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Miguel Ánxo Fernán-Vello
    A dos adolescentes mojadas por las lluvias de primavera
    
    Salud a esos cuerpos que llevan la frescura
    de estas sombras lluviosas en el cielo de mayo.
    La primavera llueve en dulces aguas claras.
    Nubes de corazón brillante.
    
    En la blancura de las frentes de silencioso viento
    tenéis vuestra luz y estrellas húmedas
    arden en vuestros ojos con íntima alegría.
    Y sonreís al tiempo con rosadas mejillas
    ofreciendo al mundo un inocente gesto
    de primeros amores.
    
    Salud a esos cuerpos de cabellos mojados
    por esta lenta lluvia entre vuestro perfume
    de poros deseados para beberlos todos.
    Bajo los suaves vestidos sois ninfas alegres
    que sueña este silencio de laguna desnuda.
    En vuestra piel lleváis licor de flores resplandecientes,
    azúcar enamorado en vuestros finos labios.
    Qué sabrosos frutos se inflamarán un día
    en vuestros cuerpos jóvenes de ciervas exquisitas.
    La redondez suave de blandos pechos
    tiene maravilla y gozo de cáliz ansiado
    y que tierno terciopelo se adivina brillante
    en vuestras caderas suaves de delicada blancura.
    
    Salud profunda y larga a esos húmedos cuerpos
    de lluvia y primavera,
    cuerpos jóvenes y alegres,
    hermosuras tan vivas,
  adolescentes cuerpos para diosas futuras...
De "Seivas de amor e transito", 1984
    Beso nocturno
    
    Conozco de la mujer el beso nocturno, espiral
    y térreo.
                    Velocísimo labio
    musculado
    requema en un abismo de
    húmeda luz que adentra.
    Oleosa dulzura templando
    la sangre más profunda, más láctea
    color-de-rosa,
    maculada y pura,
    acrecentada.
                      El beso bien nocturno
    tiene perfil de serpiente
    en ávida lengua,
    fluyente y diluida
    de simientes lunares,
    esencias agridulces
    o saladas e hirvientes en el abismo
    conocido, en la morada
    hendida que evapora un incendio
    en las bocas
    deslizadas al centro,
    masa líquida
    recurvada y ansiosa,
    destilación convulsa
    de inmodulada muerte en eco cenagoso,
    cenizas de agua seca
    en furias ondulantes,
    entretejidas llamas de un gemido
    quebrado, dulces ondulaciones
    de un estertor de gloria,
    animales tan sumergidos
    enrojecen en la entraña del
    placer dislocado,
    instantánea grandeza
    del fin en lento fulgor
    de bocas fascinadas.
                  El beso
    muerde arcilla espumosa y profunda
    de suave quemadura
    y florece encarnado
    fermentando un ardor pensativo y constante
    en los labios calcinados.
                                                      Conozco
    el beso nocturno de la mujer silenciosa,
    conozco los besos oscuros
    hasta inflamar las bocas de una pureza extraña,
    la delicada muerte de los alientos sin sabia,
    sin aurora carnal, lengua de húmedo fuego,
    húmeda ceniza pura, húmeda muerte
    lenta
    hasta la tierra sin mácula,
    conozco de la mujer su beso más nocturno
    hasta perder los labios consumidos de sueño
    sin final ni comienzo.
    
    De Memorial de brancura, 1985
    
     
    El cuerpo es ser, estar en su arte...
    
    El cuerpo es ser, estar en su arte... en el misterio
    de los ojos
                 donde perfectos bosques, aguas, aves,
    hierven la luz dulce del atardecer,
    viejas maderas se pudren de brillo lunar
    o de extraña pureza, bálsamo de sombra,
    salvaje forma vegetal o verde serpiente en fuego
    acariciando el fondo -¡qué transmigración
    de exquisita dulzura de veinticinco años!-,
    tarro oculto de miel tras los sueños,
    toda una flor terrible pensativa
    hasta un fulgor, un relámpago, una pasión,
    en los ojos
                 viven doradamente mariposas brillantes
    y ternuras de llama de rojo crepúsculo,
    en el hervor de sedas de violenta caricia,
    algo malva y constante, un incendio imprevisto
    roza el ala de un sueño en tus ojos tan súbitos
    de alegría florida, de fuente estrellada,
    de almendro o ave,
    en tus ojos poblados
    por la antigua belleza de un abismo nocturno,
    entre destellos, látigos, un delicado almíbar de melocotones de luna,
    entre ardientes espadas, un anisar claro, un lobo enternecido,
    estrellas con gemido en tus profundos ojos
    donde las palabras hierven hasta el amor amado.
    
