en la madera
quiero que vivas en la madera del violín del desierto
qué sonido furioso mientras hablo
expulsa al narrador de la pradera
qué lanas durmientes abren ese cuento
comido por la nieve

hablo con el motín de los perros del silencio
y las rodillas nucleares de la aurora
hundidas en el agua de los secretos
pero tú quiero que vivas
en la clarividencia del furor de las hierbas
dotado de alegría
y de un habla de emergencia para calmar
el fondo de la noche
ahora que escuchas a una mujer
que cruza con sus medias de fuego
el aire cada vez más oscuro
ahora que incubas por última vez
el llanto de todos los hombres

                             a la memoria de Andreï Tarkovski

De "Notas salvajes" pag. 21
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 

 

 

Encantamiento

no es ella
pero su pie descalzo
se apoya tan lentamente
bajo la palmera
es su sueño
la buscan en el prado
sus rastros en la hierba indican
que se lleva la parte desconocida de su cuerpo
por el silencio ella puede
arrastrarse hasta el bosque
puede encontrar sus pasos solares
su antiguo cuerpo inclinado
para hechizar el suelo
mucho después ella no habla sabe
las palabras sacrifican el galope
que brilla sobre el abismo

De "Notas salvajes" pag. 53
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989


 

 

 

Epifanía

cuando parece imposible
un potrillo rapidísimo subleva
mi tambor huérfano

De "Notas salvajes" pag. 51
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 

 

 


Epílogo I

suenan miles de teléfonos. Atiendes. Del otro lado
es siempre ella: su delicada y funesta isla de pétalos

De "Notas salvajes" pag. 91
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 

 

 

Epílogo IV

ella no dijo su nombre
se dejó prender fuego lentamente
con una carta en la mano

De "Notas salvajes" pag. 94
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 


 

 

La transmisión del agua de los cuentos

había una vez
hubo un día
había una vez
hubo una mano vacía
había una vez
hubo la transmisión del agua de los cuentos
bosque pequeño bajo la nieve
en las cataratas del silencio
(era de madrugada)
y la mano abría una ventana hacia la nieve
(el silencio estaba en esa mano)
había una vez
hubo alegría iba a empezar
la búsqueda de los tesoros
había una vez
yo buscaba el comienzo
y me dieron los sonidos de un antiguo llanto
(tuve que calmar esos sonidos)
había una vez
pero todas las palabras se acostaron para morir
y hubo nubes y dos percherones atados a un carro
había una vez 
hubo viento helado
que arrojaban de una altísima montaña
y niños que preguntaban:
¿cómo es del otro lado del viento?
pero bellas nodrizas se llevaban a los niños
al gran parque oscuro
había una vez 
hubo un día 
hubo un bosque pequeño 
bajo la nieve 
bajo el silencio 
bajo la mano vacía 
bajo los hilos 
de la muerte o del sol

De "Notas salvajes" pag. 19
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 

 

 

Los cuerpos

Pude haber extraviado tus secretos pero vi 
una gran manzana podrida en la cofia del sacerdote.
Mi vientre lleva las cirugías de la luz. Mi hijo
extraviado en mis vidas anteriores, en mis muertes,
en los crujidos del bosque que sangra sobre la nieve. 
Luego salen del bosque los hombres que abren las bolsas 
y huyen con los furiosos secretos.


* * * * *

Orgía. Hay tantas marcas en tu aliento de un cuerpo que tuve hace mucho.

* * * * *

Entre las reses y las estrellas había tres prostitutas. 
La más joven esperaba a la aurora con un revólver entre los pechos. 
Pero nadie sabía nada de la aurora. Pero nadie sabía nada de la aurora.

