Poesías Cortas,


de Gabriel Bocangel

 



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Biografia Gustavo Adolfo Bécquer



Leyenda: Maese Perez el organista



Leyenda: Los ojos verdes



Leyenda: Tres fechas



Colección de Rimas



Quince poemas Adolfo Gustavo Bécquer








SONETOS

1

Retrato de Su Majestad por Martínez Montañés, esculpido en barro.

Ya el polvo no es rüina, sino aliento.
Ya lo inmortal de lo mortal se fía.
Aquí paro en acierto la porfía,
y esculpió sus ideas el intento.

Próvido elige el barro el instrumento,
buscando proporción a su osadía,
que, como a darle espíritu atendía,
atribuyó lo humano a su elemento.

Ya, pues, que le inspiró lo eterno al vulto,
donde vuelve a nacer el sol de Iberia,
le fía al barro el andaluz Lisipo.

Que el bronce y mármol presumieran culto
de los años por sólida materia,
y para eterno bástase Filipo.

2

Argumento del retrato panegírico.

Viendo España la pérdida temprana
de Carlos, que hoy los astros acrecienta,
a deidad memoriosa se lamenta,
que en Templo no mortal reside ufana

Divina en ciencia y en respuesta humana,
no sólo con alivios la alimenta,
mas en glorioso rapto la presenta
a Carlos, que hace su querella vana.

Satisfechas se vencen sus querellas:
las de llanto son ya de gozo fuentes.
Mirando un godo ejército cristiano

contempla a Carlos entre formas bellas;
añadido a sus altos ascendientes
parte alegre, y consuela al gran hermano.

3

Una señora, viuda encontró impensadamente un retrato
de su amado esposo de quien le quedaron felices hijos

Filis, en cuyo amante muerte fiera
robó mas alma que dejó a su vida,
y de su esposo la mortal herida
en huérfanas reliquias hoy venera,

vio un retrato, una imagen lisonjera,
de verdadero amor, sombra fingida,
y, en viéndola, a consuelo introducida,
conoció no ser alma verdadera.

Escrupulosa en ver que se divierte,
«¡ay! -dijo- amante amado, no me atrevo
a ver tu sombra, pues de ti me privo;

tan toda el alma concedí a tu muerte
que ya no he de poder sentir de nuevo
ni aun el dolor de no mirarte vivo».

4

Segunda columna o metáfora de la vida y de la muerte de
la Reina Nuestra Señora

Nace en el suelo la azucena pura,
mas su naturaleza no es del suelo,
pues, arrancada del materno velo,
se conserva olorosa, intacta, y pura

Más cometa del prado su hermosura,
cuando mas elevado erige el vuelo;
como que sabe merecer el cielo,
inclina el cuello en oblación segura.

Fue Isabel, azucena soberana,
en Francia flor, pero en España fruto.
¿Quien vio hasta aquí fecunda la azucena?

Sol del prado lució en una mañana
En el cielo conserva su instituto,
menos vecina, pero más serena.

5

Hablando con su dama ya difunta

Cobróte el cielo en tu primer mañana,
humana flor, no muerta, interrumpida,
en fe de que viviste aquí ofendida
ese instante no más que fuiste humana.

¡Que temprano quedó tu nieve en grana
de las iras del viento sacudida!
¡Que tarde a mi esperanza con tu vida
has enseñado a escarmentar de vana!

Si es que a la patria de la luz que pisas
ruego mortal de amante voz alcanza,
en merito de amar lo que no veo,

si tu poder en tu piedad avisas,
pues sabe que moriste mi esperanza,
haz que sepa que faltas mi deseo.

6

Amante que desmiente la pretensión que se juzga por su
llanto

Lloro, Filis, mas es sin apariencia,
que sé dolerme, mas quejarme ignoro.
Lloro hacia el corazón: sepa que lloro
el dolor, pero no la diligencia.

Aunque es agua, no opone resistencia
al fuego que encerré como tesoro;
que no llorara yo si mi decoro
aumento no le diera sin violencia.

Sale el fuego del pecho y vuelve al pecho,
cual reloj que en hilando las arenas
las mismas otra vez en sí recibe

Porque faltaran al amor sospecho
ya penas contra mí, y así apercibe
que en mí, como en reloj, vivan las penas.

