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Ingebord Bachmann,

poesias cortas

 


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Ingebord Bachmann

Cantos durante la huida

                                                       Dura legge d'Amor! ma, ben che obliqua, 
                                                       Servar convensi; però ch'ella aggiunge 
                                                       Di cielo in terra, universale, antiqua« 

                                                                                                 Petrarca, "I Ttriunfi" 



La hoja de palma se parte con la nieve, 
las escaleras se derrumban, 
la ciudad yace tiesa y brilla 
en el extraño resplandor de invierno. 

Los niños gritan y suben 
a la colina del hambre, 
comen de la blanca harina 
y rezan al cielo. 

La rica quincalla invernal, 
el oro de las mandarinas, 
vuela en las ráfagas salvajes. 
Rueda la naranja sanguina. 

II 
Yo, sin embargo, yazgo solo 
encerrado en hielo, lleno de heridas.

Todavía la nieve
no me vendó los ojos.

Los muertos, abrazados a mí,
callan en todas las lenguas.

¡Nadie me ama ni ha agitado
una lámpara para mí!

X
¡Oh amor, que rompiste y tiraste
nuestras cortezas, nuestro escudo,
el cobijo y la herrumbre marrón de años!

¡Oh penas, que pisándolo apagaron nuestro amor,
su fuego húmedo  en las partes sensibles!
Llena de humo, sucumbiendo en el humo, la llama se repliega.

XII
Boca que durmió en mi boca,
ojo que vigiló mi ojo,
mano-

y los que me arrasaron, los ojos!
¡Boca que pronunció la sentencia,
mano que me ejecutó!

XV
El amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro, 
el tiempo y el tiempo de después. 
Nosotros no tenemos ninguno. 

A nuestro alrededor sólo hundirse de astros. Destellos y silencio. 
Mas la canción por encima del polvo después 
va a superarnos.

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

 

 

 

Currículum Vitae 

Larga es la noche, 
larga para el hombre 
que no puede morir, largamente 
se tambalea bajo farolas 
su ojo desnudo y su ojo 
cegado por el aliento de aguardiente, y el olor 
a carne mojada bajo sus uñas 
no siempre le aturde, oh dios, 
larga es la noche. 

Mi cabello no se encanece 
porque salí del vientre de las máquinas, 
Rosarroja* me untó de alquitrán la frente 
y los mechones, habían estrangulado 
a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo, 
el jefe de la tribu, pasé por la ciudad 
de diez veces cien mil almas, y mi pie 
pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual 
pendían diez veces cien mil pipas de la paz, 
frías. Una calma de ángeles 
deseé a menudo para mí 
y cotos de caza llenos 
de los gritos impotentes 
de mis amigos.

 Con las piernas y las alas abiertas 
subía la sabihonda juventud 
sobre mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín, 
hacia las inmensas noches del secreto 
de la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte 
empaña mi ventana cada hora, 
dadme euforbia y verted 
la risa en mi garganta 
de los viejos que nos antecedieron, cuando 
caiga yo sobre los infolios 
en el sueño vergonzoso, 
para que no pueda pensar, 
para que juegue con flecos 
de los que cuelgan serpientes. 

También nuestras madres 
soñaron con el futuro de sus maridos, 
los vieron poderosos, 
revolucionarios y solitarios, 
pero después del retiro los han visto encorvados en el huerto 
sobre las llameantes malas hierbas, 
mano a mano con el fruto charlatán 
de su amor. Triste padre mío, 
¿por qué callasteis entonces 
y no habéis seguido pensando? 

Perdido en las cascadas de fuego, 
En una noche junto a un cañón 
que no dispara, condenadamente larga 
es la noche, bajo el esputo
de una luna enfermiza, su luz 
biliosa, pasa volando sobre mí 
el trineo con la historia 
embellecida, 
en la vía del sueño de poder (lo cual no impido). 
No era que yo durmiese: estaba despierto, 
entre esqueletos de hielo buscaba el camino, 
volvía a casa, me ceñía el brazo 
y la pierna con hiedra y con restos 
de sol blanqueaba las ruinas. 
Respeté los días festivos, 
y sólo si mi pan estaba bendecido 
lo comía. 

