Luis Llorens Torres, poemas y poesias


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Luis Llorens Torres

Nombre: Luis Lloréns Torres
Lugar y fecha nacimiento: Juana Díaz (Puerto Rico), 14 de mayo de 1876
Lugar y fecha defunción: Santurce (Puerto Rico), 16 de junio de 1944 (68 años)

 

A Puerto Rico (A Tomás Carrión)

La América fue tuya. Fue tuya en la corona
Embrujada de plumas del cacique Agüeybana,
Que traía el misterio de una noche de siglos
Y quemóse en el rayo de sol de una mañana.

El África fue tuya. Fue tuya en las esclavas
Que el surco roturaron, al sol canicular.
Tenían la piel negra y España les dio un beso
Y las volvió criollas de luz crepuscular.

También fue tuya España. Y fue San Juan la joya,
Que aquella madre vieja y madre todavía,
Prendió de tu recuerdo como un brillante al aire

Sobre el aro de oro que ciñe la bahía.
¿Y el Yanki de alto cuerpo y alma infantil quizás?
¡El Yanki no fue tuyo ni lo será jamás!

 

Alta mar

Para asomarme, desde mi alma, al mundo
Ábrete y serás tú la única puerta.
Ábrete en un amor tan ultrahumano
Que se salga del caso de la tierra.

Ábrete en el temblor de la mirada
Que más en tu alma que en tus ojos tiembla,
Y en el rocío de sangre de lucero
Que te untas en los labios cuando besas.

Ábrete en el incendio del dorado
Enjambre que en tus rizos se desmiela,
Y en las dos zarcas aves que en la paja
De tus pestañas a sonar se echan.

Ábrete en un amor tan ultrahumano,
Que haga polvo el cristal de tus caderas,
Y que tan dulce el corazón me endulce,
Que al morirme lo piquen las abejas.

 

Amanecer

Guíñale al sol la cabaña.
El río es brazo que se pierde
Por entre la manga verde
Que cuelga de la montaña.
El yerbazal se desbaña.
La luz babea la colina.
Y más que el veloz caballo,
Hiere la paz campesina
La puñalada honda y fina
Del cantío de mi gallo.

 

Anhelos

Oh, los anhelos de mi amor insanos.
Quiero empañar tus límpidos cristales
Y ver palidecer esos corales
Sobre las perlas de tu boca ufanos.

Quiero que llore, herida en sus arcanos,
Tu fuente de rosados manantiales
Y que tiemble en tus tiernos maizales
La panoja rindiéndome sus granos.

Yo quiero ser tu vórtice y tu freno;
En el oleaje de tu amor, la roca;
Noche en el sol de tu mirar sereno;

Sol en la noche que tu trenza evoca;
Serpiente en los nidales de tu seno;
Y abeja en los panales de tu boca.

 

Barcarola

Déjame, niña, bogar,
En el esquife de un verso,
Por el oleaje perverso
De tus pupilas de mar.
Quiero en ellas desafiar
Las rachas de tu ilusión,
Y que una ola de pasión
Me envuelva en sus espirales,
Me ahogue entre sus cristales.
Y me hunda en tu corazón.

 

Bendito sea el diablo

Bendito sea el Diablo, que me amarra
Al rojo de su capa y de su pluma,
Y mis sentidos en amor sahúma,
Y en fuego de dolor los achicharra.

Brinda una flor en su espumosa jarra
Y una mujer surgiendo de la espuma,
Que urden el iris de belleza suma
En que se enciende el arco de su garra.

No importa si la flor es venenosa
O es el infierno la mujer hermosa
En cuya tentación he de caer.

Bendito sea el Diablo que me tienta,
Si siempre ante mis ojos se presenta
Con una flor y en forma de mujer.

 

Carnaval

Bella ficción de reinas y de reyes...
Oh, carnaval, alegre carnaval,
Que unces tus yuntas de mejores bueyes
Y aras la carne en el vaivén del vals.

Arado quo revuelcas corazones,
En surcos de dolor y de placer,
Y arrancas las raíces y tocones,
Que dejaron las siembras del ayer.

Queda, desnuda, la cachonda era,
Apta para la nueva primavera,
Que vaticina el grito del amor.

Grito y clarín de la fecunda guerra
En que hasta las lombrices de la tierra
Sueñan el sueño de la flor.