7

A la conversión de un pecador

Señor, estoy de vos tan alcanzado,
cuando el discurso al contemplar permito,
que, aunque me habéis sufrido de infinito,
representáis paciencia de olvidado.

Yo que dormí, de vuestra voz llamado,
hoy despierto a la voz de mi delito,
y al primer dolor de verle escrito
le dais los privilegios de borrado

Deuda, Señor, es ya, no confianza,
pensar que el dolor, el sacrificio,
grato aroma se salve donde ascienda.

Aun me dejáis sin dudas las esperanza,
que quien trocó la ofensa en beneficio,
¿qué mérito dará a la misma ofrenda?

8

Persuadiendo a un amigo que no haga juicio del pecho de
su dama por los desdenes exteriores

Aunque de Europa el robador divino
siente el desdén, a Europa disculpaba;
queriendo ser vencida, peleaba,
que hay defensas que muestran el camino.

Del rencor femenil es tan vecino
el gusto que en el gusto siempre acaba;
no quiere ser esquiva la mas brava:
esquiva quiere parecer, Licino.

Si Filida te escucha y te responde,
aunque de amor se te figure exenta,
con blandos ruegos su dureza excita.

Gobiérnete su pecho en lo que esconde,
porque no es no pecar lo que ella intenta:
pecar, mas con disculpa solicita

9

Al túmulo del doctor Nicolás Bocángel, mi señor y padre,
médico de cámara de Su Majestad y de la serenísima
Infanta Margarita, y antes de la augustísima Emperatriz.
Epitafio

Huésped, no yace aquí, falta severo
aquel que, con doctísima experiencia,
al mismo Apolo, que le dio la ciencia,
sólo en tiempo le deja ser primero.

Porque durase con la muerte el fuero,
incompatible ya con su presencia,
faltó, ni se cumpliera la sentencia
a no estar él de parte de su acero

No en humana salud, que al tiempo miente
(en vida sí, que el tiempo no acabase),
pudo parar su idea esclarecida

Lloremos, pues, de envidia en su occidente,
que primero labró, que no faltase
a todos la salud y así la vida.

10

Hirió una dama con una escopeta a un pájaro que bajó a
sus manos

Amante ruiseñor que das al viento
las quejas, donde vive mi esperanza,
que, aunque el viento es imagen de mudanza,
sólo en él mi dolor vive de asiento

En ti turbó la paz de tu elemento
aquel brazo que a toda vida alcanza;
también me hirió, mas con mayor pujanza,
cuanto el golpe de envidia es mas violento.

A los dos sólo un golpe dio la muerte
(porque de único asunto no presumas):
a mí los ojos, cuando a ti las balas

¡Oh, cuánto mas te mejoró la suerte!
Hiérete amor, y dejate con plumas
para seguir un ofensor con alas.

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LIRAS HUMANAS

1

Retrato de Su Majestad por Martínez Montañés, esculpido en barro

Ya el polvo no es rüina, sino aliento.
Ya lo inmortal de lo mortal se fía.
Aquí paró en acierto la porfía,
y esculpió sus ideas el intento.

Próvido elige el barro el instrumento,
buscando proporción a su osadía,
que, como a darle espíritu atendía,
atribuyó lo humano a su elemento.

Ya, pues, que le inspiró lo eterno al bulto,
donde vuelve a nacer el sol de Iberia,
le fía al barro el andaluz Lisipo.

Que el bronce y mármol presumieran culto
de los años por sólida materia,
y para eterno bástase Filipo.

2

La historia, donde al oro vence el arte,
prosigue del Real Pastor del Tajo.
Su sabia juventud a instancias parte,
dado al sacro, al político trabajo.
Santos Preceptos, altos sacrificios
alumbra a señas y releva a indicios.

3

Un mar de ciencias el cincel figura,
donde el ingenio es Palinuro sabio.
Ya los reinos político, mensura,
los orbes ya al numérico astrolabio;
ya estrena en la aritmética verdades,
docto en líneas y agudo en cantidades.