En una época arrogante 
hay que pasar de prisa 
de una luz a otra, de un país 
a otro, bajo el arco iris, 
con la punta del compás en el corazón, 
tomando la noche por radio. 
Abierto de par en par. Desde las montañas 
se ven lagos, en los lagos 
montañas, y en el armazón de las nubes 
se balancean las campanas 
de un mundo. Saber de quién 
es ese mundo, me está prohibido. 

Ocurrió un viernes: 
-yo estaba ayunando por mi vida, 
el aire chorreaba del zumo de los limones
y la espina estaba clavada en mi paladar­ 
entonces saqué del pez abierto 
un anillo que lanzado 
al nacer yo, cayó en el río 
de la noche y se hundió. 
Yo volví a lanzarlo a la noche. 

Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte! 
Si tuviera la palabra 
(y no la errase) 
si no tuviera cardos en el corazón 
(y rechazara el sol), 
si no tuviera avidez en la boca 
(y no bebiera el agua salvaje), 
si no abriera el párpado 
(y no hubiera visto la cuerda). 
¿Están tirando del cielo? 
Si no me sostuviera la tierra 
hace tiempo que yacería quieta, 
hace tiempo que yacería 
donde me quiere la noche, 
antes de que hinche las narices 
y levante su casco 
para nuevos golpes, 
siempre para golpear. 
Siempre la noche. 
Y nunca el día. 

*Rosarroja y Blancanieves son hermanas en el cuento.

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

 

 

 

El tiempo postergado

Vienen días más duros. 
El tiempo postergado hasta nuevo aviso 
asoma por el horizonte. 
Pronto tendrás que atarte los zapatos 
y correr los perros de vuelta a las granjas marismeñas. 
Pues las vísceras de los peces 
se han enfriado al viento. 
Arde pobre la luz de los altramuces. 
Tu mirada rastrea la niebla: 
el tiempo postergado hasta nuevo aviso 
asoma por el horizonte. 

Allí se te hunde la amada en la arena, 
sube por su cabello ondeante, 
le quita la palabra, 
le ordena callarse, 
le parece mortal 
y dispuesta a la despedida 
tras cada abrazo. 

No mires hacia atrás. 
Átate los zapatos. 
Corre los perros de vuelta. 
Tira los peces al mar. 
¡Apaga los altramuces! 

Vienen días más duros.

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada

 

 

 

En la penumbra

De nuevo metemos los dos las manos en el fuego, 
tú, para el vino de la noche largamente embodegada, 
yo, para la fuente de la mañana, que desconoce los lagares. 
Aguarda el fuelle del maestro, en quien confiamos. 

Al sentir el calor de la preocupación, el soplador se acerca. 
Se va antes de que amanezca, viene antes de que llames, es viejo 
como la penumbra en nuestras tenues cejas. 

De nuevo, él prepara el plomo en caldera de lágrimas, 
a ti, para un vaso -se trata de celebrar lo desaprovechado-, 
a mí, para el pedazo lleno de humo -este se vacía sobre el fuego.
Así avanzo hasta ti y hago sonar las sombras. 

Descubierto está quien ahora vacile, 
descubierto, quien haya olvidado el dicho. 
¡Tú no puedes ni quieres saberlo, 
tú bebes del borde, donde está fresco, 
y como antaño, bebes y permaneces sobrio, 
a ti aún te crecen cejas, a ti aún te contemplan! 

Pero yo ya aguardo el momento 
en amor, a mí se me cae el pedazo 
en el fuego, a mí se me convierte en el plomo 
que era. Y detrás de la bala 
estoy yo, tuerta, segura del blanco, delgada, 
enviándola al encuentro de la mañana.

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada
 
 

 

 

 

Explícame, amor 

Tu sombrero se levanta despacio, saluda, y vuela al viento, 
tu cabeza desnuda enamora a las nubes, 
tu corazón tiene que hacer en otra parte, 
tu boca asimila lenguas nuevas, 
la hierba tembladera menudea por aquí, 
el verano apaga y enciende los ásteres con un soplo, 
ciego por los copos levantas el rostro, 
ríes y lloras y te hundes en ti, 
qué más ha de ocurrirte - 

¡Explícame, amor! 