 

Desafío

Gallo que los tiene azules,
Es el que los sueños míos
Ensueñan en desafios
Que el campo tiñan de gules.
Que su plumaje de tules
La lid desfleque y desfibre.
Y que cuando cante y vibre,
Al lanzarse a la pelea,
Su canto de plata sea:
¡Viva Puerto Rico libre!

 

Dora Panchita

A doña Panchita el sol
La hizo de carne trigueña.
El sol la hizo buena moza.
El sol la hizo buena hembra.

Le puso negro el cabello;
Negras las pupilas negras;
Le puso dulces los labios;
Le puso dulce la lengua.

Dicen que dicen que doña Panchita
Novia es del sol tropical que la besa.
Dicen que dicen que doña Panchita
Siente que hierve la sangre en sus venas.

Dicen que dicen que doña Panchita
Ha de pecar bajo el sol que la quema.
Dicen que dicen que si ella pecara
Culpa sería del sol de su tierra.

Las flores perfuman.
Los pájaros vuelan.
Y doña Panchita
Es hija de Eva.

 

El drama del olvido

El -La historia de nuestro amor,
Que aún sahúma tu memoria,
Fue breve como la historia
De la abeja con la flor.

Prisionera de la flor,
La abeja sabe libar
En su cárcel de azahar.

Y cuando liba la esencia,
Recobra su independencia
Y se vuelve al colmenar.

Ella -Te di el libro de mi vida,
Para que tú lo leyeras,
Y en sus páginas primeras
Te deslumbraste en seguida.

Tu curiosidad herida
Quiso el final conocer.

Y hoy lo cierras sin saber
Que entre sus hojas extremas
Hay los más bellos poemas
Que dejaste sin leer.

 

El negro

Niño, de noche lanzábame a la selva,
Acompañado del negro viejo de la hacienda,
Y cruzábamos juntos la manigua espesa.
Yo sentía el silencioso pisar de las fieras

Y el aliento tibio de sus bocas abiertas.
Pero el negro a mi lado era una fuerza
Que con sus brazos desgajaba las ceibas
Y con sus ojos se tragaba las tinieblas.

Ya hombre, también a la selva del mundo fui
Y entre hombres y mujeres de todas las razas viví.
Y también su pisar silencioso sentí.

Y tuve miedo, como de niño... pero no huí...
Porque en mi propia sombra siempre vi
Al negro viejo siempre cerca de mí.

 

El patito feo

No se si danés o ruso,
Genial cuentista relata
Que en el nido de una pata
La hembra de un cisne puso.
Y ahorrando las frases de uso
En los cuentos eruditos,
Diz que sin más requisitos,
En el trigésimo día,
La pata saco su cría
De diez y nueve patitos.

Según este cuento breve,
Creció el rebaño pigmeo
Llamando "patito feo"
Al patito diez y nueve.
¡El pobre! Siempre la nieve
Lo encontró fuera del ala.
Y siempre erró en la antesala
De sus diez y ocho hermanos
Que dejábanle sin granos
Las espigas de la tala.

Vagando por la campiña
La palmípeda cuadrilla
Al fin llegó hasta la orilla
De la fuente en la montaña.
¡Qué sensación tan extraña
Y a la par tan complaciente
La que le onduló en la mente
Al llamado Feo Pato
Cuando miró su retrato
En el vidrio de la fuente!

Surgió entonces de la umbría
Un collar de cisnes blancos
En cuyos sendosos flancos
La espuma se emblanquecía.
(Aquí, al autor, que dormía
Cuando este cuento soñó,
Dicen que lo despertó
La emoción de la belleza.
Y aquí sigue, o aquí empieza,
Lo que tras él soñé yo).

Cisne azul la raza hispana
Puso un huevo, ciega y sorda,
En el nido de la gorda
Pata norteamericana.
Y ya, desde mi ventana,
Los norteños patos veo,
De hosco pico fariseo,
Que al cisne de Puerto Rico,
De azul pluma y rojo pico
Lo llaman "patito feo".

Pueblo que cisne naciste,
Mira y sonríe, ante el mote,
Con sonrisa de Quijote
Y con su mirada triste;
Que a la luz del sol que viste
Del alba tu campo y tu mar,
Cuando quieras contemplar
Que es de cisne tu figura,
Mírate en el agua pura
De la fuente de tu hogar.

Con flama de tu real sello,
Mi cisne de Puerto Rico,
La lumbre roja del pico
Prendes izada en el bello
Candelabro de tu cuello.
Y azul del celeste tul,
En que une la Cruz del Sur
Sus cinco brillantes galas,
Es el que pinta en tus alas
Tu firme triángulo azul.