4

Ya de Euclides los círculos emprende;
ya las líneas de Jáuregui dibuja;
la solfa apura, la vihuela prende
y hace que el arco regalado cruja.
Ya en ambas cajas, con marcial porfía,
cetro le da la dura cetrería.

5

Éstos, que en otro fin, en él preludios
fueron; y, desdeñando los posibles,
el ingenio emprendió sacros estudios
del empíreo en objetos infalibles.
La sustancia del Padre, el Hijo, el Ave,
si todos la confiesan, él la sabe.

6

Ya, consumado en fuerzas, le dirige
el Júpiter fraterno a empresas grandes.
Al franco, al belga, al holandés corrige
la amenaza. ¿Qué hará el estrago en Flandes?
Salen, pues, los hermanos tan lucientes
que la Puerta del Sol ve tres orientes.

7

Cataluña, Aragón le aclaman Numa,
estadista en las cortes. Ya se embarca.
Sésgase el mar y duerme hasta la espuma,
de fiel tranquilidad lisonja zarca,
dejando, si obedece, equivocado
o al bastón o al tridente o al cayado.

8

Llega a Milán, ejércitos compone,
corazones admite, excusa gastos;
bien que próspera, fiestas le propone,
que en triunfos Roma no miró ni en fastos.
¿Qué mucho, si jamás admiró tanto
de fuerte, sabio, liberal y santo?

9

Trasciende a Flandes, y al real pasaje,
hidra del Septentrión, Weimar se ofrece,
animada ponzoña del coraje
de aquella infiel cerviz que herida crece.
Mas sus venenos y su cuello extinguen
aceros de Austria en campos de Norlinguen.

10

Del antes real como después augusto
Héctor novel del Húngaro cuñado
se mezcla al suyo campo tan robusto
que mies de acero receló el arado.
Allí traza, allí expende, allí comparte
oro, fuerza, consejo, riesgo y arte.

11

Cual huye al bosque incauto conejuelo,
a sombra del cañón, del miedo alado,
el escuadrón süeco elige un suelo
de engaños y de robles trincherado;
y, opuesto en su labor al propio intento,
su laberinto obró su monumento.

12

Allí cae el soldado, y le socorre;
allí el campo se engríe, y le sosiega;
mengua una tropa, y a llenarla corre;
al osado amenaza, al flaco ruega;
bombardas ceba, centinelas muda,
susurra nombres y caballos suda.

13

Como excede entre rojos arreboles
el sol, que los educa de la tierra,
los olimpos de acero o españoles
hacen, y los demás sufren la guerra;
bien que el gran Duque de Lorena hería
tanto que España le adoptó aquel día.

14

Es de copia marcial cualquiera cuerno
en fortaleza y sitio, altivo y alto.
El príncipe del Tajo da el gobierno
a Leganés, a Idiáquez y a Torralto,
a Escobar, al audaz Panigarola,
a Alagón, por quien Palas fue española.

15

El sol de las dos águilas bohemias
sus haces planta, diestro, audaz y fuerte.
Óyense de Weimar altas blasfemias
que el cielo manchan de veneno y muerte.
Salvas se fingen al rayar del alba,
pues la suerte no más es libre y salva.

16

Suenan parches y pífanos asordan;
rotas, forman las picas voz espesa;
balas de sacres las trincheras bordan
y al sólido pavés hacen pavesa.
Rotos miembros de cuerpos desunidos
hacen sombra, en el aire entretejidos.

17

La pólvora montañas de humo explica
en ambos campos, y, suspenso, Marte
tres veces fue neutral. Al fin rubrica
con sangre del contrario nuestra parte,
nuestra victoria, y en los fieros bandos
prevalecen victorias y Fernandos.

18

De polvo y sangre y de sudor teñido,
gracias a Dios, a España da pendones.
Triunfa cortés y expende agradecido
al noble cargos y al humilde dones;
reconoce valientes, premia osados,
que el ser testigo los armó soldados.

19

Ya que en premios y en pagas hizo alarde
del metal que vasallo da occidente,
porque el dictamen de Filipo guarde,
a Flandes lleva la ordenada gente,
que, impedida de presas y trofeos,
logró ambiciones que ignoró en deseos.