El pavo con solemne asombro hace la rueda, 
la paloma levanta su collar de plumas, 
el aire se dilata repleto de arrullos, 
grita el ánade, el país entero 
se sirve de la miel silvestre, también en el sereno parque 
los arriates están enmarcados con un polvo dorado. 

El pez se ruboriza, adelanta a la bandada 
y se precipita entre grutas al lecho de coral. 
Al son de la música de la arena plateada baila tímido el escorpión. 
El escarabajo huele de lejos a la más espléndida; 
¡si yo tuviera sus sentidos, notaría también 
que brillan alas bajo el caparazón de ella, 
y tomaría el camino del fresal lejano!

¡Explícame, amor! 

El agua sabe hablar, 
la ola toma a la ola de la mano, 
en la viña el racimo se hincha, salta y cae. 
¡Cuán confiado sale el caracol de su casa! 

¡Una piedra sabe conmover a otra! 

Explícame amor, lo que no sé explicar: 
¿trataré durante este tiempo corto y hostil 
únicamente con pensamientos y sólo yo 
no conoceré ni haré nada afectuoso? 
¿Tiene uno que pensar? ¿No le echarán de menos? 

Dices: otro espíritu cuenta con él... 
No me expliques nada. Veo a la salamandra 
pasar por todos los fuegos. 
Ningún horror la persigue y nada le causa dolor.

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

 

 

Invocación a la Osa Mayor

Osa Mayor, baja, hirsuta noche, 
animal de piel de nubes con ojos viejos, 
ojos de estrellas, 
por la espesura irrumpen relucientes 
tus patas con las garras, 
garras de estrellas, 
mantenemos despiertos los rebaños, 
pero encantados por ti, desconfiamos 
de tus flancos cansados y de tus dientes 
agudos y semidescubiertos, 
vieja osa. 

Una piña: vuestro mundo. 
Vosotros: sus escamas. 
Yo la muevo, la hago rodar 
desde los abetos del principio 
hasta los abetos del final, 
la resoplo, la pruebo en la boca 
y la agarro con las zarpas. 

Ya tengáis miedo o no lo tengáis, 
pagad en la limosnera y dadle 
al ciego una buena palabra, 
para que sostenga a la osa de la correa. 
Y sazonad bien los corderos.

Podría ser que esta osa
se soltara, no amenazara ya más
y corriera tras todas las piñas caídas
de los abetos grandes y alados
que cayeron del paraíso.

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

 

 

 

Nueva

Sale del atrio celestial templado de cadáveres el sol.
No están allí los inmortales,
sino los caídos en batalla, oímos.

Y el esplendor no repara en la putrefacción. Nuestra deidad,
la Historia, nos ha dispuesto una sepultura
de la que no hay resurrección.

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada


 

 

 

 

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Pero adónde vamos 
no te preocupes no te preocupes 
cuando oscurece y cuando viene el frío 
no te preocupes 
pero 
con música 
qué debemos hacer 
alegre y con música 
y pensar 
alegre 
cara a un final 
con música 
y adónde llevamos 
mejor 
nuestras preguntas y el escalofrío de todos los años 
a la lavandería de sueños no te preocupes no te preocupes 
pero qué ocurre 
mejor 
cuando sobreviene 

un silencio de muerte.

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

 

 

 

Salmo

1
¡Callad conmigo, como callan todas las campanas! 

En la placenta de los horrores 
buscan las sabandijas alimento nuevo. 
Públicamente, cuelga los Viernes Santo una mano 
en el firmamento, le faltan dos dedos, 
y no puede jurar que todo, 
todo, no haya sido y que nada 
será. Se hunde en las nubes pardas, 
arroba a los nuevos asesinos 
y sale absuelta. 

De noche, sobre esta tierra, 
forzar ventanas, darle para atrás a las sábanas, 
que quede al descubierto el embozo de los enfermos, 
una llaga llena de alimento, infinitos dolores 
para todos los gustos. 

Enguantados contienen los carniceros 
el aliento de los desembozados, 
la luna en la puerta cae al suelo, 
no recojas los fragmentos, la cinta de la que colgó... 

Todo estaba preparado para la extremaunción. 
(El sacramento no puede llevarse acabo).

