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Olavo Bilac,

poesias cortas

 


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Olavo Bilac

A las campanas

Campanas de las torres, resonad clamorosas!
La tierra nuestro anhelo de infinito no sacia,
queremos la conquista de un mundo en que las cosas
se eternicen en una primavera de gracia.

Desde aquí, desde el fango de estas playas tediosas
hasta donde el zafiro de los cielos se espacia,
llevad en vuestras voces nuestras voces llorosas
y el grito milenario de la tierra en desgracia.

En repiques festivos, en dobles de amargura,
en rebatos de angustia, todo lo que sufrimos
llevadlo a la impasible soledad de l'altura.

Y ¡oh campanas! decidles en clamores supremos,
nuestro dolor a aquellos astros en que nacimos,
nuestra esperanza a aquellos astros a donde iremos!

Versión de Miguel Rasch-Isla

 

 

 

Abstracción

Hay millares de estrellas en la altura
que puedes alcanzar con la mirada;
mas tú buscas la estrella que, ignorada,
en espacios ilímites fulgura.

Hay mujeres de núbil hermosura
que te cercan en ronda apasionada;
pero tú buscas la mujer soñada,
una mujer pretérita y futura.

Arriba, el cielo es fúnebre, nublado;
la tierra en rededor es yermo triste...
y así habrás de morir abandonado,

con los sueños de amor que perseguiste:
la imposible mujer que no has amado
y la estrella ideal que nunca viste.

Versión de Delio Seraville

 

 

 

El pecador

Pecó, mas es el pecador sereno
que sofoca el sollozo en la garganta,
y que a los labios, sin temblar, levanta
la rebosante copa de veneno.

Manchó su excelsa clámide en el cieno
del mal. Y al cabo de flaqueza tánta,
ningún remordimiento lo quebranta,
ni lo sonroja el parecer ajeno.

Lleva ocultas las lágrimas consigo,
y erguido lleva el corazón doliente
cual un pendón de reto enarbolado.

Y acepta la amargura del castigo,
con la misma altivez con que sonriente
probó todo el deleite del pecado.

Versión de Miguel Rasch-Isla

 

 

 

Exilio

¿Ya no me amas? ¡Bien! Partiré desterrado
de mi primer amor a otro amor que imagino...
Adiós carne amorosa, rapazuelo divino
de mis sueños, ¡adiós bello cuerpo adorado!

En ti, como en un valle, me adormecí embriagado
en un sueño de amores a mitad del camino;
quiero darte ya mi último beso peregrino
como quien abandona la patria, desterrado.

¡Adiós, cuerpo fragante, patria de mi embeleso,
nido de blandas plumas de mi primer idilio,
jardín, en que hecho flores, brotó mi primer beso!

¡Adiós! Ese otro amor ha de amargarme tanto,
como el pan que se come lejos, en el exilio,
amasado con hieles y humedecido en llanto.

Versión de Eduardo Castillo

 

 

 

Oración

Bendito el que en la tierra hizo el agua y el fuego;
el que unció a la carreta al buey manso y amigo;
el que encontró la azada, y el que del fango luégo
hizo brotar el oro milagroso del trigo.

El que fundió los bronces; el que talló en sosiego
la cuna de la infancia, y el que al primer mendigo
dio la primer limosna conmovido a su ruego,
y el que labró este lecho que compartes conmigo.

El que echó al mar la quilla y a los vientos las velas;
el que inventó las trovas; el que encoldó la lira;
el que domó los rayos y aplacó las procelas.

Mas, bendito entre todos, aquel que en lo profundo
descubrió la esperanza, la divina mentira,
que dora las siniestras espesuras del mundo.

Versión de Miguel Rasch-Isla

 

 

 

Última página

Primavera: sonrisa de las cosas, los ramos
palpitaban de flores y huéspedes parleros;
octubre anaranjaba la arena en los senderos,
recuerdas? Bajo el cielo de octubre nos amamos.

Verano: sin testigos, cabe la mar llegamos;
Otoño deshojaba los álamos ligeros;
tentónos el pecado, te acercaste, pecamos...
Ah! tu primer sonrisa, tus abrazos primeros!

Sobrevino el Invierno: saltaste a mis rodillas;
besé con largo beso tu boca y tus mejillas;
ardió con viva llama tu núbil cuerpo en flor.

¡Oh carne! qué ambicionas? Corazón, ¿qué más quieres?
Huyen las estaciones y pasan las mujeres,
y yo que he amado tanto desconozco el amor.

Versión de Víctor M. Londoño

 

 

 

Vanidad

Cieco, febril, insomne, con nerviosa porfía,
pule el artista el mármol de la estrofa anhelada:
quiérela palpitante, quiérela emocionada,
quiere infundir al mármol un temblor de agonía.

Triunfa gallardamente de la forma bravía;
lucha, repule, y la obra resplandece acabada:
-«¡Mundo que con mis manos arranqué de la nada!
¡Hija de mi trabajo!-luce a la luz del día.

«Llena de mis angustias y encendida en mi fiebre,
eras la piedra tosca; te di brillo profundo
e iricé tus facetas con esmeros de orfebre.

Puedo esperar, pues vives, una muerte serena».
E imagina que exhausto rodará al pie del mundo,
y, ¡oh vanidad! sucumbe junto a un grano de arena.

Versión de Miguel Rasch-Isla

 

 

 

Vía láctea

Sale al jardín cuando la aurora aclara,
y envuelta en muselinas vaporosas,
muestra a las rosas del jardín las rosas
trémulas y encendidas de su cara.

Todo el jardín al verla se prepara
a la oblación. Y hay voces misteriosas
que, al pasar, la saludan jubilosas
como si leve sílfide pasara.

La luz la besa; el aire es más sonoro;
tiemblan las flores cándidas; el bando
de las aves salúdala en un coro,

y ella va, dando al sol el rostro blando,
dando a los vientos el cabello de oro,
y a los rosales sus sonrisas dando.

Versión de Miguel Rasch-Isla

 

 

 

Vita nuova

Si con los mismos ojos abrasados,
al mismo gozo antiguo me convidas,
máta el recuerdo de las horas idas
en que los dos vivimos separados.

Y no me hables de lágrimas perdidas,
ni me culpes por besos disipados;
caben en una vida cien mil vidas,
como en un corazón cien mil pecados.

¡Te amol ¡La llama del amor, más fuerte
revive. Olvida mi pasado, loca!
Qué importa el tiempo que viví sin verte,

si aun te quiero, después de amores tántos,
y si aun tengo, en los ojos y en la boca,
nuevas fuentes de besos y de llantos!

Versión de Miguel Rasch-Isla