20

Marcha, pues, y en arneses y en colores
es su campo acerada primavera.
Vence siempre al pasar, como a las flores
vence el arado en su eficaz carrera.
Rinde el inferïor Palatinato
con las armas de amor y lid del trato.

21

Abátese la indómita Franconia,
y es pretensión amante el rendimiento.
Antes que vegas pise de Colonia,
la Alsacia evita con sagaz intento,
donde, celado el crédulo enemigo,
sólo sirvió de triunfo y de testigo.

22

Witemberg, Franconia, el Palatino,
la Colonia, Maguncia, el Rin y el Meno
superados, termina el real camino
a Flandes, donde a Marte ve sereno;
Flandes, que fue primero templo vano
de Marte y ya sus obras rinde a Jano.

23

No en sus teatros Grecia, no vio Italia
en sus teatros alborozo tanto;
ni soldados mejores vio Farsalia
cuando Pompeyo fue capaz de llanto;
ni en banquetes juntó tantos manjares
el gentil que a la gula miente altares.

24

No extraña lenguas su versado oído;
de fuerzas y noticia se apodera;
reparte en ellas su escuadrón lucido;
lidia al día, a la noche considera;
y tanto adquiere su marcial porfía
que es corto siempre coronista el día.

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DÉCIMAS

1

Miente, oh sacrílego error,
tu intento obstinado y ciego.
¿Cómo ha de morir de fuego
quien supo nacer de amor?
Ya previno tu rigor
Dios de padecer sediento
aun ese tardo tormento,
porque un Dios y enamorado
cupo en llamas de un cuidado,
mas no en las de un elemento.

Ese ofendido trasunto
te encamina a discurrir
que Cristo para morir
tomó de fuego el asunto.
Cuando a algún cuerpo difunto
se presenta su homicida,
por boca de cada herida
le acusa. Ve Dios tu fuego,
prende en su amor, y así luego
habla su imagen herida.

Más que de fe, de evidencia
te debiste al desengaño,
mas sólo en ti da un engaño
más pasos que una experiencia.
En abrasada apariencia
se puso Dios, y Moisés
le vio y le adoró después.
Tú, que a ambas leyes te opones,
donde tú mismo le pones,
ni le adoras ni le ves.

Arde Dios, donde es un ave
alto incendio a tres amantes,
tan eterna que, en ser antes
de todo, su edad no cabe.
De cuyo incendio süave
imitación pudo ser
quererse agora encender
en el leño que le ofrece;
que aun donde Dios lo parece,
no puede estar sin arder.

No puede estar sin morir,
aunque ya morir no puede,
que amor inmortal excede
los términos del vivir.
Y porque llegue a servir
la llama que ve encendida,
hoy Dios a su fe convida
a unirse tanto los dos
que en las cenizas de un Dios
humano funda su vida.

Salve, pues, Fénix divino,
hijo de un eterno sol,
que al examen del crisol
te das inmortal y fino;
y haz que el horrendo destino
que educa tu ardiente vuelo
en las cenizas de un hielo
hurte esta voz a su furia.
Fénix que anida en la injuria
su Arabia tiene en el cielo.

2

Quéjase al Padre, porque Cristo en la Cruz no tenía
en hombres la fe que hoy día con tantas glorias se ve.

Glosa

Hubo en morir Dios clavado
cuando y porque, y estos dos
hoy en Dios se han declarado:
cuándo fue el amor de Dios;
porqué fue nuestro pecado.
Cuando y porque, bien se ve
que los dos estáis obrando.
Mas si calla cuando en fe
de amor, aunque calla cuando,
quéjase al Padre porque.

Del Padre el alto dolor
vence al del Hijo divino,
pues le malogra el rigor
el instrumento más fino
de mostrar su eterno amor.
Lo que el Hijo padecía
sintió, y que mirarlo el mundo
en sí propio no podía.
Aqueste dolor segundo
Cristo en la Cruz no tenía.

Si hizo de Dios sacrificio
el hombre, ¿con qué esperanza
Dios le llama? ¿Por qué indicio?
Porque hace una confianza
más sangre que un beneficio.
Cuando Dios muerto aún no había,
quejarse al hombre no osaba.
Hoy se quejó, que podía;
no entonces, que no fundaba
en hombres la le que hoy día.