    De Memorial de brancura, 1985
I - Ese amor transparente que llevamos en los ojos...
Ese amor transparente que llevamos en los ojos
    con tal silencio puro de flor intensa y clara
    y con esa dulzura vegetal que se sueña
    en el interior del silencio, inspiraciones continuas
    de lugares y ángulos con ternura y con carne
    de poro perfumado, cuerpos de libre paso
    por el jardín de las albas añadidas al mundo,
    perspectivas de estrellas levitadas y absortas
    en miradas brillantes de visibles resplandores,
    miembros de adolescencia sensitiva que estallan
    lentamente en ideas de anhelos prolongados
    hasta un gozo inflamado de sangre en nuestra sangre,
    elementos tan íntimos del corazón que habla
    en sílabas blandísimas de emoción que estremece
    el tiempo que se vive de amor grande y florido,
    
    ese amor transparente que llevamos en los ojos
    con permanencia suave de viento y luz y sueño
    de presencias doradas, cabellos ondulados,
    crepúsculos de seda sobre hombros perfectos
    de redondez desnuda, elegancia delgada
    para esas criaturas de paso suave y fino,
    frentes de íntima luna, deseos como labios
    
    para beber de un cáliz con apurado deleite,
    brazos de un universo de música armoniosa
    para abrazar espacios de azul intimidad,
    dedos interminables de caricias profundas
    sobre una piel amada con siglos de luces,
    figuras absolutas en cuerpos pensativos
    en el territorio inmenso para la feliz blancura
    avivada en músculo amante y solidario
    del verso que se estrecha para el amor y la vida,
    
    ese amor transparente que llevamos en los ojos
    desde el comienzo mismo de la visión que ilumina
    existencias hermosas, maravillas constantes,
    sensaciones que se anuncian como tibios destellos
    cuando es lúcida la carne en los cuerpos liberados
    por la pasión abierta dentro del espíritu.
    
  
II - Tanta belleza pura que agiganta el sentido...
Tanta belleza pura que agiganta el sentido
    puede cegar el día, invadir llama a llama
    y quemar de silencio una posible muerte,
    tanta desnuda belleza puede ser un prodigio
    de: viva fantasía siempre inalcanzable
    pero el amor existe desde los ojos al viento
    y vive sin fin en los cuerpos futuros
    que habiten largas noches de placer transmigrado
    de estas arenas profundas que el tiempo nos destina,
    querencias de las raíces más sensibles de la sangre,
    vívidas como un fuego crepitando en el abismo
    que nos abraza el alma en delirio infinito
    de muertes transparentes, amor eternizado
    de infinitos deseos, transmutación de la carne
    en indecible verso, pleno conocimiento
    en el corazón de la vida, encarnación invisible
    de la entraña misteriosa que nos vive y desborda
    en un amor para los cuerpos sol a sol, luna a luna,
    en un amor de mil días con mil horas amadas
    hasta la muerte más dulce, silenciosa y continua,
    hasta el silencio puro de las venas colmadas
    de luz líquida, sangre que resiste el incendio
    del corazón abierto, carne al viento en desmayo
    de nieve y lirios, rosas como estrellas ardientes,
    tanto amor transfigura, puede herir sin pausa
    largas tardes desiertas para un júbilo a voces
    de múltiple silencio, aves de amor, ventura
    en el horizonte del sueño, cuerpos como esperanzas,
    deseos como un cielo o muertes tan amigas
    para vivir las noches con albas esperadas,
    para vivir el mundo amaneciendo todo
    en ese amor transparente que llevamos en los ojos.
    
    De Seivas de amor e transito, 1984
    Los dedos se enamoraban...
    