* * * * *

Cobijo a mi madre. Nunca la vi a plena luz. Su vestido de gasa se oscurece en las fotos 
y yo la sostengo en el rocío. Corro mi cadáver para que ella pase por el espejo. 
Cobijo a mi madre. Quiero ser la esclava de la nieve donde persiste su entornada canción levísima 
bajo mis pies. Cobijo a mi madre o su rodilla tabú o su mano tabú o su sonrisa en el borde de otra mujer 
que se aleja por los siglos de los siglos. Nodrizas bicéfalas me cuidaron al alba. Levantaron las tazas, 
hundieron mi pelo en el agua hasta la orilla del mundo. Cobijo a mi madre por teléfono (del otro lado 
ella vuelca mis sonidos en un pozo) .  Oh madre mía, oh padre mío, he sido vaciada y he sido colmada. 
He sido roída, mimada, tramada, separada, sustituida, succionada, complacida, desalmada, tapiada,
carbonizada. Madre mía, padre mío, he sido vaciada y he sido colmada. Cobijo a mi madre.
Sigo su rastro inmóvil. Ella camina por el bosque adentro de mis pasos. Pero yo no puedo entrar a la casa 
de la foto velada. Estoy en el lugar donde algo formula, fabrica, limpia, tritura, ordena, adjudica, requiere, 
almacena y desde tan alto lugar me arrojo porque ese lugar esbelto hiere mi cuerpo de abajo, el cuerpo 
que se desprende de lo hondo, desfigurado por lo hondo, reverdecido por lo hondo. Cobijo a mi madre. 
El aire mueve su rostro en el andén. Alguien vendrá a encontrarla y hará girar en ella el tiempo, 
otro tiempo, otro día.


De "Notas salvajes" pag. 47
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989


 

 

 

Madre

mi madre es suave como un campo de maíz
pero a veces se oscurece
entonces me siento sobre una piedra
para que me trague el sol

De "Notas salvajes" pag. 71
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989


 

 


 

Notas salvajes

si tu lengua apoya las cacerías del silencio
sobre mi lengua
hablaré
montaña oscura
madre clavada en la nieve
madre clavada en el ángelus de la caverna
en la vidriera en la rueca de los cuentos
en la tonada de mi tonada puesta del revés
que no puedo sacarme sin muerte
palabras lentas de mi cuerpo en otra parte
palabras fuertes mis enemigas
raspan la noche el sol que me embarazó
sumergida campana que cruza
los caminos y los huesos
me pusieron por nombre una raya roja
en la ingle
alegría
antes que el otoño fusile a las mariposas
estaremos en el fondo de las pudriciones
caballo blanco
tubérculo que brilla en el regazo
y arroja el oro de los muertos
sobre el recién nacido
el sol su cadera móvil y simple
pasará frente al lenguaje
y hablaré
alguien corta los hilos del bosque
y deja los ojos de mi madre
en el suelo oscuro
puestera del silencio
yo vi una luciérnaga
y las llaves que sólo cierran
el alba y los ojos
adiós dije adiós a las palabras
voy a dormir sobre el sexo de un color
el agua que yo tuve en la infancia
está dentro de tu boca
la lentitud abre sus muslos de colores
y me separo de la muerte
con algo que la luna mece en mi cadera

muchacha que saltas a la soga
sobre la vereda caliente
o la caída de las hojas
o el miedo
feroces mandíbulas te educan
puestera del silencio
la camisa planchada y doblada
los ojos de mi madre en el suelo oscuro
adiós dije adiós a las palabras
la basura decora mi piel
como un relámpago

De "Notas salvajes" pag. 39
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 



 

Precipicio

mi pierna recorre el silencio
                                                    donde se forma
                                                                 tu cuerpo desnudo
ahora todavía
                     y desde que la muerte introdujo
su intenso vocabulario
                                                  nada ha vuelto a suceder
sólo este largo sonido extranjero
sólo la locura ha conectado su jardín
                                                 al silencio de la muchacha
que se viste
                         poco a poco
                                                   de hambre

De "Notas salvajes" pag. 35
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

 

 

 

Redención

una mesa
el ruido de un tren al irse una ciudad
una mano
no sabe cómo se entra
pero abre tus lágrimas
y vuelve con tu rostro a la tierra

De "Notas salvajes" pag. 73
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989