O fuese exceso en penar
o fineza en el sufrir;
sólo Dios pudiera hallar
acabar para el vivir,
y vivir para el penar.
Segunda pasión hoy fue
rubricada con sus venas,
pues sale a probar la fe
que, cuantas fueron sus penas,
con tantas glorias se ve.

 

VILLANCICOS

1

En la fiesta de Santo Tomás de Aquino

¿De dónde venís, Tomás?
Ya sé que del mundo no,
que es desengaño, aunque patria,
decir que de aquí no sois.

Hombre angélico os llamaron,
porque desde hombre os pagó
alimentos de divino
el mayorazgo de Dios.

Tanta vuestra ciencia ha sido
que a vuestras plumas debió
lo evidente nuestra fe,
sólo infalible hasta vos.

Enfermo de la herejía,
el mundo experimentó
que hicisteis aciertos de ángel
las venturas de doctor.

En plumas blancas y negras
tanto el cielo os remontó
que las cogió desde el cielo
para sus flechas amor.

Lo mortal en lo divino
tanto en vos se acreditó
que estuvo con vos lo humano,
pero nunca en vos se vio.

Huya de vuestra alabanza
la osadía de la voz,
que las partes de Tomás
no caben en libros hoy.

2

En la fiesta de la huida a Egipto del Niño Jesús con su Santa Madre

Tan cobarde valentía
no la creyera de Vos,
y que un hombre, y hombre y Dios,
huir de un hombre podía.

Quien este rigor sabía,
¿por qué no vino a nacer
adonde se va a esconder,
y no donde huye el rigor?

Ay, que no sabes, pastor,
lo que huyendo amor desea.
Nace volando y huyendo pelea;
con sus plumas avienta las llamas,
y viste las flechas que matan de amor.

Sobra el miedo en la huida,
que, en este rigor, no viene
a peligrar, si le tiene
en brazos la misma vida.

Y si ha de ser permitida
la muerte, y no por suceso,
a mi juicio yo confieso
que está de más el rigor.

Ay, que no sabes, pastor,
lo que huyendo amor desea.
Nace volando y huyendo pelea;
con sus plumas avienta las llamas,
y viste las flechas que matan de amor.

Ya lo entiendo, y me es notoria
la industria en lo retirado,
que aún no tenía el pecado
edad para su victoria;
y, aunque le fuera de gloria
vencerle en edad reciente,
no quiso dar a su oriente
lo que pudo a luz mayor.

Ay, que no sabes, pastor,
lo que huyendo amor desea.
Nace volando y huyendo pelea;
con sus plumas avienta las llamas,
y viste las flechas que matan de amor.

Si dicen que por morir
se nos vistió de mortal,
¿parecerá acaso mal
de la muerte agora huir?

Y si es gana de vivir
huir de un mortal cuidado,
no haberse mortalizado
le hubiera sido mejor.

Ay, que no sabes, pastor,
lo que huyendo amor desea.
Nace volando y huyendo pelea;
con sus plumas avienta las llamas,
y viste las flechas que matan de amor.

 

CANCIONES

1

Cuidado no menor, aunque segundo
de Dios, si todo en Dios no fue primero
cuando a nuestro vivir ligó su vida;
no fue estudio menor vencer el mundo,
que ya la obstinación armó de acero,
con voz de doce trompas repetida
-gloria en aquella edad sólo adquirida-,
que agora nos ofrece
por defenderla y conservarla agora,
no sólo en doce Atlantes, que atesora,
porque en setenta Alcides resplandece,
en cuyos hombros sabios de diamante
se eternice su fe pura y constante.

A este viviente erario Cristo fía
la noble exaltación de sus trofeos,
de sus injurias la fiel venganza.
Fatiga y premio les ofrece un día,
que quien a Dios dirige sus empleos
goza la posesión en la esperanza;
y, como en peso grave fiel balanza
otro tanto subir hace su opuesta,
cuanto ella al centro se profunda y yace
de esta noble piedad, surge y renace
de Dios la gloria al orbe manifiesta,
con que se aclamará de gente en gente,
si infalible no más, más evidente.