Oro latino se asoma
A tu faz y en tu faz brilla.
Lo fundió en siglos Castilla.
Y antes de Castilla, Roma.
Lo hirvió el pueblo de Mahoma
En sus fraguas sarracenas.
Y antes de Roma, en Atenas,
Los Homero y los Esquilos
Hilaron de ensueños el hilo
De la hebra azul de tus venas.

En tu historia y religión
Tus claros timbres están;
Que fuiste el más alto afán
De Juan Ponce de León.
Mírate, con corazón,
En tu origen caballero,
En tu hablar latinoibero,
En la fe de tus altares,
Y en la sangre audaz que en Lares
Regó Manolo el Leñero.

Veinte cisnes como tú
Nacieron contigo hermanos
En los virreinos hermanos
De Méjico y el Perú.
Bajo el cielo de tisú
De la antillana región,
Los tres cisnes de Colon,
Las tres cluecas carabelas,
Fueron las aves abuelas
En tan maña incubación.

Alma de la patria mía,
Cisne azul puertorriqueño,
Si quieres vivir el sueño
De tu honor y tu hidalguía,
Escucha la voz bravía
De tu independencia santa
Cuando al cielo la levanta
El huracán del Caribe
Que con sus rayos la escribe
Y con sus truenos la canta.

Ya surgieron de la espuma
Los veinte cisnes azules
En cuyos picos de gules
Se deslera la bruma.
A ellos su plumaje suma
El cisne de mi relato.
Porque ha visto su retrato
En los veinte cisnes bellos.
Porque quiere estar con ellos,
Porque no quiere ser pato.

 

Germinal

¿Qué me dicen desplegadas las nubes,
Esas nubes de tus tristes ojeras?
¿Qué me dicen tus mejillas tan pálidas,
Esas curvas de tus nobles caderas?

¿Qué me dicen tus mejillas tan pálidas,
Tus dos cisnes ahuecando su encaje,
Tus nostalgias, tus volubles anhelos
Y el descuido maternal de tu traje?

¡Oh!, yo escucho, cuando tocas a risa,
Un allegro que del cielo me avisa,
Y vislumbro, cuando el llanto te anega

En los lagos de tus ojos en calma,
Las estelas de la nao de mi alma
Que en el cosmos de tu sangre navega.

 

Hambre azul

Ensueño que estoy cenando
Y que tu espalda es mi mesa,
Acostada su blancura,
Como en la playa te viera
Nadando sobre la ola
O echada sobre la arena.

Mesa desnuda, sin nada
De mantel ni servilletas;
Azucarada, olorosa,
Pintada de miel de abeja
Libada en los azahares
De la luna y las estrellas.

Mesa que en silencio siente,
Y en silencio canta y reza,
Y no dice una palabra,
Y dice toda la ciencia;
Abeja que pica el cielo;
Luna que escarba la tierra.

Ave que raya el enigma
Y con las alas abiertas,
Por los siglos de los siglos,
De la nada al todo vuela,
Y nada sabe de nada,
Y todo lo sacramenta
Con el óleo de los huevos
Que en sus curvas cacarea
En las ondas de los nidos.

Mesa doctora en belleza,
En la ciencia de la gracia
Y en la gracia de la ciencia;
Y mesa, en fin, que en sus vuelos
Sabe repechar la cuesta
Que va de Newton a Dante,
Del número a la quimera,
El infinito camino que hay
Entre el cielo y la tierra.

Chorro de café que hirviendo
Brinca de la cafetera,
Se ve caer el rizado
Chorro negro de tu trenza
Sobre la espumosa leche
De la taza que se vuelca
Y se derrama en tu nuca
Y por tus hombros se riega.

¿Que la plata de tus nalgas
Me brindará en sus bandejas?
En una, que rumbe y raje
El ronco ron de la tierra;
Mientras la otra se me finge
Digna de ser la bandeja
De la petenera copa
De Jerez de la Frontera.

Y en la planicie del talle,
Que es el centro de la mesa,
El pan de Dios se me ofrece
Al hambre azul que me incendia.
Al comerlo, así le grito
A la multitud de afuera:

No soy yo quien mata el hambre
Esta noche en esta mesa;
No, hermanos; es nuestra especie
La que se cena esta cena;
Toda nuestra especie humana
En su hambre de ser eterna.