    Los dedos se enamoraban
    de la nuca suave
    caían por la espalda
    dibujando caricias
    y en la curva pulida
    de la cintura redonda
    donde crecen las nalgas
    blancas moles y suaves
    concentraron la forma
    de la caricia ondulada
    e inventaron lo tierno
    y abrazaron lo tibio
    y vivieron la calma
    de una espira! muy leve
    una feliz blandura
    una pasión blanquísima
    de lunas y de nubes
    
    De Do desexo en corpo e sombra, 1984
    Poema crepuscular
    
    De qué constan las lunas del tiempo hecho ocaso
    de tardes que no vuelven a derivar en noches,
    qué materiales suspendidos de un único momento
    permanecen sonámbulos en la luz de aquellas horas.
    Queda detenido el gesto interior del recuerdo,
    el sentido y las formas, la exactitud intensa
    del brillo del crepúsculo en los ojos conmovidos.
    Cómo invadir las cosas en un relevo de ecos
    de un grave corazón sobre todo el espacio,
    la música de las llamas que ardieron pensativas
    sobre tanta distancia y horizonte y altura.
    
    ¿Por veces algún verso es sólo un silencio oscuro?
    Una tarde es una fábrica de límites de fuego
    que divide las palabras, un hueco en el horizonte
    que penetra una espada de fulgor, sangre pura
    de un labio que penetra entre la tierra y el aire.
    Antes de la sombra un grito de fuego, color y luz
    de espectro traspasado como una brasa antigua
    por el tiempo sin carne, en el crepitar silente
    de la añoranza en dureza de herida y de incendio.
    
    De qué forma la nostalgia es un vacío crepúsculo
    donde el cuerpo adivina un dolor frente al tiempo.
    de qué lugar los ojos transmigran el recuerdo
    de una ardiente salud, cuando el amor fluía
    interminable sabia reverdeciendo el alma,
    cuando el placer mordía un cielo por la sangre
    una luna en la tarde que diluye la belleza.
    
    Queda el amor en las cosas, desde las tardes, en el tiempo,
    frente a la noche, en líquidos que desvelan la muerte.
    Un color triste y profundo, encendido y espeso,
    una sombra violenta que centellea en lo alto,
    un espíritu oscuro como un cuerpo olvidado
    que atraviesa una llama de purpúrea presencia.
    Qué abismal para los ojos tanta hermosura.
    Qué vértigo en el tiempo, qué locura infinita
    frente al mar, esta muerte que calcina y consume
    hasta la totalidad de las estrellas del fin que brillarán en la sangre.
    
    De Livro das paisaxes vivas, 1985
    Primavera
    
         Hay un país de sangre verde que corre inmensamente por los
    campos y eleva brillos altos en los árboles despedidos al cielo.
    
         Es un reino de mil tierras al sol. Un fuego mineral y azul.
    
         Estallan bajo el aire los nudos del tiempo y un hueco de
    fervor anuncia la música de la luz, las alas puras que extiende la
    transparencia en el corazón del espacio.
    
         Grave y honda salud que respiran ahora los meses en este
    aroma incendiado de viento nuevo, en esta espiral celeste que
    ensancha el sentido de todos los deseos.
    
         Ah leve dolor del alba, llamaradas delgadas que suben
    invisibles a la frente desmayada del fugaz mediodía.
    
         Las palabras son notas de una música grande, una alegría pura
    que suena para el tiempo, una sed que ilumina una canción de
    agua.
    
         Cómo crece el color, telas vivas al viento, un barniz flameante
    sobre el eco de las cosas.
    
         Hay un país de sangre que modula en los cuerpos la solar
    hermosura hirviente de los amaneceres.
    
         Un perfume que invade de fina flor tan nueva el corazón.
    
    De Entre agua e fogo. Cantos da terra posuída, 1987
    Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire...
    
    Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire,
    en la alta hora brillante, cuando un fluido intenso
    de calma luz se diluye en el tiempo y en la frescura sueña
    una cálida brisa que viene del mar delgado de la playa,
    oh delicada ala distante de la noche, pureza de ese labio
    que sueña tan adentro de lo oscuro, cuerpo pleno y vibrante,
    cántico, palpitación abierta que irradia el grave templo
    del misterio estrellado, suave tránsito de las esferas azules
    en la bóveda insondable del espacio, qué paz de indescifrables
    signos, qué remanso en las olas del tiempo que transmigra
    de un mar antiguo e ignoto la emoción reposada,
    el estremecer de un astro en el corazón nocturno de la vida,
    en la luz silente y profunda del corazón del hombre.
    