No ya de fuerza material ceñidas
(porque es caduca en fin su fortaleza)
se ostentan estas basas oportunas;
egipcias son colunas, guarnecidas
de sacras letras, que tendrán firmeza
por doctas, aún mayor que por colunas.
Espejos son de soles, no de lunas,
en cuya ardiente esfera se repite
la fe, el afán, el celo, amor, doctrina
de la esfera apostólica divina;
cuyo instituto en ésta se compite;
a cuyas sacras y seglares herencias
debes, oh hebreo vil, aún evidencias.

Pudo en crédito Dios de su defensa
armar (cual ya le armó) ministro alado,
de fuego y de rigor inexorable.
Puede hoy ser, en venganza de su ofensa,
momentáneo sepulcro un mar airado,
de quien sólo escapaste lo execrable.
Pero con leyes Dios su ley estable,
que más conducen que el cristal y el fuego,
hoy se acrisola, en cuyo santo asilo
o laves tanta mancha en tanto Nilo,
o pierdas las disculpas a lo ciego;
mirando que hoy repite Dios el cargo
que firmó con su sangre a tu letargo.

Canción, si no ha quedado satisfecho
tu asunto que se empeña en alabanzas,
pide, si tanto alcanzas,
que el docto asunto abone tu derecho.

2

A San Juan Bautista en el desierto, describiendo el sitio

Más templada del sol, la más opima
lisonja de los astros, Siria ofrece
a Palestina grande imperio verde.
Un abril inmortal honra su clima;
el tiempo sólo, no la vida, pierde
el prado que en verdor jamás fallece.
Sin términos florece
la primavera allí, y en mil colores,
varia siempre y constante,
el suelo anega en tempestad de flores.
Arabia está delante,
sólo en sitio, pues no se determina
si es la feliz Arabia o Palestina.

Hacia la parte donde nace el día
la ciñe Éufrates, y hacia el occidente
la hidra de cristal, el Nilo alado,
de los Triones a la parte fría
mira a Cilicia yerma y eminente.
Y a Arabia fértil al opuesto lado,
de origen duplicado,
nace bicorne allí el Jordán divino,
fertilizando ondoso
los páramos de Asiria su camino,
hasta que a proceloso
lago o piélago infame se refiere.
Lucha con él, pero luchando muere.

Yermo al hombre, república a la fiera,
es la campaña del Jordán felice,
bien que de árboles graves populosa.
La palma, sol del prado, allí venera
consorte firme, porque inmortalice
ambos sexos. Opima y victoriosa
la espalda allí frondosa,
levanta Alcides verde cipariso,
y, frustrado su intento,
se retrata en las ondas cual Narciso.
Cítara ofrece al viento
el abeto, el más firme y oportuno
árbol, que sufre injurias de Neptuno.

La de Cinaras hija fugitiva
(fragrante ya) y el cedro incorruptible
aromática pompa son del suelo.
Allí mejor pudiera el ave activa,
el Fénix inmortal, verse invencible,
si cobra en los aromas vida y vuelo.
Ser arrimo del cielo
excelso monte el Líbano blasona;
los mobles amenaza;
de pardos ceños la cerviz corona.
No la industriosa caza
al animal errante atemoriza,
que libre de la industria se eterniza.

Aquí el sacro orador, divino Orfeo,
a las atentas selvas exclamaba,
siendo sola una voz de un Verbo todo
copia de oyentes. Escuadrón sabeo
le ofrecía, aplaudiéndole de un modo
ni sordo el monte, ni la fiera brava.
Sus labios inundaba
elocuencia nativa, no enseñada
a su voz. ¿Cuántas veces
se hurtaron a su esfera regalada
por lo herboso los peces,
y de vivir las aves divertidas
se hallaron en las aguas detenidas?

Sensible pareció lo vegetable,
racional se mentía lo sensible,
y en la atención inmóbil un afecto
mezclaba el bosque, como lamentable
de ver su admiración imperceptible.
Mas, a pesar del número imperfecto,
al destinado efecto
incesable de Juan la voz se oía.
Con modestia desnudo,
cuando el sol se negaba y cuando ardía,
haciendo al tiempo escudo,
de una salvaje piel poco vestido,
más de la fe que de la piel ceñido.