 

La cuesta del asomante

Deja, jibarita blanca,
Deja que el jíbaro cante
Y que a medianoche suba
La Cuesta del Asomante.

Deja que el jíbaro cante,
Que le cante a otro querer,
Y que subiendo la cuesta,
Lo coja el amanecer.

Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas
Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas

Arriba, caballo, mi caballo blanco,
Arriba, caballo, mi caballo prieto;
Mi caballo blanco,
Mi caballo prieto;

Que arriba está el pasto, la verde sabana,
Y arriba está el agua, el blanco arroyuelo;
La verde sabana,
El blanco arroyuelo.

Deja que el jíbaro cante
Y que a medianoche suba
La Cuesta del Asomante.

Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas,
Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas

Y al fin mi caballo blanco,
Y al fin mi caballo prieto,
La Cuesta del Asomante
Al galope van subiendo.

-Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas
Mis caballos de la noche,
Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas...-
Mis caballos estrelleros.
-Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas-
Que agua y pasto de Dios tienenv -Las flores de los senderos
Y las aguas de los ríos
En que se caen los luceros-
Y así se comen las flores
Y así se beben los luceros.

Deja, mi jíbara blanca,
Que le cante a otro querer,
Y que subiendo la cuesta,
-Pa ca tas, pa ca tas, pa ca tas-
Me coja el amanecer.

 

La hija del viejo Pancho

Cuando canta en la enramada
Mi buen gallo canagüey
Y se cuela en el batey
El frío de la madrugada;
Cuando la mansa bueyada
Se despierta en el corral,
Y los becerros berrear
Se oyen debajo del rancho,
Y la hija del viejo Pancho
Va las vacas a ordeñar
Entonces viene a mi hamaca
Un olor como de selva
Que no sé si está en la yerba
O en las crines de las jacas
O en las ubres de las vacas
O en el estiércol del rancho
Todo tiene un hondo y ancho
Olor a felicidad;
Y ese olor quien me lo da
Es la hija del viejo Pancho.

 

La luna durmió conmigo

Esta noche la luna no quiere que yo duerma.
Esta noche la luna saltó por la ventana.
Y, novia que se quita su ropa de azahares,
Toda ella desnuda, se ha metido en mi cama.

Viene de lejos, viene de detrás de las nubes,
Oreada de sol y plateada de agua.
Viene que huele a besos: quizá, esta misma noche,
La enamoró el lucero galán de la mañana.

Viene que sabe a selva: tal vez, en el camino,
La curva de su cola rozó con la montaña.
Viene recién bañada: acaso, bajo el bosque,
Al vadear el arroyo, se bañó en la cascada.

Viene a dormir conmigo, a que la goce y bese,
Y a cantar la mentira de que a mí solo me ama.
Y como yo, al oírla, por vengarme, le digo
"Mi amor es como el tuyo", ella se ha puesto pálida.

Ella se ha puesto pálida, y al besarme la boca,
Me ilumina las sienes el temblor de sus lágrimas.
Ahora ya sé que ella, la que en suntuosas noches
Da su cuerpo desnudo, a mí me ha dado el alma.

 