2
Qué vanidad de vanidades. 
Arrastra una ciudad hasta ti, 
levántate del polvo de esa ciudad, 
toma posesión de un cargo 
y enmascárate 
para no ser desenmascarado. 

Cumple las promesas 
delante de un espejo ciego en el aire, 
delante de una puerta cerrada en el viento. 

Intransitados están los caminos sobre la pared a plomo del cielo. 


Oh ojos, que la tierra, almacén solar, quemó, 
con la carga de lluvia de todos los ojos cargados, 
cubiertos ahora de hilos, de telas 
hiladas por las arañas trágicas 
del presente ... 


En la cuenca de mi mudez 
pon una palabra 
y levanta grandes bosques a ambos lados, 
que mi boca 
entera quede en la sombra.  

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada


 

 
 

 

Sombra rosas sombra

Bajo un cielo extraño
sombra rosas
sombra
sobre una tierra extraña
entre rosas y sombra
dentro de un agua extraña
mi sombra

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García

 

 

 

Sólo cosas sombrías

Como Orfeo, toco 
en las cuerdas de la vida la muerte, 
y ante la belleza de la tierra 
y de tus ojos, que administran el cielo, 
sólo sé decir cosas sombrías. 

No olvides que también tú, de pronto, 
aquella mañana, cuando tu lecho 
todavía estaba húmedo de rocío y el clavel 
dormía junto a tu corazón, 
viste el río oscuro 
pasar a tu lado. 

La cuerda del silencio, 
tensada sobre la ola de sangre, 
puso manos en tu corazón sonante. 
Transformado quedó tu rizo 
en la cabellera de sombras de la noche, 
los copos negros de las tinieblas 
nevaron tu semblante. 

Y mi lugar no está a tu lado. 
Ahora nos lamentamos los dos. 

Pero como Orfeo, sé 
junto a las cuerdas de la muerte la vida, 
y en mí reverbera el azulado 
de tu ojo por siempre cerrado.

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada

 

 

 

Temprano mediodía

Silencioso verde a el tilo en el verano inaugurado, 
muy apartada de las ciudades tiembla 
el brillo opaco de la luna diurna. Ya es mediodía, 
ya se agita en la fuente el chorro, 
ya se alza bajo el destrozo 
el ala maltratada del pájaro de fábula, 
y la mano, desfigurada por tirar la piedra, 
cae en el despertar del trigo. 

Donde el cielo de Alemania ennegrece la tierra, 
busca su ángel decapitado una tumba para el odio 
y te entrega el cuenco del corazón. 

Un puñado de dolor se pierde sobre la colina. 

Siete años más tarde 
te acuerdas nuevamente, 
junto a la fuente, ante la puerta, 
no mires demasiado profundamente, 
se te saltarán los ojos. 

Siete años más tarde, 
en casa de amortajado, 
apuran los ayer verdugos 
el vaso dorado. 
Se te hundirían los ojos.

Ya es mediodía, en las cenizas 
dobla el hierro, sobre el mandril 
está izada la bandera, y sobre la roca 

del sueño ancestral, queda de aquí en adelante 
forjada el águila. 

Solo la esperanza, aquejada de ceguera, está acurrucada bajo la luz. 
¡Rompe sus cadenas, guíala 
ladera abajo, ponle 
la mano sobre los ojos, que no la 
abrase ninguna sombra! 

Donde la tierra de Alemania ennegrece el cielo, 
busca la nube palabras y llena el cráter de silencio 
antes de que el verano las perciba bajo la llovizna. 
Lo inexplicable recorre, en voz baja, el país: 
ya es mediodía.

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada

 

 

Todos los días

Ya no se declara la guerra, 
se prosigue. Lo inconcebible 
se ha hecho cotidiano. El héroe 
permanece alejado de los combatientes. El débil 
ha avanzado hasta las zonas de fuego. 
El uniforme de diario es la paciencia, 
la condecoración, la mísera estrella 
de la esperanza sobre el corazón. 

Se concede
cuando ya no pasa nada,
cuando el fuego nutrido ha enmudecido,
cuando el enemigo se ha hecho invisible,
y la sombra del armamento eterno
oscurece el cielo.