    De Livro das paisaxes vivas, 1985
Tal vez la ceniza azul que brilla en sus ojos
    sea el temblor del aire, lo lejano
    tantas veces sentido cuando muere la tarde.
    Y la luz, un enigma, un destello en la sangre.
    En esa mirada que regresa a sí misma perdida,
    entre fiebre y asombro -dolor de un laberinto-,
    está muerto el deseo; raíz que muerde aún
    el corazón que un día se invadió de belleza.
    En su frente nevada cruza ahora la sombra
    los alambres violáceos del olvido.
    Mas hubo un tiempo en el pozo del destino
    que fue de ardiente desnudez y saliva insaciada,
    mercurio y miel el cuerpo, brisa interior de brasa.
    Y aún en su rostro que contempló el crepúsculo
    está escrita una llama, algo que nace y pasa
    como el temblor del aire, quemadura sonámbula
    que se eleva en nuestro pensamiento.
Tomado de "El País" (Babelia)
    
     
     Polvaredas de luz suspensas sobre la ría. Aire vegetal inmóvil
    sobre el aliento antiguo del agua. Fluyente ser submerso en el
    polvo de la tierra ebria de lunas diluidas. Reverdor ceniciento,
    voracidad lentísima de una simiente líquida de incesante textura.
    
         La ría es una hembra yaciente que desnuda sus frutos sin
    viento. El silencio es tan blando que es ofrenda de música en los
    maternales meandros que funden el sentido y serenan el ritmo
    cenagoso de la luz, el extinto color del cielo sobre la frágil materia
    que destiló el tiempo, las albas y los crepúsculos que contiene
    esta agua durmiente, este volumen lleno de primitivas savias.
    
         Oh dúctil contemplación de este sabor oculto! Deslizada
    dulzura de poros recrecidos en la carnación de un cuerpo manso
    como una luna húmeda.
    
         Esta espesura lenta y recurva del agua, este color confuso que
    sedimenta las formas, las sustancias saladas que aproximan un
    soplo submarino y fecundo; este templado seno de sonámbula
    muerte sosegada y triunfante; la vibración oscura de esta piadosa
    masa ondeante en la llanura; irisado reflejo que destensa el
    crepúsculo tendido sobre el largo estuario.
    
         Respiro esta belleza extraña que invade la salud del aire, este
    aroma sumido en las pausadas brisas que pulsan el espíritu de la
    tarde, las embriagadas láminas de la fina neblina anaranjada y oro
    -hálito sensitivo de una muerte difusa que destiñe el ocaso. 
    
         Ah qué lejano y profundo va entrando -dolor suave- el mar
    tan silencioso en nuestro corazón.
    
    De Entre agua e fogo. Cantos da terra posuída, 1987
Terra Cha I
    
         Analizo el cóncavo milagro de la luz trazada sobre las últimas
    líneas de la llanura.
    
         Inscribo un surco de texturas doradas en los ojos enlazados a
    la insuperable franja donde la tierra es un volumen de bóvedas
    construidas en el aire de un posible abismo.
    
         Indefenso frente a esa distancia triunfante sobre el inmóvil
    cuerpo que se embriaga en las láminas transparentes de la brisa,
    persisto y fragmento el misterio que me da el contemplar la
    hendidura luminosa y oval que se extingue vulnerando la dúctil e
    interminable forma del horizonte.
    
         Repentinos perfiles, dimensiones submersas, aristas
    ondeantes, pausados filos de arcos velocísimos, quebradas
    pulsaciones de un perímetro extinto, arquitectura inmóvil de un
    óvulo de llamas, sequedad recurva de la llanura suave, irisaciones
    continuas de un declive invisible, entrevista locura de este
    espacio de viento y soledad.
    
         Ah que lentísimos soplos de claridad tan lisa, sonámbula
    levedad de un fulgor deslizado lácteamente sobre esta tierra llana
    que destila en el viento altos navíos mansos de ceniza. 
    
    De Entre agua efogo. Cantos da terra posuída, 1987