La mujer puertorriqueña

La mujer puertorriqueña
Mujer de la tierra mía.
Venus y a un tiempo María
De la India Occidental.
Vengo a cantar la poesía
De tu gracia tropical.
Mujer de carne de flor.
Dueña del manso cordero.
Digna de que un ruiseñor,
Bajo el claro de un lucero,
Te cante un canto de amor.
Eres bella entre las bellas
Lo mismo cuando el sol gira
Sobre tus carnes doncellas,
Que cuando el cielo te mira
Con sus mil ojos de estrellas.
Ondulas como la llama
Dormida en el pebetero
Cuando a través de la rama
El resplandor del lucero
Baja y te besa en la cama.
Siembra lirios en tu piel
La luz plata de tus ojos.
Y la copa de un clavel,
Llena de sangre y de miel,
Se rompe en tus labios rojos.
Encendido de azahares,
Su palio el cielo te envía.
Y se abre, ante tus altares,
Como una piel, la bahía
Atigrada de manglares.
Te ofrece nuestra laguna,
Ebria de naves ausentes,
El abanico aceituna
Que hunde en las noches de luna
Su varillaje de puentes.
La isla te brinda un caney,
Y por baño una cascada,
Y por patio y por batey
La más aterciopelada
De sus vegas de Cayey.
Cuando desgreña sus brumas
La Cabeza de San Juan,
Engorguerada de espumas,
Es el cabo un capitán
Inclinándote sus plumas.
Para ti se hacen panales
Las flores de las montaña.
Y en el llano las centrales
Queman su incienso de caña
Cual si fueran catedrales.
El rico manto esmeralda
Del cafetal presumido
Lo luce el monte en su falda
Y cuando está florecido
Lo cuelga sobre tu espalda.
Para velar tu atavío,
Envolviéndote en cendales
Hechos de espuma del río,
Rompe todos sus cristales
El Salto de Comerío.
En Cabo Rojo se excava
Y se busca para ti
El más ardiente rubí
Cuajado de sangre brava
Del pirata Cofresí.
Y los gnomos, que te dan
A beber agua encantada,
Cuecen tu cena y tu pan
En la roja llamarada
Del árbol de flamboyán.
Los magos de la poesía
Te filtran esencias nuevas.
Yo te filtro el alma mía,
Para que tú te la bebas
En una hoja de yautía.
No hay una sola mañana
En que al saltar tú del lecho
No encuentres la rosa grana
Que yo pongo en tu ventana
Para perfumar tu pecho.
Y el aura que hacia ti gira,
Aura de noche de luna
Que en tu regazo suspira,
Siempre te besa con una
De las trovas de mi lira.
Día y noche, mi jactancia,
De poeta y caballero,
Inclina ante tu elegancia
La varonil arrogancia
De mi capa y mi sombrero.
Mi musa quiere ser hada,
Para servirte, mondada,
La naranja de la luna,
En la lujosa y plateada
Bandeja de la laguna.
Quiero, en etérea asención,
Dejando en el cielo huellas,
Retar y vencer a Orión,
Y traerme el cinturón
Ensangrentado de estrellas.
Con la Cruz del Sur, anhelo
Realizar la maravilla
De desclavarla del cielo
Para ponerla de horquilla
En la noche de tu pelo.
Y en el mar azul turquí,
Donde naufragó la Atlanta,
Bajar al fondo y de allí
Volver con el pez que canta
Para que te cante a ti.
Porque tu amor no se abraza
Al escudo de Tío Sam.
Tú eres reina de la raza,
Digna de entrar a la plaza
Por la Puerta de San Juan.
Digna de que en la bahía
Te haga honores militares
La heroica marinería
Que supo romper los mares
En la nao Santa María.
Digna de que Don Juan Ponce,
Don Juan Ponce de León,
En su estatua, se desgonce,
Cual si aún dentro del bronce
Le latiera el corazón.
Digna de que otro Cortés,
En otra epopeya ibérica,
Queme las naos otra vez,
Por conquistar otra América
Para ponerla a tus pies.
Quién me diera la realeza
De los homéricos reyes,
Para incendiar la maleza
Y echar al fuego cien bueyes
En honor a tu belleza.
Y porque atruene los mares
El grito que da en la selva
El fruto de tus ijares,
Quiero que al nacer lo envuelvas
En la bandera de Lares.

 

La negra (A Félix Matos Bernier)

Bajo el manto de sombras de la primera noche,
La mano de Elohím, ahíta en el derroche
De la bíblica luz del fiat omnifulgente,
Te amasó con la piel hosca de la serpiente.

Puso en tu tez la tinta del cuero del moroco
Y en tus dientes la espuma de la leche del coco.
Dio a tu seno prestigios de montañesa fuente
Y a tus muslos textura de caoba incrujiente.

Virgen, cuando la carne te tiembla en la cadera,
Remedas la potranca que piafa en la pradera.
Madre, el divino chorro que tu pecho desgarra,
Rueda como un guarismo de luz en la pizarra.

Oh tú, digna de aquel ebrio de inspiración
Cántico de los cánticos del rey Salomón.

 

Leche de la cabra negra

Como medialuna blanca
En la medianoche negra,
Tu blanca piel es la lumbre
Que aluza mi hosca tristeza.

Tu piel le reza de noche
A la noche de la sierra
La letanía de la espuma
Del salto de agua en las piedras.

Y a los luceros les trova
La más blanca cantarela:
La de la leche de ensueño
De la errante azul camella
Panda en la travesía
Entre la luna y la tierra.

Es la carne de tu cuerpo
Carne de nuez cocotera,
Cuajo de recién cuajado
Queso de hoja de Isabela,
Nieve de Blanca de Nieve,
Y blanco vellón de oveja.
Alas de garzota blanca
Son tus brazos y tus piernas.