 

ROMANCES

A una señora dama de palacio, un día que salió en la procesión de las Palmas

1

Salió dividido el sol
en dos azules estrellas;
y, contra la ley del día,
se vio un oriente en dos puertas.

Otras luces se adelantan,
mas, en fe de mal opuestas,
con sobornos de inferiores
compraron fama de apuestas.

Hanme dicho que la pinte
los que no pudieron verla,
que a los demás en cenizas
informó de su belleza.

Tan blanca hermosura anima
que, engañada ya la abeja,
busca en su rostro las flores
que ha conocido en las selvas.

En la fuerza de sus ojos,
a pesar de desatenta,
iba cobrando el descuido.
trofeos de diligencia.

Aunque muchas la acompañan,
va sola; y, aunque se queda
después que pasaron otras,
dicen que va la primera.

Cuantas palmas se adelantan
su ardiente victoria ostentan,
y van llevando los triunfos
que ha ganado su belleza.

Ninguno a sus manos fíe
el remedio de sus flechas,
porque espira entre sus manos
cuanto en sus ojos enferma.

En su boca breve y grave
risueño el clavel impera
los vasallos más en orden,
cabal población de perlas.

En luces de ardiente nácar
su tez la rosa desprecia,
donde la nieve, no a copos,
a mariposas se quema.

El candor de sus mejillas
más que la púrpura reina,
porque la color quebrada
se llama hermosura entera.

Este atrevido dibujo
hizo a su beldad ofensa,
en un disanto a quien daba
altivas señas de fiesta.

2

Conocimiento de un riesgo superior, que aun es osadía el temerle

Cómo me huelgo, pastores,
de que haya sabido el alma
cómo se pagan delitos
de mirar deidades altas.

De todo un sol mariposa,
su fuerza sufren mis alas.
Ni tanta luz me da vida,
ni tanto fuego me mata.

Pena padezco sin culpa,
por más que osado me llaman,
pues nadie evita los golpes
que vienen sin amenaza.

Piadosos, curar me quieren
algunos con la mudanza.
Sin duda ignoran que el mundo
no tiene más de una Anarda.

La muerte civil remedio
es de pena tan hidalga,
porque quien amando muere
es ladrón de su constancia.

Quien la ausencia me acredita
déme poder, si le alcanza,
para que yo no me lleve
adonde quiera que vaya.

El desengañar mi pena
será desacreditarla,
que desengaña primero
aquel que se desengaña.

Nada que esperar me queda,
sino no esperar en nada.
A la muerte estoy, y tengo
en la muerte mi esperanza.

3

Bosquejo de una dama de muchos méritos

Aquí de Antandra, pastores,
pero no me socorráis,
que en quien muere tan dichoso
es grosera la piedad.

Si os admira ver que vivo,
medid con una deidad
la muerte que nace de ella;
veréis la muerte inmortal.

Mi pluma os dirá su riesgo.
¡Oh qué tarde os le dirá!
Adonde más que el aviso
sabe el golpe madrugar.

Valentía en el donaire,
despejo con gravedad,
la vista dé -mueran luego-,
el gusto dé -vivan más-.

Los ojos que por valientes
dicen con dulce ademán,
todos los pares de Francia
se rindieron a este par.

Dos albas sus manos son,
pues fuera infelicidad
en esfera de dos soles
haber un alba no más.

Hiere tan sutil su ingenio
como si antes el mirar
dejase vida a las voces
de un encanto celestial.

Esta es la copia de Antandra;
líbreme el cielo del mar,
que menos osadas plumas
su venganza fueron ya.

4

Hallándose en su amor obstinado a muchos desengaños

Pastor mal afortunado,
diligente pero necio,
si en mieses de desengaños
no has cogido un escarmiento

¿hasta cuándo solicitas
malagradecido suelo?
Coge (una vez advertido)
por lo medrado lo cuerdo.

El peinado afán del surco
cese ya, que tantos riesgos
ya no serán sacrificios,
sino cóleras al tiempo.