Se concede 
por abandonar las banderas, 
por el valor ante el amigo, 
por revelar secretos indignos 
y desacatar 
toda orden. 

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada

 

 

 

Toma de tierra 

Llegué a las dehesas 
cuando ya era de noche, 
olfateando en los prados la hierba 
y el viento antes de levantarse. 
Ya no pastaba el amor, 
las campanas se habían extinguido 
y los haces de hierba endurecido. 

En el suelo había un cuerno clavado 
por el obstinado animal de guía 
hundido en la oscuridad. 

Lo saqué de la tierra, 
lo alcé al cielo 
con todas mis fuerzas. 

Para llenar este país 
del todo con sonidos 
toqué el cuerno, 
dispuesto a vivir en el viento venidero 
y bajo los tallos ondeantes 
de cualquier procedencia.

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García


 

 


 

Una especie de pérdida

Usados en común: estaciones del año, libros y una música.
Las llaves, los boles de té, la panera, sábanas y una
cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, empleados,
gastados.
Un reglamento de casa observado. Dicho. Hecho. Y
siempre alargada la mano.
De inviernos, de un septeto vienés y de veranos me he 
enamorado.
De mapas, de un poblacho de montaña, de una playa y de una cama.
Con fechas he hecho un culto, promesas he declarado
irrevocables,
he adornado un algo y he sido devota delante de una nada,
(-de un periódico doblado, de las cenizas frías, del
papel con un apunte)
impávida ante la religión, porque la iglesia era esta cama.
De la vista de un lago surgió mi pintura inagotable.
Desde el balcón había que saludar a los pueblos, mis
vecinos.
Junto al fuego de la chimenea, en la seguridad, mi
cabello tenía su color más intenso.
La llamada a la puerta era la alarma para mi alegría.
No te he perdido a ti,
sino al mundo.

De "Invocación a la Osa Mayor" Ediciones Hiperión 2001
Versión de Cacilia Dreymüller y Concha García


 

 


 

Vuelo nocturno

Nuestro campo es el cielo, 
arado con el sudor de los motores, 
frente a la noche, 
bajo la intervención del sueño. 

Soñado sobre calvarios y piras, 
bajo el tejado del mundo, cuyas tejas 
se ha llevado el viento -y ahora, lluvia, lluvia, lluvia 
en nuestra casa y en los molinos 
los ciegos vuelos de los murciélagos. 
¿Quién vivía allí? ¿Quién tenía límpidas las manos? 
¿Quién resplandecía en la noche, 
fantasma a los fantasmas? 

Al abrigo del plumaje de acero, interrogan 
instrumentos el espacio, relojes y escalas, 
la maleza de nubes, y roza el amor 
el lenguaje olvidado de nuestro corazón: 
corto y largo largo... Durante una hora 
bate granizo el tímpano del oído, 
que, desafecto a nosotros, escucha y distorsiona. 

No ha desaparecido el sol ni la tierra, 
solo se han movido como astros, irreconocibles. 

Nos hemos remontado de un puerto 
en que no cuenta el retorno, 
ni la carga ni la pesca.
Las especias de la India y las sedas del Japón 
les pertenecen a los comerciantes, 
como los peces a las redes. 

Pero se percibe un olor 
que se anticipa a los cometas, 
y el tejido del aire 
desgarrado por el cometa caído. 
Llámalo estado de los solitarios 
en que se lleva a cabo el asombro. 
Nada más. 

Nos hemos remontado, y los conventos están vacíos 
desde que toleramos, una orden, que no salva ni enseña. 
Actuar no es asunto de los pilotos. Tienen la vista fija 
en las bases y extendido sobre las rodillas 
el mapa de un mundo al que nada hay que añadir. 

¿Quién vive ahí abajo? ¿Quién llora...? 
¿Quién pierde la llave de la casa? 
¿Quién no encuentra su cama, quién duerme 
sobre los umbrales? ¿Quién, cuando llega la mañana, 
se atreve a interpretar la estela de plata: mirad, por encima de mí...? 
Cuando el agua impulsa de nuevo la rueda del molino, 
¿quién se atreve a recordar la noche? 

De "El tiempo postergado" Ediciones Cátedra S. A. 1991
Versión de Arturo Parada