Y eres toda ensueño blanco:
Leche de la azul camella.

Luna y blanca, blanca
Y luna novia en traje do azucena:
Novia desnuda en la noche:
Blanca la carne de soda,
Blanca la cola de espuma
Y blanco el velo de niebla.
Flor rociada de rocío
Y llena de luna llena.
Flor que se desnuda
Para que la gocen las estrellas.

Blanca sal. Azúcar blanca.
Cal. Cal viva en la cantera.
Polvo de almidón de yuca.
Polvo de arroz de Valencia.
Caracol de limpio nácar.
Vaso de horchata de almendra.
Huevo del cisne del cielo.

Leche do la cabra negra:
De la cabra de la noche
Que en la inmensidad berrea,
Paciendo sobre los astros,
Y Dios le sopla las tetas
Que se hinchan de infinito
Y en vialácteas se deslechan.

Toda eres claro do luna:
La luna en tu carne riela.
Y toda, blanca via láctea:
Leche de la cabra negra.

 

Linda rubia

Linda rubia: las otras lindas rubias
Saben que tú eres la más rubia entre ellas.
¿De qué áureos medievales, de qué onzas
De virreinos en flor, de qué monedas,
Por el roce de siglos derretidas,
Se amontonan en tus bucles y tus trenzas
La melcocha de oro en que embalsada
Salta en rizos de sol tu caballera?
Orfebres gnomos de encantadas grutas,
Forjando magias de metal con ella,
Para ti harán dos lunas, dos zarcillos,
Y para mí dos soles, dos espuelas,
Que alumbren los caminos de la noche
Y ricen de temblor las madreselvas,
Cuando salgamos a correr ensueños,
Montada tú a las ancas de mi yegua,
Repica que repica repicando
Pa-ca-tás pa-ca-tás sobre las piedras,
Encendida de espumas la alazana,
Encendidas de sangre las espuelas,
Encendida la noche de luceros
Y encendida la ruta de quimeras...

Linda rubia: las otras lindas rubias
Saben que tú eres la más zarca entre ellas.
En sueños hice medallón dorado
Con las dos medialunas de tus cejas;
Marco de mi retrato en miniatura,
Que vi en tus ojos de color turquesa
Que las azules alas le robaron
A la azul mariposa de la huerta;
A la azul mariposa de azul alba
En que el sol madrugó turnio de ojeras;
A la azul mariposa que en la rosa
Lograste al fin hacerla prisionera.

Linda rubia: las otras lindas rubias
Envidian la blancura de tus perlas.
Tus labios, los dos cárdenos gusanos,
Que tu lengua de miel aterciopela
Unidos en los picos y en las colas
En apretado amor de macho y hembra,
Circundan tu nidada de marfiles,
Tus dos triunfales arcos en hileras,
Que hízolos Dios para que fuesen dientes
Y que una noche se volvieron perlas,
Una noche de orgía en el Olimpo,
De rumba y bacanal, la noche lesbia
De la luna desnuda y tú desnuda,
En que borracha tú y borracha ella,
Le pegaste un mordisco en las mejillas
Empolvadas de polvo de luciérnagas,
Y así bañaste en lumbre tus marfiles
Que se volvieron luminosas perlas.

Linda rubia: las otras lindas rubias
El lujo de tus nácares ensueñan.
Nácares que en tus dedos acumulan
La impalpabilidad con que la abeja
Liba el glóbulo intáctil de rocío
Sin que su etérea levedad la sienta.
Besos de vaporosos colibríes
Que rozan sin rozar las astromelias.
Nácares de las uñas de tus dedos
Que palpan sin palpar mi cabellera.
Como las de las playas de los mares,
Uñas de las minúsculas almejas
Que por entre las púdicas enaguas,
En que la espuma se desriza en seda,
Rascan las blancas nalgas de las olas
Que a retozar se tienden en la arena.

Linda rubia: las otras lindas rubias
Saben que tú eres la más blanca entre ellas.
Tú eres la luna medialuna blanca
En mis suntuosas noches de bohemia,
En las aristocráticas orgías
-Vinos de mieles de Afrodita y Leda-
Y hasta en las náuseas del amor rendido
Que vomita su alcohol en las tinieblas.
La medialuna es Venus de los cielos
Y tú eres medialuna de la tierra.
En tu falda de plata, Medialuna,
Voy a besar el oro de una estrella.