Con máscara de favores
te han salido los desprecios,
si sabes tomar el vaso
a dar vida en el veneno.

¡Ay de mí!, tan anegado
que me ha de sobrar el puerto,
pues ya el bajel en que bogo
es una tumba con remos.

Es un águila de lino,
crespa lisonja del viento,
desde donde, a luz de rayos,
lo hermoso de un sol contemplo.

De cuya insanable herida
no he de curarme; que temo,
después de intentarlo en vano,
hacer malquisto al remedio.

5

Retrato de una dama que, por bella y entendida, se equivocaba lo insigne

Anarda va de retrato;
no es valor, sino licencia,
que de plumas de tus alas
se arme un pincel que te ofenda.

Así el águila, que el sol
escala al viento, desprecia
plumas que las flechas vistan,
porque ha de burlar las flechas.

Es natural su hermosura,
mas tanto el milagro ostenta
que nos muestra milagrosa
la misma naturaleza.

En su rostro a luces tantas
el jazmín templado anhela,
que ya la nieve alevosa
de otro elemento se precia.

En sus cabellos sutiles
retrató sus agudezas;
los cabellos imagina
y los pensamientos peina.

En la que llaman nariz
pincel natural ostenta
los primores de quien sabe,
con venturas de que acierta.

Hace su cuello al cristal
nuevo linaje de ofensa;
a competencias le admite
y a victorias le desprecia.

Para dibujar sus manos,
no halló caudal la azucena,
porque se vino al examen
aun sin vanidad de apuesta.

Su ingenio, mayor que rayo,
vive en su divina esfera,
pues con prodigios avisa
y sin estruendos penetra.

Desde que escuchó su canto,
dice la admirada aldea
que no canta, mas porfía,
ya el ruiseñor en las selvas.

Robó su ingenio y su gala
el mayorazgo a las feas,
a tiempo que a las hermosas
quitó el tributo de necias.

Ésta quiso ser la copia,
zagales, de una belleza
que hizo de mis osadías
lo que el sol de las estrellas.

6

Deposición amante de su rendimiento

Cautiváronme dos ojos,
como Dios hizo un Argel
y, sin tener ley alguna,
quieren que guarde su ley.

Hicieron de mí sus rayos
lo que el áspid del clavel,
la esfinge del caminante
y el segador de la mies.

Dos años ha que los vi,
que nací, mejor diré,
pues se empieza de la dicha
más que del tiempo el nacer.

Tan otro soy del que fui
que, admirado alguna vez,
me pregunto por mí mismo
y no me sé responder.

Pero estése la piedad
donde quisiere el desdén,
que un premio tiranizado
es lisonja de una fe.

Eslabones arrastrando,
pienso frecuentar sus pies
por ver si obligo deidad
la que no puedo mujer.

Y, mirando las cenizas
en que se volvió mi ser,
dirán los escarmentados:
«No Troya, aquí Antandra fue.»

7

A una dama que, queriendo ser tercera de otra, enamoró a un hombre

Bien el corazón, señora,
mi cuidado le dijo
que andaba por ser mi muerte
quien me sirvió de peligro.

Quiero estimaros, mi riesgo,
el primer agradecido,
que el beneficio agradece
si es la muerte el beneficio.

Quisisteis en otros ojos
ensayarme de rendido;
quien para vos los amaba
mereciera en el delito.

Si acaso unir procurasteis
dos corazones distintos,
ya os acusan los efectos
de alevosa en tal oficio.

En ajenas perfecciones
me habéis, cual áspid, herido,
que, oculto en nube de rosas,
vierte secretos hechizos.

Seguro, por vos expuse
el pecho a fáciles tiros;
que vive seguro en otros
quien nace a daños divinos.

Permitirme vos el pecho
a incendio menos activo
os dirán que ha sido riesgo,
pero yo le llamo arbitrio.

Quien os miró mal pudiera
durar, si no es que el martirio,
por dulce, dejase al pecho
con presunciones de vivo.

Última siempre experiencia
seréis de nuestros sentidos,
y en la esfera de los necios
sólo no tendréis cautivos


 





















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