 

Madrugada

Ya está el lucero del alba
Encimita del palmar,
Como horquilla de cristal
En el moño de una palma.
Hacia él vuela mi alma,
Buscándote en el vacío.
Si también de tu bohío
Lo estuvieras tú mirando,
Ahora se estarían besando
Tu pensamiento y el mío.

 

Medianoche

A la orilla del camino
Que en la sierra se encarama,
Mi gallo duerme en la rama
De viejo laurel sabino.
Le corre ardor masculino
Desde el pico hasta la hiel.
Y en la rama de laurel,
La luna que lo ilumina
Es como blanca gallina
Que abre un ala sobre él.

 

Mediodía

Mi gallo ama el bosque umbrío
De la verde cordillera
Y la caricia casera
De la hamaca en el bohío.
Cuando lanza su cantío,
Es por su tierra y su amada.
Galán de capa y espada,
Es el donjuán de la fronda,
Que bajo la fronda, ronda
Con su capa colorada.

 

Muerta

Cuando yo más la queria,
Se fue para el camposanto.
Toda la sal de mi llanto
No sazona el alma mía.
En mi choza ya vacía,
El ave del luto arrulla.
Y el can del recuerdo aúlla
Las veces que en ansias locas
Por ir en pos de otras bocas
Dejé de besar la suya.

 

Ojos negros

¡Ojos tuyos! Ojos negros, que el amor los enfurece.
Pupilas que se dilatan ante la azul inmensidad.
Astros donde la luz se ennegrece
Para que haya estrellas en la claridad.

Viajeros en que el polvo de la Vía Láctea florece,
Porque vienen jadeantes de la eternidad.
Cosmos en que a un tiempo amanece y anochece,
Violadores de la física de la Divinidad.

Cimas que la seda de los párpados cubre de nieblas.
Noches que son luz anegada en tinieblas.
Días que son tinieblas inundadas de luz.

Ojos que son clavos que en ti me sujetan como en una cruz.
Y ojos consonantes, que al mirarme han rimado
Su más dulce y armonioso pareado.

 

Pancho Ibero

¡Pancho Ibero! Tronco de honda raíz ibérica
Y encarnación de la América española.
Una ola te trajo a las playas de América.
¡Pancho Ibero! ¡Bendita sea la ola!

Tramas la dictadura, pero armas la revolución;
Que eres a un tiempo pulpero y soñador.
Y sabes llevar con arte el clac
Pero prefieres tu sombrero de Panamá.

Y mientras el Tío Sam en su águila cabalga
Acaricias de tu cóndor las alas
Y afilas en la piedra el cuchillo y la azada;

Porque una noche sueñas en la Vía Láctea
Y otra noche en la res que en la pampa destazas...
Que no en vano nos vienes de Quijote y de Panza.

 

Parió la luna

Altamar del Mar Caribe.
Noche azul. Blanca goleta.
Una voz grita en la noche:

-¡Marineros! ¡A cubierta!

Es el aullido del lobo
Capitán de la velera.
Aúlla porque ha parido
Su novia la luna nueva.

Y todos ven el lucero
Que en el azul va tras ella:
Ven el corderito blanco
Detrás de la blanca oveja.

El piloto de la nave,
Que a la baranda se acerca,
Al ver el mar, todo espuma,
Canta con voz de poeta:

-En sus azules hamacas
Mece el mar sus azucenas.
Y entredice el sobrecargo:

-Es que las marinas yeguas
Van al escape y sus crines
Se vuelven sartas de perlas.

Y otra vez aúlla el lobo
Capitán de la goleta:

-No son espumas de olas,
Ni albas crines, ni azucenas:
Es que en el mar cae la leche
Del pecho que saca afuera,
Porque ha parido un lucero,
Mi novia la luna nueva.

 

Retornelo

La golondrina mansa del recuerdo
Se ha posado en mi torre de poeta.
Viene de las difuntas lejanías...
Del lado allá de las aradas sendas...

Del sequedal escueto del olvido...
De ti, La amada de una noche bella...

¡Aquella noche!... La montaña. El valle...
La echadez de la casa solariega,
Serenamente asida y aclocada
Sobre las siete vacas de la hacienda...

La sedante humedad de la mullida
Alfombra de cojitre y hojas secas
Bajo el parido cafetal del fundo
Combado en la hinchazón de la ladera..

El mudo cucuyear de los bohíos
Pegados a los pechos de la sierra...

Los misteriosos untos de la noche:
Quietud, silencio, soledad, tinieblas,
Imprimando los tintes de la hora...
Cielo arriba, La bruma cenicienta
Acochando los rucios recentales
Que se maman La miel de las estrellas...

Abajo, en el zigzag de La quebrada,
El arroyuelo de agua montañesa
Rozando melodías al cimbrearse
En arcos de violín sobre las peñas...

La vieja letanía del camino,
Rezada en el rosario de sus piedras,
En el ora pro nobis del que parte
Y el miserere nobis del que llega...

El efusivo perro que atizaba
La risa de su cola zalamera,
Trasegando en la taza de tu mano
La humedad de su hocico y de su lengua...

La herida ave de lejana copla
Que venía volando en una décima
Y murió al arribar en nuestro abrazo
Y en nuestro abrazo la apretamos muerta...

Y la invasora abeja del deseo
Zumbando en el panal de tu inocencia...
Y el beso que rozó mudo tus labios
Y estalló en la más honda de tus venas.

Todo el poema de la noche virgen
En que te amé bajo sus gasas trémulas,
La golondrina mansa del recuerdo
Lo abre hoy en mi torre de poeta
Y revuela en la torre un azul soplo
Que la destelaraña y la despierta...

 

Treno de mar

Una novia en la playa...
Una vela en el mar...

Los péndulos de hojas,
Que cuelgan del cocal,
Tararean, ean, ean,
La Oración del Jamás.

Las gaviotas se cimbran
En el vuelo fugaz
Con que las lleva al nido
La luz crepuscular.

Rojas brasas las rocas
Queman la flor de sal,
Que polvoreó sobre ellas
La salobre humedad.

Errante nube tiende
Su pañolón de holán,
Con que Dios en el cielo
Limpia el azul cristal.

No hay espuma en la lenta
Onda que viene y va.
Ni la brisa sahúma
La desmayada paz.

Lloran, bajo la tarde,
Su triste soledad,
Una novia en la playa
Y una vela en el mar.

 

Valle de Collores

Cuando salí de Collores,
Fue en una jaquita baya
Por un sendero entre mayas
Arropás de cundiamores.
Adiós, malezas y flores
De la barranca del río,
Y mis noches del bohío,
Y aquella apacible calma,
Y los viejos de mi alma,
Y los hermanitos míos.

Qué pena la que sentía,
Cuando hacia atrás yo miraba,
Y una casa se alejaba,
Y esa casa era la mía.
La última vez que volvía
Los ojos, vi el blanco vuelo
De aquel maternal pañuelo
Empapado con el zumo
Del dolor. Más allá, humo
Esfumándose en el cielo.

La campestre floración
Era triste, opaca, mustia.
Y todo, como una angustia,
Me apretaba el corazón.
La jaca, a su discreción,
Iba a paso perezoso.
Zumbaba el viento, oloroso
A madreselvas y a pinos.
Y las ceibas del camino
Parecían sauces llorosos.

No recuerdo cómo fue
(Aquí la memoria pierdo).
Mas en mi oro de recuerdos,
Recuerdo que al fin llegué:
La urbe, el teatro, el café,
La plaza, el parque, la acera...
Y en una novia hechicera,
Hallé el ramaje encendido,
Donde colgué el primer nido
De mi primera quimera.

Después, en pos de ideales.
Entonces, me hirió la envidia.
Y la calumnia y la insidia
Y el odio de los mortales.
Y urdiendo sueños triunfales,
Vi otra vez el blanco vuelo
De aquel maternal pañuelo
Empapado con el zumo
Del dolor. Lo demás, humo
Esfumándose en el cielo.

Ay, la gloria es sueño vano.
Y el placer, tan solo viento.
Y la riqueza, tormento.
Y el poder, hosco gusano.
Ay, si estuviera en mis manos
Borrar mis triunfos mayores,
Y a mi bohío de Collores
Volver en la jaca baya
Por el sendero entre mayas
Arropás de cundiamores.

 

Vida criolla

Ay, qué lindo es mi bohío
Y qué alegre es mi palmar
Y qué fresco el platanar
De la orillita del río.
Qué sabroso es tener frío
Y un buen cigarro encender.
Qué dicha no conocer
De letras ni astronomia.
Y qué buena hembra la mía
Cuando se deja querer.